ventana

ventana

Sean bienvenidos

Sean bienvenidos

Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

jueves, 29 de junio de 2017

Homilía completa del Papa Francisco en la festividad de san Pedro y san Pablo. 29 - Junio - 2017

"Ventana abierta"


Homilía completa del Papa Francisco en la festividad de san Pedro y san Pablo
29 junio, 2017

La liturgia de hoy nos ofrece tres palabras fundamentales para la vida del apóstol: confesiónpersecuciónoración.


La confesión es la de Pedro en el Evangelio, cuando el Señor pregunta, ya no de manera general, sino particular. Jesús, en efecto, pregunta primero: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» (Mt 16,13). Y de esta «encuesta» se revela de distintas maneras que la gente considera a Jesús un profeta. Es entonces cuando el Maestro dirige a sus discípulos la pregunta realmente decisiva: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (v. 15). A este punto, responde sólo Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (v. 16). Esta es la confesión: reconocer que Jesús es el Mesías esperado, el Dios vivo, el Señor de nuestra vida.

Jesús nos hace también hoy a nosotros esta pregunta esencial, la dirige a todos, pero especialmente a nosotros pastores. Es la pregunta decisiva, ante la que no valen respuestas circunstanciales porque se trata de la vida: y la pregunta sobre la vida exige una respuesta de vida. Pues de poco sirve conocer los artículos de la fe si no se confiesa a Jesús como Señor de la propia vida. Él nos mira hoy a los ojos y nos pregunta: «¿Quién soy yo para ti?». Es como si dijera: «¿Soy yo todavía el Señor de tu vida, la orientación de tu corazón, la razón de tu esperanza, tu confianza inquebrantable?». Como san Pedro, también nosotros renovamos hoy nuestra opción de vida como discípulos y apóstoles; pasamos nuevamente de la primera a la segunda pregunta de Jesús para ser «suyos», no sólo de palabra, sino con las obras y con nuestra vida.

Preguntémonos si somos cristianos de salón, de esos que comentan cómo van las cosas en la Iglesia y en el mundo, o si somos apóstoles en camino, que confiesan a Jesús con la vida porque lo llevan en el corazón. Quien confiesa a Jesús sabe que no ha de dar sólo opiniones, sino la vida; sabe que no puede creer con tibieza, sino que está llamado a «arder» por amor; sabe que en la vida no puede conformarse con «vivir al día» o acomodarse en el bienestar, sino que tiene que correr el riesgo de ir mar adentro, renovando cada día el don de sí mismo. Quien confiesa a Jesús se comporta como Pedro y Pablo: lo sigue hasta el final; no hasta un cierto punto sino hasta el final, y lo sigue en su camino, no en nuestros caminos. Su camino es el camino de la vida nueva, de la alegría y de la resurrección, el camino que pasa también por la cruz y la persecución.

Y esta es la segunda palabra, persecución. No fueron sólo Pedro y Pablo los que derramaron su sangre por Cristo, sino que desde los comienzos toda la comunidad fue perseguida, como nos lo ha recordado el libro de los Hechos de los Apóstoles (cf. 12,1). Incluso hoy en día, en varias partes del mundo, a veces en un clima de silencio —un silencio con frecuencia cómplice—, muchos cristianos son marginados, calumniados, discriminados, víctimas de una violencia incluso mortal, a menudo sin que los que podrían hacer que se respetaran sus sacrosantos derechos hagan nada para impedirlo.

Por otra parte, me gustaría hacer hincapié especialmente en lo que el Apóstol Pablo afirma antes de «ser —como escribe— derramado en libación» (2 Tm 4,6). Para él la vida es Cristo (cf. Flp 1,21), y Cristo crucificado (cf. 1 Co 2,2), que dio su vida por él (cf. Ga 2,20). De este modo, como fiel discípulo, Pablo siguió al Maestro ofreciendo también su propia vida. Sin la cruz no hay Cristo, pero sin la cruz no puede haber tampoco un cristiano. En efecto, «es propio de la virtud cristiana no sólo hacer el bien, sino también saber soportar los males» (Agustín, Disc. 46.13), como Jesús. Soportar el mal no es sólo tener paciencia y continuar con resignación; soportar es imitar a Jesús: es cargar el peso, cargarlo sobre los hombros por él y por los demás. Es aceptar la cruz, avanzando con confianza porque no estamos solos: el Señor crucificado y resucitado está con nosotros. Así, como Pablo, también nosotros podemos decir que estamos «atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados» (2 Co 4,8-9).

Soportar es saber vencer con Jesús, a la manera de Jesús, no a la manera del mundo. Por eso Pablo —lo hemos oímos— se considera un triunfador que está a punto de recibir la corona (cf. 2 Tm 4,8) y escribe: «He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe» (v. 7). Su comportamiento en la noble batalla fue únicamente no vivir para sí mismo, sino para Jesús y para los demás. Vivió «corriendo», es decir, sin escatimar esfuerzos, más bien consumándose. Una cosa dice que conservó: no la salud, sino la fe, es decir la confesión de Cristo. Por amor a Jesús experimentó las pruebas, las humillaciones y los sufrimientos, que no se deben nunca buscar, sino aceptarse. Y así, en el misterio del sufrimiento ofrecido por amor, en este misterio que muchos hermanos perseguidos, pobres y enfermos encarnan también hoy, brilla el poder salvador de la cruz de Jesús.

