ventana

ventana

Sean bienvenidos

Sean bienvenidos

Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

domingo, 25 de febrero de 2018

Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla ‘Las redes sociales, al servicio del bien.

"Ventana abierta"


‘Las redes sociales, al servicio del bien’, Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla


Queridos hermanos y hermanas:
En el Mensaje para la Jornada Mundial de  las Comunicaciones Sociales del año 2013, nos decía el papa Benedicto XVI que “el desarrollo de las redes sociales digitales, … está contribuyendo a que surja una nueva «ágora», una plaza pública y abierta en la que las personas comparten ideas, informaciones, opiniones, y donde, además, nacen nuevas relaciones y formas de comunidad”. Esta es también mi convicción al dirigirme a vosotros esta semana.
Las redes sociales se han convertido hoy en un lugar de encuentro donde se comparte información, donde hacemos partícipes a los demás de nuestros estados de ánimo y de nuestras opiniones y sentimientos. Con frecuencia son un nexo de unión entre familias y amigos. Si se utilizan correctamente, pueden servir para fortalecer la comunión en la gran familia humana.
Mi preocupación surge cuando veo que estos utilísimos instrumentos, que incluso pueden ser muy valiosos en el campo de la evangelización, se convierten en un medio que favorece la confrontación y, amparándose en el anonimato, se utilizan para insultar, mentir, calumniar y favorecer el odio en la sociedad.
La velocidad de los citados instrumentos en emisión de noticias y opiniones supera nuestra capacidad de reflexión y discernimiento. Con frecuencia nos hacemos  eco de noticias falsas, o de opiniones falazmente atribuidas a personas que nunca se pronunciaron en tal sentido. Es necesario recuperar la calma y la reflexión antes de responder inmediatamente a cualquier mensaje recibido. Otras veces se reproducen juicios que atentan contra la dignidad de personas o grupos. A menudo, por este medio, se denigra a los políticos, a los emigrantes, a los musulmanes, etc., simplemente porque no son como nosotros. La conexión digital no puede hacernos olvidar que somos cristianos y como tales tenemos que comportarnos siempre, también en las redes sociales.
En su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales del año 2014, el papa Francisco nos decía que “los muros que nos dividen solamente se pueden superar si estamos dispuestos a escuchar y a aprender los unos de los otros. Necesitamos resolver las diferencias mediante formas de diálogo que nos permitan crecer en comprensión y respeto”. En este sentido, las redes sociales pueden servir para conocernos mejor, para escucharnos unos a otros, resolver nuestras diferencias y ayudarnos a crecer en la comprensión y en el conocimiento mutuo.
Invito a todos los cristianos de la Archidiócesis, que usan las redes sociales, a preguntarnos cómo las utilizamos. Les invito también a poner  un cuidado especial en lo que decimos y cómo lo decimos, sobre todo cuando se trata de redes cristianas o de titularidad eclesial. Entonces hemos de preguntarnos si lo que escribimos sirve para la edificación de la Iglesia o si por el contrario puede llevar a la confusión o al escándalo.
Sería bueno que cada uno de nosotros se plantee el uso de las redes sociales desde una mirada cristiana, pensando que pueden ser un buen instrumento de evangelización. El uso de las mismas debe servir para mostrarnos como somos, no con identidades falsas, callando ante lo inmoral o injusto, o defendiendo posturas y actitudes que no defenderíamos sin la careta del anonimato. Tampoco es bueno, incluso desde la perspectiva de la higiene mental y de la salud, estar todo el día, o al menos el tiempo libre, pegados a las redes, o relacionándonos solo con grupos ideológicamente afines, algo que termina aislándonos de la comunidad y empobreciéndonos.
No todo tiene cabida en las redes sociales. Hemos de conducirnos siempre con sabiduría, prudencia, buen sentido, amor a la verdad y respeto por los demás aunque creamos que están equivocados. Busquemos siempre el encuentro con los otros, la escucha atenta, la paz y la concordia. Huyamos del insulto, las descalificaciones y, mucho más de la calumnia. “Lo que hacéis, -nos dice san Pablo- hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor, y no a los hombres” (Col 3,23).
Sería bueno también que aquello que publicamos en internet, sea reflejo de nuestra vida cristiana. Ocurre a veces que acudimos a frases tópicas, mensajes, oraciones y canciones que suenan muy bien, pero que no hemos hecho nuestras en la reflexión y en la oración y que, en consecuencia,  no se corresponden con nuestra forma de vivir, y que terminan siendo expresiones prestadas y poco auténticas, que no son reflejo en nuestra propia vida cristiana. “No todo el que dice Señor, Señor entrará en el Reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21).
Para acabar quiero manifestar mi deseo de que las redes sociales sean un instrumento al servicio de la evangelización, de la verdad, del acercamiento mutuo,  la escucha atenta, el diálogo y la solidaridad. Ojalá nos ayuden también a servir a los pobres y a los más débiles y a cuidar de la casa común, que Dios nos ha regalado.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina


El que a vosotros escucha, a mí me escucha. (Mc 9,2-10) Semana II del Tiempo de Cuaresma - 25 de febrero de 2018

"ventana abierta"


El que a vosotros escucha, a mí me escucha 
(Mc 9,2-10)


Semana II del Tiempo de Cuaresma 
 25 de febrero de 2018

El Evangelio de este Domingo II de Cuaresma nos presenta el acontecimiento de la Transfiguración de Jesús, a la que fueron invitados los apóstoles: Pedro, Santiago y Juan. “Jesús se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo”. Ante esa visión, los apóstoles escucharon una voz del cielo que, refiriéndose a Jesús, declara: "Este es mi Hijo amado”. El Evangelio dice que esa voz salió de la nube que se formó, informándonos así sobre la identidad del que habla. Para los judíos, la nube era un signo claro de la presencia de Dios. El que habla es entonces el Dios de Israel, el Dios único que se reveló en la historia de Israel como el Creador de todo y el Salvador del hombre. Él declara que Jesús es su Hijo amado.
Pero esa voz del cielo que salía de la nube, no sólo declara la identidad de Jesús, sino que agrega una recomendación dirigida a nosotros: “Escuchadlo”. Es una recomendación divina que hoy día nosotros debemos tratar de acoger.
¿Cómo podemos escuchar a Jesús hoy?
Jesús habló mucho en el curso de su vida pública y lo hizo abiertamente, como declara ante el Sumo Sacerdote en el juicio contra él:
 “He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas” (Jn 18,20).
Jesús hizo escuchar su voz. Pero en ese tiempo no existían grabadoras que nos permitieran registrar su voz, ni menos filmadoras que nos permitieran registrar su imagen. Ciertamente existía entonces la escritura, y hay contemporáneos de Jesús que escribieron extensas obras, como Platón y Aristóteles y, en el ámbito judío, Flavio Josefo y el mismo San Pablo. Pero Jesús tampoco dejó nada escrito por él mismo.
Jesús no escribió nada, ni vino en un tiempo en que se pudiera registrar el sonido de su palabra ni su imagen. ¿Por qué no usó esos medios para perpetuar su palabra? Porque esos medios conservan la herencia de alguien que ha muerto y que ya no va a pronunciar ninguna palabra más. Jesucristo, en cambio, está vivo y está hablando hoy. “Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos” (Hebr 13,8). Por eso el mandato de Dios tiene validez en todo tiempo y también hoy: “Escuchadlo”.
Es cierto que no podemos escuchar las palabras de Jesús, como podemos escuchar, por ejemplo, las palabras del Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, por medio de un video o un DVD. En este caso estaremos escuchando las palabras del difunto Papa. Jesús, en cambio, no es un difunto; él está vivo y está hablando hoy. En efecto, él aseguró a sus apóstoles que hablaría a través de ellos y en ellos: “El que a vosotros escucha, a mí me escucha” (Lc 16,10).
La voz de Cristo no cesó cuando murió el último apóstol, como enseña el Catecismo: “Por institución divina los Obispos han sucedido a los apóstoles como pastores de la Iglesia. El que los escucha a ellos, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia a ellos, desprecia a Cristo y al que lo envió" (N. 862). La recomendación de Dios no está errada –“absit”- cuando nos manda escuchar a Jesús, porque Jesús está vivo hoy y habla a través de los legítimos pastores de la Iglesia que son sucesores de esos apóstoles. “Escuchemoslos”.

Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo de Santa María de los Ángeles (Chile)



EL CAMINO DE LA TRANSFORMACIÓN. Mc 9, 2-10. 2º Domingo de Cuaresma (Ciclo B)

"ventana abierta"


EL CAMINO DE 

LA TRANSFORMACIÓN

Mc 9, 2-10

 Domingo de Cuaresma (Ciclo B)


Hoy estamos ante una espléndida teofanía de Jesús o transfiguración, momento fuerte en la vida de Jesús, que… nosotros vamos a ponernos muy cerca de Él… estar en todo lo que ocurrió… presentes a todo lo que ocurrió en esta escena. Y para ello vamos a escuchar el Evangelio, donde San Marcos nos habla y nos dice lo siguiente:

Seis días después Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan y los lleva a ellos solos aparte a un monte elevado, y se transfiguró ante ellos. Sus vestidos se volvieron resplandecientes y muy blancos, como ningún batanero de la tierra podría blanquearlos. Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús. Tomó Pedro la palabra y dijo a Jesús: “Rabí, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”, pues no sabía qué decir porque estaban atemorizados. Se formó entonces una nube que los cubrió y desde la nube se oyó una voz: “Éste es mi Hijo amado, escuchadle”. Y echando en el acto una mirada a su alrededor, ya no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Y guardaron estas palabras discutiendo entre ellos qué era aquello de “resucitar de entre los muertos”. Realmente es un texto profundo que nos lleva a estar muy centrados junto a Jesús. Vamos a revivir lo que pasó en aquel momento: Jesús ha estado varios días predicando por Cesarea de Filipo y hacía seis días que había hecho la promesa del primado a Pedro, y quiere hacerle comprender cuál va a ser su destino. Para ello van caminando, llegan al pie del monte, del Monte Tabor, y allí coge a sus discípulos más preferidos, a los que les había puesto el sobrenombre, a los tres, y los lleva aparte, solos, a este monte alto. Este monte —Monte Tabor—, que sabemos que está situado en Galilea y a unos 770 metros sobre el Mar de Galilea; allí ahora se ha construido una hermosa basílica de estilo bizantino. Y mientras oraba, se transfigura. No cambia de figura, se transforma. Ellos se quedan dormidos, cansados, y cuando despiertan se dan cuenta de que Jesús resplandece como el sol, y su figura es como otra; sus vestidos, blanquísimos. Se asustan y ven que está hablando con Moisés y Elías, hablando de cómo iba a ser su muerte, de cómo iba a ser su resurrección. Y cuando estaban así, Pedro, lleno de alegría y de felicidad, se despierta y dice: “¡Qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas”. Pero de pronto, una nube les cubre y oyen una voz: “Éste es mi Hijo amado. Escuchadle”. Y al oírla sienten miedo, se asustan, pero Jesús les dice: “No temáis, levantaos y no temáis. Venga, vámonos, pero no digáis nada a nadie de lo que habéis visto y oído”.


 ¡Qué texto!... estoy ahí viendo… yo no soy digna, no somos dignos de entrar en esta escena... Pero con cariño, con calor, la vamos a ir profundizando, para encontrarnos y tener un momento profundo con Jesús... ¿Qué quería hacer Jesús con esta teofanía? Reafirmarles la fe, enseñarles el camino de la transformación. Pero fijaos, ¿cómo lo hace? Se retira a orar a un alto para contemplar a Dios. 
Bien, pues nunca podremos orar si no dejamos en la falda del monte todo lo que nos distrae y nos entorpece. Tenemos que subir, ponernos en contacto con lo sagrado, con el Dios de la gloria. 
¿Y qué les enseña más?
 Que la verdadera transformación pasa por la cruz, por las dificultades, por las persecuciones, por los tormentos. Si yo me quiero transformaren ti, Jesús, sé que tengo que pasar por muchos momentos malos, por caminos arduos, por senderos difíciles, pero Tú me transformarás. 
¿Y qué les dice más? 
Que la verdadera transformación sólo está en seguirle y escuchar su voz. ¡Escucharle! 
Cuando estos discípulos se vieron cubiertos por la nube… —la nube que significaba la presencia de Dios, la gloria de Dios—, cuando nos sentimos envueltos de la gloria de Dios, cuando nos sentimos muy cerca porque nos pegamos a Él, porque nos metemos en su corazón, sentimos: 
“Escucha, escucha y no tengas miedo”.
Y también ¿qué nos quiere decir Jesús con este encuentro tan precioso? 
Que no tenemos que temer. No temáis. A pesar de las pequeñeces que tengamos, a pesar de todo lo que nos rodea, a pesar de lo que nos cubre, siempre tenemos esa nube que nos envuelve y nos lleva a decir: 
“No temas, Yo estoy contigo”. 
Pero antes tengo que pasar por la cruz, antes tengo que pasar por todo lo difícil, por todo lo que más cueste. 
A los discípulos les costó rehacerse, recobrar las fuerzas, y tuvo el Señor que llevarles a ese camino de iluminación para darles aliento. 
Cuando yo me sienta mal, cuando me sienta sin fuerzas… ¡al Tabor!, al encuentro con el Señor. Allí sentiré la iluminación de Jesús. Pero tengo que escucharle, porque si no es así, resultará desconcertante mi vida, no coincidirá lo que pienso con lo que hago. Y mi escucha tiene que ser sincera y paciente.
Encontrarme con el Señor es descubrirle, es volverle a vivir, y no tener miedo, como el apóstol Pedro que tenía miedo. No. Cuando no entendemos la vida de Jesús, tenemos miedo. Pero ¿cuál es el camino? 
¿Cuál es nuestra transformación? 
La fe, nuestra fe. Por eso hoy le vamos a pedir mucho al Señor que nos haga profundamente fieles en la fe, y que perdamos ya el disfraz de nuestra apariencia. 
Me recuerda mucho este texto, este encuentro con Jesús… —y le digo muchas veces: 
“Quítame el disfraz”—, me recuerda a esos típicos carnavales, que van disfrazados y transformados en el exterior; pero todo es apariencia, todo es engaño, todo es disfraz. No, pidamos al Señor que nos quite el disfraz de nuestra vida, que nos quite esa máscara que llevamos, y que vayamos perdiéndolo poco a poco cada vez que nos vayamos encontrando con Él. Y así podemos oír muchas veces con atención: 
“Éste es mi Hijo amado, escúchalo”. 
Ya sabemos el camino: escuchar al Señor, ser fuertes, no tener miedo, tenemos que sufrir… ¡Ánimo!, el Señor está con nosotros.
Bien, no nos desprendemos de este momento…, nos quedamos ahí…,escuchamos…, sentimos…, oímos… la voz de Jesús que nos habla y nos dice: 
“No tengas miedo. Soy Yo. Escúchame”. 
Pidamos a la Virgen que nos transforme, que nos quite ese disfraz, esa cara que tenemos falsa de la vida; que nos ayude a creer, para que consigamos la verdadera transformación.
 ¿Dónde? 
En el Tabor. 
¿Con quién? 
Con Jesús. 
¿Cómo? 
Escuchándolo.
Que así sea.

Francisca Sierra Gómez. Religiosa franciscana.


Oración de Comunión Espiritual. Segundo Domingo de Cuaresma. La Transfiguración. 25 - Febrero - 2018

"Ventana abierta"


Oración de Comunión Espiritual


Segundo Domingo de Cuaresma
La Transfiguración


Llega el momento de la Comunión Espiritual, para todos mis amigos seguidores de este blog, y para todos aquellos que pasen por éste esporádicamente, si así lo desean.
Lo que comemos ahora es el Cuerpo Glorioso de Cristo, aquel Cuerpo que se transfiguró en el Monte Tabor.

"Señor Jesús, quiero, deseo recibir tu Cuerpo, Cuerpo Glorioso escondido en este Pan y este Vino, tu Cuerpo Glorioso que transfigure mi cuerpo mortal, que fortalezca mi camino hacia el país de la Vida, que me haga mirar al cielo y contar estrellas, que me recuerde tu promesa de alianza hecha a mis padres, que me ayude a seguir tu ejemplo, a sentir que Dios está conmigo, y no debo temer nada.Tu Cuerpo Glorioso que me mantenga unido a Ti:
 "¡Qué bueno es que estemos aquí, en la paz y quietud de tu presencia, sintiendo cómo tu Gloria me envuelve, cómo tu Palabra me tranquiliza, cómo tu Cuerpo me alimenta!".
"¡Qué bueno es que estemos aquí en este Tabor de encuentro que es la Eucaristía!".
Ayúdame a llevar esta experiencia de tu Presencia Gloriosa a mi vida, sintiéndote en cada momento, de manera especial en el dolor, en la soledad, escuchando la Palabra que sale de tu boca, para caminar en tu presencia, para cumplir mis compromisos, yo que soy tu siervo, al que rompiste las cadenas, el que espera contemplar un día tu Rostro Glorioso".


domingo, 18 de febrero de 2018

La oración cuaresmal. 18 - Febrero - 2018

"Ventana abierta"


