Cuando entréis en la ciudad, os saldrá al paso un hombre llevando un cántaro de agua…” (Lc 22, 9-10)
No hay Pascua sin Jesús, pero tampoco hay Pascua sin los hombres.
Por eso, la Pascua se celebra allí donde están los hombres. Id a la ciudad.
Es ahí, no en la soledad, no huyendo de la gente.
No escapándose del mundo.
donde está el hombre,
donde el hombre vive,
donde el hombre anda por la calle,
donde el hombre carga con el cántaro de agua.
Para orar, Jesús se retira a un lugar solitario, pero para celebrar la Pascua, Jesús envía a los suyos a la ciudad, al encuentro con los hombres.
Para orar, se retiró al silencio nocturno del Huerto de los Olivos.
Pero para celebrar la Pascua prefirió el ruido de la ciudad, el ruido de los hombres.
La Pascua tiene sabor a Dios pero también sabe a hombres.
Los ricos y los pobres.
Los que se creen libres y los que luchan por su libertad.
La Pascua se celebra bien allí donde haya hombres a quienes anunciarles la buena noticia de su liberación espiritual y humana.
La Pascua se celebra bien allí donde al hombre lo abrimos a la esperanza y lo hacemos sonreír de nuevo a la vida. .
También será Pascua para ellos cuando podamos anunciarles que pronto tendrán agua en casa.
Son muchos los lugares donde hoy Jesús quiere que le preparemos la Pascua.
Son muchos los hombres y mujeres para quienes la Pascua aún no ha llegado, pero que nosotros ya podemos anunciársela y compartirla gozosamente con ellos.
Id a la ciudad.
Id al arenal.
Id a las esteras.
Id a las casas alfombradas.
Id al mundo del trabajo.
Id a la oficina.
Preparadla allí hasta que yo llegue.
¿Dónde le puedo preparar yo hoy la Pascua a Jesús?
Debo salir de mi casa, salir a la calle y encontrarme con los hombres.
Preguntarles también a ellos en qué sitio de su corazón puede Jesús celebrar hoy su Pascua.
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