"Ventana abierta"
"
JOR
Fe adulta
Ciclo C.
Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.
Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.
Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!
Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.
Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...
Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.
Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.
"Ventana abierta"
El Nuevo Testamento termina con unas palabras
de Jesús en el libro del Apocalipsis: “Sí, vengo pronto”. A las que responde el
autor: “Amén. Ven, Señor Jesús”. Aunque la mayoría de los católicos no ha leído
el Nuevo Testamento de punta a cabo, a muchos les suena la idea de “la segunda
venida de Jesús” o “la vuelta del Señor”, sin que a nadie le quite el sueño.
Esa vuelta no la ven como algo inmediato, ni siquiera a largo plazo.
A gran parte de los cristianos de finales del
siglo I, cuando Lucas escribe su evangelio, le ocurría lo mismo. Desde niños, o
desde que se convirtieron, les habían anunciado la pronta vuelta del Señor.
Pero pasaron años, décadas, y no volvía. Escritos muy distintos del Nuevo Testamento recogen el desánimo y el
escepticismo que se fue difundiendo en las comunidades. Hasta el punto de que el autor de la
segunda carta a los Tesalonicenses se siente obligado a negar la inminencia de
esa vuelta: «No perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por profecías o
discursos o cartas fingidamente nuestras, como si el día del Señor fuera
inminente» (2 Tes 2,2).
Lucas también está convencido de que el fin del mundo
no es inminente. Antes habrá que extender el evangelio «hasta los confines de
la tierra», como expone en los Hechos de los Apóstoles. Pero aprovecha la enseñanza de generaciones
anteriores para exhortar a la vigilancia.
[El sacerdote puede elegir este domingo entre
una lectura breve y otra larga. Sin detenerme en justificar los motivos,
aconsejo limitarse a la breve: Lucas 12,39-40.]
Dos comparaciones anticuadas
Si se lee el texto de forma rápida parece
hablar de los mismos personajes: unos criados y su señor. Sin embargo, habla de
dos señores distintos:
1) uno que vuelve de un banquete o una boda, al
que esperan sus criados;
2) otro, que no tiene criados, se entera de que
esa noche va a venir un ladrón, y lo espera en vela.
Veinte siglos hacen que incluso las imágenes
más expresivas se desvirtúen. La primera comparación trae a la memoria la serie
Downton Abbey, con toda la servidumbre perfectamente uniformada y dispuesta a
la entrada del palacio esperando la llegada del señor o la familia. Esto pasó a
la historia. Imaginando una comparación actual diría: “Tened los chalecos
antibalas puestos y las armas preparadas, igual que los agentes de seguridad
que esperan que el Presidente salga de la recepción”. Demasiado llamativo, y
aplicable a poca gente. Pero lo más desconcertante es lo que hace el
Presidente: en vez irse a descansar o a dormir, se dedica a servir la cena a
sus guardias.
La segunda comparación, la del que espera la
venida del ladrón, también parece anticuada. Esa función la cumplen las
agencias de seguridad y la policía. Sin embargo, dados los numerosos fallos en
este campo, es posible que el dueño de la casa se mantuviese en vela.
Los protagonistas y los consejos
Las imágenes tan distintas de los criados (1ª comparación) y del dueño de la casa (2ª) se refieren a nosotros, los cristianos. El otro gran protagonista es Jesús, presentado una vez como señor y otra como ladrón. Como señor es algo caprichoso, puede volver a cualquier hora, sin avisar; y lo mismo le ocurre como ladrón.
Ya que se trata de dos comparaciones distintas,
los consejos también difieren: en el primer caso, debemos imitar a los criados
que esperan a su señor, con paciencia, aceptando que venga cuando quiera; en el
segundo, imitar al propietario que espera al ladrón, preparados para la llegada
imprevista del Hijo del hombre.
De la vuelta del Señor al
encuentro con el Señor
A mediados del siglo XX, los Testigos de Jehová
estaban convencidos de que el fin del mundo sería en 1984 (70 años después de
1914, el comienzo de la Primera Guerra Mundial). Supongo que ahora mantendrán
otra fecha. Pero no debemos reírnos de ellos. La adaptación de antiguas
profecías a nuevas realidades es frecuente en el Antiguo Testamento y también
en la iglesia primitiva.
En el caso concreto de la lectura
de hoy, sin negar la vuelta del Señor, el acento se ha desplazado a algo más
cercano e indiscutible: el encuentro personal con él después de la muerte. En
esta perspectiva, la exhortación a la vigilancia sigue siendo totalmente
válida.
