Informe Especial:
la Inmaculada Concepción de María
Inmaculada Concepción de María, dogma y fiesta Universal ( 8 de diciembre)
La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado desde su concepción, en razón de su dignidad de Madre de Dios.
Esto supone en María ausencia de pecado, presencia de la gracia santificante, virtudes y dones y, ausencia de inclinación al mal. Por eso se le llama Inmaculada…
¿Evolucionan los dogmas de la Iglesia?.
Sí y no.
No evolucionan en su contenido, es decir, lo que hoy es verdadero, mañana o dentro de un siglo no vendrá a ser falso; pero sin evolucionar en lo que afirman o niegan, pueden evolucionar y evolucionan en la conciencia que de ellos va adquiriendo la misma Iglesia.
Para poner una comparación, cada dogma (que vale lo mismo que una verdad revelada por Dios) es una semillita que el mismo Cristo ha sembrado en el campo fecundo de su Iglesia; semilla que germina, crece y se desarrolla cuando las circunstancias lo favorecen.
El “tempo” lo da el mismo Espíritu Santo. No todo lo que Jesús hizo o dijo quedó escrito, ni tampoco cuanto enseñaron los Apóstoles que de Él recibieron el depósito de la fe. Pero nada se perdió. Parte de sus enseñanzas, las no escritas, quedaron como en el subconsciente de la Iglesia, y aflora cuando suena la hora de la Providencia, en forma tan clara y patente, que muchas veces no puede ser ahogada ni por la autoridad de los Doctores, como en el caso de este dogma.
El dogma de la Inmaculada Concepción de María es de los clásicos para demostrar la fuerza inmanente que lleva toda doctrina divina depositada en la parcela de Dios, que es la reunión de los fieles con sus Pastores y el Sumo Pontífice romano, que los preside.
EL DOGMA
El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.
“…declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles…”
Veamos las partes integrantes del dogma.
EN EL PRIMER INSTANTE DE SU CONCEPCIÓN
El término concepción no significa la concepción activa o generativa por parte de sus padres. Su cuerpo fue formado en el seno de la madre, y el padre tuvo la participación habitual en su formación. La cuestión no concierne a lo inmaculado de la actividad generativa de sus padres. Ni concierne tampoco absoluta y simplemente a la concepción pasiva (conceptio seminis carnis, inchoata), la cual, según el orden de la naturaleza, precede a la infusión del alma racional.
La persona es verdaderamente concebida cuando el alma es creada e infundida en el cuerpo. María fue preservada de toda mancha de pecado original en el primer momento de su animación, y la gracia santificante le fue dada antes que el pecado pudiese hacer efecto en su alma.
MARÍA INMUNE DE TODA MANCHA DE CULPA ORIGINAL
Es dogma de fe que el pecado original se transmite a todos los hombres por generación natural, de tal modo que todos son concebidos en pecado (cfr. Conc. de Trento: DZ 791). Ahora bien, como María fue inmune de la culpa, al ser concebida sin pecado, no tuvo esa culpa y, por ello, tampoco tenía las consecuencias de esa falta.
Estos tres puntos se dieron en María:
1) Ausencia de cualquier mancha de pecado. Ella fue inmune al reato de la culpa y de la pena debidas al pecado original, en virtud de que nunca tuvo ese pecado;
2) Llena de gracia santificante. Por lo anterior, al no tener pecado, el alma de María estuvo llena de la gracia santificante, desde el primer instante de su ser, y poseía las virtudes infusas y los dones que acompañan ese estado de santidad;
3) Ausencia de la inclinación al mal. El pecado, que consiste en la aversión a Dios y en el amor desordenado a las criaturas provoca la inclinación al mal. En María esto no se dio, puesto que jamás tuvo pecado alguno.
POR SINGULAR PRIVILEGIO Y GRACIA DE DIOS OMNIPOTENTE
La “Purísima Concepción” es un privilegio y don gratuito concedido sólo a la Virgen y no a ninguna otra criatura, en atención a que había sido predestinada para ser la Madre de Dios. Es un favor especial y extraordinario, ya que, según la ley, por su concepción dentro de la familia humana debería, haber incurrido en la contracción del pecado original para, luego, ser liberada como los demás hombres; pero esto no ocurrió, pues en Ella se realizó de modo distinto.
EN PREVISIÓN DE LOS MÉRITOS DE CRISTO JESÚS SALVADOR
Se dice en previsión de los méritos de Cristo porque a María la Redención se aplicó antes de la muerte del Señor. En cambio los justos del Antiguo Testamento esperaron el momento en que bajó al seno de Abraham luego de morir en la Cruz.
Además, se añade “por los méritos de Cristo” dado que la redención de la Virgen tuvo como causa meritoria la Pasión del Señor.
En efecto, como Cristo es el único Mediador y Redentor universal del género humano, María como descendiente de Adán, recibe igual que todos los hombres la salva ciónde Cristo, el único Salvador.
EL NUCLEO DEL DOGMA:
PRESERVADA DE LA CULPA ORIGINAL
Indica la forma en que Dios tuvo a bien aplicar a María la Redención, y que se explica mediante ese concepto clave hallado por la teología en el siglo XIV.
Los antiinmaculistas se oponían a la doctrina de la concepción inmaculada de María debido a que decían si la Redención de Cristo fue universal, por cuanto que todos habían pecado, luego todos debían ser redimidos. Si esto era así, no se veía el modo cómo alguien pudiera ser redimido sin haber contraído el pecado.
Juan Duns Scoto (1308), teólogo franciscano, introduce el término pre redención y con ello consigue armonizar la verdad de que María se viera libre del pecado original, con la necesidad que también Ella tenía de redención.
El pecado afectó a todo el género humano y la Redención fue universal; por tanto, en el caso de María, Ella también tenía necesidad de ser rescatada del pecado. Pero, en Ella esto se hizo no mediante una redención liberadora del pecado original ya contraído, sino mediante una redención preservante. Es decir, la primera se aplica a todos los hombres que primero incurren en el pecado y luego son limpiados con el lavado de la regeneración bautismal; la segunda se aplicó a María que, por ser descendiente de Adán, debía incurrir en la mancha hereditaria, y de hecho la hubiera contraído si Dios no la hubiera preservado de la culpa original.
Dios la preservó de contraer el pecado, realmente la libró del pecado, pero Ella no lo contrajo en ningún momento. Así pues, la preservación es el modo más perfecto de redención, y por ello se dice que María fue redimida por Dios de una manera más sublime que los demás hombres.
LOS TRAZOS EN LA SAGRADA ESCRITURA
Génesis 3,15:
«Establezco enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, El te aplastará la cabeza, y tú le acecharás el calcañar”.
El libro del Génesis expresa la enemistad de CristoRe dentor, y la de María su Madre, contra el diablo. Esta enemistad dará lugar a una batalla que va a concluir al final con el triunfo total de parte de Cristo y, con Él, también por parte de María. Cristo Redentor, con su Muerte y Resurrección, consiguió una victoria absoluta sobre el pecado. Este triunfo en los redimidos empieza con María por su Inmaculada Concepción y, luego, Ella, por Cristo y con Cristo, vence al diablo que por el pecado tiene el dominio sobre los hombres.
Lucas 1,28:
“Dios te salve, llena de gracia”.
Con estas palabras se expresa la ausencia de pecado en el alma de María y la plenitud de santidad, al estar llena de gracia. Las complacencias del Padre celestial se manifiestan en estas palabras de la Escritura: “Toda hermosa eres, amada mía, no hay defecto alguno en tí” (Cant. 4.7).
Lucas 1,42:
“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fru to de tu vientre”.
Palabras dichas por Santa Isabel, movida por el Espíritu Santo, que sugieren que la bendición de Dios sobre María la libra de todo pecado desde el comienzo de su existencia.
LA SAGRADA TRADICIÓN
San Justino, Tertuliano, San Ireneo, etc. contraponen a Eva y a María; la una como causa de muerte, la otra como causa de vida y de salvación: Eva cerró las puertas del paraí so, María abrió las puertas del cielo.
San Efrén dice:
“No existe en ti (en Cristo) ninguna falta y ninguna mancha en tu Madre. Los demás hijos de Dios no se acercan en modo alguno a esta belleza”.
Desde el siglo IV, se comienza a hablar de un paralelismo entre Cristo y María, frente a Adán y Eva, que pone de manifiesto el análogo nivel de santidad de Jesús y de su Madre, en virtud de la función redentora a la que1a Virgen María está íntimamente asociada como Madre del Redentor.
Y en ese mismo siglo, San Ambrosio y otros Santos Padres ya comienzan a llamarla Purísima.
En el siglo VI, en el Misal gótico-galicano, en el prefacio de la fiesta de la Asunción, se dice: “María, ni sufrió herencia de pecado, ni corrupción en el sepulcro, libre de mancha, gloriosa en su generación…”.
Desde el siglo VII se celebra en Oriente la fiesta de la Concepción.
El Concilio de Letrán (año 649) llama a María inmaculada (cfr. DZ. 256). Sixto IV, en el siglo XV, concedió indulgencias a la festividad de la Inmaculada y prohibió las mutuas censuras que se hacían entre sí los teólogos
(cfr. DZ. 734).
El Concilio de Trento, al hablar del pecado original, excluye a la Santísima Virgen (cfr. DZ. 792).
En 1567, Bayo es condenado por enseñar lo contrario (cfr. DZ. 1073) y en 1661 el Papa Alejandro VII afirma el privilegio diciendo que casi todos los católicos lo admiten aunque no haya sido definido como Dogma
(cfr. DZ. 1100).
Hay que decir también que muchas universidades pontificias exigían hacer juramento de defender dicho privilegio como condición para acceder a los grados académicos: París, Colonia, Maguncia, Viena, Salamanca, Toledo, etc.
LA SANTIDAD DE MARÍA
El Papa Pío IX dice:
“María (…) manifiesta tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios” (Bula Ineffabilis Deus: DZ. 1641). Y así, la Iglesia exclama con gozo:
“Más que tú, sólo Dios”.
Exenta de toda falta actual, incluso venial.
Como consecuencia de la radical ausencia de pecado hay que negar en María aún la menor imperfección moral. En Ella nunca existió movimiento alguno desordenado de la concupiscencia: siempre tuvo la perfecta subordinación de la sensibilidad a la inteligencia y a la voluntad, y éstas a Dios.
