Y los saluda a todos: “Paz a vosotros”.
Todos se quedaron perplejos. Casi mudos. Nadie se atrevía a decir nada.
Jesús se encargó de romper la tensión que reinaba.
Y les dijo claramente: “No tengáis miedo”.
“Aquí están mis llagas, aquí están mis manos y mis pies”.
Hoy va a ser un día grande para la comunidad. Ahora comienza vuestro verdadero día de Pascua.
A cada uno le regalo mi mejor don pascual: el don del Espíritu Santo.
Mi Espíritu será desde hoy también vuestro Espíritu.
Vosotros tenéis que ser desde hoy, el nuevo modelo de hombre. Los hombres del Espíritu.
Vosotros tenéis que ser para el mundo, los nuevos hombres:
Del amor. De la alegría. De la paz. De la paciencia. De la afabilidad,
De la bondad. De la fidelidad. De la mansedumbre. De la templanza. (Gal 5,22-23)
Así os tiene que conocer el mundo. Y así tenéis que presentaros al mundo.
A partir hoy vuestros corazones tienen que estar libres.
“Lo mismo que el Padre me envió así también os envío yo”.
Desde hoy sois también la “comunidad de los enviados”.
Sois la comunidad enviada al mundo.
A vosotros os encomienda mi Padre, la misma misión que me encomendó a mí.
Sois mis continuadores. Sois los encargados de llevar a cabo lo que yo he comenzado en vosotros.
Pero, no importa, el Espíritu que hoy os regalo es más fuerte que todas vuestras flaquezas. Desde hoy, también vosotros tendréis la fuerza del Espíritu.
Ya no hay excusas para fallarme. Es la hora de los testigos.
Vosotros veis cómo yo os perdono vuestro abandono durante la Pasión.
Tú, Pedro, ya has llorado bastante tu cobardía.
Ya no es el momento de llorar las equivocaciones de la vida.
Es la hora del perdón, porque es la hora del amor. Vuelve a sonreírle a la vida.
Yo no os pido que echéis grandes discursos ni sobre mí ni sobre el Padre.
Sed testigos de mi amor.
Perdonad a los débiles.
Perdonad a los que han caído.
Perdonad a todos los que fallen.
Que vuestro amor sea más grande que sus flaquezas.
Que vuestro amor sea más grande que sus pecados.
Que vuestro amor sea más grande que sus negaciones.
Sed la comunidad de los perdonados.
Sed la comunidad que abre sus manos y sus brazos a los que han fallado.
Sed la comunidad que se reestructura cada día perdonándoos mutuamente.
No pongas número a las veces que tenéis que perdonar.
Perdonad a todos. Perdonad siempre. Perdonad sin medida. Perdonadlo todo.
Perdonad todo el día y todos los días, feriados y festivos.
Al amor no se le ponen condiciones. Al perdón tampoco.
El amor y el perdón son incondicionales.
Pero, el verdadero testimonio del perdón es que “os perdonéis los unos a los otros”.
Primero el perdón en la comunidad. Y el perdón de la comunidad.
Porque sólo quien ha sentido el perdón, sabrá perdonar de verdad.
Dicho esto, Jesús desapareció.
La comunidad se quedó llena de alegría. La comunidad se sintió renovada por dentro.
Con ganas de vivir la novedad del Espíritu. Con ganas de salir a los caminos a anunciar. Ah, y cuando regrese Tomás, contádselo todo.
P. Clemente Sobrado.
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