Pero vigilar no significa vivir angustiados,
sino cumplir adecuadamente las propias obligaciones, como recuerdan las
exhortaciones de las cartas del Nuevo Testamento: en la vida de familia, el
trabajo, la sociedad, la comunidad, es donde el cristiano demuestra su actitud
de vigilancia.
La primera lectura
La primera lectura, tomada del libro de la
Sabiduría 18, 6-9, ofrece dos posibles puntos de contacto con el evangelio.
Primer punto de contacto:
vigilancia esperando la salvación.
El libro de la Sabiduría piensa en la noche de
la liberación de Egipto
El evangelio, en la salvación que traerá la
segunda venida de Jesús.
En ambos casos se subraya la actitud vigilante
de israelitas y cristianos.
Segundo punto de contacto:
solidaridad
Al momento de salir de Egipto, los israelitas
se comprometen a compartir los bienes: serían
solidarios en los peligros y en los bienes.
En la forma larga del evangelio, Jesús anima a los cristianos a ir más lejos: Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo.
Reflexión final
Leer este evangelio en el primer domingo de
agosto, cuando muchos acaban de empezar las vacaciones, no parece lo más
adecuado. Sin embargo, precisamente al comienzo de las vacaciones es cuando más
nos aconsejan una actitud de vigilancia: con respecto a la protección de la
casa, las ruedas del coche, la revisión del motor, la protección de los rayos
solares… Siendo realistas, también al comienzo de las vacaciones es cuando
muchos se encuentran definitivamente con el Señor. La vigilancia no es solo
para el otoño.
1. Escribe
San Juan de la Cruz: “Olvido de lo presente; memoria del criador; atención a lo
interior; y estarse amando al Amado”
2. Vigilancia
activa es una predisposición elemental. Es atención al ahora,
por supuesto, como recomiendan los psiquiatras, pero el presente no es la
totalidad. Hay un futuro, hay unas
consecuencias. También en el mundo de la fe = confianza en el Señor.
3. Somos criados, y no dueños, llamados a servir “el hijo del hombre no para
ser servido sino para servir y da la vida…” (Marcos 10,45) Después de
todo el mes de Ejercicios Espirituales, resume san Ignacio un programa: “en
todo amar y servir”. Si uno se pone a fondo en contacto con Jesús, eso es lo
que se aprendo: en todo. Y
como somos tan descuidados, la parábola insiste en que pensemos.
4. También somos propietarios de esa fe. Alguien
nos intenta robar: la
propaganda, el consumismo, la mundanidad, el conservadurismo inmóvil, la alegre
progresía, el todos lo hacen, eso es anticuado, ya no se lleva etc, machaconamente
nos intentan apartar del buen seguimiento de Jesús, muerto (matado) y
resucitado (Dios está con él) “Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente…
5. Despierta tu, que duermes, que Cristo será tu luz! (Efesios 5,14)
"Ventana abierta"
"Ventana abierta"
El ciclo litúrgico se abre con la venida de Jesús y culmina con la venida del Espíritu; el Padre está presente en todo momento. Es lógico que se dedique una fiesta en honor de la Trinidad. Para ella había que elegir textos que hablaran de las tres personas, al menos de dos de ellas. Pero no pretenden darnos una lección de teología sino ayudarnos a descubrir a Dios en las circunstancias más diversas. La primera, llena de belleza y optimismo, en los momentos felices de la vida. La segunda, incluso en medio de las tribulaciones, dándonos fuerza y esperanza. La tercera, en medio de las dudas, sabiendo que nos iluminará."
Dios presente en la alegría (1ª
lectura)
Del Antiguo Testamento se ha elegido un
fragmento del libro de los Proverbios que polemiza con la cultura de la época
helenística: ¿cuál es el origen de
la sabiduría? Para muchos, es fruto del pensamiento humano, tal como
lo han practicado, sobre todo, los filósofos griegos. Frente a esta mentalidad,
el autor del texto de los Proverbios afirma que la verdadera sabiduría es
anterior a nuestras reflexiones y estudios; y lo expresa presentándola junto a
Dios muchos antes de la creación del mundo, acompañándolo en el momento de
crear todo.
¿Por qué se eligió esta lectura? San Pablo, en la primera carta a los Corintios, dice que Cristo es “sabiduría de Dios” (1,24). Y la carta a los Colosenses afirma que en Cristo “se encierran todos los tesoros del saber y del conocimiento” (Col 2,3). Este fragmento del libro de los Proverbios, que presenta a la Sabiduría de forma personal, estrechamente unida a Dios desde antes de la creación y también estrechamente unida a la humanidad (“gozaba con los hijos de los hombres”) parecía muy adecuado para recordar al Padre y al Hijo en esta fiesta.