La Oración Cuaresmal

La oración cuaresmal debe ser más frecuente y habitual.
La cuaresma nació como desarrollo pedagógico de un aspecto central del misterio cristiano celebrado en el triduo pascual. Destaca la perspectiva de su referencia a Jesucristo.
La cuaresma ha sido siempre el tiempo litúrgico más caracterizado del cristianismo. Es un conjunto de cuarenta días, cuya razón de ser originaria fue la de imitar el ayuno previo del Señor al comienzo de su ministerio apostólico.
La cuaresma es privilegio aptísimo para vivir en y de la Palabra de Dios. Vivir en y de la Palabra significa leerla, rezarla, meditarla, abrirse a ella, confrontarse con ella, poner a su tamiz y a su luz nuestra propia existencia. Llenarse de ella para que sea la música y la letra de la pletina de nuestra alma y de la partitura de nuestro corazón.
Toda la liturgia de la cuaresma, tanto en sus aspectos rituales como en la misma liturgia de la palabra, está consumida de hermosísimos símbolos que ayudan y hacen visible el camino cristiano de la conversión. Estos símbolos son el desierto, la luz, la salud, el agua, el perdón, la liberación, la cruz y la resurrección.
La cuaresma encuentra en la oración la más apropiada de sus atmósferas y de sus escuelas. La oración cuaresmal debe ser más frecuente y habitual. Su tonalidad propia es la humildad, la insistencia, la confianza. Es oración de súplica y de petición. La oración cristiana de la cuaresma debe intensificar sus dimensiones bíblica y litúrgica,
El ayuno es el segundo camino cuaresmal, según el Papa San León Magno. Se trata del ayuno del hombre viejo, del ayuno del pecado, de la renuncia a los propios caminos para abrazar los caminos de Jesucristo. Se trata de privarnos de algo en favor de alguien necesitado, que podemos nosotros mismos o nuestro prójimo. El ayuno no es, pues, una ejercitación meramente voluntarista o hasta masoquista. Es una opción de purificación y de intercesión.
La caridad, la solidaridad es el tercero de los caminos tradicionales y permanentes de la cuaresma. ¡Tenemos tantas demandas de justicia para vivir la limosna, la caridad cuaresmal!
La cuaresma es un tiempo para vivir de ella. Es un tiempo para practicarla, para ejercitarla no como un fin en sí mismo sino como un medio, un camino hacia la pascua. Por ello, para recorrer adecuada y cristianamente la cuaresma debemos buscar y desarrollar nuevos espacios oracionales y devocionales.
Otras maneras espléndidas y siempre fecundas para recorrer este camino cuaresmal de la oración será practicar algún día de retiro o de ejercicios espirituales, que nos llenarán de fuerza, de gracia y de vida, siempre necesarias para todos y participar en conferencias, charlas y escuelas cuaresmales.
Jesús de las Heras Muel.



Oración de Comunión Espiritual. Primer Domingo de Cuaresma. 18 - Febrero - 2018

"Ventana abierta"


Oración de Comunión Espiritual


Estimados amigos, vamos a comulgar tod@s aquell@s seguidores que estáis participando en este blog, si así lo deseáis. 
Vamos a hacer esta Comunión Espiritual mostrando así nuestra cercanía a este Jesús en la Eucaristía.
Primer Domingo de Cuaresma
Tentación en el desierto


"Oh Cristo, salvación de cuanto estaba perdido, Tú sabes bien la de veces que he intentado volver a empezar, pero he sido derrotado por el pecado, la tentación me ha podido. Cada vez me encuentro más cansado, más viejo de corazón, y hasta me pregunto de qué sirve intentarlo, luchar contra aquello que me aparta de Ti.
Oh Señor, fortaleza del que está tentado, Tú sabes cuántas veces te he fallado y sin embargo te acercas a mí. Tú eres el único que puedes ayudarme, y hoy te espero, te invoco, te recibo, acógeme una vez más. Tú has vencido al maligno que acecha a todos los hombres y vienes a darme la Buena Noticia, tu Palabra de Salvación.
Que la abundancia de tu Gracia no pase de largo.
Que mi pecado sea camino de salvación, conviérteme hoy a Ti.
Que tu Espíritu me devuelva a la Vida, que me convierta y crea en tu Evangelio".


‘Una nueva Cuaresma’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla. 18 - Febrero - 2018

"Ventana abierta"


‘Una nueva Cuaresma’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla

Queridos hermanos y hermanas:
Con la bendición e imposición de la ceniza comenzábamos el pasado miércoles el tiempo santo de Cuaresma, que nos prepara para celebrar el Misterio Pascual, misterio de amor y don de gracia inconmensurable, fruto de la amorosa iniciativa por la que Dios Padre envía a su Hijo al mundo para nuestra salvación. En el Misterio Pascual Dios se inclina con benevolencia sobre nosotros para redimirnos y para hacernos, por medio del Espíritu, partícipes de su misma vida, introduciéndonos en su intimidad y haciéndonos miembros de su familia. El camino cuaresmal nos conduce hacia la Pascua, la noche más santa del año, en la que Cristo resucitado sale victorioso del sepulcro y en la que nosotros renovamos las promesas bautismales.
Pero, como nos sugieren las lecturas de este primer domingo de Cuaresma, para llegar a la Pascua hay que pasar por el desierto. Así fue en la vida de Jesús. Antes de comenzar su ministerio público, que le conducirá a la Pascua, fue llevado por el Espíritu al desierto, donde oró y ayunó durante cuarenta días y cuarenta noches. Así debe ocurrir también en la vida de quienes, como seguidores y discípulos, queremos vivir su misma vida. El desierto es en sí mismo un lugar árido, seco, vacío, duro y áspero para quien en él se adentra, pero la Biblia lo describe también como un espacio de gracia y salvación, un lugar de silencio y meditación, de escucha de Dios que habla al corazón, de reencuentro con nosotros mismos y con Él, y en consecuencia, de conversión y plenitud.
Todos, de una forma u otra, tenemos la experiencia del desierto interior, el desierto en el que nos introduce la tibieza, la superficialidad, la dureza de corazón y la resistencia sorda a la gracia de Dios, que tienen como consecuencia la aridez y al vacío espiritual. Pero, como acabo de decir, hay otro desierto, incomparablemente más rico y fecundo, en el que en medio del silencio, es posible constatar nuestras miserias y cuán lejos estamos del plan que Dios ha diseñado singularmente para nuestra felicidad. En la soledad sonora del desierto es posible escuchar la voz potente del Espíritu, que nos invita a convertirnos, a volver sobre nuestros pasos errados, a cambiar de criterios y de conducta, pidiendo al Señor una conciencia pura y una vida santa, como nos dice san Pablo en la segunda lectura de este domingo.
El Miércoles de Ceniza la liturgia nos sugería tres armas para triunfar en el combate que hemos de librar en esta Cuaresma para lograr nuestra reforma interior y la vuelta a Dios: la oración, el ayuno y la limosna. Con estas armas saldremos de la aridez espiritual y de la vida frívola y sin norte. Con ellas se fortalecerá nuestra fe, crecerá nuestra esperanza y renovaremos nuestra caridad hacia Dios y nuestros hermanos. De este modo, renacerá en nosotros la alegría pascual y el entusiasmo en el seguimiento del Señor. Sólo así, nuestro desierto se convertirá en tierra fecunda que produce frutos de gracia y de santidad.
Aprovechemos en estas semanas de Cuaresma los medios que nos ofrece la Iglesia para ahondar en nuestra conversión: las conferencias cuaresmales, los triduos y quinarios y los retiros, que tanto bien nos pueden hacer y en los que se nos exhortará a reordenar nuestra vida. Ojala encontremos la oportunidad de practicar unos buenos Ejercicios Espirituales, siquiera sea en un fin de semana, práctica ascética que no ha perdido actualidad y que la Iglesia nos sigue recomendando. Todos, sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y laicos, necesitamos retirarnos, como nos pide el Señor en el Evangelio, a un lugar tranquilo y apartado para estar a solas con Él, para repensar los grandes temas de nuestra vida, para romper con ídolos que nos atan a la tierra y que nos impiden volar hasta las alturas de Dios y para relanzar nuestra fidelidad al Señor y decidirnos, de una vez por todas, a seguirle sólo a Él y aspirar con todas nuestras fuerzas a la santidad.
Estamos comenzando la Cuaresma, ocasión muy propicia para contemplar en la oración serena en estas semanas el amor del Padre de las misericordias, que como en la parábola del hijo prodigo, nos espera siempre para perdonarnos, para abrazarnos y devolvernos la condición filial. Él  espera nuestra conversión, que desandemos el camino y que nos reconciliemos con Él y con la Iglesia en el sacramento de la penitencia, el sacramento del perdón y de la alegría. Dios quiera que aprovechemos estos días para hacer un examen serio de conciencia
Que la contemplación del rostro bendito de Jesús y la conciencia de la misericordia que ha tenido con nosotros, favorezcan nuestra conversión al Señor y a nuestros hermanos, para vivir la misericordia como estilo de vida y practicar las obras de misericordia, autentico programa para esta Cuaresma, que yo os deseo verdaderamente santa y santificadora.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla



domingo, 11 de febrero de 2018

Para la Jornada Mundial del Enfermo. Vaticano 11 Febrero 2018

"Ventana abierta"


