Poco a poco nos vamos acercando a los días de la Semana Santa.
Serán como todos los años, días cargados de vida y de perdón. Vida que entrega todo un Dios por los demás; y Vida que rescata para sí mismo para volverla a dar.
No importa que podamos decir nosotros:
"Hemos sufrido como todos y hemos amado".
Y cuando nos pregunten:
¿Mucho?
Responderemos:
"Lo suficiente para ser perdonados".
No perdamos de vista ese horizonte que ya está cercano.
No se puede lograr que retorne el agua que pasó.
Sí podemos saciar nuestra sed y la de quienes se acerquen a nosotros, con el agua apresada en el cuenco de las manos que se nos escapa.
Sí podemos, mientras se consume el presente fugaz, compartir la vida que contiene el amor y la realidad que conlleva.
Algunos, para justificar su indolencia, su pereza, repiten que todo está en las manos de Dios.
Sí, todo está en sus manos, pero la verdadera fe en la Voluntad Divina es activa y positiva.
Él nos ha dado la capacidad de resolver los problemas diarios.
La aceptación de la Voluntad Divina no es un necio conformismo pasivo, sino la aceptación consciente, positiva y activa.
Cómo nacerán en nosotros tantas buenas cosas, si no es removiendo desde lo más profundo nuestra tierra, hundiendo hasta el fondo la reja del arado en nuestro corazón, y así encontraremos:
Sinceridad, sencillez, verdad que hace fértil la tierra y la prepara para dar cobijo, pan y agua a quien se acerque a nosotros.
El tiempo huye, mas si durante su fluir hemos sembrado vida en los surcos del corazón, recogeremos el fruto a su debido tiempo.
No todos los hombres son tratados de la misma manera. En el mundo se deduce la importancia del ser humano generalmente según el valor de su cuenta, su posición, sus millones o su rendimiento.
- Un pobre, económicamente, carece de importancia.
- Un enfermo, que ya no puede trabajar, nada valen para este mundo.
Solemos decir frases como estas:
¡Es imposible! ¡No puede ser! ¡No vale la pena! ¡No tengo tiempo! ¡Lo siento!...
¡No te escondas cuando te necesiten!
Jesús jamás se escondió ni se esconde de nosotros; sufrió vejaciones, y dio hasta su propia vida por nosotros, por amor.
El sol no hace distinciones, y para Él todos somos iguales.
Donde brille el sol, ese sol del corazón, del perdón y del amor, todo ser humano merece la pena.
¡Es hora de despertar! -como Jesús diría a sus discípulos-.
¡Levántate y camina!
Tropezarás, caerás, reirás y tal vez tendrás que llorar.
La vida es un camino por andar, no es un camino de rosas como no lo fue para mí.
La vida es un tren que no puede esperar, tú ya has cogido el tuyo, no lo debes dejar.
¡agárrate!, que esto marcha y el camino no es tan fácil, pues hay curvas, subidas y dificultades.
¡Sí, ya es hora de despertar!
¡Levántate y camina, amigo!
Luchemos por la justicia, por la paz, por el amor fraterno, por el servicio al hermano.
¡Ojalá nunca nadie nos sea indiferente!
Me dijeron un día:
"Llora si has de llorar, a solas o acompañando el dolor de los demás.
Piensa que llorar no es el fin, sólo es un camino más".
Es cierto, muchas veces el ojo no acierta a ver bien la vida más que a través de las lágrimas.
Sabemos también que al final, Dios nos ha de llevar donde no habrá llanto, ni pena ni tristeza.
Adios,
amig@s, hasta otro momento en el que, si ustedes lo desean, nos volveremos a encontrar en nuestra "Ventana abierta" D.M.
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