La tercera palabra es oración. La vida del apóstol, que brota de la confesión y desemboca en el ofrecimiento, transcurre cada día en la oración. La oración es el agua indispensable que alimenta la esperanza y hace crecer la confianza. La oración nos hace sentir amados y nos permite amar. Nos hace ir adelante en los momentos más oscuros, porque enciende la luz de Dios. En la Iglesia, la oración es la que nos sostiene a todos y nos ayuda a superar las pruebas. Nos lo recuerda la primera lectura: «Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5). Una Iglesia que reza está protegida por el Señor y camina acompañada por él. Orar es encomendarle el camino, para que nos proteja. La oración es la fuerza que nos une y nos sostiene, es el remedio contra el aislamiento y la autosuficiencia que llevan a la muerte espiritual. Porque el Espíritu de vida no sopla si no se ora y sin oración no se abrirán las cárceles interiores que nos mantienen prisioneros.
Que los santos Apóstoles nos obtengan un corazón como el suyo, cansado y pacificado por la oración: cansado porque pide, toca e intercede, lleno de muchas personas y situaciones para encomendar; pero al mismo tiempo pacificado, porque el Espíritu trae consuelo y fortaleza cuando se ora. Qué urgente es que en la Iglesia haya maestros de oración, pero que sean ante todo hombres y mujeres de oración, que viven la oración.

El Señor interviene cuando oramos, él, que es fiel al amor que le hemos confesado y que nunca nos abandona en las pruebas. Él acompañó el camino de los Apóstoles y os acompañará también a vosotros, queridos hermanos Cardenales, aquí reunidos en la caridad de los Apóstoles que confesaron la fe con su sangre. Estará también cerca de vosotros, queridos hermanos Arzobispos que, recibiendo el palio, seréis confirmados en vuestro vivir para el rebaño, imitando al Buen Pastor, que os sostiene llevándoos sobre sus hombros. El mismo Señor, que desea ardientemente ver a todo su rebaño reunido, bendiga y custodie también a la Delegación del Patriarcado Ecuménico, y al querido hermano Bartolomé, que la ha enviado como señal de comunión apostólica.

miércoles, 28 de junio de 2017

El impactante significado del Padre Nuestro.

"Ventana abierta"