Sus juicios fueron siempre rectos y su voluntad estuvo siem pre en el bien verdadero.
Por ello se le llama:
Trono de la Sabiduría, Reina de los Doctores, Virgen Prudentísima, Madre del Buen Consejo, Madre del Amor Hermoso, Virgen Castísima …
El Concilio de Trento enseña que el justo puede evitar cada uno de los pecados veniales en particular, pero no puede evitarlos en su conjunto, a no ser por un privilegio como del que gozó la Virgen María
(cfr. DZ. 833).
En el caso de Santa María la impecabilidad es debida por los siguientes motivos:
1) Tener un altísimo grado de gracia habitual y de caridad, que inclina con mucha fuerza al alma hacia el amor de Dios, apartándola del pecado;
2) La confirmación en gracia, que se realiza en la tierra mediante un gran aumento de caridad, acompañado de gracias actuales eficaces que de hecho preservan del pecado y conducen a actos libres y meritorios;
3) Una asistencia especial de la Providencia, que preservaba todas sus facultades de una posible desviación moral.
Dice Santo Tomás:
“A los que Dios elige para una misión determinada, los prepara y dispone convenientemente… Si María fue elegida para ser la Madre del Verbo… no sería idónea si hubiera pecado alguna vez aunque fuera levemente” (S. Th. III, q.27, a.4) y esto por tres razones:
1) Porque el honor de los padres redunda en los hijos, luego, por contraste y oposición, la ignominia de la Madre hubiera redundado en el Hijo;
2) Por su especialísima afinidad con Cristo, quien de Ella recibió su carne purísima;
3) Porque el Hijo de Dios, que es la Sabiduría divina, habitó en María… y dice la Escritura:
“en el alma maliciosa no entrará la sabiduría, ni morará en un cuerpo esclavo del pecado”
(Sab. 1.4).
LA PLENITUD DE GRACIA EN MARÍA
Leemos en la Sagrada Escritura que el Arcángel Gabriel la saluda diciendo:
“Dios te salve, llena eres de gracia”
(Lc. 1,28).
Estas palabras manifiestan con toda claridad la santidad completa del alma de María, en virtud de que son irreconciliables el pecado y la gracia, como lo son la luz y las tinieblas.
Si en el alma se da la ausencia total de pecado, debe haber en ella la presencia total de gracia, como dice explícitamente la Escritura con las palabras del Arcángel.
“Dios te salve, llena de gracia”.
Y en verdad que es llena de gracia, porque a los demás se da con medida, pero en María se derramó al mismo tiempo toda la plenitud de la gracia.
Verdaderamente es llena de gracia aquella por la cual toda criatura fue inundada con la lluvia abundante del Espíritu Santo”
(San Jerónimo, Sermón sobre la Asunción de la Virgen).
“No temas, María, porque hallaste gracia a los ojos de DIOS.
¿Cuánta gracia?.
Una gracia llena, una gracia singular ( … ).
Es tan singular como general, pues tú sola recibes más gracia que todas las demás criaturas.
Es singular, por cuanto tú sola hallaste esta plenitud; es general, porque de esa plenitud reciben todos”
(San Bernardo, Homilía en la Asunción, 3).
Por otra parte, debemos tener presente que la gracia de María, como toda gracia, es una participación misteriosa en el hombre de la naturaleza divina
(cfr. 2 Pe. 1,4).
Por esta razón, dicha gracia, es una realidad creada y distinta de la Gracia increada que es Dios mismo. Además, al decir plenitud de gracia se afirma que Santa María, a lo largo de su vida y en cada momento de ella, estuvo siempre llena de gracia, la cual, no obstante, aumentó continuamente debido al mérito de sus obras.
EL AUMENTO DE GRACIA EN MARÍA
Santa María, siempre llena y siempre en crecimiento, rebosa de la gracia que en cada momento de su vida terrena le permite tener y se le aumenta y crece su capacidad de recibir mas gracia y más mérito por sus actos libres; por su fiat continuado y actual en todo momento de su existencia. Ahora en el cielo goza de modo consumando de la gloria que mereció por sus méritos en la tierra
(cfr. S.Th.,III, q.27, a.5, ad 2 y ad 3).
La Iglesia nos enseña que la gracia puede aumentar de tres modos: por las buenas obras (ex opere operantis), por la recepción de los Sacramentos (ex opere operato), y por la oración. En el caso de Santa María, el aumento de gracia se dio también por estos tres modos.
EL PLAN DE DIOS EN LA ECONOMÍA DE LA REDENCIÓN
El dogma de la Inmaculada Concepción, especialmente celebrado en el Adviento, al comienzo de la celebración de los misterios de Cristo, nos revela poderosamente el plan de Dios en la obra de nuestra Redención.
En efecto, nos presenta, antes que a Cristo, el Nuevo Adán, a María en toda la plenitud de su santidad, como Nueva Eva. La escena del Evangelio es, a este propósito, muy sugestiva.
Dios ha querido que el género humano fuera propagado según la carne por un hombre y por una mujer.
Y también ha querido que, en el orden sobrenatural, fuera restaurado por un Hombre y por una Mujer.
Esto es, la obra de la Redención es concebida al modo de una venganza divina, como nos lo enseñan unánimemente los Santos Padres.
El plan de Satán fue el de perder al hombre, y con él a toda sus descendencia, a través de la mujer, escudándose en ella, disimulándose detrás de ella.
Eva tuvo así, en el orden de la caída, un papel de introducción, de preparación y de colaboración.
El plan de Dios será salvar a la humanidad a través de un Hombre, un Nuevo Adán, pero con la colaboración de una Mujer, una Nueva Eva.
El Nuevo Adán es Cristo, y la Nueva Eva es María.
María tiene así, en el orden de la redención y por voluntad divina, un papel de introducción (encarnación), de preparación (Caná) y de colaboración (en todos los misterios de Cristo, pero especialmente en el Calvario).
Para cumplir convenientemente esta misión, que era de lucha y de victoria contra el diablo, era necesario que María no tuviese nada que ver con él, que fuese Inmaculada:
Inmaculada para ser digna Madre del Redentor.
Inmaculada para poder ser Corredentora del género humano.
Inmaculada para ser asociada en la obra de santificación del Redentor en toda su línea.
ORACIÓN A LA INMACULADA VIRGEN MARÍA
Santísima Virgen, yo creo y confieso vuestra
Santa eInmaculada Concepción, pura y sin mancha.
¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción y
vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,
alcanzadme de vuestro amado Hijo la humildad,
la caridad, una gran pureza de corazón,
de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración,
una buena vida y una santa muerte.
Amén
Historia del dogma de la Inmaculada Concepción
¿Evolucionan los dogmas de la Iglesia? Tal podría ser la pregunta que se formulase el lector. Sí y no. No evolucionan en su contenido, es decir, lo que hoy es verdadero, mañana o dentro de un siglo no vendrá a ser falso; pero sin evolucionar en lo que afirman o niegan, pueden evolucionar y evolucionan en la conciencia que de ellos va adquiriendo la misma Iglesia.
Para poner una comparación, cada dogma (que vale lo mismo que una verdad revelada por Dios) es una semillita que el mismo Cristo ha sembrado en el campo fecundo de su Iglesia; semilla que germina, crece y se desarrolla cuando las circunstancias lo favorecen.
Sino que, en nuestro caso, el tempero lo da el mismo Espíritu Santo, aquel espíritu de verdad del que decía Cristo a los Apóstoles: «Cuando yo me vaya, Él os guiará y os enseñará toda verdad, recordándoos cuanto os dije». No todo lo que Jesús hizo o dijo quedó escrito, ni tampoco cuanto enseñaron los Apóstoles que de Él recibieron el depósito de la fe. Pero nada se perdió. Parte de sus enseñanzas, las no escritas, quedaron como en el subconsciente de la Iglesia, y aflora cuando suena la hora de la Providencia, en forma tan clara y patente, que muchas veces no puede ser ahogada ni por la autoridad de los Doctores, como en el caso de nuestro dogma.
2.- Porque el dogma de la Inmaculada Concepción de María es de los clásicos para demostrar la fuerza inmanente que lleva toda doctrina divina depositada en la parcela de Dios, que es la reunión de los fieles con sus Pastores y el Sumo Pontífice romano, que los preside.
3.- Lo vamos a constatar en la Historia del dogma. No siendo éste de los que la Sagrada Escritura consigna con claridad absoluta, fue necesario, para llegar a la definición del mismo, escudriñar lo que enseñó la tradición y acudir al común sentir de la Iglesia.
I.- LA INMACULADA CONCEPCIÓN EN LOS PRIMEROS SIGLOS
En los primeros siglos del cristianismo, los Santos Padres no se propusieron el problema de la Concepción Inmaculada de María.
Recuérdese lo que hemos dicho en el capítulo primero de nuestro Tratado, al propósito.
Pero la doctrina sobre el privilegio de María está contenida, como el árbol en la semilla, en las enseñanzas de los mismos Padres al contraponer la figura de María a la de Eva en relación con la caída y la reparación del género humano; al exaltar, con palabras sumamente encomiásticas, la pureza admirable de la Virgen; y al tratar sobre la realidad de su maternidad divina.
Los principios de la ciencia sobre María que dejaron firmísimamente sentados los primeros Doctores de la Iglesia.
1.º EL PRINCIPIO DE RECAPITULACIÓN
1.- Con estas palabras: principio de recapitulación, recirculación o reversión, es conocida la doctrina patrística sobre el plan divino de la salvación del género humano.
2.- A los antiguos Padres llamó poderosísimamente la atención, no menos que a nosotros, el bello vaticinio sobre la Redención humana contenido en el Protoevangelio. Y habiendo escrito San Pablo que Cristo es el nuevo Adán, completaron sin esfuerzo el paralelismo, contraponiendo María a Eva. Apenas podrá hallarse un Santo Padre que no eche mano de este recurso al hablar de la Redención. Y es tan constante la doctrina, tan universal el principio, que no es posible no admitir que arranque de la misma tradición apostólica.
