"Ventana abierta"
10 errores que un
párroco debe evitar en la homilía
escrito por Editor Mdc (misionerosdigitales.com)
7 Junio 2017
Desde la falta de preparación hasta el moralismo…
Cosas que hay que evitar absolutamente, errores
que no se deben cometer. Son muchos los “riesgos” que corre un párroco durante
una homilía. En el libro “E IO TI DICO: IMMAGINA! L’arte difficile della
predicazione” – edizioni Città Nuova – (Y yo te digo: ¡Imagina!
El difícil arte de la predicación), Gaetano Piccolo y Nicolas Steeves enumeran
diez posibles errores.
“El objetivo de la predicación, su meta – dicen
los autores – lo podemos decir así: no se predica porque sí, sino para
salvar a quien escucha”.
Cada predicador tiene sus puntos fuertes y
débiles. Algunos dicen que cada predicador tiene un único tema al que siempre
vuelve, en todas sus predicaciones, directa o indirectamente. No se trata de
ser superhéroes de la predicación, sino identificar grandes debilidades
recurrentes que se deben evitar.
1 – Falta de
preparación
Independientemente de la preparación que se ha
recibido en el seminario, un error clásico es la falta de preparación de la
homilía. Hay miles de buenas razones o pésimas excusas para no preparar la
homilía: reuniones, encuentros, problemas personales, sobrecarga de trabajo.
Pero estos motivos llevan inevitablemente a una gran superficialidad que cansa
mucho a los espectadores.
2 – Ausencia
de mensaje central
La falta de preparación tiene a menudo la
ausencia de un mensaje central, aunque este gran problema formal puede suceder,
por desgracia, incluso cuando la homilía esté preparada. Uno de los problemas
más frecuentes de los predicadores es no sentarse con calma, antes de predicar,
y preguntarse: “En pocas palabras, ¿cuál el mensaje que quiero comunicar el
próximo domingo a los fieles?”. Si el predicador no tiene una idea clara de lo
que comunicará a la gente, puede estar seguro que la gente no sabrá, después de
la homilía, lo que ha querido decir.
3 – Demasiado
largo
Otro defecto muy común en las homilías no
preparadas – incluso en las preparadas, pero a menudo un poco menos – es la
duración “abusiva”. Se enseña en los noviciados jesuitas: “No más de diez
minutos el domingo, y cinco entre semana”. En otros lados se dice: “Los
primeros cinco minutos mueven el corazón, el resto, la silla”. De manera más
jocosa se dice – esperando no caer en machismo: “La homilía debe ser como una
minifalda: suficientemente larga para cubrir lo esencial, y suficientemente
corta para suscitar interés”.
4 – El
espectáculo del entretenimiento
El papa Francisco recuerda, en la Evangelii
Gaudium, que “la homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a
la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a
la celebración.” (EG 138). Obviamente se deben evitar las vulgaridades, la
banalidad o el excesivo gusto por el espectáculo. Son realmente pocos los
predicadores que logran usar bien un objeto (una linterna, una bandera…)
mientras predican, sin distraer a los fieles del encuentro que deben vivir con
Cristo.
5 –
Autorreferencia del predicador
En realidad, “la homilía puede ser realmente
una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la
Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento” (EG 135). De
hecho, la homilía es “el momento más alto del diálogo entre Dios y su pueblo,
antes de la comunión sacramental” (EG 137). Ahora, si el predicador “tira de la
manta”, es decir atrae sobre sí toda la atención de los oyentes en lugar de
llevarlos a dialogar con el Señor, a pesar de que tenga para decir las cosas
más interesantes del mundo, no sería una homilía, porque el objetivo de la
comunicación estaría equivocado.
6 – Moralismo
La homilía debe solicitar por parte de los oyentes
una respuesta concreta a partir de la contemplación de un aspecto del misterio
de la vida divina o la creación. La predicación puede, es más debería, a
menudo, ofrecer, después de una primera parte en que se ha visto lo bello y
entendido lo verdadero, una parte ética y exhortativa en que se oye la llamada
al hacer el bien. Pero la predicación no puede ser desde el inicio hasta el
final un catálogo de cosas para hacer o no hacer.
La homilía no es el momento para hacer una
lección de moral. Algunas predicaciones moralizantes se inclinan más hacia “la
derecha” (moral sexual, llamar al orden…), algunas más hacia “la izquierda”
(economía, ecología, justicia social…): el problema no es el contenido en sí
mismo, sino la desproporción entre contemplación y acción en favor de ésta
última. La homilía no debe ser nunca una mera arenga socio-política
moralizante, aunque deba llevar a un actuar cristiano mejor.
7 –
Espiritualismo
Con esta palabra, no designamos la brujería,
sino el defecto opuesto en relación a lo que hemos apenas expuesto, es decir el
moralismo. ¿Qué sería, por lo tanto, este “espiritualismo”? En lugar de tener
sus raíces concretas en la vida cotidiana de los fieles o su sociedad, algunas
predicaciones vuelan sobre las nubes, especulando sobre aspectos
pseudo-místicos que no tienen incidencia real.
8 –
Intelectualismo
Es un defecto cercano al del espiritualismo,
pero más cultural, y está muy difundido. A causa de la formación rigurosa e
intelectual que los seminaristas reciben en el seminario, donde los trabajos,
las tesis y las presentaciones son los únicos modos de expresión requeridos, se
cae en el error de pensar que éstos son los modos correctos para comunicar con
los fieles en la homilía. Es decir, se hace de la homilía una exégesis histórico-crítica
o narrativa, como una lección de teología dogmática o fundamental, etc.
9 – Catecismo
Un defecto cercano al intelectualismo es hacer
una catequesis. Esta tentación es muy sutil, porque existe una gran tradición
en la Iglesia, sobre todo primitiva: de enseñar, durante la homilía, a los
fieles acerca de los misterios cristianos.
Es el caso, en particular, de las homilías
catequéticas o mistagógicas de los primeros siglos. Estas catequesis (las de
Cirilo de Jerusalén o de Ambrosio) fueron redescubiertas durante el periodo del
resurgimiento patrístico, hacia los años cincuenta, y se elogió bastante y con
razón su paciente pedagogía. Muchas diócesis han desarrollado un programa de
catequesis mistagógica para los catecúmenos adultos.
El problema que nos interesa aquí es que la
homilía durante la eucaristía no es el momento adecuado para hacer una
catequesis.
10 –
Paráfrasis
A la mitad entre los errores formales y
materiales se encuentra la paráfrasis del texto de la Escritura. En su falta de
imaginación, o preparación, algunos predicadores piensan que para predicar es
suficiente repetir con las propias palabras los textos de la liturgia que se
han apenas leído. Esta paráfrasis, desgraciadamente, resulta aburrida, porque
es una mera repetición del ejercicio de la lectura, sin tratar de concentrarse
en el mensaje central.
La paráfrasis tiene el efecto de menospreciar
el impacto de la palabra sobre la vida de las personas. Precisamente porque la
Palabra de Dios no siempre es clara, ésta no debe ser simplemente repetida,
sino explicada. Es mejor dejar el ejercicio de la paráfrasis a los alumnos de
secundaria.
Fuente: es.aleteia.org
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