Dios sometido a juicio por los hombres.
¿No nos habremos vuelto locos? “¿Qué acusación traéis contra este hombre?”
Es lo que mejor nos va.
Nos hacemos jueces de todo el mundo.
Y tú no te escapas a nuestro juicio.
No aceptamos dejarnos juzgar por tu Evangelio, y entonces te juzgamos y condenamos a ti.
Son de¬masiadas las acusaciones que tenemos contra ti:
Te acusamos de hablarnos y decirnos las cosas, demasiado claras.
Te acusamos de exigirnos demasiado.
Te acusamos de no hacernos caso.
Te acusamos de poner al descubierto nuestras mentiras e hipocresías.
Te acusamos de no secundar nuestros in¬tereses personales.
Te acusamos de no aceptar nuestra moral de conveniencia.
Te acusamos de no aceptar que juguemos a dos caras: a cristianos y paganos.
Te acusamos, Señor, de todo aquello que a nosotros nos conviene para nuestros gustos, nuestros egoísmos, nuestros orgullos.
Si pensaras como nosotros no pasaría nada.
Pero te empeñas en pensar distinto a nosotros.
¿No ves cuántas acusaciones tenemos contra ti?
A nosotros nos va mucho mejor con nuestro sistema del dinero, del tener, del poder.
Y tú quieres implantar el sistema del dar, del compartir, de la fraternidad, del servicio.
Esto echa abajo todo nuestro sistema. Y no estamos dispuestos a ello.
- ¿Qué acusaciones tengo en mi corazón contra Dios?
Debo ser sincero y sacar afuera todas esas acusaciones secretas que tengo dentro de mí contra Él.
- ¿A cuántos hermanos siento cada día en el banquillo de mi juicio y me hago acusador de ellos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario