Este manifiesto lo escribí en mi colegio para el Día de la Paz, y quería compartirlo con vosotros y vosotras. Esto no ocurrió en verdad, solo me lo inventé. Espero que os guste:
Cuando llega el día en el que celebramos la Paz, en los Centros Educativos, las profesoras y profesores casi siempre nos preguntan:
-¿Sabéis qué es la Paz?
Y contestamos:
-La PAZ es amar al otro.
-La PAZ es hablar en vez de pelarse.
-La PAZ es no utilizar armas.
La profesora preocupada se dirigió hacia mi sitio y me preguntó:
-Rocío, ¿por qué no nos dices lo que crees que es la Paz?
-Para mí la PAZ son muchas cosas, pero intento buscar las palabras correctas para responderte profesora.
-Anda, esto me recuerda algo. Lo que te pasa a ti también le pasaba a un chico, lo leí en un libro de la biblioteca.
-Y, ¿qué le pasaba al chico?
-Es mejor que te cuente la historia entera. Desde el principio hasta el final...
Alejandro, un chico de 11 años, le pasaba lo mismo que a ti.Un día el profesor les preguntó que si iban a ir a la carrera que se organizaba en la plaza, frente a la churrería. Alejandro se había apuntado, pues era un buen deportista. El profesor le dijo a Alejandro que después de la carrera debía decirle lo que para él significaba la Paz. Llegó la tarde, y Ale estaba preparándose para correr. Al ver al profesor se acordó que después de la carrera debía decirle el significado de la palabra Paz para él. Había tanta gente y con los nervios se le olvidó gritar el lema de la carrera que era "No importa la raza ni las edades, todos/as somos iguales y todos/as podemos participar en esta carrera por la PAZ" Cuando se puso en la salida vio a sus contrincantes: Cristina, una chica de su clase, una niña marroquí y un chico inglés. A los pocos segundos dieron la salida. Cuando iban por la mitad de la carrera estaban la chica marroquí primera, Cristina segunda y el chico inglés y él empatados en tercera posición. Cris quería ganar y empujó a la chica marroquí al suelo. Alejandro, cuando la vio caer se paró y con el chico inglés la ayudaron para que se levantara. La pobre había caído al suelo bruscamente y se hizo daño. James (el chico inglés) y Ale se pusieron de acuerdo para llevar a Mauyori (la chica marroquí) hasta la meta, los tres juntos. Al poco tiempo alcanzaron a Cristina, pues estaba agotada. Antes de llegar a la meta gritaron muy fuerte: "La PAZ es una meta que debemos alcanzar, pero solos/as no podemos, juntos debemos". Llegaron los primeros y Alejandro nada más llegar y felicitar a James y a Mauyori se fue directamente a su profesor y le dijo:
-Profesor, la PAZ es una meta que debemos alcanzar, pero solos/as no podemos, juntos debemos.
El profesor le invitó a churros y empezaron a hablar...
-Profesora, ¿puedo coger esas palabras para definir PAZ?
-¡Pues claro!
Y así fue como pude elegir las palabras correctas. Y vosotros/as ¿ya sabéis vuestras palabras correctas?
Una aventura de estrellas
Esa misma noche era mi cumpleaños y mi tío Fernando me había regalado un telescopio de color azul marino, mi color preferido. Toda esa semana me quedaba a dormir en casa de mi abuela Mari Carmen, mi abuela preferida. Su casa era muy grande y con un olor a rosas frescas que ella plantaba y cuidaba con amor en su pequeño y hermoso patio.En lo más alto de la casa había un desván que contenía muchos misterios. Y también, esa misma noche, ocurrió una cosa extraña, muy extraña.
Entré corriendo en casa de la abuela con mi telescopio nuevo en la mano, recorrí el salón donde la abuela solía leer en su sillón rojo, cruce el patio con olor a rosas y llegué hasta el comedor donde estaba mi abuela.
-¡Abuela Mari Carmen!
-¡Marina! ¡Mi nieta preferida!
Dejé el telescopio en la mesa y le di un gran beso.
-Ya tengo preparada la cama y he hecho croquetas de carne, tus preferidas-dijo mi abuela sonriendo
-Gracias abuela. Voy a por el mantel para poner la mesa y cenar esas deliciosas croquetas que has preparado.
Corrí hasta la cocina y abrí el cajón donde estaba el mantel mientras mi abuela cogía los cubiertos y las croquetas. Cuando terminamos de comer me puse a recoger la mesa y me acordé del desván, entonces le pregunté:
-Abuela, ¿puedo ir al desván a mirar las estrellas con mi nuevo telescopio?
-Claro que si mi niña, pero a las diez y media tienes que estar en tu habitación acostada y la ropa puesta en la silla.
-Vale abuelita-le dije mientras cogía el telescopio y me dirigía hacía las escaleras.
Subí las escaleras con tal rapidez que cuando llegué estaba agotada. Pero cuando miré por la ventana, vi que la luna no brillaba tanto como lo hacía todos los días. Cogí el telescopio, abrí la caja y lo monté delante de la ventana vieja que chirriaba con un sonido desagradable. Encontré una tabla que estaba junto a un baúl y la puse para que no hiciera ruido. Cuando cesó el ruido me di cuenta de que alguien estaba llorando. Parecía que venía de fuera. Miré por el telescopio y me fije en la luna. ¡Ella era la que estaba llorando!
-¿Luna?-le dije mientras la miraba por el telescopio.
-¿Quién me llama?-respondió mirando a todos lados.
-Estoy aquí Luna, en la ventana.
-¿Quién eres?-dijo secándose las lágrimas.
-Soy Marina. Te he escuchado llorar y por eso te he llamado, quería preguntarte que te pasaba.
-¿De verdad quieres saber lo que me pasa?-preguntó mientras se acercaba más y más a mi.
-Si. De verdad, vamos cuéntamelo.
-Lo que me pasa...
-¡Marina! ¡Baja que son las diez y media y deberías de estar acostada!
-Se me ha pasado la hora volando. ¡Ya voy abuelita!
-Marina, ¿te vas ya?- me dijo Luna muy triste.
-Si Luna. Mañana vengo más temprano para que me cuentes ese problema que tienes. Adiós Luna. Hasta mañana.
-Adiós Marina. Buenas noches.
Cerré la ventana y bajé rápidamente las escaleras hasta llegar a mi cuarto donde me esperaba mi abuela para acostarme.
-¿Qué has estado haciendo?-me preguntó mi abuela nada más llegar.
No podía decirle que estaba hablando con Luna, pues me tomaría por una loca.
-He estado leyendo libros que me he encontrado en el baúl.
-Venga ponte el pijama y acuéstate ya.
Mi abuela me ayudó a ponerme el pijama y me apagó la luz después de cantarme la nana que desde pequeña me cantaba.
***
-Cariño, Marina despierta.
Una suave caricia de mi abuela me hizo despertar. Eran las once y mi abuela me había preparado la leche con galletas.
-Buenos días abuela- le saludé con un gran bostezo.
Mi desayuno fue rápido al enterarme de que íbamos a la plaza a comprar chorizo para las lentejas y más cosas. Ir a la plaza era una aventura para mí. Me encantaba ir, y sobre todo con la abuela Mari Carmen.
Me vestí y cogí el carro de la compra.
Cuando llegamos a la plaza nos dirigimos al puesto de Antonio, el carnicero. Antonio podría tener 30 años y era muy simpático.
-¡Hola Antonio!- le saludé con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Pero mira quien esta aquí, la pequeña Marina!
-Que sepas que ya no soy pequeña. Ayer cumplí once años.
-¡Felicidades Marina! Toma estos caramelos de menta.- me dijo sacándoselos del bolsillo.
-¡Gracias Antonio!
Me dio una gran bolsa de caramelos de menta. Podría haber veinte o treinta.
-Y qué ¿cómo te va en el puesto?-le preguntó mi abuela mientras yo intentaba contar los caramelos que había en la bolsa.
-Muy bien. Sin problemas.
Al oír la palabra “problemas” me acordé del “problema” que tenía Luna. Pero eran la una de la tarde y Luna no estaba.
-Marina vamos que tenemos que hacer la comida. Adiós Antonio.
-Adiós Mari Carmen, adiós Marina.
-Adiós Antonio y gracias.
Poco nos alejamos de la plaza cuando nos encontramos con Luisa, nuestra vecina que también iba a su casa, y nos fuimos calle abajo. Yo todavía estaba intentando contar los caramelos.
Cuando llegamos a casa descargamos las cosas y me puse a cocinar con la abuela.