Dios presente en los sufrimientos
(2ª lectura)
Curiosamente, en este texto, que menciona claramente a las tres personas, los grandes beneficiarios somos nosotros, como lo dejan claro las expresiones que usa Pablo: “hemos recibido”, “hemos obtenido”, “nos gloriamos”, “nuestros corazones”, “se nos ha dado”. Él no pretende dar una clase sobre la Trinidad, adentrándose en el misterio de las tres divinas personas, sino que habla de lo que han hecho por nosotros: salvarnos, ponernos en paz con Dios, darnos la esperanza de alcanzar su gloria, derramar su amor en nuestros corazones. Para Pablo, estas ideas no son especulaciones abstractas, repercuten en su vida diaria, plagada de tribulaciones y sufrimientos. También en ellos sabe ver lo positivo.
Dios presente en las dudas
(evangelio)
El evangelio, tomado de Juan, también menciona
a Jesús, al Espíritu y al Padre, aunque la parte del león se la lleva el Espíritu, acentuando lo que hará por
nosotros: “os guiará hasta la verdad plena”, “os comunicará lo que está por
venir”, “os lo anunciará”.
Pienso que el texto se ha elegido porque habla
de las relaciones entre las tres personas. El Espíritu glorifica
a Jesús, y todo lo recibe de él. Por otra parte, todo lo que tiene el Padre es de Jesús. Tampoco Juan
pretende dar una clase sobre la Trinidad, aunque empieza a tratar unos temas
que ocuparán a los teólogos durante siglos.
Para entender el texto conviene recordar el
momento en el que pronuncia Jesús estas palabras. Estamos en la cena de
despedida, poco antes de la pasión. Sabe que a los discípulos les quedan muchas
cosas que aprender, que él no ha podido enseñarles todo. Surgirán dudas,
discusiones. Pero la solución no la encontrarán en el puro debate intelectual y
humano, será fruto del Espíritu, que irá guiando hasta la verdad plena.
En la situación actual de la
Iglesia, con problemas nuevos y de difícil solución, debemos pedir al Espíritu
Santo que nos guíe “hasta la verdad plena”.
Reflexión final
En numerosas ocasiones, la liturgia repite la
fórmula “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. Es fácil caer en la
rutina y rezarla mecánicamente. Hoy es el día más indicado para darle todo su
valor, igual que a la recitación del Gloria, que se extiende en la alabanza del
Padre y del Hijo (aunque al Espíritu solo lo menciona de pasada).
1. Jesús
habla siempre del Padre. Yo y el Padre somos uno
2. Y al
final, nos deja su Espíritu, su aliento, sus enseñanzas, sus medios y estilos…
3. Maravilla:
estamos bajo una maravillosa, inesperada protección. Tenemos un Padre, tenemos
a su Hijo que se vuelca en nuestras entrañas y nos deja su Espíritu, su alma,
su yo.
4. Bautizados en el nombre del Padre…cuando trabajamos, cuando pecamos, cuando nos arrepentimos, cuando salimos del egoísmo (maravillosa experiencia defensiva…) y nos lanzamos a vivir y proclamar las maravillas de Dios, llenamos nuestra vida, nuestra función en el mundo…y morimos en los brazos de Dios. ¡menuda gracia!
5. No hay
un Dios mejor que nuestro Dios.
6. Empiezo el día: en el nombre del Padre…y participo en la Eucaristía, en el nombre del Padre y oriento mi vida; en el nombre del Padre y y del Hijos y del Espíritu Santo. Y proyecto mi trabajo, colaboro en hacer un mundo más de Dios, espero y lucho. Amén, amén, amén.
"Ventana abierta"
Cuenta el libro de
los Hechos de los Apóstoles que Pablo encontró cierta vez en Éfeso un grupo de
cristianos desconocidos. Algo
debió de resultarle raro porque les preguntó: “¿Recibisteis el Espíritu
Santo cuando comenzasteis a creer?” La respuesta fue rotunda: “Ni siquiera hemos oído que hay un Espíritu
Santo”. Si Pablo nos hiciera
hoy la misma pregunta, muchos cristianos deberían responder: “Sé desde niño que
existe el Espíritu Santo. Pero no
sé para qué sirve, no influye nada en mi vida. A mí me basta con Dios y con
Jesús”. Esta respuesta sería sincera, pero equivocada. Las palabras
que acaba de pronunciar las ha dicho impulsado por el Espíritu Santo. Tiene más
influjo en su vida de lo que él imagina. Y esto lo sabemos gracias a las
discusiones y peleas entre los cristianos de Corinto.
La importancia del Espíritu (1
Corintios 12,3b-7.12-13)
Los corintios eran especialistas en crear
conflictos. Una suerte para nosotros, porque gracias a sus discusiones tenemos
las dos cartas que Pablo les escribió. La que originó la lectura de hoy no
queda clara, porque la liturgia, para no perder la costumbre, ha mutilado el
texto. Quien se toma la pequeña molestia de leer el capítulo 12 de la Primera
carta a los Corintios, advierte cuál es el problema: algunos se consideran superiores a los demás y no valoran lo que hacen
los otros. Con una imagen moderna, es como si un arquitecto despreciase, y
considerase inútiles, al delineante que elabora los planos, al informático que
trabaja en el ordenador, al capataz que dirige la obra y, sobre todo, a los
obreros que se juegan a veces la vida en lo alto del andamio.
La sección suprimida en la lectura (versículos
8-11) describe la situación en Corinto. Unos se precian de hablar muy bien en las asambleas; otros, de saber
todo lo importante; algunos destacan por su fe; otros consiguen realizar
curaciones, y hay quien incluso hace milagros; los más conflictivos son los que
presumen de hablar con Dios en lenguas extrañas, que nadie entiende, y los que
se consideran capaces de interpretar lo que dicen.
Pablo comienza por la
base. Hay algo que los une a todos
ellos: la fe en Jesús,
confesarlo como Señor, aunque el César romano reivindique para sí este título.
Y eso lo hacen gracias al Espíritu Santo. Esta unidad no excluye diversidad de
dones espirituales, actividades y funciones. Pero en la diversidad deben ver la
acción del Espíritu, de Jesús y de Dios Padre. A continuación de esta fórmula
casi trinitaria, insiste en que es
el Espíritu quien se manifiesta en esos dones, actividades y funciones, que
concede a cada uno con vistas al bien común.
Además, el Espíritu no solo entrega sus dones,
también une a los cristianos. Gracias al él, en la comunidad no hay diferencias
motivadas por el origen (judíos - griegos) ni por las clases sociales (esclavos
- libres). En la carta a los Gálatas dirá Pablo que también elimina las
diferencias basadas en el género (varones - mujeres). Hoy día somos especialmente
sensibles a la diferencia de género. No podemos imaginar lo que suponía en el
siglo I las diferencias entre un esclavo (por más cultura que tuviese) y un
ciudadano libre, ni entre un cristiano de origen judío (algunos se consideraban
lo mejor de lo mejor) y un cristiano de origen pagano, recién bautizado (para
algunos, un advenedizo). [Solo hay un tema en el que ha fracasado el Espíritu:
en unir a independentistas y nacionalistas].
En definitiva, todo lo que somos y tenemos es
fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue presente
entre nosotros.
¿Cómo comenzó la historia? Dos
versiones muy distintas.
Si a un cristiano con mediana formación
religiosa le preguntan cómo y cuándo vino por vez primera el Espíritu Santo, lo
más probable es que haga referencia al día de Pentecostés. Y si tiene cierta
cultura artística, recordará el cuadro de El Greco, aunque quizá no haya
advertido que, junto a la Virgen, está María Magdalena, representando al resto
de la comunidad cristiana (ciento veinte personas según Lucas). Pero hay otra
versión muy distinta: la del evangelio de Juan.
La versión de Lucas (Hechos de
los apóstoles 2,1-11)
Lucas es un entusiasta del Espíritu Santo. Ha estudiado la difusión del cristianismo
desde Jerusalén hasta Roma, pasando por Siria, la actual Turquía y
Grecia. Conoce los
sacrificios y esfuerzos de los misioneros, que se han expuesto a bandidos, animales feroces, viajes interminables,
naufragios, enemistades de los judíos y de los paganos, para propagar el
evangelio. ¿De dónde han sacado fuerza y luz? ¿Quién les ha enseñado a
expresarse en lenguas tan diversas? Para Lucas, la respuesta es clara: todo eso es don del Espíritu.
Por eso, cuando escribe el libro de los Hechos,
desea inculcar que su venida no es solo una experiencia personal y privada,
sino de toda la comunidad. Algo que se prepara con un largo período (¡cincuenta
días!) de oración, y que acontecerá en un momento solemne, en la segunda de las
tres grandes fiestas judías: Pentecostés. Lo curioso es que esta fiesta se
celebra para dar gracias a Dios por la cosecha del trigo, inculcando al mismo
tiempo la obligación de compartir los frutos de la tierra con los más débiles
(esclavos, esclavas, levitas, emigrantes, huérfanos y viudas).
En este caso, quien empieza a compartir es
Dios, que envía el mayor regalo posible: su Espíritu. El relato de Lucas
contiene dos escenas (dentro y fuera de la casa), relacionadas por el ruido de
una especie de viento impetuoso.
Dentro de la casa, el ruido va acompañado de la aparición de unas lenguas de fuego que se sitúan
sobre cada uno de los presentes. Sigue la venida del Espíritu y el don de
hablar en distintas lenguas. ¿Qué dicen? Lo sabremos al final.
Fuera de la casa, el ruido (o la voz de la
comunidad) hace que se congregue una multitud de judíos de todas partes del
mundo. Aunque Lucas no lo dice expresamente, se supone que la comunidad ha
salido de la casa y todos los oyen hablar en su propia lengua. Desde un punto
de vista histórico, la escena es irreal. ¿Cómo puede saber un elamita que un
parto o un medo está escuchando cada uno su idioma? Pero la escena simboliza
una realidad histórica: el evangelio se ha extendido por regiones tan distintas
como Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto,
Libia y Cirene, y sus habitantes han escuchado su proclamación en su propia
lengua. Este “milagro” lo han repetido miles de misioneros a lo largo de
siglos, también con la ayuda del Espíritu. Porque él no viene solo a cohesionar
a la comunidad internamente, también la lanza hacia fuera para que proclame
«las maravillas de Dios».
La versión de Juan 20, 19-23
Muy distinta es la versión que ofrece
el cuarto evangelio. En este breve pasaje podemos distinguir cuatro
momentos: el saludo, la confirmación
de que es Jesús quien se aparece, el envío y el don del Espíritu.
El saludo es el habitual entre los judíos: “La
paz esté con vosotros”. Pero en este caso no se trata de pura fórmula, porque
los discípulos, muertos de miedo a los judíos, están muy necesitados de paz.
Esa paz se la concede la presencia de Jesús,
algo que parece imposible, porque las puertas están cerradas. Al mostrarles las
manos y los pies, confirma que es realmente él. Los signos del sufrimiento y la
muerte, los pies y manos atravesados por los clavos, se convierten en signo de
salvación, y los discípulos se llenan de alegría.
Todo podría haber
terminado aquí, con la paz y la alegría que sustituyen al miedo. Sin embargo,
en los relatos de apariciones nunca falta un elemento esencial: la misión. Una misión que culmina el plan de Dios: el
Padre envió a Jesús, Jesús envía a los apóstoles.
El final lo constituye una acción sorprendente:
Jesús sopla sobre los discípulos. No dice el evangelista si lo hace sobre todos
en conjunto o lo hace uno a uno. Ese detalle carece de importancia. Lo
importante es el simbolismo. En hebreo, la palabra ruaj puede
significar “viento” y “espíritu”. Jesús, al soplar (que recuerda al viento)
infunde el Espíritu Santo. Este don está estrechamente vinculado con la misión
que acaban de encomendarles. A lo largo de su actividad, los apóstoles entrarán
en contacto con numerosas personas; entre las que deseen hacerse cristianas
habrá que distinguir entre quiénes pueden ser aceptadas en la comunidad
(perdonándoles los pecados) y quiénes no, al menos temporalmente (reteniéndoles
los pecados).
Resumen
Estas breves ideas dejan clara la importancia
esencial del Espíritu en la vida de cada cristiano y de la Iglesia. El lenguaje
posterior de la teología, con el deseo de profundizar en el misterio, ha
contribuido a alejar al pueblo cristiano de esta experiencia fundamental. En cambio,
la preciosa Secuencia de la misa ayuda a rescatarla. Hoy es buen momento para
pensar en lo que hemos recibido del Espíritu y lo que podemos pedirle que más
necesitemos.
El don de lenguas
«Y empezaron a hablar en diferentes lenguas,
según el Espíritu les concedía expresarse». El primer problema consiste en
saber si se trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de lenguas
extrañas, misteriosas, que nadie conoce. En este relato es claro que se trata
de lenguas habladas en otros sitios. Los judíos presentes dicen que «cada uno
los oye hablar en su lengua nativa». Pero esta interpretación no es válida para
los casos posteriores del centurión Cornelio y de los discípulos de Éfeso.
Aunque algunos autores se niegan a distinguir dos fenómenos, parece que nos
encontramos ante dos hechos distintos: hablar idiomas extranjeros y hablar
«lenguas extrañas» (lo que Pablo llamará «las lenguas de los ángeles»).
El primero es fácil de racionalizar. Los
primeros misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que
tantos otros misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas
desconocidas para transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil,
sobre todo cuando no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que
parece impresionar a Lucas y que desea recoger como un don especial del
Espíritu, presentando como un milagro inicial lo que sería fruto de mucho
esfuerzo.
El segundo fenómeno es más complejo. Lo
conocemos a través de la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella
comunidad, que era la más exótica de las fundadas por él, algunos tenían este
don, que consideraban superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno
podría estar la conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de
hablar de Dios y de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos
extraños, incomprensibles para los demás, que intentan expresar los
sentimientos más hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace
falta alguien que traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que
este fenómeno, curiosamente atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación
con la tradición del oráculo de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje
ininteligible que es interpretado por el “profeta”).
Sin embargo, no es claro que esta interpretación
tan teológica y profunda sea la única posible. En ciertos grupos carismáticos
actuales hay personas que siguen «hablando en lenguas»; un observador imparcial
me comunica que lo interpretan como pura emisión de sonidos extraños, sin
ningún contenido. Esto se presta a convertirse en un auténtico galimatías, como
indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada a los presentes, y si viene
algún no creyente, pensará que todos están locos.
1. Los discípulos (y nosotros) se entusiasmaron con el programa y la persona
que lo dirigía: nada menos que Jesús
2. Pasaron tres maravillosos años rodeando, aprendiendo y admirando a Jesús
(nosotros, más tiempo…)
3. Pero las cosas se fueron torciendo: fueron perdiendo las perspectivas que
se había ido formando: éxito de Dios, abatimiento de los enemigos, de Dios y de
ellos: limpieza de intenciones, pureza en los líderes religiosos (y sus
representantes cultos escribas, y clase media bien, los fariseos) triunfo de
Dios, del reino de Dios…
4. No solo se torcieron sino que poniéndose de acuerdo el poder religioso y el
político, eliminaron a ese rebelde llamado Jesús. O eso creían…
5. Los seguidores iluminados y engañados con “ese” tal nazareno, quedaron
rotas sus vidas. No nos engañemos: al final, ganan siempre los poderosos, los
sabios, los manipuladores, el dinero, la inteligencia: eso que llamamos el
humanismo, o, como decía el Papa Francisco, la mundanidad…
6. En la fiesta de los Tabernáculos, tan multitudinal de los creyentes judíos,
el pequeño grupo de discípulos que había quedado, estaba asustado, encerrado,
protegido en su habitación: estaban contentos, sí; habían experimentado a Jesús
resucitado… pero había desaparecido en la ascensión…Y ahora, ¿qué hacemos?
¿Adónde iremos? ¿Qué porvenir nos aguarda?...
7. ¡Y sopló sobre ellos el Espíritu Santo! No lo tenían claro, Jesús les había
hablado algo de ello… pero… sentían dentro
una fuerza, una valentía, un impulso enorme
que les hizo salir y hablar y extender y propagar ese Reino de Dios del que tanto hablaba
Jesús y que a los comienzos tanto les había entusiasmado e ilusionado a
ellos.
8. ¿Nos suena a nosotros? ¿A nuestras comunidades Parroquias o grupos? ¿A cada uno de nosotros? ¿A ti?
9. ¡Ven Espíritu enviado por Jesús! Quema nuestros miedos, rompe las cadenas,
entusiasma nuestros sentidos: que nuestros ojos, nuestros oídos, nuestros
labios, nuestros sentimientos, nuestras manos y pies, se llenen de su Espíritu.
Que pongamos nuestras cualidades al servicio del Reino; de la paz, del amor, de
la justicia, de la libertad y de la verdad.
10. Y dice Jesús, que Él nunca nos fallará. Y si hacemos que los creyentes extendamos el Reino, este mundo será mejor, todos ganaremos. ¡Haced esto en memoria mía!
"Ventana abierta"
Un peligro que conviene evitar
De las tres lecturas de esta fiesta, dos son fáciles de entender: los dos relatos de la Ascensión escritos por Lucas al final del evangelio y al comienzo del libro de los Hechos; en cambio, la carta a los Efesios puede resultar un galimatías casi ininteligible. Corremos el peligro de pasarla por alto, aunque es la que da el sentido de la fiesta. Ascensión y entronización son las dos caras de la misma moneda.