3.- Citemos, por todos, a San Ireneo: «Así como aquella Eva, teniendo a Adán por varón, pero permaneciendo aún virgen, desobediente, fue la causa de la muerte, así también María, teniendo ya un varón predestinado, y, sin embargo, virgen obediente, fue causa de salvación para sí y para todo el género humano… De este modo, el nudo de la desobediencia de Eva quedó suelto por la obediencia de María. Lo que ató por su incredulidad la virgen Eva, lo desató la fe de María Virgen». Es decir, que como un nudo no se desata sino pasando los cabos por el mismo lugar, pero a la inversa, así la redención se obró de modo idéntico, pero a la inversa de la caída.
4.- Este paralelismo, que contiene dos aspectos, semejanza y contraposición, está repetido, según acabamos de decir, como un principio básico al tratar de María.
Y como es fácil comprender, no alcanza toda su fuerza sino poniendo los extremos de la contraposición en igualdad de circunstancias: Eva, virgen e inocente, es causa de la ruina del género humano; María, Virgen e inocente también, causa de su salvación; Eva, adornada desde el momento de su existencia de la gracia, reclama, en la comparación, a María, también con la gracia desde el primer momento de su ser.
La legitimidad del principio de recapitulación ha sido declarada por el Papa Pío IX en su Bula dogmática sobre la Inmaculada.
2.º EXALTACIÓN DE LA PUREZA DE MARÍA
1.- Un coro unánime de voces proclama a María purísima, sin mancha, la más sublime de las criaturas, etc. En esta universal aclamación de la pureza de María ha de haber, necesariamente, un principio general que la impulse. Los Santos Padres de la antigüedad no estaban mucho más informados que nosotros sobre la vida de la Virgen. ¿Qué les mueve, pues, a afirmar con tanto énfasis, con tanta seguridad, que María no admite comparación en su grandeza y elevación moral con criatura alguna? Su divina Maternidad. Evidentemente, sus alabanzas arrancan del principio que más tarde formuló San Anselmo: «La Madre de Dios debía brillar con pureza tal, cual no es posible imaginar mayor fuera de la de Dios». Ahora bien, para admitir su Concepción Inmaculada, caso de proponerse la pregunta, no necesitaban cambiar de rumbo. Bastaba sacar las consecuencias del principio sentado y admitido.
2.- Leamos algo de estas loas dedicadas a la Virgen.
San Hipólito, mártir, dice:
«Ciertamente que el arca de maderas incorruptibles era el mismo Salvador.
Y por esta arca, exenta de podredumbre y corrupción, se significa su tabernáculo, que no engendró corrupción de pecado.
Pues el Señor estaba exento de pecado y estaba, en cuanto hombre, revestido de maderas incorruptibles, es decir, de la Virgen y del Espíritu Santo, por dentro y por fuera, como de oro purísimo del Verbo de Dios».
Y en otra parte llama a María,
«toda santa, siempre Virgen, santa, inmaculada Virgen».
En las actas del martirio de San Andrés, apóstol, se leen estas palabras que el Santo dirigió al Procónsul: «Y puesto que de tierra fue formado el primer hombre, quien por la prevaricación del árbol viejo trajo al mundo la muerte, fue necesario que, de una virgen Inmaculada, naciera hombre perfecto el Hijo de Dios, para que restituyera la vida eterna que por Adán perdieron los hombres».
Aunque estas actas, como algunos opinan, no sean genuinas, es decir, contemporáneas de San Andrés, tienen una venerable antigüedad y nos atestiguan lo que entonces se pensaba de la Santísima Virgen.
San Efrén de Siria, apellidado Arpa del Espíritu Santo, canta de este modo a la Virgen:
«Ciertamente tú (Cristo) y tu Madre sois los únicos que habéis sido completamente hermosos; pues en ti, Señor, no hay defecto, ni en tu Madre mancha alguna».
Y en otras partes llama a María, Inmaculada, incorrupta, santa, alejada de toda corrupción y mancha, mucho más resplandeciente que el sol, etc.
San Ambrosio pone en labios del pecador:
«Ven, pues, Señor Jesús, y busca a tu cansada oveja, búscala, no por los siervos ni por los mercenarios, sino por ti mismo.
Recíbeme, no en aquella carne que cayó en Adán.
No de Sara, sino de María, virgen incorrupta, íntegra y limpia de toda mancha de pecado».
Y San Jerónimo:
«Proponte por modelo a la gloriosa Virgen, cuya pureza fue tal, que mereció ser Madre del Señor».
La lista podría alargarse muchísimo más.
La conclusión es la siguiente:
los Santos Padres no se proponen la pregunta sobre la Inmaculada Concepción, pero son tales las alabanzas que dirigen a la pureza de María, que, caso de plantearse la cuestión, hubieran llegado a la verdad por el mismo camino que seguían.
Y desde luego, lo que les impulsa a la alabanza tan unánime y fervorosa de la pureza de María es la existencia de una tradición que puede calificarse de apostólica, derivada de las enseñanzas de los Apóstoles.
II.- LA INMACULADA CONCEPCIÓN HASTA LA EDAD MEDIA
A partir del siglo IV, la Iglesia occidental no corre parejas con la oriental en profesar la Concepción Inmaculada de María.
La herejía nestoriana que atacó directamente, única en la historia, la prerrogativa máxima de la Virgen, su divina maternidad, y que iba extendiéndose en el siglo V, ofreció más frecuente ocasión y aun necesidad de exaltar la soberana figura de la Bienaventurada Madre de Dios; al paso que en Occidente, en esta misma época, el hereje Pelagio desfiguraba el concepto de pecado original y sus funestas consecuencias en los hombres, por lo que los Padres se ven constreñidos a tratar antes de la universalidad del pecado que de la gloriosa excepción que representa la Virgen.
Leamos algunos testimonios de una y otra Iglesia.
1.º LA IGLESIA ORIENTAL
1.- En la Iglesia oriental encontramos el esforzado defensor de la maternidad divina de María, San Cirilo, que escribe:
«¿Cuándo se ha oído jamás que un arquitecto se edifique una casa y la deje ocupar por su enemigo?».
No se puede expresar más claramente la idea de la Concepción Inmaculada.
Y Teodoto de Ancira:
«Virgen inocente, sin mancha, santa de alma y cuerpo, nacida como lirio entre espinas».
Y en otra parte:
«María aventaja en pureza a los serafines y querubines».
Proclo, secretario de San Juan Crisóstomo, en el mismo siglo V, dice de María que está formada «de barro limpio», es decir, de naturaleza humana, pero incontaminada.
2.- En el siglo VI, leemos en un himno compuesto por San Jaime Nisibeno:
«Si el Hijo de Dios hubiera encontrado en María una mancha, un defecto cualquiera, sin duda se escogiera una madre exenta de toda inmundicia».
Y a la santidad de María la califica de «Justicia jamás rota».
San Teófanes alaba así a María:
«Oh, incontaminada de toda mancha».
Y en otra parte:
«El purísimo Hijo de Dios, como te hallase a Ti sola purísima de toda mancha, o totalmente inmune de pecado, engendrado de tus entrañas, limpia de pecados a los creyentes».
San Andrés de Creta:
«No temas, encontraste gracia ante Dios, la gracia que perdió Eva… Encontraste la gracia que ningún otro encontró como Tú jamás».
Y en la carta a Sergio, aprobada por el Concilio Ecuménico VI, Sofronio dice de María:
«Santa, inmaculada de alma y cuerpo, libre totalmente de todo contagio».
En adelante, la palabra Inmaculada, Purísima, ya no se refiere directamente a la sola virginidad de María.
A medida que van adelantando los siglos se va perfilando con mayor precisión la idea de la Concepción Inmaculada.
Y así en el siglo VIII podemos leer estas palabras tan claras de San Juan Damasceno:
«En este paraíso (María) no tuvo entrada la serpiente, por cuyas ansias de falsa divinidad hemos sido asemejados a las bestias».
En los siglos IX y X se contornea aún con mayor claridad la Concepción sin mancha de María.
San José el Himnógrafo:
«Inmune de toda mancha y caída, la única Inmaculada, sin mancha, sola sin mancha», dice de la Virgen.
Y San Juan el Geómetra en un hermoso verso:
«Alégrate, Tú, que diste a Cristo el cuerno mortal; alégrate, Tú, que fuiste libre de la caída del primer hombre».
No es necesario proseguir porque en adelante la palabra Inmaculada, entre los orientales, ya tiene un significado preciso y concreto: la exención de María del pecado original.
Además, desde el siglo VII la Iglesia oriental celebraba la fiesta de la Inmaculada Concepción, aunque no fuera universalmente.
Sobre el significado de la fiesta oigamos a San Juan de Eubea:
«Si se celebra la dedicación de un nuevo templo, ¿cómo no se celebrará con mayor razón esta fiesta tratándose de la edificación del templo de Dios, no con fundamentos de piedra, ni por mano de hombre? Se celebra la concepción en el seno de Ana, pero el mismo Hijo de Dios la edificó con el beneplácito de Dios Padre, y con la cooperación del santísimo y vivificante Espíritu».
Como se observará, en estas palabras se menciona la creación de María y, asimismo, su santificación, como insinúa la alusión al Espíritu Santo a quien se apropia.
2.º EN LA IGLESIA OCCIDENTAL
1.- En la Iglesia occidental, el proceso hasta llegar a la confesión clara y paladina de la Concepción Inmaculada de María resultó más lento debido a circunstancias especiales que lo entorpecieron.
Pero el concepto que los Santos Padres manifiestan tener de la grandeza espiritual y moral de la excelsa Madre de Dios no desmerece ni cede en nada al de los orientales.
La admisión de una mancha en María hubiera producido en Occidente, al igual que en el Oriente, un escándalo entre los fieles, y hubiera chocado con la idea que se profesaba sobre la santidad eximia de la Bienaventurada Virgen.
Y en efecto, de ello echó mano el hereje Pelagio para atacar a su contrincante San Agustín, en la discusión sobre el pecado original que aquél negaba.
Juliano, discípulo del hereje, escribía dirigiéndose al Obispo de Hipona:
«Tú entregas a María al diablo por razón del nacimiento», es decir, si afirmas que el pecado original se trasmite por generación natural, María fue súbdita del diablo, porque de esta manera descendió y de este modo fue concebida por sus padres.
