El agua, un derecho y mucho más que una necesidad
El 22 de marzo celebramos el Día del Agua. Sin embargo, los datos no incitan precisamente a la celebración. Más de 900 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso a agua limpia y 2.5 millones carecen de unas condiciones de salubridad adecuadas.
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La disponibilidad de agua y el acceso a la misma representan condiciones fundamentalmente importantes para garantizar no solo la salud de muchos niños y niñas sino también el desarrollo de sus comunidades.
Hasta que el agua no sea un derecho del que disfrutemos todos, resulta difícil imaginar que se pueda alcanzar un progreso en las condiciones de salud y en la supervivencia de millones de familias.
El cambio climático va a suponer y está suponiendo una amenaza muy importante para el agua. Si la comunidad global no adopta una posición determinante para resolver el problema del cambio climático (y determinante no es, evidentemente, la falta de compromisos mostrada en la reciente cumbre de Copenhague), territorios enteros pasarán a convertirse en desiertos sin agua. Existirá además una mayor frecuencia e intensidad de inundaciones y las lluvias torrenciales incrementarán la incidencia de enfermedades transmitidas por el agua y que representan una de las principales causas de muerte para la infancia.
Menos agua: más enfermedades y mayor tasa de mortalidad infantil
En todo el mundo, más de 900 millones de personas no tienen acceso a una cantidad suficiente de agua y cerca de 2.500 millones (la mayoría de las cuales se localiza en zonas rurales) vive sin unos servicios mínimos de salubridad e higiene. Se estima que el 10% de las enfermedades a nivel mundial se propagan por una inadecuada disponibilidad de agua limpia, de higiene y de infraestructuras de saneamiento. Cada año, tres millones y medio de personas mueren como consecuencia de una falta de acceso al agua potable, unas condiciones de higiene muy pobres y una escasez o malas condiciones de los servicios y los sistemas de alcantarillado.
Ante esta situación, los niños y las niñas son especialmente vulnerables: un millón y medio muere cada año (en torno a 4.000 niños y niñas cada día) como consecuencia de una mala calidad del agua o unas prácticas de higiene inadecuadas.
Una de las causas principales de muerte entre los niños menores de cinco años es la diarrea: cada año, 1.400.000 niños menores de cinco años mueren por sus efectos.
El 88% de estas muertes pueden atribuirse directamente a problemas en el agua. Una cantidad insuficiente de agua limpia, incluso para lavarse las manos, puede enlazarse con la propagación de otras enfermedades como la aparición de lombrices intestinales que provocan infecciones en los niños e incrementan su vulnerabilidad frente a la desnutrición y la anemia.
Es evidente que el impacto del agua en la salud y la supervivencia de la infancia es enorme.
Pero igual de evidente son los cambios que una mayor disponibilidad de agua podrían provocar. Por ejemplo, está demostrado, que en el caso del tracoma, una infección provocada por una bacteria y que puede llegar a provocar ceguera en los niños, una mayor disponibilidad de agua podría hacer que su incidencia descendiese un 27%. Además, se calcula que un mayor acceso a agua potable reduciría los casos de diarrea al menos un 25% mientras que una mejora en las infraestructuras de saneamiento llevaría a una reducción del 30% en la tasa de mortalidad infantil lo que se traduciría en salvar 2.500.000 vidas cada año. Y con todo, tan sólo estamos exigiendo soluciones simple como una mayor disponibilidad de agua en zonas residenciales, más servicios y jabón para lavar las manos.
Porque recordemos que disponer de agua limpia alrededor o el hecho de que haya servicios en la escuela es sólo un sueño en algunas partes del mundo. En el Africa subsahariana, el 42% de la población no tiene acceso a sistemas de distribución del agua. Del mismo modo, el 18% de la población está obligado a desplazarse para lograr agua potable y en la mayoría de los casos, son las mujeres y las niñas las que tienen que hacer este trabajo.
El impacto del cambio climático sobre los recursos de agua supone un impacto cada vez mayor sobre la infancia.
La disponibilidad de agua limpia está siendo cada vez más amenazada por la contaminación y el cambio climático. Se estima que cada día se vierten en los ríos y en el mar más de dos millones de aguas residuales sin tratar, poniendo todavía más en peligro la calidad y potabilidad del agua. El problema es todavía más grave en países en desarrollo donde más del 90% de los vertidos industriales se vierten al sistema de aguas sin ningún tipo de tratamiento.
El calentamiento global está teniendo un gran impacto en la cantidad y calidad del agua.
Muchos lugares del planeta están sufriendo sequías cada vez más severas y frecuentes lo que amenaza aún más el peligro de la desnutrición. Se estima que la carestía de alimentos afecta a más de 178 millones de niños y niñas y que representa la causa de muerte de más de 3.200.000 de niños cada año. Para 2015, todo esto se traducirá en más de 25 millones de muertes de niños y niñas. Al mismo tiempo, estamos asistiendo a una mayor incidencia de inundaciones cada vez más impredecibles y que están transformando regiones potencialmente fértiles en barrizales totalmente improductivos e insalubres.
El cambio climático constituye una amenaza mayor cuando se añade al hecho de que el agua potable no resulta accesible para cerca de 1.000 millones de personas. La pobreza se traduce, entre muchas otras cosas, en que los países no pueden disponer de los fondos necesarios para ofrecer infraestructuras para el agua y los sistemas de tratamiento. Existe una enorme necesidad de centrarse, dentro de los planes de desarrollo, en la cuestión del agua limpia y de un adecuado saneamiento. Esto resulta esencial si queremos evitar que el agua se convierta en una mayor y más importante fuente de conflictos como ha ocurrido en la zona alrededor del Nilo, con naciones enfrentándose por el control y la gestión de unos recursos hídricos muy escasos.
El agua puede ayudar a reducir la pobreza
Uno de los puntos del 7º Objetivo de Desarrollo del Milenio es el de reducir a la mitad, para el año 2015, el porcentaje de personas que carezcan de acceso sostenible a agua potable.
Es necesario apuntar alto: el agua es un derecho y como tal debe estar garantizado.
No sólo perseguimos una mejora radical de las condiciones de salud para millones de niños y adultos sino también ofrecer un mayor bienestar a las comunidades.
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