El impactante significado del 
Padre Nuestro



- "Padre nuestro que estás en el Cielo".
- ¿Sí?
- No me interrumpas, estoy orando.
- Pero tú me llamaste, Mary.
- ¿Llamarte?  Yo no te llamé. Estoy orando.
"Padre nuestro...
- Ahí está. Lo hiciste otra vez.
- ¿Hacer qué?
- Llamarme. Tú dijiste, "Padre nuestro... Aquí estoy. ¿Qué estás pensando?
- Bueno, no quise decir nada al decir eso. Sólo estoy diciendo mis oraciones. siempre digo el "Padre nuestro". ¡Me hace sentir bien! Es como cumplir con mi responsabilidad.
- Está bien. Continúa.
- "Santificado sea tu nombre".
- Espera. ¿Qué quieres decir con eso?
- ¿Con qué?
- Con "Santificado sea tu nombre".
- Bueno... ¿qué significa?... no sé qué significa.
- ¡Es parte del "Padre nuestro"! ¿qué significa, preguntas? Pues significa: Honrado, Santo, Magnífico.
- Bueno, nunca supe qué significaba. Pero tiene sentido.
"Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, así en el Cielo, como también en la tierra".
- ¿Lo dices en serio, Mary?
- Seguro... ¿Por qué no?
- ¿Y qué estás haciendo por eso?
- ¿Haciendo? Nada... pero... ¿Sabes qué? ¡Creo que sería genial si tuvieses todo el control aquí abajo, como lo haces allá arriba!
- ¿Y qué tal si tuviera el control sobre ti, Mary?
- Bueno... Yo voy a la Iglesia.
- Eso no fue lo que pregunté. ¿Y qué sobre tus murmuraciones y tu mal carácter?
De verdad tienes ahí un problema, ¿sabes? También la manera en que gastas el dinero, todo para ti misma.
- ¿Y qué sobre la clase de libros que lees?
- ¡Deja de molestarme! Yo soy tan buena como cualquiera de esos hipócritas de la Iglesia.
- Disculpa, pensé que estabas orando para que mi voluntad sea hecha. si esto va a pasar, tiene que empezar por aquellos que oran pidiéndolo. Como tú, por ejemplo.
- Está bien. Creo que tengo algunos malos hábitos, ya que lo mencionas. creo que podría nombrar algunos.
- Yo también.
- Está bien, no lo he pensado por un tiempo... pero hay algunas cosas que quisiera cambiar. Me gustaría ser una buena persona.
- ¡Bien! Ahora estamos progresando. Trabajaremos contigo, tengo algunas victorias que podrían ser ganadas. ¡Estoy orgulloso de ti, Mary!
- ¡Señor! ¿Podemos ir terminando esto?  Está llevando un poco más de tiempo de lo que normalmente lleva.
- "El pan nuestro de cada día dánosle hoy".
- Necesitas reducir el pan.
- ¿Qué... qué es esto? ¿Criticar a Mary Jean? ¡Estoy aquí haciendo mis obligaciones religiosas, orando, y me interrumpes recordándome mis cosas malas!
- Orar es una cosa peligrosa, Mary, podrías terminar cambiada. Eso es lo que estoy tratando de hacerte entender. Tú me llamaste y aquí estoy, es muy tarde para parar ahora. Sigue orando, estoy muy interesado en la siguiente parte de tu oración.
- Tengo miedo.
- ¿Miedo?, ¿de qué?
- De lo que vas a decir.
- Pruébame y verás.
- "Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores".
- ¿Y qué sobre Beth?
- ¡Lo sabía! ¡Sabía que me ibas a hablar sobre Beth! Ella tiene que reconocer que me engañó; que me estafó por dinero. Te juro, Señor, que me vengaré de ella.
- Pero tu oración... ¿Qué sobre tu oración?
- No lo dije en serio.
- Bueno, al menos eres honesta. Pero no es muy lindo llevar toda esa amargura dentro, ¿verdad?
- No, pero me sentiré mejor tan pronto como me vengue. Tengo planes para esa tal Beth. ¡¡Ella va a desear nunca haberme causado ningún mal!!
- No te vas a sentir mejor, te vas a sentir peor, mary. La venganza no es dulce. Piensa cuán infeliz te sientes ahora. Pero yo puedo cambiar eso.
- ¿Tú puedes?
- Sí.
- ¿Cómo?
- Perdona a Beth. Y yo podré perdonarte. Y el odio y el pecado serán problemas de Beth, no el tuyo. Podrás perder el dinero, pero afirmarás tu corazón.
- No puedo, Señor, no puedo perdonar a Beth.
- Entonces yo no puedo perdonarte a ti..
- Está bien. Por mucho que quiera vengarme de Beth, quiero estar bien Contigo, Señor. Perdono a Beth, de verdad perdono a Beth. Ayúdale a encontrar el camino correcto, Señor... pienso en ella... y se debe sentir desdichada. Ayúdale a encontrar el camino en la vida Contigo.
- Bien. ¿Cómo te sientes?
- No mal, para nada mal. de hecho bien, muy bien.
- ¡Bien! No has terminado, continúa.
- "Y no nos metas, o no nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal".
- Bien, lo haré. Sólo no estés en lugares donde puedas ser tentada.
- ¿A qué te refieres con eso?
- Deja de estar en lugares incorrectos, mirar películas y programas inapropiados. Deja de escuchar conversaciones pecaminosas. Cambia a algunas de tus amistades. Que no te engañen, Mary. Ellos, ofrecen diversión, pero para ti será la ruina. No me uses como  una vía de escape.
- Pero... no entiendo esa parte.
- í lo entiendes, lo hiciste muchas veces. Te encuentras en una mala situación. Te metes en problemas y vienes corriendo a mí: "Señor, sácame de esto y te prometo que nunca más lo haré".
¿Recuerdas alguna de esas negociaciones que intentaste conmigo, Mary?
- Sí, Señor. Lo recuerdo. Y estoy muy avergonzada. ¿Sabes? Hasta ahora, pensé que todo lo que tenía que hacer era decir el "Padre nuestro", y continuar mi vida como yo quería. Nunca esperé que todo esto sucediera, Señor.
- Continúa, termina tu oración.
- "Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria por todos los siglos. Amén".
- ¿Sabes qué me traería la gloria, Mary? ¿Qué me haría muy feliz?
- ¡Quiero saberlo, Señor! ¡De verdad que quiero saberlo! Señor, creo que ahora estoy empezando a entender lo que significa ser un seguidor tuyo. Seguirte real y verdaderamente. Te amo, Señor.
- Acabas de responder a mi pregunta.
- ¿Lo hice?
- Sí. Lo que me traería gloria es que personas como tú me amen de verdad, y veo que está pasando entre nosotros. Ahora que algunos de esos pecados están fuera y que nos estamos comunicando, no hay forma de decir lo que podemos hacer juntos.
- Señor, ¿crees que...? ¿Crees que desde ahora podríamos hablar como ahora otra vez?
- Sí, Mary. Vamos realmente a hablar desde ahora... 



domingo, 25 de junio de 2017

Oración de Comunión Espiritual. 25 - Junio - 2017

"Ventana abierta"


Oración de Comunión Espiritual


Hola estimados amigos, es el momento de la Comunión con el Cuerpo y la Sangre del Señor.
Ahora cuantos siguen este blog y si así lo desean, podemos hacer nuestra Comunión Espiritual uniéndonos a todos los hermanos y hermanas del mundo.
"Señor Jesús, Tú estás junto a nosotros todos los días y en todos los momentos de nuestra vida, porque en Ti se ha desbordado la gracia, la benevolencia y el amor de Dios.
Acompáñanos en nuestro camino y ayúdanos a caminar junto a Ti. Tú estás junto a nosotros, y como el profeta, a Ti queremos encomendar en este día nuestra vida.
Ayúdanos a vencer nuestras preocupaciones cotidianas, confiando siempre en tu amor providente, que nunca tengamos miedo, que no se asuste ni tiemble nuestro corazón ante las adversidades de nuestra vida.
Que seamos capaces de proclamar abiertamente sin temor el Evangelio que cada día nos confías.
Que sepamos ser testigos de la Buena Noticia de la salvación que Tú has realizado en favor nuestro".



NUESTROS MIEDOS. J. A. Pagola. 25 - Junio - 2017

"Ventana abierta"


NUESTROS MIEDOS.  J. A. Pagola

Cuando nuestro corazón no está habitado por un amor fuerte o una fe firme, fácilmente queda nuestra vida a merced de nuestros miedos. A veces es el miedo a perder prestigio, seguridad, comodidad o bienestar lo que nos detiene al tomar las decisiones. No nos atrevemos a arriesgar nuestra posición social, nuestro dinero o nuestra pequeña felicidad.

Otras veces nos paraliza el miedo a no ser acogidos. Nos atemoriza la posibilidad de quedarnos solos, sin la amistad o el amor de las personas. Tener que enfrentarnos a la vida diaria sin la compañía cercana de nadie.
Con frecuencia vivimos preocupados sólo de quedar bien. Nos da miedo hacer el ridículo, confesar nuestras verdaderas convicciones, dar testimonio de nuestra fe. Tememos las críticas, los comentarios y el rechazo de los demás. No queremos ser clasificados. Otras veces nos invade el temor al futuro. No vemos claro nuestro porvenir. No tenemos seguridad en nada. Quizá no confiamos en nadie. Nos da miedo enfrentarnos al mañana
.

Siempre ha sido tentador para los creyentes buscar en la religión un refugio seguro que nos libere de nuestros miedos, incertidumbres y temores. Pero sería un error ver en la fe el agarradero fácil de los pusilánimes, los cobardes y asustadizos.

La fe confiada en Dios, cuando es bien entendida, no conduce al creyente a eludir su propia responsabilidad ante los problemas. No le lleva a huir de los conflictos para encerrarse cómodamente en el aislamiento. Al contrario, es la fe en Dios la que llena su corazón de fuerza para vivir con más generosidad y de manera más arriesgada. Es la confianza viva en el Padre la que le ayuda a superar cobardías y miedos para defender con más audacia y libertad el reino de Dios y su justicia.


La fe no crea hombres cobardes, sino personas resueltas y audaces. No encierra a los creyentes en sí mismos, sino que los abre más a la vida problemática y conflictiva de cada día. No los envuelve en la pereza y la comodidad, sino que los anima para el compromiso.


Cuando un creyente escucha de verdad en su corazón las palabras de Jesús: «No tengáis miedo», no se siente invitado a eludir sus compromisos, sino alentado por la fuerza de Dios para enfrentarse a ellos.


viernes, 23 de junio de 2017

HOY EL RETO DEL AMOR ES QUE APARQUES TUS MIEDOS HACIA UN DIOS LEJANO Y MIRES EL CORAZÓN DE CRISTO. 23 - Junio - 2017

"Ventana abierta"


HOY EL RETO DEL AMOR ES QUE APARQUES TUS MIEDOS HACIA UN DIOS LEJANO Y MIRES EL CORAZÓN DE CRISTO

Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.

DIOS TIENE CORAZÓN

Ayer, antes de empezar Vísperas, me dijo sor Carmen:
-Mira, en el altar tenemos al Corazón de Jesús.

Miré hacia el altar y, efectivamente, había una figura del Corazón de Jesús con la pintura rosácea que las caracteriza, totalmente mate.

Le contesté:
-Aún no he visto una figura que me guste.
Y, sin apenas pensarlo, me contestó:
-Ni la encontrarás hasta que llegues al Cielo.
Durante todas las Vísperas me quedé mirando hacia la figura. Tan típica en todas las casas. Miraba todo en su conjunto de nuevo: los colores, la cara, la melena de Jesús... pero de pronto reparé en su mano izquierda, y ya no se apartó de ahí mi mirada. La mano izquierda señalaba a su corazón.

Todo cambió en ese momento. Sentía que me decía: "¡Joane, mira mi corazón, sólo a mi corazón!" Y ahí me di cuenta de que es uno de los complementos que nos molestan de estas figuras, un corazón fuera de lugar, fuera del pecho. Nos parece muchas veces algo piadoso o ilógico, pues ahí no debería estar según la estética y la razón.
Sin embargo, está muy bien puesto. No sé qué imagen te habrán transmitido de Dios o cómo le miras. ¿Un justiciero? ¿Has hecho mal y... mejor no acercarse del todo? ¿No le interesan tus cosas? ¿Está lejos, en las nubes? Hoy Cristo señala su corazón. Te dice que tiene corazón.
Un corazón que ha dado Su vida por ti, que te ama, que se conmueve con la Humanidad y derrama todo su amor. Un corazón que no se rinde en amarte. Que sabe por lo que estás pasando, te comprende y te acoge en tu dolor. Un corazón que, cuando tú aún no te has perdonado, lleva tiempo esperándote con los brazos abiertos.
Es un corazón que, como dice sor Carmen, sólo se descubre mirando al Cielo, ¡sin miedo! Deja que Su corazón entre en el tuyo, para que vivas confiado y abandonado en Su amor infinito, y no en tus juicios sobre ti. Así podrás hacer de ti mismo un don de amor sin reservas, porque el Amor de Cristo es tu referencia.
Hoy el reto del Amor es que aparques tus miedos hacia un Dios lejano y mires el corazón de Cristo. No tengas miedo a descubrirlo desde el Amor, no desde la ley... Después, manda un WhatsApp a alguien a quien su soledad le haga necesitar un mensaje preguntando "¿Qué tal estás?". Recibe Amor para poder darlo.
VIVE DE CRISTO
   http://dominicaslerma.es/
¡Feliz día!
©Producciones es El- Vive de Cristo (Dominicas Lerma)
Prohibido cualquier reproducción para uso comercial. Sólo se permite un uso para actividades de evangelización siempre que se publiquen sin ningún tipo de modificación.

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús . 23 - Junio - 2017

"Ventana abierta"


Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús 2017


Queridos sacerdotes, religiosas, hermanos en Cristo Jesús.
Qué alegría estar nuevamente reunidos como una familia alrededor de la Palabra de Dios siempre viva y del banquete eucarístico, donde el mismo Señor Jesús se hace presente en medio de nosotros.
Estamos aquí para celebrar al Sagrado Corazón de Jesús, que tanta relación tiene con el devenir de la fe cristiana en nuestra Diócesis de Limón, consagrada desde hace tantos años bajo su protección.
De hecho, todo el mes de junio está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, por eso es importante valorar el significado y la actualidad que tiene la devoción que le profesamos.
Este culto se basa en el pedido del mismo Jesucristo en sus apariciones a Santa Margarita María de Alacoque. Él se le mostró a ella y señalando, con el dedo, el corazón, le dijo: “Mira este corazón que tanto ha amado a los hombres y a cambio no recibe de ellos más que ultrajes y desprecio. Tú, al menos ámame”. Esta revelación sucedió en la segunda mitad del siglo diecisiete.
Tendríamos que preguntarnos necesariamente: ¿La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es de interés para nuestro tiempo? Cuando hablamos del Corazón de Jesús, importa menos el órgano del cuerpo que su significado. Sabemos que el corazón es símbolo del amor, del afecto, del cariño. Y el corazón de Jesús significa amor en su máximo grado; significa amor hecho obras; significa impulso generoso a la donación de sí mismo hasta la muerte.
No se puede vivir sin amor
Ninguno de nosotros puede vivir sin amor. El Papa Francisco nos recordaba hace poco que el primer paso que Dios realiza en nosotros, es un amor que nos anticipa de manera incondicional.
Dios siempre ama primero. No nos ama porque nosotros tememos motivos que despierten su amor. Dios nos ama porque Él mismo es amor y el amor por su propia naturaleza tiende a difundirse, a darse.
Dios no vincula su benevolencia a nuestra conversión: aunque ésta sea una consecuencia del amor de Dios. El suyo es un amor incondicional, somos sus hijos amados.
Pensemos en esto: para cambiar el corazón de una persona infeliz, ¿cuál es la medicina? Esa medicina es el amor. ¿Cuál es el remedio para los males del mundo? El amor. ¿Cuál es la cura del egoísmo, de las vanidades y de las pasiones desordenadas? El amor. Por eso, dejémonos cada día alcanzar por esa fuerza vital que brota del Corazón bendito de Jesús.
Nuestra respuesta al amor de Dios
Cuando Cristo le mostró su propio corazón a Santa Margarita, no hizo más que llamar nuestra atención distraída sobre lo que el cristianismo tiene de más profundo y original; el amor de Dios.
También durante este mes nos llama nuevamente a nosotros repitiendo como lo hizo aquella vez: ¡Miren cómo los he amado! ¡Sólo les pido una cosa: que correspondan a mi amor!
Y ante esta exhortación del Señor, tenemos que hacer un autoexamen de cómo estamos respondiendo a su amor. La respuesta, lamentablemente es que sufrimos una grave y crónica enfermedad cardíaca, que parece propia de nuestro tiempo, y es que se está disminuyendo e incluso muriendo el amor; el corazón humano se enfría cada vez más y ya no es capaz de amar ni de sentirse amado.
¿Quién de nosotros no sufre bajo esta enfermedad del tiempo actual? ¿Quién de nosotros no sufre bajo esta falta de amor desinteresado hacia Dios y hacia los demás? ¿Quién de nosotros no se siente preso muchas veces de su propio egoísmo, el cual es el enemigo mortal de cada amor auténtico? ¿Y quién de nosotros no experimenta, día a día, que no es amado verdaderamente por los que lo rodean?
Cuántas veces nuestro amor es fragmentado, defectuoso, interesado, impersonal, o manipulador… Amamos algo en el otro, tal vez un rasgo característico, tal vez un atributo exterior, pero no amamos la persona como tal, con todas sus riquezas y también con todas sus fragilidades.
Tampoco amamos a Dios tal como Él lo espera: “Con todo nuestro corazón. Con toda nuestra alma. Con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas” (Mc 12,30).
Encender el fuego del amor
Este es, pues el sentido y la actualidad de nuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús. A este tan enfermo corazón moderno contraponemos el corazón de Jesús, movido de un amor desbordante. Y le pedimos que acerque nuestro corazón con el suyo, que lo asemeje al suyo. Le pedimos un intercambio, un trasplante de nuestro pobre corazón, reemplazándolo por el suyo, lleno de riqueza.
Pidámosle hoy que tome de nosotros ese egoísmo tan penetrante, que reseca nuestro corazón y deja inútil e infecunda nuestra vida ¡Que encienda en nuestro corazón el fuego del amor, que hace auténtica nuestra existencia humana!
Que seamos capaces de encender ese amor en los hermanos, especialmente los que han experimentado el rechazo, el odio y la exclusión. Seamos signos del amor de Dios para devolverles la esperanza, la alegría y la dignidad de hijos e hijas de Dios.
Pienso hoy en los niños agredidos y abandonados, en los jóvenes desorientados, que han caído en las drogas, en nuestros ancianos, enfermos, indígenas y aquellos en situación de calle. A los que hemos apartado porque pensamos que no son como nosotros, a los que hemos olvidado y a quienes nos persiguen y que deberíamos de amar más.
Hagámoslo contando con el auxilio de la Virgen Santísima. Ella tiene tan grande el corazón que puede ser Madre de toda la humanidad. ¡Que con cariñoso corazón maternal, nos conduzca en nuestros esfuerzos hacia un amor de verdad, sin egoísmo y sin límites!
¡Qué así sea!
Mons. Javier Román Arias
Obispo de Limón