A esto contestó el Santo Doctor:
«La condición del nacimiento se destruye por la gracia del renacimiento»
. Se discute si, con estas palabras, el santo Obispo admitió la Inmaculada Concepción.
Pero es lo cierto que nuestro Doctor enseña que los pecados actuales tienen su origen en el pecado original.
«Nadie, dice, está sin pecado actual, porque nadie fue libre del original».
Ahora bien, opina que María no tuvo pecado actual alguno.
«Excepto la Virgen María, de la cual no quiero, por el honor debido al Señor, suscitar cuestión alguna cuando se trata de pecado… Si pudiéramos congregar todos los santos y santas… cuando aquí vivían, ¿no es verdad que unánimemente hubieran exclamado:
Si dijésemos que no tenemos pecado, nos engañamos y no hay verdad en nosotros?».
Así, según el principio que sienta el mismo Santo Doctor, hemos de concluir que María careció del pecado original.
En esta misma época, hacia el 400, encontramos el máximo poeta cristiano Prudencio que, interpretando la fe de la Iglesia en la pureza sin mancha de María, canta en escogidos versos:
«La víbora infernal yace, aplastada la cabeza, bajo los pies de la mujer.
Por aquella virgen, que fue digna de engendrar a Dios, es disuelto el veneno, y retorciéndose bajo sus plantas, vomita impotente su tóxico sobre la verde yerba».
2.- En el siglo V, San Máximo escribe estas palabras:
«María, digna morada de Cristo, no por la belleza del cuerpo, sino por la gracia original».
Al revés de lo que sucede en Oriente, en Occidente, a medida que van avanzando los siglos, se habla con mayor cautela sobre este asunto.
No que se nuble por completo la creencia en la Concepción Inmaculada de María, pues sabemos que pronto comenzó a celebrarse su fiesta, sino que los autores eclesiásticos, por la autoridad de San Agustín, cuya opinión sobre este misterio es dudosa, y ante la necesidad de defender el dogma cierto de la universalidad del pecado original y sus consecuencias, se ven constreñidos antes a tratar de este punto que a establecer e ilustrar la excepción que constituye María a la ley universal del pecado.
Buena prueba de que la fe en este glorioso privilegio de María no quedó ofuscada nos la suministra la Liturgia.
Dícese que en el siglo VII, y por obra de San Ildefonso, Arzobispo de Toledo, ya se celebraba la fiesta de la Concepción Inmaculada en España.
Algunos, empero, dudan de la autenticidad del documento en que se apoyan los que lo defienden.
Pero con toda seguridad se celebraba ya en el siglo IX, como aparece por el calendario de mármol de Nápoles, que reza:
«Día 9 de diciembre, la Concepción de la Santa Virgen María».
La fecha de la celebración (la misma en que la celebran los orientales) indica que la fiesta transmigró de Oriente, con el que mantenía intensa relación comercial Nápoles.
No es ésta la única constancia que queda de la celebración litúrgica.
Por los calendarios de los siglos IX, X y XI sabemos que se celebraba también en Irlanda e Inglaterra.
3.- Pero, a pesar de la celebración litúrgica, el significado de la solemnidad no estaba teológicamente fijado.
Y no deja de llamar la atención que fuese el Santo quizá más devoto de María quien frenase los impulsos del pueblo cristiano, suscitando la discusión teológica más enconada de la historia de los dogmas.
Me refiero a San Bernardo.
Habiendo llegado a sus oídos que los monjes de Lyón, en 1140, introdujeron la fiesta, el Santo Abad les escribió una carta vehementísima, reprobando lo que él llama una innovación «ignorada de la Iglesia, no aprobada por la razón y desconocida de la tradición antigua».
La carta es uno de los mejores documentos para probar la gran devoción del Santo a María.
Cada vez que la nombra, la pluma le rezuma unción, y con la inimitable galanura de estilo que le caracteriza, convence al lector de que en todo el raciocinio no hay ni brizna de pasión. Impugna el privilegio porque así cree deber hacerlo.
A pesar del enorme prestigio del santo Doctor, su carta no quedó sin réplica.
El primero que replicó a la misma, Pedro Comestor, ya hace notar la confusión de San Bernardo en el asunto, y distingue entre la concepción del que concibe, es decir, el acto de los padres, y la concepción del ser concebido, vale decir, la concepción activa y pasiva, que ya hemos definido antes.
Ni faltó tampoco, como en toda polémica, la frase dura y encendida de parte del contradictor:
«Dos veces -escribió Nicolás, monje de San Albano- fue traspasada el alma de María: en la Pasión de su Hijo y en la contradicción de su Concepción».
Aunque la carta del Doctor Melifluo no pudo impedir la extensión de la fiesta, que cada día cobró más auge, proyectó una influencia insospechada en las discusiones teológicas de los siglos posteriores.
III.- CONTROVERSIA DE LOS ESCOLÁSTICOS HASTA EL BEATO ESCOTO
1.- Los siglos XIII y XIV son los del máximo esplendor de la ciencia divina llamada Teología. Los que la cultivaron se llaman Escolásticos, y hubo varios centros de importancia, entre los más ilustres, la Sorbona de París y la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Al comentar los Escolásticos el «Libro de las Sentencias» de Pedro Lombardo, que les servía como de manual y guía para dar sus lecciones, se toparon con la cuestión de la Concepción de María. Los Doctores de París se inclinaron por la opinión maculista, y los de Oxford por la inmaculista, es decir, excluyeron a María de la común caída del pecado de origen. La victoria quedó por éstos últimos, y concretamente por el Beato Escoto, su más alto exponente y representante.
2.- En París, los Maestros se plantean la cuestión en estos términos:
¿Cuándo fue santificada la Virgen María?
Santificada aquí equivale, como se verá por el contexto de toda la cuestión, a purificada.
Por lo que en el mismo planteamiento del problema ya se da algo como presupuesto y seguro: que hubo en María algo que necesitaba purificación.
Causa de proponerse el problema en esos términos es el error contenido en el «Libro de las Sentencias» que comentaban.
El error consistía en afirmar que el pecado original se identifica con la concupiscencia de la carne, que corrompe y mancha al alma.
Y ponían un ejemplo:
Como la inmundicia del recipiente hace que el vino de suyo dulce se convierta en vinagre, así la concupiscencia de la carne, que se transmite por generación natural, mancha la pureza del alma.
En su concepto, el pecado original tenía dos elementos: uno material, que es la concupiscencia de la carne, y otro formal, lo propiamente llamado pecado, que es la carencia de la gracia.
Partiendo, pues, del principio que la carne, inficionada por la generación natural, inficiona a su vez el alma, los Doctores de París se preguntan:
¿Cuándo fue santificada, es decir, purificada María de esta infección inherente a la carne?
3.- El primero en plantearse la cuestión en estos términos es Fray Alejandro de Halés. Sienta el principio de que a «María se le otorgó cuando podía dársele», pero no saca todas las consecuencias que de él se derivan.
Y siguiendo la opinión que acabamos de exponer sobre el pecado original, se pregunta si María fue santificada en sus padres, respondiéndose que no, pues aunque ellos fueran santísimos, su santidad no pudo trasfundirse a la carne que concibieron.
Continúa investigando si la carne de María fue purificada antes que su alma entrase y fuese infundida en la misma, y resuelve que tampoco, porque la carne no puede ser sujeto de santidad alguna ni de ninguna gracia. Prosigue interrogando si fue santificada en el mismo momento de infundirse el alma en el cuerpo, y se inclina también por la negativa.
La conclusión es que fue santificada después de la concepción, aunque antes de nacer, porque si esto se concedió a Jeremías y al Bautista, «no puede negarse a tan excelsa Virgen lo que a otros se concedió».
4.- Sigue por el mismo camino, y con una conclusión más enérgica, el Doctor San Alberto Magno.
Este cree ser de fe que María fue concebida en pecado original, pues las Escrituras, en el célebre texto de San Pablo, enseñan «que en Adán todos pecaron», y si todos, también Ella.
5.- Los dos colosos de la ciencia teológica, que continuaron la labor de enseñanza de los dos ya mencionados, prosiguen, aunque más expeditos, por el mismo sendero. Son Santo Tomás y San Buenaventura.
El Doctor Angélico, Santo Tomás, afirma y repite con insistencia en varias partes de sus obras, escritas en diversas épocas, que María contrajo el pecado de origen.
Citemos sólo lo que escribe en su obra máxima, «La Suma».
«A la primera pregunta de si María fue santificada antes de recibir el alma», responde que no, porque la culpa no puede borrarse más que por la gracia, cuyo sujeto es sólo el alma.
«A la segunda, es decir, si lo fue en el momento de recibir el alma», responde que ha de decirse que «si el alma de María no hubiese sido jamás manchada con el pecado original, esto derogaría a la dignidad de Cristo que está en ser el Salvador universal de todos.
Y así, bajo la dependencia de Cristo, que no necesitó salvación alguna, fue máxima la pureza de la Virgen. Porque Cristo de ningún modo contrajo el pecado original, sino que fue santo en su concepción misma, según aquello de San Lucas:
“El que ha de nacer de Ti, santo, será llamado Hijo de Dios”.
Pero la Santísima Virgen contrajo ciertamente el pecado original, si bien quedó limpia de él antes del nacimiento».
Y en otra parte se pregunta cuándo fue santificada, y responde:
«Poco después de su concepción».
A estas palabras tan claras se les ha querido dar últimamente un significado distinto, haciendo mil equilibrios para que signifiquen que Santo Tomas no negó el privilegio de María, como si negarlo entonces supusiese defecto alguno.
El Santo y ponderadísimo Doctor reiría de buena gana las acrobacias intelectuales de algunos de sus comentaristas.
San Buenaventura insinúa tímidamente la solución verdadera de la cuestión, pero se declara explícitamente partidario de la opinión maculista.
Después de exponer la opinión común, escribe:
«Algunos dicen que en el alma de la Santísima Virgen la gracia de la santificación se adelantó a la mancha del pecado original… Esto significa, según ellos, lo que San Anselmo dice de la Santísima Virgen: que María fue pura, con pureza tan alta, que mayor, fuera de la de Dios, no se puede imaginar.
