LA MUERTE Y LA VIDA
Domingo 5º de Cuaresma. A
10 de abril de 2011
La samaritana, el ciego de Nacimiento y Lázaro de Betania juegan un importante papel en la catequesis cuaresmal. Después de habernos presentando en los domingos anteriores el símbolo del agua y de la luz, la liturgia apela hoy al misterio de la vida que triunfa sobre la muerte.
LA AMISTAD Y LA FE
El evangelio que hoy se proclama recoge el relato de la resurrección de Lázaro (Jn 11, 1-45). El texto juega con las dos dimensiones que configuran nuestra existencia: la realidad que nos revela como seres humanos y la apertura al ámbito divino. Las dos son importantes e imprescidibles. Las dos confluyen para contribuir a nuestra realización.
EL AMIGO Y EL SEÑOR
“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Esas palabras que Jesús dirige a Marta constituyen el centro y el núcleo de esta catequesis evangélica.
- “Yo soy la resurrección y la vida”. En los encuentros con la Samaritana, con el ciego de nacimiento y con Marta de Betania Jesús revela su identidad. El es el Mesías que había de venir, el Hijo del hombre que nos da la luz y el Hijo de Dios que nos abre las puertas de la vida.
- “El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”. La muerte ha entrado en nosotros por nuestro pecado. Parecemos vivir cuando estamos muertos. Pero por la fe en el Mesías Jesús alcanzamos el don precioso de la vida verdadera. Parecemos débiles, pero gozamos de una vida inmarchitable.
- “El que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. La vida nueva, semilla y fruto de la fe en Jesucristo, es garantía de vida eterna. La fe verdadera, como el amor verdadero, es más fuerte que el fracaso de la muerte.
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