domingo, 18 de junio de 2017

Oración de Comunión Espiritual. Corpus Christi. 18 - Junio - 2017.

"Ventana abierta"


Oración de Comunión Espiritual


Corpus Christi


Es el momento de la Comunión para todos los amigos que siguen este blog, y para todos aquellos que entren esporádicamente en él son recibidos cordialmente, y si así lo desean, podemos hacer unidos nuestra Comunión Espiritual.

"El que come de este Pan vivirá para siempre".


Hoy rezamos con este texto eucarístico de Santo Tomás de Aquino, Adorote Devote:


"Con fe te adoramos, Dios oculto aquí,
bajo el pan y el vino te vemos a Ti, 
entregamos todo nuestro corazón, 
para contemplarte que se inflama de amor.

Vista, gusto y tacto se engañan en Ti, 
la fe está segura tan sólo al oír,
 creo cuanto ha dicho el Hijo de Dios, 
la Verdad, el Verbo, no hay verdad mayor.

La Cruz ocultaba tu Divinidad, 
pero aquí se esconde ya la humanidad.

Yo creo y confieso unidas las dos
y hago la plegaria que hizo el Buen Ladrón:
Tus llagas no veo, cuanto más las vio,
pero a Ti, Dios mío, te confieso yo.

Dame que en Ti crea siempre más y más, ´
que en Ti sólo espere, te ame sin cesar.
Jesús, a quien miro velado ahora aquí,
¡Cuándo será el día que anhelo sin fin.
Verte cara a cara sin ningún disfraz,
contemplar tu gloria qué feliz me hará!

Amén".



jueves, 15 de junio de 2017

CORPUS CHRISTI 2017. Homilía del Sr. Arzobispo de Toledo en la Santa Misa en Rito Hispano-Mozárabe S. I. Catedral Primada, 15 de junio.

"Ventana abierta"


CORPUS CHRISTI 2017 


Homilía del Sr. Arzobispo de Toledo en la Santa Misa en Rito Hispano-Mozárabe S. I. Catedral Primada, 15 de junio.