Una sola cadena de televisión con
dos visiones muy distintas
Los dos textos de Lucas (Hechos de los
Apóstoles y evangelio) se prestan a una interpretación muy simplista, como si
el monte de los Olivos fuese una especie de Cabo Cañaveral desde el que Jesús
sube al cielo como un cohete. Cualquier cadena de televisión que hubiera
filmado el acontecimiento habría ofrecido la misma noticia, aunque hubiera
variado el encuadre de las cámaras.
En este caso solo hay presente una cadena de televisión: la de Lucas. Los otros evangelistas no cuentan la noticia. Pero Lucas ha elaborado dos programas sobre la Ascensión, y cuenta lo ocurrido de manera muy distinta, con notables diferencias. Eso demuestra que, para él, lo importante no es el hecho histórico sino el mensaje que desea transmitir. Tanto el evangelio como Hechos podemos dividirlos en dos partes: las palabras de despedida de Jesús y la ascensión. Para no alargarme, omito la introducción al libro de los Hechos.
Palabras de despedida de Jesús
En el evangelio, Jesús dice a los discípulos que su pasión, muerte y resurrección estaban anunciadas en las Escrituras. Lo ocurrido no debe escandalizarlos ni hacerles perder la fe. Todo lo contrario: deben predicar la penitencia y el perdón a todos los pueblos. Para llevar a cabo esa misión necesitan la fuerza del Espíritu Santo, que deben esperar en Jerusalén.
En el libro de los Hechos se repite lo esencial: esperar al Espíritu Santo; pero se añaden dos temas: la preocupación política de los discípulos y la idea de ser testigos de Jesús en todo el mundo (cosa que en el evangelio sólo se insinuaba).
La ascensión: dos relatos de
Lucas muy distintos
· En el Evangelio, Jesús bendice antes de subir
al cielo (en Hch, no).
· En Hechos una nube oculta a Jesús (en el
evangelio no se menciona la nube).
· En el evangelio, los discípulos se postran
(en Hch se quedan mirando al cielo).
· En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch
se les aparecen dos personajes vestidos de blanco.
¿Cuál es el mensaje?
Dadas estas diferencias, ¿cuál es el mensaje
que pretende transmitir Lucas?
La explicación hay que buscarla en la línea de la cultura clásica greco-romana, en la que se mueve Lucas y la comunidad para la que él escribe. También en ella hay casos de personajes que, después de su muerte, son glorificados de forma parecida a la de Jesús. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Estos ejemplos confirman que los relatos tan escuetos de Lucas no debemos interpretarlos al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús. El final largo del evangelio de Marcos subraya este aspecto al añadir que, después de la ascensión, Jesús “se sentó a la derecha de Dios”. Y esto es lo que afirma también la Carta a los efesios.
No Ascensión, sino entronización (2ª lectura).
La carta a los efesios no habla de la ascensión. Pasa directamente de la resurrección de Jesús al momento en que se sienta a la derecha de Dios y todo queda sometido bajo sus pies. Por desgracia, la parte final, que es la más relacionada con la fiesta, y la más clara, está precedida de una oración tan recargada que resulta confusa. La idea de fondo es clara: Dios nos ha concedido tantos favores y tan grandes (vocación, herencia prometida en el cielo, resurrección) que resulta difícil entenderlos y valorarlos. Igual que nos sentimos abrumados por la inmensidad del universo, no logramos comprender lo mucho que Dios ha hecho y hace con nosotros. Por eso pide “espíritu de sabiduría”, “conocimiento profundo”, que Dios “ilumine los ojos de vuestro corazón”. Y para aclarar la grandeza del poder que actúa en nosotros, habla del poder con que resucitó a Cristo y lo sentó a su derecha, sometiendo todo bajo sus pies.
Resumen
Ante la ascensión no
debemos tener sentimientos de tristeza, abandono o soledad, al estilo de la Oda
de fray Luis de León (“Y dejas, pastor santo, tu grey en este valle hondo,
oscuro, con soledad y llanto…”). Como dice el evangelio, la marcha de Jesús debe
provocar una gran alegría y el deseo de bendecir a Dios. Porque lo que celebramos es su triunfo,
como demuestran los textos de la cultura greco-romana en los que se inspira
Lucas y subraya la carta a los Efesios. Viene a la mente la imagen del acto de
fin de carrera, cuando el estudiante recibe su diploma y la familia y amigos lo
acompañan llenos de alegría.
Al mismo tiempo, las palabras de despedida de Jesús nos recuerdan dos temas capitales: el don del Espíritu Santo, que celebraremos de modo especial el próximo domingo, y la misión “hasta el fin del mundo”. Aunque estas palabras se refieren ante todo a la misión de los apóstoles y misioneros, todos nosotros debemos ser testigos de Jesús en cualquier parte del mundo. Para eso necesitamos la fuerza del Espíritu, y eso es lo que tenemos que pedir.
Apéndice: textos de la cultura
grecolatina relacionados con la ascensión.
A propósito de
Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules... se
fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una
pira, subió y ordenó que la encendiesen (...) Mientras se consumía la pira
cuenta que una nube se puso debajo, y
tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad...” (II,
159-160).
Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó
tampoco en esta ocasión un ex-pretor que declaró bajo juramento que había visto
que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).
Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por
éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su
memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de
Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio
Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en
premio un millón de sestercios.
De Alejandro Magno escribe el Pseudo
Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió
por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo
hasta el mar, acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman
de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el
águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió
Alejandro en un sueño eterno" (Libro III, 33).
Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).
Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.
José Luis Sicre
Recordando, disfrutando y
aplaudiendo:
1. Cuando recordamos a una persona a quien queremos mucho, siempre hablamos
bien de ella, con admiración.
2. Cuando nuestro equipo, nuestro familiar, triunfa, nos sentimos orgullosos
de él, nos sentimos como si fuera nuestro propio éxito…
3. En el fondo, responde a nuestros valores. Es más, que nos supera, que casi
lo podemos tomar como nuestro ejemplo…
Vayamos a Jesús
1. Hay que subir el listón. Su categoría es de enviado del mismo
Dios para dar vida y salvación al mundo.
2. Lo hemos estudiado detenidamente: imposible conocerlo y no amarle.
Imposible amarle y no seguirle
3. Se queda uno admirado en esa PERSONA MARAVILLOSA. Libre, generoso,
valiente, desprendido, con ojos comprensivos, oídos atentos, corazón
compasivo, boca limpia, denunciadora, defensora, corazón vivo, fiel,
comprensivo; manos que aupaban, que nunca hundían… activo, servicial,
preocupado,…
4. ¿Para qué seguir?… me, nos gustaría ser como Él…
5. ¿Cómo no exaltarlo? ¿Cómo no admirarle? ¿Es una apoteosis radiante,
entusiasta?
6. Pues no. Nos empeñamos en aplaudir y entusiasmarnos con el equipo de fútbol,
como la victoria en las elecciones de nuestro partido, cuando aparece un
personaje destacado en nuestro pueblo. O un torreo, o un artista, o un
escritor. Todos triunfantes, destacados por la fama, el dinero o la política…
7. Ahora, cuando del barça, nuestro equipo sube a una división superior,
acuden las muchedumbres sin falta, gritan, se quitan la camisa y no les
importa hacer el oso o el tonto…
8. Pero ¡ay del perdedor! Soledad, pésames y profunda tristeza. Envidia de los
ganadores.
9. Bueno, pensemos: detrás de una pelota movida por millonarios, que a veces
si nos patriotas sino mercenarios, gente VIP. Modelos a veces de identificación
que mueven nuestros entusiasmos. Cado uno tienes sus ídolos, a los que
idolatramos…
10. Pero los cristianos
tenemos nada más y nada menos que los valores, la persona de Jesús. Con Él mi
derecha no desfalleceré. Es la luz del mundo, es el Salvador. Y nada, a veces
lo hemos tomado como una zona del entusiasmo secundaria, arrinconada: no
creemos ni en él ni en sus valores...
11. ¡Gritad, vitoread,
tocad! Porque Él es el Rey del mundo…
12. No estemos tan
apagados. Jesús triunfa. No es un perdedor, en definitiva. Jesús nos da
esperanza en la vida. Jesús nos envía a predicar su mensaje de Reino de Dios:
paz, amor, justicia, libertad y verdad. “Despierta tu que duermes,
que Cristo será tu luz” (Efesios 5, 14). Y entonces… todo lo demás queda
secundario, pasajero. Interesante, divertido, pero no de valores definitivos.
13. Eso: imposible conocerle y no amarle. Imposible amarle y no seguirle. Imposible seguirle y no proclamarle, extenderlo: y que sabemos por experiencia que Él es el Salvador del mundo, como le decían a la samaritana sus colegas (Juan 4,42).