De pronto, Pedro se quejo porque su cruz era demasiado pesada...
“¿No crees Señor que me has dado una cruz muy grande?”, le dijo, al tiempo que agregó: “Es cierto que te negué pero también es cierto que te quiero más que los otros apóstoles.”
Y Jesús le contestó, “¡Pedro! Debo decirte dos cosas: la primera es que no soy yo
quien fabrica las cruces para los hombres. La segunda es que tú debes ser más generoso, si es cierto que me quieres más que otros, si me quieres más, no te quejes.
Pedro mortificado trató de explicarle a Jesús: “Señor, quizá no me expliqué; yo no te pido que me quites la cruz, sino que, por favor, me des una cruz más liviana,
una cruz como la de los otros apóstoles.
El Señor se conmovió y le dijo a Pedro: “Me has convencido. Acompáñame para que tú escojas, para que tú mismo escojas la cruz que te convenga o te guste.”
Y llevó a Pedro a una enorme bodega donde estaban almacenadas las cruces de todos los hombres.
Pedro se quitó la cruz de encima la tiró en un rincón y comenzó a buscar. Se probó varias cruces, pero todas tenían algún inconveniente: unas eran muy pequeñas, otras muy grandes, otras muy delgadas o largas. Pedro buscó y buscó una cruz apta para sus hombros. Entre tanto Jesús sonreía.
Finalmente, Pedro encontró una cruz tirada en un rincón, cerca de la entrada. La cargó sobre sus hombros y exclamó: “¡Señor!, Ya no te rías tanto, ya ves que sí encontré una cruz que me conviene. Aquí está.”
Entonces Jesús se sonríe con más ganas y dijo: “Pedro, has escogido de verdad la cruz que mejor te conviene. Sin darte cuenta te has echado al hombro la misma cruz
que tiraste al entrar.”
Y Jesús concluyó: “No soy yo quien fabrica las cruces para los hombres, pero no te imaginas con cuanto cuidado y amor trato de que cada cruz corresponda a los hombros, a las fuerzas y al corazón de cada hombre. Es que yo sé muy bien, por experiencia, lo que es cargar la cruz.”
Se necesita valor para entender que no podemos cambiar todo lo que somos. Hay cosas que dependen de que nos esforcemos para cambiarlas... pero hay muchas más que nunca cambiarán.
¡Qué importante es saber captar la diferencia!
Hay que aceptarnos como somos. Hacer nuestro mejor esfuerzo por cambiar... pero aceptar con paz los resultados que no son siempre los que nosotros quisiéramos.
Acéptate como eres: carga la cruz que te ha tocado llevar. Pero cárgala con amor, y harás que sea liviana en tu vida.
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