***
Era de noche y mi abuela me había mandado a la habitación para vestirme pues íbamos al bar que estaba en la esquina, porque a mi abuela le gusta charlar con las amigas los sábados por la noche.
Cuando llegamos al bar nos pusimos en la terraza de arriba que siempre la reservaba Carmen, la amiga de mi abuela.
¡Entonces fue cuando me acorde de que tenía que hablar con Luna! Pensé en cómo podía ir a casa de la abuela pero que ella se quedara con las amigas… ¡Ya esta! En la terraza estaba Marta la nieta de Rosa que tenía 5 años. Llamé a Marta y le susurré:
-Marta dile a tu abuela que tienes mucho sueño. Si lo haces te daré chocolatinas.
-Vale-me dijo Marta sonriendo.
-Abuela Rosa, tengo sueño- le dijo Marta frotándose los ojos.
-Ay cariño, déjame que termine esta conversación.
-Rosa tranquila yo me la llevo a casa para acostarla y cuando termines la venís a buscar.
-Gracias Marina.
Y nos fuimos caminando a casa de la abuela. En cuanto llegamos Marta fue al frigorífico a comer chocolate y yo me fui al desván a hablar con Luna.
Cuando llegué vi a Luna triste.
-Luna, estoy aquí
-¡Hola Marina!-dijo cambiando la expresión de la cara.-Creí que no ibas a venir.
-Es que he tenido varios problemas. Ahora cuéntame que te pasa.
-Estoy, estoy, estoy…
-¡Suéltalo ya!
-¡Estoy enamorada de Sol!
Me quedé con la boca abierta.
-No se lo digas a nadie por favor.-me susurró.
-Tranquila, no se lo diré a nadie. ¿Pero por eso estas triste?
-No. Lo que me preocupa es que no se como se lo voy a decir. Yo lo veo todos los días; al amanecer y al anochecer pero me da vergüenza. Entonces…
-Quieres que se lo diga yo, ¿no es cierto?
-Si.
-Tranquila yo mañana se lo digo.
-Gracias Marina-me dijo como si se quitara un peso de encima.
-¡Marina! ¿Dónde estas?
-Ya voy abuelita. Buenas noches Luna. Y tranquila que yo se lo digo.
-Buenas noches Marina.
He hice lo mismo que todas las noches: cerrar la ventana y apartar un poco el telescopio.
Cuando bajé estaban allí Carmen, mi abuela, Rosa y al lado Marta. Antes de irse me fijé que la boca de Marta estaba llena de chocolate, Rosa se daría cuenta de que había comido. Y para disimular dije:
-Marta dame un beso antes de irte.
Al acercarse a mí le susurré en el oído:
-Límpiate la boca que la tienes manchada de chocolate.
Y rápidamente se la limpio. Yo le sonreí y me despedí de las demás.
***
Por la mañana cuando estaba desayunando le pregunté a mi abuela que si íbamos a ir a algún sitio y me respondió que no.
Me alegré mucho porque así podría ir a ver a Sol y contarle lo que le pasaba a Luna.
Después de desayunar me puse unas mallas y una camiseta de mangas cortas, pues tenía muchísima calor. Subí al desván y abrí la ventana. Allí estaba Sol, muy elegante.
-Hola Sol.
-Hola- me dijo con una espléndida voz- ¿Quién eres?
-Soy Marina, la amiga de Luna.
-¿Tu eres amiga de Luna?- me dijo poniéndose rojo.
-Si y quisiera contarte una pequeña cosa que me ha dicho Luna.
-Cuéntame, cuéntame.
Y se lo conté. Cada vez que nombraba a Luna se ponía más y más rojo. ¡Se llegó a poner como un tomate!
-Dile a Luna que yo también la quiero. Y dile que mañana, al amanecer hablaré con ella.
-Vale Sol-le dije contenta.- Ahora me tengo que ir. Esta noche se lo diré.
-Gracias Marina eres la mejor.
Esta vez bajé antes de que mi abuela me llamara y fui al salón del sillón rojo para charlar con mi abuela.
-Hola abuela.
-Hola nieta. Hoy vamos a comer carne en salsa y una ensalada ¿vale?
-Vale abuela. Voy a poner la mesa y después veré la tele.
Cuando terminé de poner la mesa me senté en el sofá a ver los dibujos animados. Poco después llegó mi abuela y puso la comida en la mesa.
-Vamos Marina que hay que comer.
-Ya voy abuela.
Mi abuela puso las noticias pero como a mí no me gustan agaché la cabeza y me puse a comer.
-Vaya- exclamó mi abuela sorprendida, pero yo seguía con la cabeza agachada.-Se acercan nubes muy, muy negras. Y duraran hasta el día siguiente.
-¿¡Qué?! ¿¡Nubes negras?! ¿¡Ahora?!-grité subiendo la cabeza rápidamente.
-Si cariño, relájate.
Oh no, debía de avisar a Sol. Pues no se podrían ver él y Luna. Comí lo más rápido posible y le dije a mi abuela:
-Abuela voy al desván que se me ha olvidado el reloj.
-Vale cariño.
Subí y abrí la ventana. ¡Oh no! Había una gran nube y no veía a Sol.
-¡Sol! ¡Sol! ¡Sol!
-¡Marina! ¡Marina!
-¿Qué pasa Sol?
-¡Luna esta en peligro, Nube la ha atado y no puede salir!
-¿Qué hago?
-Salta por la ventana cuando diga tres.
-Vale
Después de respirar muy profundamente le dije a Sol que estaba preparada y me aleje un poco de la ventana.
-Una, dos y… ¡tres!
Salté confiándome en Sol. Cerré los ojos y no sentí nada.
En ese momento pensé que había caído al suelo. Cuando por fin tuve suficiente valor para abrir los ojos vi que estaba en una línea amarilla y resplandeciente. La seguí con la mirada. Cada vez era mas ancha. Y llegué a una gran esfera muy, muy grande. Y por fin lo reconocí.
-¡Sol! ¡Pensé que me había caído!-y le di un gran abrazo.
-Te ha costado trabajo abrir los ojos, ¿verdad?
-Si. Me daba un poco de miedo.
Agarré a Sol muy fuerte y fuimos volando a buscar a Luna. Después de un buen rato pudimos ver que a lo lejos se encontraba Luna llorando, y junto a ella Nube con muy mala cara.
-¿Por qué Nube la ha secuestrado?-le pregunté triste a Sol después de detenernos para mirarles desde lo lejos.
-No lo sé. Creo que tiene celos. Nube nunca ha querido que yo este junto a Luna. Según él ella es su novia. Pero Luna no quiere serlo y por eso la ha secuestrado, para tenerla como esclava y eso a mí no me gusta.
-¡Ni a mí tampoco! ¡Y por eso se lo vamos a impedir! ¿Verdad?
-¡Claro que sí!-dijo Sol cogiendo fuerzas para luchar contra él.
Y emprendimos el vuelo hacia aquella plataforma donde se encontraban Nube y Luna. Sol me dejo en ella. Respiró profundamente y le exclamó a Nube:
-Suéltala.
-Así de fácil no la voy a soltar. Luchemos.
-Esta bien. Empecemos.
Yo no quise mirar. De repente un rayo sonó muy fuerte. Luna me dijo:
-Sácame de aquí, Marina.
Rápidamente fui hasta la jaula donde estaba atrapada Luna. Vi que tenía una cerradura dorada increíblemente fuerte. Intenté abrirla pero no podía. Sol estaba sufriendo por los ataques de Nube. Debía actuar rápido.
-No puedo romperla, está muy dura.
Luna empezó a llorar. Cerré los ojos muy fuerte y deseé “Abuela Mari Carmen, ayúdame por favor”. Y con todas mis fuerzas logré romper la cerradura. Luna me abrazó y cantó una canción preciosa mirando al cielo. Al poco tiempo un montón de estrellas venían del cielo y ayudaron a Sol a vencer a Nube. Esto me lo contó Luna porque yo tenía tanto miedo que no podía mirar. El cielo se volvió azul y Nube quedó derrotada. Sol y Luna me llevaron hasta casa de la abuela. Cuando llegué eran las siete de la tarde pero como mi abuela se había quedado dormida no se dio cuenta de que yo había estado en un lugar que ella no podría imaginar. Sol y Luna vivieron juntos y muy felices. Y yo le he contado a mi abuela que este cumpleaños ha sido el mejor de todos, el más divertido y el más mágico. Gracias Luna. Gracias Sol.
La Tortuga Azul en busca de la Piedra Dorada
-¡Que aburrimiento!-exclamaba Carlos mientras bostezaba en clase de Anatomía-¿Cuánto queda Verónica?
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