Palabra de Dios
archimadrid
Jn 5, 1-3.5-16
“Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando se remueve el agua. Para cuando llego, ya se me ha adelantado otro”. Jesús le dijo: “Levántate, recoge tu camilla y anda.”
No debe nadie extrañarse de que Dios haga milagros; lo extraño sería que los hiciera el hombre. Más gozo y admiración nos debe producir el haberse hecho hombre Nuestro Señor Jesucristo que las obras divinas que, como Dios, hizo entre los hombres. Y más valor tiene el haber curado los vicios de las almas que curar las enfermedades del cuerpo.
Pero el alma no conocía quien era el que la había de curar, porque tenía los ojos de la carne para ver los hechos corporales, pero no los ojos de un corazón limpio para ver a Dios que en ellos estaba. El Señor realiza obras que ella podía ver para curar aquello por lo que no podía ver. Entró en un lugar donde yacía una gran multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos... y curó a uno solo, cuando podía curar a todos con una sola palabra... Este enfermo que Él sana simboliza al hombre que abraza la fe, cuyos pecados venía a perdonar y cuyas enfermedades venía a curar.
San Agustín. Tratado 17 sobre el Evangelio de San Juan.
Cristo, cuántas veces has acudido a mí cuando estaba enferme y tullido por mis pecados, y me has perdonado en el sacramento de la reconciliación. Escucho tu Palabra de salvación y tu consejo: Has quedado sano, no peques más, no sea que te ocurra algo peor.
"Asistamos con solicitud y tierna caridad a los enfermos; con la dulzura y delicadas atenciones los ganaremos para Dios."
Madre Carmen del Niño Jesús
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