Esto no repugna a la fe cristiana, porque la misma Virgen fue liberada del pecado original por la gracia que dependía y tenía su origen en Cristo, como las demás gracias de los Santos.
Éstos fueron levantados después de caídos, la Virgen fue sostenida en el acto de caer para que no cayera, según la referida opinión».
Ninguno había expuesto aún en París tan claramente, ni insinuado con tanta precisión, los argumentos a favor de la Inmaculada.
Pero San Buenaventura se inclinó por la contraria.Tiranía de la razón que se impuso sobre los anhelos del amor.
4.- No estaba reservada a los Doctores de París la empresa de defender el privilegio de María.
Cuando la doctrina contraria a la Inmaculada Concepción era corriente entre los teólogos, corroborada por la autoridad de los grandes maestros, «bajó a la palestra el Doctor providencial que Dios mandó a la Iglesia para este caso», decía el antiguo Oficio de la Inmaculada: el Beato Juan Duns Escoto.
IV.- LA INTERVENCIÓN DEL DOCTOR MARIANO
1.- El Beato Juan Duns Escoto nació en Maxton (Escocia), de la noble familia Duns.
Se formó en la Universidad de Oxford, y en la misma y en París enseñó teología. Al llegar a París, la cuestión sobre la Concepción de María estaba definitivamente ventilada y resuelta en sentido negativo.
Su doctrina sobre la exención de María de todo pecado chocó con el ambiente reinante en la Universidad, y, según el estilo de la época, tuvo que defender su opinión en una disputa pública con los doctores de la misma.
El rotundo triunfo que alcanzó, midiendo su ingenio y saber con los Maestros más renombrados, hizo aquella discusión científica celebérrima en los anales de la Universidad y aun de la Iglesia.
La leyenda y la tradición, como acostumbran con los hechos trascendentales, la han adornado con mil detalles hermosos.
Las crónicas eclesiásticas aseguran que, al pasar el Doctor por los claustros de la Universidad para la discusión, se postró ante una imagen de María, implorando su auxilio, y que la marmórea imagen inclinó su cabeza.
En el aula magna de la Universidad, aguardaban al Doctor todos los Maestros.
Presidían la Asamblea los Legados del Papa, presentes a la sazón en París para negociar ciertos asuntos con el Rey.
Sea de ello lo que fuere, la tradición nos dice que se opusieron al Doctor Mariano doscientos argumentos, que él refutó y pulverizó después de recitarlos uno tras otro de memoria.
El número de argumentos, aun sin llegar a los doscientos, fue grande, porque de los fragmentos de la disputa que han llegado hasta nosotros se pueden recoger cincuenta.
La nobilísima Asamblea se levantó aclamándole unánimemente vencedor.
Una defensa similar del privilegio mariano tuvo lugar en Colonia, donde el triunfo alcanzado por el Defensor de María fue tal, que hasta los niños le aclamaban por las calles:
¡Vencedor Escoto!
Todos estos detalles de la leyenda demuestran la impresión que causó la defensa escotista en la imaginación de los contemporáneos que veían irremisiblemente perdida la causa en el terreno intelectual. Pero si los detalles son legendarios, queda en pie la historicidad del hecho conocido con el nombre de Disputa de la Sorbona, como ha probado con sus estudios el mariólogo P. Carlos Balic, conocido en todos los centros teológicos.
2.- Pasemos a exponer la doctrina del Doctor Mariano.
Notemos ante todo que el Beato Juan Duns Escoto se plantea la cuestión de modo completamente diferente al de los que le precedieron:
«¿Fue concebida María en pecado original?».
Este modo de preguntar no presupone ni prejuzga nada, y tiene un sentido claro y terminante: ¿Tuvo o no tuvo el pecado original?
Ello arranca de la idea que nuestro Doctor tiene del pecado de origen, hoy común a todos los teólogos.
Para el Beato Escoto, el pecado original no consiste más que en la negación de la gracia que se debiera poseer.
Y por eso no ha de preguntarse nada sobre la carne, como hacían los anteriores.
A la pregunta, pues, de si María fue concebida en pecado, responde:
No.
¿Motivos?
La perfectísima Redención de su Hijo y la honra y honor del mismo.
Es decir, que la dificultad de los contrarios la esgrime él como argumento casi único.
Resumámoslo: «Se afirma que en Adán todos pecaron y que en Cristo y por Cristo todos fueron redimidos. Y que si todos, también Ella. Y respondo que sí, Ella también, pero Ella de modo diferente. Como hija y descendiente de Adán, María debía contraer el pecado de origen, pero redimida perfectísimamente por Cristo, no incurrió en él.
¿Quién actúa más eximiamente, el médico que cura la herida del hijo que ha caído, o el que, sabiendo que su hijo ha de pasar por determinado lugar, se adelanta y quita la piedra que provocaría el traspié?
Sin duda que el segundo.
Cristo no fuera perfectísimo redentor, si por lo menos en un caso no redimiera de la manera más perfecta posible.
Ahora bien, es posible prevenir la caída de alguno en el pecado original.
Y si debía hacerlo en un caso, lo hizo en su Madre».
El Beato Escoto va aplicando el argumento ora desde el punto de vista de Cristo Redentor perfectísimo, ora desde el punto de vista del pecado, ora desde el ángulo de María, llegando siempre a la misma conclusión.
Su argumento quedó sintetizado para la posteridad con aquellas cuatro celebérrimas palabras: Potuit, decuit, ergo fecit, pudo, convino, luego lo hizo.
Podía hacer a su Madre Inmaculada, convenía lo hiciera por su misma honra, luego lo hizo.
De todo lo cual se deduce, escribe el Doctor Alastruey, en su conocida «Mariología»:
1.º Que el Doctor Mariano distingue perfectísimamente entre la ley universal del pecado de origen, en la que entra María, y la caída real.
Es decir, entre el débito, como dicen los teólogos, y la contracción del pecado. María debía contraerlo por ser descendiente de Adán, pero no lo contrajo porque fue preservada. Por eso, su preservación se llama privilegio.
2.º Que el Doctor Mariano concilia a perfección la preservación de María y su dependencia de la Redención de Cristo.
Esto lo consigue distinguiendo entre la Redención curativa y la preservativa.
Esta última es, en opinión suya y ante el testimonio de la razón, redención más perfecta.
Por lo que María, en su privilegio, lejos de menoscabar el honor de Cristo escapando a su influjo, como temían los antiguos, depende de Él en forma más brillante y más efectiva.
3.º Finalmente, Escoto consiguió pulverizar los principales argumentos de la opinión contraria y poner en claro que nada podía deducirse de los dogmas de la fe que fuera contrario a la Concepción Inmaculada de María.
Las páginas del Doctor Mariano vinieron a ser el arsenal en que recogían armas y argumentos los defensores del privilegio de María; y al cabo de tantos siglos de disquisiciones científicas, se llegó a la definición dogmática sin que se pudiese añadir a sus páginas ni una idea, ni un argumento, ni una distinción más.
Y para que no faltase al aguerrido defensor de la Virgen el testimonio de la opinión contraria, se lo propinó el Padre Gerardo Renier, que de enemigo doctrinal pasó, como muchos a lo largo de la historia del Dogma, a adversario personal del Beato Escoto, escribiendo a propósito de sus enseñanzas en París:
«El primer sembrador de esta herética maldad (la Inmaculada Concepción) fue Juan Duns Escoto, de la Orden Franciscana».
Calificación teológica que, como es evidente, fue profética.
No se había visto jamás que un puñado de barro lanzado contra el adversario se convirtiera en el trayecto en un manojo de rosas y lirios.
V.- HASTA LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA
1.- Siguieron al Beato Escoto, como es fácil suponer, todos los franciscanos, que le adoptaron por Maestro, y entre sus discípulos se pueden citar nombres tan ilustres como Francisco Mayrón, Andrés de Neuchateu, Juan Basols, etc.
Toda la Orden Franciscana en general, escribe Campana en María en el Dogma católico, aceptó la doctrina de su Maestro de modo que, al poco tiempo, a la Concepción Inmaculada se la llamó la opinión franciscana, nombre con que fue designada hasta la definición dogmática.
2.- Perdido ya el prestigio en la Universidad de París, la opinión contraria apeló al Papa Juan XXII en su corte de Aviñón.
Y a pesar de que el Pontífice estaba en grave disensión con la Orden Franciscana a causa de las controversias sobre la pobreza, tras una disputa entre un franciscano y un dominico, el Papa se inclinó por la opinión inmaculista, y como conclusión mandó celebrar la fiesta en la capilla papal.
La determinación de Juan XXII significó un paso decisivo para el triunfo de la Inmaculada.
Y nos hallamos en 1325, es decir, a unos veinte años solamente de la Defensa de Escoto.
2.- Un incidente que revela los sentimientos y proceder de toda una generación fue el sucedido en 1335. Juan de Monzón recibió la investidura de Doctor.
En su primera lección magistral sostuvo cuatro proposiciones contra la Inmaculada Concepción. La Universidad las reprobó y confió al franciscano Juan Vital que las refutara, como hizo en su «Defensórium pro I. M. Conceptione».
Confirmada la sentencia o calificación de la Universidad por el Obispo de París, el dominico apeló al Papa, ante el cual triunfó nuevamente la opinión inmaculista.
Pero la lucha, escribe el P. Sola, S.J., en su libro «La Inmaculada Concepción», había llegado a su punto culminante.
Como Escoto había arrastrado tras sí a toda su escuela, Monzón arrastró, asimismo, a toda la tomista.
Y si los discípulos de Escoto formularon el voto de defender el privilegio hasta la sangre, los contrarios formularon, asimismo, el de defender la doctrina de Santo Tomás sobre este tema.
3.- No es necesario seguir ya más el curso de las discusiones científicas, porque en adelante la opinión maculista va perdiendo sensiblemente terreno, y su actuación, interés.
Ya es conocido que en el Concilio de Basilea se tuvo un largo debate entre maculistas e inmaculistas con el triunfo de éstos, pero la decisión del Concilio quedó sin valor porque, al tomarla, el Concilio ya no era canónico.
Ante Sixto IV, y nos hallamos en el siglo XV, se sostuvo otra disputa entre el dominico Bandelli y el franciscano Francisco de Brescia; la victoria de éste fue tan rotunda, que la Asamblea se levantó aclamándole Sansón, nombre con que es conocido en la Historia.
Y de triunfo en triunfo, llegamos al Concilio de Trento que, al hablar de la universalidad del pecado original, aunque no define el dogma de la excepción de María, significó su opinión con estas palabras:
«Declara, sin embargo, este santo Concilio que, al hablar del pecado original, no intenta comprender a la bienaventurada e inmaculada Virgen María, sino que hay que observar sobre esto lo establecido por Sixto IV».
4.- Las palabras del Concilio fueron decisivas para la extensión de la doctrina inmaculista y no tardó mucho en ser opinión universal.
Apenas se hallará una Orden religiosa que no pueda presentar nombres ilustres de grandes teólogos que favorecieron la prerrogativa de la Virgen, contribuyendo a su triunfo.
La Compañía de Jesús puede presentar a Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Toledo, Suárez, San Pedro Canisio, San Roberto Belarmino y otros muchos más.
La gloriosa Orden Dominicana, el celebérrimo Ambrosio Catarino, Tomás Campanella, Juan de Santo Tomás, San Vicente Ferrer, San Luis Beltrán y San Pío V, papa, etc.
La Orden Carmelitana, ya en 1306, determinó celebrar la fiesta en el Capítulo General reunido en Francia, y los agustinos defendieron también la prerrogativa de la Virgen ya en 1350.
5.- La contribución de nuestra Patria [España] al triunfo del Dogma de la Inmaculada Concepción merece capítulo aparte, y por cierto bien nutrido y glorioso, pero ello nos apartaría del carácter
puramente doctrinal que tienen estas breves notas históricas.
Recordemos solamente, como tan significativas, las legaciones de nuestros reyes a los Sumos Pontífices pidiendo la definición del dogma.
Por eso Pío IX quiso que el monumento a la Inmaculada, después de su definitivo oráculo, se levantara en la romana Plaza de España.
VI.- LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA DE LA INMACULADA
1.- El Papa Pío IX, de feliz memoria, se decidió a dar el último paso para la suprema exaltación de la Virgen, definiendo el dogma de su Concepción Inmaculada.
Dícese que en las tristísimas circunstancias por las que atravesaba la Iglesia, en un día de gran abatimiento, el Pontífice decía al Cardenal Lambruschini:
«No le encuentro solución humana a esta situación».
Y el Cardenal le respondió:
«Pues busquemos una solución divina. Defina S. S. el dogma de la Inmaculada Concepción».
Mas para dar este paso, el Pontífice quería conocer la opinión y parecer de todos los Obispos, pero al mismo tiempo le parecía imposible reunir un Concilio para la consulta.
La Providencia le salió al paso con la solución.
Una solución sencilla, pero eficaz y definitiva.
San Leonardo de Porto Maurizio había escrito una carta al Papa Benedicto XIV, insinuándole que podía conocerse la opinión del episcopado consultándolo por correspondencia epistolar…
La carta de San Leonardo fue descubierta en las circunstancias en que Pío IX trataba de solucionar el problema, y fue, como el huevo de Colón, perdónese la frase, que hizo exclamar al Papa:
«Solucionado».
Al poco tiempo conoció el parecer de toda la jerarquía.
Por cierto que un obispo de Hispanoamérica pudo responderle:
«Los americanos, con la fe católica, hemos recibido la creencia en la preservación de María».
Hermosa alabanza a la acción y celo de nuestra Patria.
2.- Y el día 8 de diciembre de 1854, rodeado de la solemne corona de 92 Obispos, 54 Arzobispos, 43 Cardenales y de una multitud ingentísima de pueblo, definía como dogma de fe el gran privilegio de la Virgen:
«La doctrina que enseña que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, es revelada por Dios, y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles».
Estas palabras, al parecer tan sencillas y simples, están seleccionadas una por una y tienen resonancia de siglos.
Son eco, autorizado y definitivo, de la voz solista que cantaba el común sentir de la Iglesia entre el fragor de las disputas de los teólogos dela Edad Media.
Fuente: Pascual Rambla, O.F.M., Tratado popular sobre la Santísima Virgen; Parte III, Cap. V: Historia del dogma de la Inmaculada Concepción.
El dogma de la Inmaculada Concepción se Encuentra contenido en las Escrituras
El Dogma de la Inmaculada Concepción se encuentra contenido realmente en las Escrituras y el Espíritu Santo ha sido quien lo ha clarificado a la Iglesia para conocimiento de toda la humanidad.
Dios tenía a María como parte de su plan salvífico desde el principio:
Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya…
(Gn 3,15).
No es por casualidad que Jesús llama a María “mujer”, la nueva Eva- en la cruz- porque allí venció a Satanás.
(También Pablo utiliza la palabra “mujer” en Gál 4,4).
Jesús la exalta como la Nueva Eva: la mujer.
Existen muchos malentendidos sobre la doctrina.
El Papa Pío IX, en 1854, proclamó la fe de la Iglesia: que María, desde el momento de su concepción, por un don gratuito de Dios y por los méritos de Jesucristo, fue preservada de toda mancha del pecado original.
Esta doctrina incluye que María nunca desobedeció a Dios en toda su vida.
Los protestantes dicen que sólo Dios no tiene pecado, y entonces que María es pecadora.
Prueba de esto es que ella misma llamó a Jesús Salvador
(Lc 1, 47).
Además, dicen ellos, Pablo escribió que no hay ningún justo, nadie busca a Dios,… todos pecaron
(Ro 3, 10-12 y 23)
Pablo citó al rey David.
Si llevamos lejos el argumento de que nadie es justo llegamos hasta el extremo del absurdo porque la Biblia dice que Elizabeth y Zacarías eran justos (Lc 1, 6 y 2, 5), y mientras Pablo dice “nadie busca a Dios”, Cornelio sí lo buscaba (Hch 10, 3-5).
Adán y Eva eran justos antes de pecar.
¿No son justos los ángeles y santos en el cielo?
¿No es Jesús justo?
¿Como puede Santiago decir en 5, 15:
La oración eficaz del justo puede mucho si no hay justos?
La palabra griega para “todos” no necesariamente indica universalidad absoluta.
En Romanos 5, 12 Pablo dice que la muerte pasó a todos, pero sabemos que Enoc y Elías no murieron. (Ver “todo” en Hch 1,1, y Mc 16, 20).
Hay tres argumentos bíblicos que muestran este dogma:
1- La Santidad absoluta de Dios.
2- Las figuras del Antiguo Testamento referidas a María.
3- El saludo del ángel Gabriel, el día de la Anunciación.
Paso a explicarme:
1- La Santidad absoluta de Dios
Esta prueba ya la he desarrollado con anterioridad, por o cual es conocida ya por ustedes.
Sin embargo, la repetiré para que quede la explicación en este mismo epígrafe.
En Éxodo 3, 5 leemos:
”Yahvé dijo:
Quita las sandalias de tus pies, que el lugar donde estás es tierra santa”.
Cristo es Dios, y su presencia también santifica, entonces, ¿Cómo iba a mezclarse el pecado en el vientre que había contenido la carne del Dios Unigénito?
Según el Éxodo, eso no podía ser, por que lo que Dios toca directamente, es para Él.
Según el Éxodo, el lugar donde Dios habla y se manifiesta es un lugar santo, y lo más revelador, no puede ser tocado por nada profano.
Moisés no podía mezclar el polvo de la tierra profana con el polvo del lugar donde Dios estaba hablando… por que la presencia de Dios santifica.
Números 4, 15:
Cuando Aarón y sus hijos hayan acabo de cubrir el santuario y sus utensilios todos y se levante en campamento, vendrán los hijos de Caat para llevarlos, pero sin tocar las cosas santas” no sea que mueran
Dios mismo prohíbe que manos no consagradas toquen los utensilios que servían para su culto, ya que solo debían ser tocados por los sacerdotes…
¿Cómo iba a permitir Dios que el vientre que había sido tocado por el Sumo y Eterno Sacerdote Jesús fuera tocado por Satanás?
1 Samuel 5, 1 y siguientes El texto es muy largo, pero en resumen:
Los filisteos capturan el arca de la alianza y la ponen delante de Dagón, pero dagón cae de su altar ante el arca, y los filisteos son castigados con plagas.
Veamos algo:
Si el Arca del alianza que contenía el maná, las tablas de la Ley y la vara de Aarón (las tres son figuras de Cristo) no toleraba estar cerca de profanos y pecadores…
¿Cómo el vientre de María que contuvo a Cristo, pan bajado del cielo, Jesús Palabra del Padre, Jesús Sumo y Eterno Sacerdote, iba a estar en contacto con el pecado?
Recordemos que el Antiguo Testamento es solo el anuncio y el Nuevo es el cumplimiento y su plenitud. Por lo tanto, la santidad de Dios se nos revela más plena en el Nuevo, con la Encarnación de Cristo.
En Lucas 19, 45-48 leemos que Jesús expulsó a los mercaderes del Templo… por que el Templo es la casa de oración. En el Nuevo Pacto, el Templo es Jesús mismo:
Juan 2, 19-21
“Destruid este templo que en tres días lo levantaré…pero Él habla del Templo de su cuerpo”
Si Jesús expulsó a hombres pecadores del Templo del Antiguo Testamento, por ser éste sagrado…¿Cómo es posible que el pecado habitara en el mismo lugar en que estuvo el Sagrado y definitivo Templo de Dios, que es Cristo?
Mateo 9, 20-23:
“Entonces una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años, se acercó por detrás y le tocó la orla del vestido, diciendo para sí misma: Con solo que toque su vestido quedaré sana…”
Mateo 14, 36:
”Suplicándole que les dejase tocar siquiera la orla de su vestido, y todos los que le tocaba quedaban sanos”
He aquí un hecho:
Los vestidos de Jesús, estaban “santificados”,
¿Qué de aquel vestido que durante 9 meses albergó al Dios Eterno?
2. Las figuras marianas en el Antiguo Testamento
Principalmente tres:
a. Eva
María está prefigurada en Eva, la madre de nuestra raza. (Hay que recodar que los tipos son solamente sombras de los antitipos del Nuevo Testamento).
María es nuestra madre por ser la madre de la Iglesia cuerpo de Cristo
(Ap 12, 17).
Lo que Eva perdió por desobedecer, María lo corrigió por su fe:
He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra
(Lc 1, 38).
Mientras la serpiente venció a Eva (Gn 3, 13), Dios protegió a María de su mordedura:
Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto…
(Ap 12, 13-16).
b. La enemistad entre la Mujer y su simiente y la Serpiente
Vemos en Génesis algo muy importante:
dice la simiente suya (la simiente de la mujer) (3, 15), y la palabra griega en la versión de la Setenta es SEMENOS (semen en castellano).
Entonces, ya que una mujer no tiene semen, la única mujer a quien se podría referir es a María, cuyo hijo fue concebido sin hombre, porque las demás personas nacen de mujer y hombre, de quien viene el semen. Génesis nos dice que existiría entre la mujer y la serpiente una enemistad completa y que la mujer iba a herir a la serpiente:
Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya.
Esta mujer (María prefigurada) está en enemistad total con el diablo.
No existiría tal enemistad total si María hubiese pecado como pecó Eva. No son socios. La serpiente es fuente de todo pecado y maldad. Al fin y al cabo es Dios quien hace que María no peque:
YO PONDRÉ enemistad entre tú y la mujer (Gn 3, 15).
c. Tabernáculo y Arca de la Alianza
También María es el Nuevo Tabernáculo.
El primer tabernáculo fue detalladamente construido según Éxodo 25, 9 y 39, 42-43 para ser perfecto y sin mancha
(2 Cr 7, 2).
Esto prefigura a María. La gloria de Dios cubrió y llenó el primer tabernáculo
(Ex 40, 34-38).
Comparar esto con las palabras de Gabriel en Lucas 1, 35 donde María está cubierta con esta gloria, sobre ella bajó la gloria del Espíritu Santo.
Hay un paralelismo entre Lc 1, 35 y Ex 40, 34-35.
La fuerza del paralelismo está aquí:
Como la nube que envuelve la tienda de la reunión significa que el interior de la morada está lleno de la gloria del Señor, así el poder del Espíritu que desciende y cubre con su sombra a María hace que su seno quede lleno de la presencia de un ser que será Santo e Hijo de Dios.
La punta de los paralelos señalados está en la equivalencia entre “la gloria del Señor” por una parte y los apelativos Santo e Hijo de Dios por otra.
El niño que deberá nacer de María será de naturaleza divina.
María fue prefigurada como el tabernáculo perfectamente construido sin mancha.
La traducción de los Setenta (LXX) utiliza la misma palabra y habla de la misma manera de María (el poder del Altísimo la llena en Lc 1, 35) como lo que pasó con el tabernáculo (Ex 40, 34-35).
Es claro también que Lucas quiere que veamos a María como otra arca de la alianza también construida perfectamente.
Comparar también segunda de Samuel (6, 9), vemos que David dice algo semejante a lo que dice Elizabeth a María (en Lc 1, 43):
¿Cómo ha de venir a mí el arca de Yahvé?; David salta frente al arca (2 S 6, 14) como saltó de alegría Juan el Bautista frente a María (Lc 1, 44) la Nueva Arca de la Nueva Alianza que contiene a Jesús el verdadero pan de cielo (el primer arca contenía el maná).
Y no es por casualidad que del arca se dice que estuvo en casa de Obed-edom geteo tres meses (2 S 6, 11), igual que se dice de María: Y se quedó María con ella como tres meses (Lc 1, 56).
Así se encuentra este enlace entre el arca construida perfectamente y María en el libro del Apocalipsis: Y el tempo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo.
Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.
Apareció en el cielo UNA GRAN SEÑAL:
una mujer vestida del sol… (Ap 11, 19-12,1).
3- El saludo del ángel Gabriel, el día de la Anunciación
Probablemente otros tocarán el punto del “kecharitomene” y su relación con la Virgen María y su Inmaculada Concepción.
Yo no lo haré, sino que dejaré que quien lo quiera explicar, lo explique.
Yo haré uso de otra palabra del ángel el día de la anunciación, y que en cierta medida encierra este dogma.
El ángel Gabriel le dice a María:
“Jaire kecharitomene”, “Alégrate, llena de gracia”.
Jaire, que significa alégrate, es la forma como Dios quiso que se saludara a María, y no por un simple formalismo ni por etiqueta, sino porque Dios quiere demostrarnos algo:
María es la Hija de Sión profetizada siglos antes por tres santos profetas:
Sofonías, Joel y Zacarías.
Joel 2, 21. 27:
“Suelo, no temas; alégrate y gózate, porque el SEÑOR hizo grandes cosas…
Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy el SEÑOR vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”.
En la profecía de Joel, dios habla al “suelo” y le invita a la alegría.
¿Qué significa este suelo?
Si examinamos otros textos de las Escrituras, el suelo es fertilidad, quien da vida.
Pero hay tres textos donde el “suelo” evoca a María:
Génesis 2,7:
“Modeló Yahvé Dios al hombre de la arcilla…”
Dios ha tomado tierra del suelo y con ella creo a Adán.
Dios tomó carne de María, y con ella llegó a existir Cristo, el Nuevo Adán.
Génesis 22, 13:
Subió Abraham con Isaac al monte de Moriah para sacrificarlo…
Dios impide que lo sacrifique y luego…
”Alzó Abraham los ojos, y vio tras sí a un carnero enredado por los cuernos en la espesura, y tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en vez de su hijo”.
En el texto anterior, el carnero es la figura de Cristo, quien es ofrecido en sacrificio sustituto por nuestros pecados, y así como el carnero salvó a Isaac de morir, así el Nuevo Carnero nos salva de la muerte eterna.
Pero hay un detalle que debemos tomar en consideración.
Al igual que con Melquisedec, de ese carnero no se habla su origen.
Abraham no lo había visto antes, sino que repentinamente lo vió.
El carnero, sin origen, es fruto de la tierra de Moriah, por lo que simboliza esta tierra también a María, la tierra que nos proporciona el Carnero de nuestra salvación.
Éxodo 3, 1-2:
“Moisés, llegado al monte Horeb, se le apareció el ángel de Yahvé en llama de fuego de en medio de una zarza….”
El fuego y la voz que salen de la zarza, son también figuras de Cristo, Verbo del Padre y luz del mundo. Lo interesante es que la Voz y el Fuego, salen de la zarza que estaba plantada en el monte de Horeb, así como el Verbo y la Luz del mundo salieron de la Virgen María.
Volviendo al profeta Joel, vemos que cando dice “Suelo, alégrate”, es una evocación directa a María, que en otras partes de la Escritura es prefigurada como “monte, suelo, tierra”, que nos produce a Cristo.
Joel 2, 21. 27:
“Suelo, no temas; alégrate y gózate, porque el SEÑOR hizo grandes cosas…
Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy el SEÑOR vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”.
Comprueban que esa profecía se refiere a María, el hecho que la Virgen admite que en ella se cumplen esas profecías:
Lucas 1, 49:
“Por que ha hecho maravillas en mí el Poderoso, cuyo nombre es Santo”.
Entonces vemos que Joel profetiza al “suelo” que se alegre, por que el Señor hizo Maravillas.
En el Nuevo Testamento el ángel le dice a María que se alegre, y María nos muestra la causa de esa alegría:
El Poderoso ha obrado en ellas maravillas.
No hay duda que Joel se está refiriendo a María en esta profecía.
Y aquí viene lo revelador de esta profecía con el dogma de la Inmaculada Concepción:
“Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy el SEÑOR vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”.
Claramente se profetiza que si Dios está en medio de “Israel”, éste no será avergonzado.
El Espíritu santo llenó a María, y Cristo se hace en carne en su vientre.
Dios habita en medio de María, y poniendo atención a las palabras de Joel, María no podía ser avergonzada, por lo tanto, María no puede tener pecado.
Salmos 44.15
Cada día mi vergüenza está delante de mí, y me cubre la confusión de mi rostro.
La misma Biblia relaciona la vergüenza con el pecado.
Y Dios ha declarado por medio de Joel que si él habita en medio de alguien, no habrá vergüenza, por ende, no habrá pecado.
La Trinidad completa habitó en María, según las palabras de Joel, según la misma Biblia, ¿Tendrá entonces ella pecado?
Otro texto que evoca el “Jaire” de Gabriel es:
Zacarías 9, 9:
“Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí, tu Rey vendrá a ti, Justo y Salvador”
Pero un texto donde la Inmaculada Concepción aparece claro, es el de Sofonías:
Sofonías 3, 14-17:
“Canta, oh hija de Sión; da voces de júbilo, Oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, oh hija de Jerusalén.
El SEÑOR ha revocado los decretos en tu contra, echó fuera tu enemigo; El SEÑOR es Rey de Israel en medio de ti; nunca más verás el mal.
En aquel tiempo se dirá a Jerusalén:
No temas; Sión, no se debiliten tus manos. El SEÑOR está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cantar”.
Otro texto completamente mariano.
Al igual que con los otros textos y con Lucas, se invita a la hija de Sión a alegrarse.
Al igual que con Joel, se declara que el Señor está en medio de la hija de Jerusalén.
No olvidar que el ángel Gabriel también lo declaró al decirle:
“El Señor está contigo”.
Vemos que el Ave María ya había sido dicho por Joel y por Sofonías mucho antes que por Gabriel:
Alégrate, que el Señor está contigo”.
Lo importante en este texto son las otras palabras de Sofonías:
“El SEÑOR ha revocado los decretos en tu contra, echó fuera tu enemigo”
El texto anterior es una prueba irrefutable de la Inmaculada Concepción:
La que es invitada a alegrase, por que en medio de ella está Yahvé Dios, resulta que tiene otro motivo de alegría:
El Señor ha retirado contra ella sus decretos.
El decreto del pecado y la muerte, dado en Génesis a la humanidad, y también tiene otro motivo de alegría:
Ha echado fuera a su enemigo, que también evoca la enemistad del Génesis, entre la Serpiente y la Mujer.
Es en este texto donde se dice que el enemigo no ha tocado a al mujer.
Por lo tanto, la Mujer, la hija de Sión no tiene los decretos dados en contra la humanidad, y tampoco ha sido tocada por el Enemigo.
