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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

viernes, 22 de abril de 2011

Está un hombre agonizando
en un rústico madero,
y su cuerpo está sangrando,
y su sangre es un reguero.
En la frente tiene espinas
ya teñidas de su sangre,
en lo alto, en la colina,
con su cruz quiere salvarme.

No hay, en la tradición cristiana, un misterio más fecundo que la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Y no podía ser de otra manera, puesto que su sacrificio es la piedra angular de la fe cristiana y de él arrancan muchas de las creencias religiosas y gran parte de las esperanzas de la humanidad.

Y hablar de esperanzas y humanidad es hablar de poesía, ya que la poesía anida en cada uno de los sueños y anhelos del hombre, es esa chispa que luce en sus ojos, ese destello de emoción que nos conmueve. La poesía no estuvo ajena a esa tarde oscura del Gólgota. Estuvo allí, a la sombra del crucificado, en las manchas de sangre impresas en el madero, en la corona de espinas y en el manantial de su costado.

El sacerdote poeta José Miguel Ibáñez Langlois, por ejemplo, nos dice quev
“La pasión, muerte y resurrección
de Jesús el llamado Cristo
es lo único importante que ha
ocurrido en la historia de la Creación.
(...)
¿Qué es el nacimiento de la verde
espesura del planeta tierra
si no el comienzo de la fabricación del
madero de la Santa Cruz?”, y agrega:
“el mundo es una misa que se parece al
mundo”.

El sacrificio se repite todos los días, en cada ofensa que le hacemos y en cada cruz que cargamos.

Eduardo Anguita nos recuerda que
“sus llagas se hicieron por todos ellos,
por todos nosotros
y todos cabemos en ellas
y todos somos redimidos”.

No fue en vano la pasión, nadie ha podido rebatir nunca al Evangelio de la Poesía. Pero, ¿cómo fue aquel día?, por los apóstoles sabemos que hubo cataclismos y tormentas, que todo se volvió nieblas y espanto.

Max Jara nos ilustra:
“Llegaron las nieblas cansadas y errantes
venían llorando de tierras distantes.
Pasaban las nieblas, marcando en el cielo
con brunos crespones su lúgubre vuelo
flotaban al aire como gran sudario:
eran dolorosas marchando al Calvario
Se agrupaban todas inquietas y adustas.
Azotaba a todos un tiempo de angustias.
Venía con ellas un soplo de espanto.
Dejaban tras ellas un ritmo de llanto”.

Aludiendo también a la negra tormenta, Violeta Parra agrega:
“Se oscurecieron los cielos
con todos sus elementos,
bramaron los cuatro vientos
se alborotaron los mares,
once resuellan pesares,
el doce vendió al Maestro.
(...)
se irrita el cielo por esto
y ordena la tempestad;
pregona la inmensidad:
mataron al Padre Nuestro”.

Cuán grande fue el sufrimiento y el amor de Cristo al morir, Gabriela Mistral, la dulce maestra de Elqui, llega a sentir odio hacia sus propias comodidades ante la magnitud de un sacrificio mezclado en sangre, traición y abandono:
“Ya sudó sangre bajo los olivos
y oyó al que amaba, que negó tres veces.
Mas, rebelde de amor, tiene aún latidos
¡aún padece!
(...)Está sobre el madero todavía
y sed tremenda el labio le estremece.
Odio mi pan, mi estrofa y mi alegría,
porque Jesús padece!”.

Ángel Cruchaga Santa María, el más místico de nuestros poetas, se arrebata ante la cruz:
“¡Dame Cruz, tu vorágine, tu clara misericordia para entrar otra vez en el mundo!”.

Juan Antonio Massone, en tanto, desgarra su verso en los labios de Cristo:
“Me expulsan del tiempo y aún no me recibes
despojo soy a mitad de la tierra y de tus brazos.
Ya no puedo más y siempre otro momento:
¿por qué me has abandonado?”.

Y para que no queden dudas, el propio Massone, en el Evangelio de la Poesía, vuelve a confirmarlo: la pasión no fue en vano:
“...en todo Oriente y Occidente
la misma muerte se ha muerto allí en la cruz”.
Es que en la cruz —y en la poesía— se renueva la esperanza.


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