De recorrer, caminos y valles, aunque, a veces, sienta que los oídos no escuchan,
ni los corazones de los hombres te aman como debieran.
Que no me canse, Señor.
De pregonar, la salud que nos traes, frente a la enfermedad y el pesimismo, el desencanto o la apatía por la vida. De llevar tu luz, Señor, donde la oscuridad reina
y, donde la tiniebla, confunde lo malo con lo bueno.
Que no me canse, Señor.
De decirte “si” cuando, mi interior, me empuje a desertar de tus sendas, o a no ser valiente en mis decisiones. De anunciar tu Palabra que salva y, luego, de llevarla a mi vida. De seguir tus pasos y tus huellas, y alejarme de otras que son polvo y nada.
Que no me canse, Señor.
De regresar de caminos equivocados. De pedir perdón por los errores cometidos.
De ser más humilde y menos soberbio. De caminar hacia la santidad, y de luchar contra mi propia mediocridad.
¡Que no me canse, de Ti, Señor!
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