Hasta hace unas horas, la Cruz era signo de maldición.
Y el que colgaba del madero era un maldito.
Pero, desde que Jesús subió a la Cruz, ni la Cruz es una maldición, ni el crucificado un maldito.
Cruz y Crucificado se hacen bendición.
Porque se hacen vida y se hacen revelación de Dios.
Y el profeta lo había anticipado: “Mirarán al que traspasaron».
Lo que era signo de ignominia ahora se hace signo y palabra de revelación.
Desde ahora la Cruz será un lugar de cita de Dios con el hombre y del hombre con Dios. Y cuando Dios y el hombre se encuentran y se dan la mano en la Cruz de Jesús, Dios se revela en sus intimidades al hombre y el hombre descubre la verdad de Dios.
Y en ella podrá leer el amor hasta el extremo que Dios le tiene.
Y Dios se revelará como amor y como vida. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio hijo, para que todo el que crea en él tenga vida eterna».
Lo que antes era incomprensible ahora se hace claridad.
Y a la vez, la Cruz clarifica la verdad de Dios para con el hombre.
La historia entera apunta hacia la Cruz.
En la Cruz la historia de salvación llega a la plenitud de su verdad.
Y en la Cruz da comienzo una nueva historia para los hombres.
Creer, es para el cristiano descubrir el amor.
Creer, es para el cristiano encontrarse con la vida.
Cristiano es aquel que mira a la Cruz y en ella se reconoce como amado de Dios. Cristiano es aquel que mirando a la Cruz, aprende a leer de una manera diferente su propia vida y su propia historia.
Mirar a la Cruz, es sentirse bendito en quién pasó por la experiencia de la maldición.
- ¿Cuánto tiempo hace que no miro fijamente y en silencio a la Cruz?
Sería bueno que hoy me dé un tiempo para quedarme mirándola despacio, serena y tranquilamente a la escucha de su palabra.
- La Cruz que llevo colgada de mi pecho será para mí un signo de bendición, porque debo verla como signo de mi salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario