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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

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Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

domingo, 11 de junio de 2017

Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla. Solemnidad de la Stma. Trinidad. Jornada de las monjas contemplativas. 11 - Junio - 2017

"Ventana abierta"



Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla




Solemnidad de la Santísima Trinidad




Jornada de los monjes y monjas contemplativas


"Contemplar el mundo con los ojos de Dios", ese es el lema de la "Jornada Pro Orántibus", que se celebra  coincidiendo con la Solemnidad de la Stma. Trinidad.

En la Carta de hoy, el Arzobispo se acuerda, cómo no, de la "Jornada Pro Orántibus".

D. Juan José comienza la Carta, recordando que nos encontramos en la Solemnidad de la Santísima Trinidad, fecha escogida para volver la mirada a los monjes y monjas de la vida contemplativa.

Queridos hermanos y hermanas:

 Celebramos en este domingo la solemnidad de la Santísima Trinidad. En ella confesamos nuestra fe en la Trinidad santa, adoramos su unidad todopoderosa y damos gloria a Dios uno y trino porque nos permite entrar en la intimidad y riqueza de la vida trinitaria. En este domingo, contemplamos este misterio inefable y la Iglesia entera se hace confesión de la gloria de Dios, adoración y acción de gracias a la Santísima Trinidad, que nos abre sus puertas, nos introduce en su intimidad y hace que participemos de la vida divina.

Para que no olvidemos que la gloria de Dios Trinidad es nuestra vocación más profunda, viviendo como hijos del Padre, hermanos del Hijo y ungidos por el Espíritu, en la solemnidad de la Santísima Trinidad la Iglesia celebra todos los años la jornada ‘Pro orantibus’, día especialmente dedicado a los monjes y monjas contemplativos. En esta jornada, la Iglesia y cada uno de nosotros les devolvemos con nuestra oración y nuestro afecto lo mucho que debemos a estos hermanos y hermanas, que hacen de su vida una donación de amor, una ofrenda a la Santísima Trinidad y una plegaria constante por la Iglesia y por todos nosotros.

La vida contemplativa pertenece a la entraña más profunda del cristianismo y tiene en su carta magna, su carta programática, su más radical justificación en el Evangelio, en el que leemos: “Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres y sígueme” (Mt 19,21) El padre de la vida contemplativa en Occidente fue San Benito en la primera mitad del siglo VI, que en Subiaco, no lejos de Roma, construye un monasterio, dando vida a una comunidad fraterna fundada en la primacía del amor de Cristo, en la que la oración y el trabajo se alternan armoniosamente en alabanza de Dios.

Los historiadores civiles han destacado la contribución destacada de San Benito y los benedictinos a la conformación de la cultura europea, al avance de la agricultura, de las ciencias y de las artes a través de sus monasterios. Lo decisivo, sin embargo, en la vida de san Benito es la búsqueda de Dios: “Quaerere Deum”. Desde esta perspectiva, se entiende muy bien la expresión que sintetiza el programa de vida de sus monjes: «¡Nihil amor Christi praeponere!», «No anteponer nada al amor de Cristo» (Regla, IV, 21), que es más importante que la propia familia, los proyectos de futuro, la carrera, el dinero, la fama o la gloria.

A partir de la regla benedictina, en la Edad Media, surgen numerosas familias religiosas contemplativas, dedicadas a la oración y a la contemplación. Nuestra Archidiócesis tiene el privilegio de contar con treinta y siete monasterios, todos ellos femeninos. Son un tesoro que nunca deberían desaparecer y que todos deberíamos estimar y no sólo por los valores artísticos que atesoran. A veces aparecen visiones prevalentemente económicas a la hora de adivinar el futuro de nuestros monasterios. Se habla con frecuencia de “poner en valor” sus edificios, apuntando casi siempre a los réditos económicos para el turismo, que nunca pueden constituir un objetivo inmediato o preferente, sino más bien una secuela.
Si suprimiéramos de los monasterios el dinamismo de la vida contemplativa, los convertiríamos en un mero museo, en unos monumentos cuya belleza ha perdido el brillo y la identidad que les es propia: dar gloria a Dios, a través de la oración constante de la comunidad, de la Eucaristía diaria dignísimamente celebrada, el canto solemne y bello de la Liturgia de las Horas y de la mera existencia de las monjas, que nos recuerda que sólo Dios es Dios, que sólo Dios basta; y que nos muestran los valores perennes, como el silencio, el amor a la soledad, la fraternidad, la mortificación, la gratuidad, la donación, la hospitalidad, el servicio a los pobres y la alegría, que son los valores auténticos que dan consistencia a nuestra vida.

Pero hay otro aspecto que no quisiera soslayar: nuestros monasterios son un torrente de energía sobrenatural para la Iglesia y para el mundo. Santa Teresa de Lisieux, carmelita, doctora de la Iglesia, una de las figuras más grandes de toda su historia, fallecida en 1897 a la edad de 24 años, nos dejó escrito que los contemplativos son el “corazón de la Iglesia”, pues por ella viven, oran, se sacrifican y se inmolan, siendo para el mundo un venero precioso de energía y de fecundidad sobrenatural, realidad ésta invisible e intangible, pero ciertamente la más importante para quienes creemos en la Comunión de los Santos. Los monjes y monjas no son inútiles ni extraños, pues, a la ciudad secular, ya que contribuyen a su modo, de un modo ciertamente misterioso, a la construcción de un mundo más justo, fraterno y humano, tal y como Dios lo soñó.

Al mismo tiempo que felicito a nuestras monjas contemplativas y les aseguro nuestra oración y nuestro afecto, para todos mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

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