Jornada Mundial del Enfermo


El Vaticano ha hecho público el mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo que se celebrará el próximo 11 de febrero bajo el lema “Ahí tienes a tu hijo... Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa”.
En el Mensaje, Francisco asegura que “la imagen de la Iglesia como un «hospital de campaña», que acoge a todos los heridos por la vida, es una realidad muy concreta, porque en algunas partes del mundo, sólo los hospitales de los misioneros y las diócesis brindan la atención necesaria a la población”.
A continuación, el texto completo del Mensaje:
Mater Ecclesiae: «Ahí tienes a tu hijo... Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa» (Jn 19,26-27)


Queridos hermanos y hermanas:
La Iglesia debe servir siempre a los enfermos y a los que cuidan de ellos con renovado vigor, en fidelidad al mandato del Señor (cf. Lc 9,2-6; Mt 10,1-8; Mc 6,7-13), siguiendo el ejemplo muy elocuente de su Fundador y Maestro.
Este año, el tema de la Jornada del Enfermo se inspira en las palabras que Jesús, desde la cruz, dirige a su madre María y a Juan: «Ahí tienes a tu hijo... Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa» (Jn 19,26-27).


1. Estas palabras del Señor iluminan profundamente el misterio de la Cruz. Esta no representa una tragedia sin esperanza, sino que es el lugar donde Jesús muestra su gloria y deja sus últimas voluntades de amor, que se convierten en las reglas constitutivas de la comunidad cristiana y de la vida de todo discípulo.
En primer lugar, las palabras de Jesús son el origen de la vocación materna de María hacia la humanidad entera. Ella será la madre de los discípulos de su Hijo y cuidará de ellos y de su camino. Y sabemos que el cuidado materno de un hijo o de una hija incluye todos los aspectos de su educación, tanto los materiales como los espirituales.
El dolor indescriptible de la cruz traspasa el alma de María (cf. Lc 2,35), pero no la paraliza. Al contrario, como Madre del Señor comienza para ella un nuevo camino de entrega. En la cruz, Jesús se preocupa por la Iglesia y por la humanidad entera, y María está llamada a compartir esa misma preocupación. Los Hechos de los Apóstoles, al describir la gran efusión del Espíritu Santo en Pentecostés, nos muestran que María comenzó su misión en la primera comunidad de la Iglesia. Una tarea que no se acaba nunca.


2. El discípulo Juan, el discípulo amado, representa a la Iglesia, pueblo mesiánico. Él debe reconocer a María como su propia madre. Y al reconocerla, está llamado a acogerla, a contemplar en ella el modelo del discipulado y también la vocación materna que Jesús le ha confiado, con las inquietudes y los planes que conlleva: la Madre que ama y genera a hijos capaces de amar según el mandato de Jesús. Por lo tanto, la vocación materna de María, la vocación de cuidar a sus hijos, se transmite a Juan y a toda la Iglesia. Toda la comunidad de los discípulos está involucrada en la vocación materna de María.

3. Juan, como discípulo que lo compartió todo con Jesús, sabe que el Maestro quiere conducir a todos los hombres al encuentro con el Padre. Nos enseña cómo Jesús encontró a muchas personas enfermas en el espíritu, porque estaban llenas de orgullo (cf. Jn 8,31-39) y enfermas en el cuerpo (cf. Jn 5,6). A todas les dio misericordia y perdón, y a los enfermos también curación física, un signo de la vida abundante del Reino, donde se enjuga cada lágrima. Al igual que María, los discípulos están llamados a cuidar unos de otros, pero no exclusivamente. Saben que el corazón de Jesús está abierto a todos, sin excepción. Hay que proclamar el Evangelio del Reino a todos, y la caridad de los cristianos se ha de dirigir a todos los necesitados, simplemente porque son personas, hijos de Dios.

4. Esta vocación materna de la Iglesia hacia los necesitados y los enfermos se ha concretado, en su historia bimilenaria, en una rica serie de iniciativas en favor de los enfermos. Esta historia de dedicación no se debe olvidar. Continúa hoy en todo el mundo. En los países donde existen sistemas sanitarios públicos y adecuados, el trabajo de las congregaciones católicas, de las diócesis y de sus hospitales, además de proporcionar una atención médica de calidad, trata de poner a la persona humana en el centro del proceso terapéutico y de realizar la investigación científica en el respeto de la vida y de los valores morales cristianos. En los países donde los sistemas sanitarios son inadecuados o inexistentes, la Iglesia trabaja para ofrecer a la gente la mejor atención sanitaria posible, para eliminar la mortalidad infantil y erradicar algunas enfermedades generalizadas. En todas partes trata de cuidar, incluso cuando no puede sanar. La imagen de la Iglesia como un «hospital de campaña», que acoge a todos los heridos por la vida, es una realidad muy concreta, porque en algunas partes del mundo, sólo los hospitales de los misioneros y las diócesis brindan la atención necesaria a la población.

5. La memoria de la larga historia de servicio a los enfermos es motivo de alegría para la comunidad cristiana y especialmente para aquellos que realizan ese servicio en la actualidad. Sin embargo, hace falta mirar al pasado sobre todo para dejarse enriquecer por el mismo. De él debemos aprender: la generosidad hasta el sacrificio total de muchos fundadores de institutos al servicio de los enfermos; la creatividad, impulsada por la caridad, de muchas iniciativas emprendidas a lo largo de los siglos; el compromiso en la investigación científica, para proporcionar a los enfermos una atención innovadora y fiable. Este legado del pasado ayuda a proyectar bien el futuro. Por ejemplo, ayuda a preservar los hospitales católicos del riesgo del «empresarialismo», que en todo el mundo intenta que la atención médica caiga en el ámbito del mercado y termine descartando a los pobres. La inteligencia organizacional y la caridad requieren más bien que se respete a la persona enferma en su dignidad y se la ponga siempre en el centro del proceso de la curación. Estas deben ser las orientaciones también de los cristianos que trabajan en las estructuras públicas y que, por su servicio, están llamados a dar un buen testimonio del Evangelio.

6. Jesús entregó a la Iglesia su poder de curar: «A los que crean, les acompañarán estos signos: […] impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos» (Mc 16,17-18). En los Hechos de los Apóstoles, leemos la descripción de las curaciones realizadas por Pedro (cf. Hch 3,4-8) y Pablo (cf. Hch 14,8-11). La tarea de la Iglesia, que sabe que debe mirar a los enfermos con la misma mirada llena de ternura y compasión que su Señor, responde a este don de Jesús. La pastoral de la salud sigue siendo, y siempre será, una misión necesaria y esencial que hay que vivir con renovado ímpetu tanto en las comunidades parroquiales como en los centros de atención más excelentes. No podemos olvidar la ternura y la perseverancia con las que muchas familias acompañan a sus hijos, padres y familiares, enfermos crónicos o discapacitados graves. La atención brindada en la familia es un testimonio extraordinario de amor por la persona humana que hay que respaldar con un reconocimiento adecuado y con unas políticas apropiadas. Por lo tanto, médicos y enfermeros, sacerdotes, consagrados y voluntarios, familiares y todos aquellos que se comprometen en el cuidado de los enfermos, participan en esta misión eclesial. Se trata de una responsabilidad compartida que enriquece el valor del servicio diario de cada uno.

7. A María, Madre de la ternura, queremos confiarle todos los enfermos en el cuerpo y en el espíritu, para que los sostenga en la esperanza. Le pedimos también que nos ayude a acoger a nuestros hermanos enfermos. La Iglesia sabe que necesita una gracia especial para estar a la altura de su servicio evangélico de atención a los enfermos. Por lo tanto, la oración a la Madre del Señor nos ve unidos en una súplica insistente, para que cada miembro de la Iglesia viva con amor la vocación al servicio de la vida y de la salud. La Virgen María interceda por esta XXVI Jornada Mundial del Enfermo, ayude a las personas enfermas a vivir su sufrimiento en comunión con el Señor Jesús y apoye a quienes cuidan de ellas. A todos, enfermos, agentes sanitarios y voluntarios, imparto de corazón la Bendición Apostólica.

Vaticano, 26 de noviembre de 2017.
Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.