 Leo con frecuencia opiniones sobre la solemnidad del Corpus Christi. Se opina de muchas cosas sobre la aparición de esta fiesta; más sobre la Procesión, en ocasiones sin aludir a la celebración de la Eucaristía, ni cuál es su peculiaridad. Existe, pues, el peligro de fijar la atención en aspectos respetables, pero no los más importantes: que si la procesión tiene las características de un desfile cívico-religioso, que si la “Tarasca” y otros simbolismos, que si pecados y demonios, que si ornamentación de las calles, que si altares o no. Sin duda: la procesión litúrgica del Corpus, tras la celebración de esta Misa no es espectáculo; es la presencia de Jesucristo, que se prolonga por las calles y plazas, que recibe con alegría el Pueblo cristiano. No es algo inmaterial, que cambie. Es real. ¿Y qué sucede con quienes contemplan a Cristo en la Custodia de Arfe y no tienen fe o la tienen con muchas dudas y poca comprensión de este misterio? Bienvenidos sean y les pedimos respeto y un corazón abierto a la belleza, que siempre es nueva.
La Eucaristía es siempre una conmemoración de un sacrificio, el de Cristo, Víctima y Altar, y, por ello, es también fiesta y banquete, al que Jesús nos sienta, si aceptamos su invitación. La celebración de la Eucaristía no ha cambiado desde que, tras la Ascensión del Señor a la derecha del Padre, la Iglesia la celebra, sobre todo el domingo, día del Señor. Pueden cambiar los modos de celebrarla, los ritos, las lenguas de la celebración, los cánticos y la música. Tenemos una tradición, que procede del Señor y se nos ha trasmitido.
 En la noche que Jesús iba a ser entregado, tomó pan y pronunciando la Acción de Gracias, dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Lo mismo hizo con el cáliz y recalcó: Haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía”.
Aquí hay un realismo. No estamos ante un lenguaje de sociología cultural: “Cada vez que coméis de este pan proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”. Algo le ha pasado a ese pan y ese cáliz con el vino, que se puede recibir dignamente, pero también indignamente, de modo que, sin saber qué se come o bebe, se come y se bebe la condenación. En el Evangelio proclamado, Jesús habla de vida, de comida y bebida que da vida, no a la manera del maná, que comieron los padres, sino que da vida para siempre. ¿Estas obleas y este vino, aunque sean de tan buena calidad, dan la vida? No, es que ese pan y ese vino es la Presencia de Cristo, el mismo Cristo, que se llama verdadera comida y verdadera bebida. ¡Qué Presencia, pues, tan atrayente y grandiosa, la de Cristo! “En la antigua alianza había los panes de la proposición; pero, como eran algo exclusivo del AT, ya no existen. Pero en el Nuevo Testamento hay un pan celestial y una bebida de salvación, que santifican el alma y el cuerpo (…). Por lo cual, el pan y el vino eucarístico no han de ser considerados como nuevos y comunes alimentos materiales (o simbólicos), ya que son el Cuerpo y la Sangre de Cristo, como afirma el Señor; pues, aunque los sentidos nos sugieren lo primero, hemos de aceptar con firme convencimiento lo que nos enseña la fe” (san Cirilo de Jerusalén, Catequesis 22, Mistagógica, 1.3-6).
Pero este alimento y esta bebida son “peligrosos”, precisamente por la Presencia de Cristo en ellos. Cuando tomamos este pan y este vino no sucede como cuando nuestro organismo toma alimento: nuestro cuerpo lo asimila y forma parte de nosotros. Con este pan y este vino, tomado en alimento, nosotros, cada uno, es asimilado a Cristo Resucitado. Y esta operación puede ser buena o mala para nosotros. “Muero por todos – viene a decir el Señor– para que todos tengan vida en mí, y con mi carne he redimido la carne de todos”. Esta asimilación nuestra a Cristo tiene, pues, buenísimas consecuencias. Y hay indicadores para ver cómo se da esa asimilación a Cristo. El primer indicio es nuestro modo de mirar y considerar a los demás. En la Eucaristía Cristo vive siempre de nuevo el don de sí realizado en la Cruz, de entrega de sí por amor. A Él le gustaba estar con los discípulos. Lo cual significaba para él compartir sus deseos, sus problemas, lo que agitaba su alma y su vida. En esta Eucaristía, por ejemplo, nosotros nos encontramos con hombres y mujeres de muchas procedencias: jóvenes, ancianos, niños; pobres y acomodados; toledanos y de muchos lugares; con gente de su familia o solos. La Eucaristía, pues, que celebro, me lleva espontáneamente a sentirles a todos como hermanos. ¿Y me impulsa a ir hacia los pobres, los enfermos, los que necesitan algo vital? ¿Me hace crecer en capacidad de alegrarme con quien se alegra y de llorar con quien llora? ¿Me ayuda a reconocer en ellos el rostro de Jesús? ¿Amamos, como quiere Cristo, a aquellos más necesitados por una enfermedad, por un problema, como la falta de trabajo o de orientación? ¿Condeno el aborto, pero nada hago para acercarme a quien sufre este drama? Otro indicio es la gracia de sentirse perdonado y dispuesto a perdonar. Así es Cristo. Mucha gente nos critica por ir a Misa: ¿Somos capaces de decirles: “Voy a Misa porque soy pecador y quiero recibir el perdón, participar en la redención de Jesús, de su perdón”? Los que celebramos la Misa dominical o a diario tenemos otra exigencia de Jesús: que haya continuación entre ir y participar de la celebración eucarística y la vida de nuestras comunidades cristianas. Cristo quiere estar en nuestra existencia e impregnarla con su gracia, de tal modo que en cada comunidad cristiana exista una coherencia entre Liturgia y vida. Siempre han de renovar en nosotros la confianza y la esperanza, cuando escuchamos estas palabras de Cristo: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6, 54).
Pan vivo para la vida del mundo es la Eucaristía; Presencia de Cristo que recorrerá nuestras calles y plazas en el fervor de sus discípulos. Vivamos esta celebración, para vivir después nuestro acompañar a Cristo vivo y sacramentado, puesto en esa hermosísima Custodia de Enrique de Arfe. JUEVES DEL CORPUS Alocución en la plaza de Zocodover, 15 de junio “Anda, come tu pan con alegría y bebe contento tu vino, porque Dios ya está contento con tus obras” (Eclesiastés, 9, 7). Esta recomendación de Qohelet, el sabio israelita, ¿qué estará indicándonos en este día? Tal vez que, llevando un género de vida sencillo y adhiriéndonos a las enseñanzas de una fe recta para con Dios, comamos nuestro pan con alegría y bebamos nuestro vino con alegre corazón, evitando toda maldad en nuestras palabras y toda suntuosidad en nuestra conducta. Nos invitarían además a procurar hacer objeto de nuestros pensamientos todo aquello que es recto y, en cuanto nos sea posible, socorrer a los necesitados con misericordia y liberalidad; es decir, entregándonos a aquellos afanes y obras en que Dios se complace. Hay mucha gente que desea vivir en paz, sin hacer mal a nadie, pero sin que les alteren su vida.
¿Podemos limitarnos los discípulos de Jesús a estas metas en la vida, cuando nuestro mundo está en constantes desequilibrios y tantos hombres y mujeres dejados a su suerte? Pienso que no. Nosotros, los cristianos católicos, tenemos a nuestra disposición aquel pan celestial, que baja del cielo y sabemos que da la vida al mundo; se nos enseña asimismo a beber con alegre corazón el vino que manó del costado del que es la vida verdadera. Es el Cuerpo y la Sangre de Cristo, o, mejor, Cristo mismo, que nos invita a su Eucaristía. ¿Sentimos los que comemos este pan y bebemos de este vino que nos llenan verdaderamente de alegría y de gozo, hasta exclamar “Has puesto alegría en nuestro corazón”? ¿Lo sentimos así? ¿Y qué hacemos que no corremos a que otros participen de esta alegría y sentido de la vida, a que otros se encuentren con Cristo y les plenifique? ¿Acaso es a nosotros a quienes únicamente se nos ha dicho: “Venid a comer mi pan y a beber el vino que he mezclado”? “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualmente que brota del corazón cómodo y avaro… cuando… ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien… Esa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado… “nadie queda excluido de la alegría que ha traído el Señor” (Papa Francisco, EG 2.3).
Buscamos en esta procesión honrar el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Algo muy de alabar. Pero, ¿sabemos cuál es el verdadero Corpus Christi? Porque honrar este Cuerpo es también evocar la responsabilidad que tiene la Iglesia – nosotros, católicos- de atender a las necesidades de todas las personas, sean o no miembros explícitos de la Iglesia Todos los hombres y mujeres son nuestro prójimo, sea amigo o enemigo. Es demasiado fácil llegar a ver la Eucaristía como representación de un acontecimiento pasado con vistas a asegurarse las gracias obtenidas en el acontecimiento del pasado.
Pero ya decía santo Tomás que el misterio de la Eucaristía es “prenda de la vida futura”. La vida futura, siempre gracia de Cristo, se alcanza aquí también por lo que cada uno de los discípulos de Cristo se parezca a Él en el día a día de nuestra vida. La Eucaristía no es un mero volver a ofrecer el sacrificio de Cristo por obra del sacerdote ante la mirada atenta de los fieles. La Eucaristía terrestre es la acción eterna en el tiempo –también en el nuestro– de Jesucristo mismo. Por esto, la carta a los Hebreos (12, 22-24) sitúa esta liturgia celeste de Cristo en el “hoy” de la Iglesia; en este caso, el mundo en el que se encontraba exactamente la asamblea litúrgica de aquellos cristianos, esto es, la humilde y sufriente comunidad de judíos cristianos de entonces entre los años 60 y 70 d. C. Pero igualmente de nuestras comunidades cristianas de hoy, en su situación concreta. En la Eucaristía, uno es conciudadano de los otros miembros dolientes del Cuerpo de Cristo, y aun de todos los que formamos la humanidad, esa realidad que es el ser humano, hombre y mujer. Mirad, hermanos, a Cristo Eucaristía en esta hermosa custodia; sin duda veréis, si miramos bien, tantos infinitos rostros de los que hoy son sus hermanos, en muchos de los cuales Cristo está no precisamente en gloria, sino en muchas tribulaciones.