Por lo tanto, la mujer que es invitada a alegrarse por que el Señor habita en medio de ella, es inmaculada.
Autor: Alex Grandet Fuente: Catholic.net
La Inmaculada Concepción de la Virgen María (Catequesis de Juan Pablo II)
Catequesis de Juan Pablo II (29-V-96)
1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de Oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación…
Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3,15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: «Ella te aplastará la cabeza», ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta a la serpiente bajo sus pies.
Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente.
Ese texto, por consiguiente, no atribuye a María, sino a su Hijo la victoria sobre Satanás.
Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.
2. En el mismo texto bíblico, además, se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra.
Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen.
Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado.
Y esto desde el primer momento de su existencia.
A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así:
«Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese período de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre»
(AAS 45 [1953], 579).
La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida.
El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado.
Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.
3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.
Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también el capítulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol»
(Ap 12,1).
La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado.
Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual, cuando afirma:
«La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12,5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer-comunidad está descrita con los rasgos de la mujer-Madre de Jesús.
Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz»
(Ap 12,2).
Esta observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19,25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2,35), en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos.
A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.
Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu.
Por último, el Apocalipsis invita a reconocer más particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.
4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.
El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido de mujer»
(Sal 50,7; Jb 14,2).
En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación»
(Rm 5,12.18).
Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído».
Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404).
San Pablo admite una excepción de esa ley universal:
Cristo, que «no conoció pecado» (2 Cor 5,21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia «donde abundó el pecado» (Rm 5,20).
Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad pecadora.
El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.
San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva.
Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado.
Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.
El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora.
Con una diferencia sustancial:
Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.
Teología de la Inmaculada Concepción
Como la exégesis ha enmarcado a la inmaculada en el amplio cuadro de la historia de la salvación, así la teología debe insertarla en la visión global del misterio cristiano.
En efecto, desde el punto de vista histórico, la inmaculada concepción ha sido vista intuitivamente por los fieles en el amplio horizonte de los datos revelados, entre los cuales hay que enumerar la santidad de María, la redención operada por Cristo y el pecado original.
Al aislar la verdad mariana se corre el riesgo de no comprenderla, e incluso de darle una interpretación herética, como ocurrió a Pelagio y a Julián de Eclana, los cuales consideraron a María sin pecado, pero separándola del influjo del único mediador y alterando radicalmente el significado profundo de la inmaculada concepción en el sentido de la autosalvación.
Diversos motivos de orden teológico, ecuménico y pastoral (como el primado de la perspectiva cristocéntrica sobre la amartiológica, la exigencia de una formulación en términos más bíblicos y positivos, la instancia de proponer la fe en expresiones a tono con la cultura contemporánea…) mueven a una presentación actualizada de la inmaculada concepción. Sin rechazar nada del contenido del dogma definido, hay que encuadrarlo no solo en el conjunto de la vida de María, sino también armonizarlo con los diversos elementos de la historia de la salvación, y sobre todo con su centro vivo, que es Cristo.
SIGNO MANIFESTATIVO DEL AMOR GRATUITO DEL PADRE
Seria grave error presentar la inmaculada concepción ante todo como un privilegio o una excepción, como una condición totalmente diversa y aislada de todo el resto de la humanidad.
Según la Escritura, cualquier acontecimiento ocurrido en el tiempo es una realización del plan divino de salvación trazado por el amor misericordioso y sabio del Padre “antes de la creación del mundo”
(cf Ef 1,4).
También la inmaculada concepción forma parte del designio salvífico de Dios, del “único e idéntico decreto” -dirá en términos más jurídicos la bula Ineffabilis Deus- por el cual Dios dispuso la encarnación redentora.
Todas las confesiones cristianas están de acuerdo -más allá de las afirmaciones bíblicas favorables a las tesis escotista o tomista de la encarnación de Cristo incluso sin darse el pecado de los hombres- acerca de la eterna elección salvífica de los hombres en Cristo, que históricamente comporta la victoria sobre el pecado.
Se trata para todos de elección gratuita: ninguna obligación por parte de Dios, ninguna pretensión por parte del hombre. Pero es un hecho que Dios realiza su alianza de amor superando la ruptura operada por el hombre; más aún, justamente entonces -afirma K. Barth- “la gracia se hace aún más fuerte, no es anulada, ni reducida, ni debilitada” cuando se hace redención y reconciliación.
También en el caso de María Dios sólo justifica gratuitamente, fiel a su proyecto de salvación, mediante un veredicto de gracia redentora en Cristo.
Por encima del modo preservativo o liberativo de la redención, la salvación es ante todo un acto libre y soberano de Dios, que excluye toda autojustificación:
“Todos… son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención, la de Cristo Jesús”
(Rom 3,24).
Puesto que en la inmaculada concepción no es cuestión de fe o de libre aceptación por parte de María respecto a la salvación, ésta constituye un signo luminoso de la gratuidad del amor de Dios, que actúa antes ya de la respuesta responsable de la criatura.
La Inmaculada proclama, a la cabeza de la falange de los salvados: Soli Deo gloria! La preservación del pecado y la plenitud de gracia no son fruto de su fe o libertad orientada a Dios, y tampoco de sus obras; éstas, al igual que cada uno de los actos de justificación, se inscriben en la elección salvífica del Padre, que decide desde la eternidad amar a los hombres gratuitamente más allá del pecado y de los méritos.
La inmaculada concepción manifiesta la absoluta iniciativa del Padre y significa que “desde el comienzo de su existencia María estuvo envuelta en el amor redentor y santificador de Dios”.
EXPRESIÓN PERFECTA DE LA REDENCIÓN OPERADA POR CRISTO
Relacionar el hecho de la inmaculada concepción con el designio salvífico de Dios significa enlazarlo necesariamente con Cristo, que es el punto focal de tal designio.
Los textos bíblicos, sobre todo paulinos, hacen resaltar ya el primado de Cristo respecto a toda la creación (Col 1,15.17; Ef 1,10.21; Jn 1,1-3; Ap 1,8), ya su misión redentora y reconciliadora como cabeza de la iglesia (Col 1,18-20 Ef 1,3-14, Rom 8,3239; Ap 1,5-6), mostrando la solidez de las perspectivas exegéticas de F. Prat: “El centro está en Jesucristo. Todo converge hacia ese punto, todo proviene de aquí y todo conduce ahí. Cristo es el principio, el centro y el fin de todo… Todo intento de comprender un pasaje cualquiera abstrayendo de la persona de Jesucristo terminaría en un fracaso seguro”.
La necesidad de armonización entre la intuición de fe acerca de la santidad originaria de María y la verdad básica de la redención universal operada por Cristo la vio claramente Agustín, ofreciendo no la solución, sino el contexto teológico en el que insertar el dato mariano.
Desde entonces, dado el peso de la autoridad agustiniana, la inmaculada concepción no se hubiera podido imponer a la conciencia de la iglesia más que a condición de presentarse como un caso de verdadera redención.
En otros términos, el honor del Señor, primer argumento favorable a la inmaculada concepción, incluía no sólo la exención de María de toda culpa, sino también, antes aún, el dogma central del cristianismo: Jesucristo, único mediador y redentor.
Es justa, por tanto, la exigencia, advertida también en el campo del pecado original y desviada hacia la mariología con D. Fernández y A. de Villalmonte, de establecer como punto de partida de la teología de la inmaculada concepción no a Adán o el pecado, sino a Cristo.
La prioridad de la perspectiva cristológica sobre la amartiológica implica el procedimiento a Christo ad Mariam, en el sentido de que, como afirma K. Rahner, “se puede comprender a María sólo partiendo de Cristo”.
Si Cristo es el único mediador y redentor del mundo, si en su muerte y resurrección se ha producido de una vez para siempre e irrevocablemente la reconciliación de la humanidad con Dios (2cor 5,18-21), se sigue que él en su misterio pascual es el salvador también de su madre.
La teología, elaborada en los siglos cristianos y que desembocó en la Ineffabilis Deus, precisa que María fue preservada del pecado original “en vista de los méritos de Jesucristo, salvador del género humano”, y que ha sido por tanto “redimida del modo más alto”
(sublimiori modo redemptam).
La inmaculada concepción es un caso de redención anticipada y perfecta, en virtud del valor retroactivo del misterio pascual de Cristo y de su máxima aplicación a la madre del Señor.
Lejos de ser excepción o negación de la universal necesidad de redención por obra de Cristo, la inmaculada concepción implica que María “está unida en la estirpe de Adán con todos los hombres que han de ser salvados” (LG 53) y ha recibido, en su radical incapacidad de autosalvación, la gracia redentora más poderosa que se puede imaginar.
Así lo entendió y expresó Duns Scoto en el argumento del perfecto mediador, que muestra la potencia salvífica de Cristo en cuanto que previene del pecado en vez de borrarlo una vez ocurrido.
María “es la más grande perdonada; ha recibido una remisión tan plena que la puso al resguardo de toda culpa. La inmaculada concepción es el más grande perdón de Dios.
Siglos y siglos más tarde, santa Teresa de Lisieux llegará a ver como perdón también la ausencia del pecado actual.
El inocente es aquel que ha sido perdonado en la eternidad de los pecados que no cometerá en el tiempo porque el amor divino los ha destruido.
La razón última de la inmaculada concepción es el amor gratuito de Dios; el fundamento próximo de la misma es la prerrogativa de la madre de Jesús, que histórica y lógicamente incluye una santidad proporcionada a su unión íntima con el Hijo.
Sin ser una exigencia ineludible, la ausencia de pecado en María desde el primer instante fue percibida por el sentido de los fieles como el único dato armonizable tanto con la santidad de Cristo como con la persona y misión de María.
Es más que conveniente que aquella que había de engendrar al Verbo de Dios según la naturaleza humana y acogerlo ejemplarmente en la fe, e incluso cooperar con él a la salvación de los hombres, estuviese del todo exenta de pecado.
No se trata de una cuestión temporal o de instantes, sino del misterio de la predestinación de María porque solamente ella, “en virtud de su misión y por sus cualidades personales, está situada exactamente en el punto en que Cristo inauguraba triunfante la definitiva redención de la humanidad.
Por ello el dogma de la inmaculada concepción de la Virgen es un capítulo de la doctrina misma de la redención y su contenido constituye la manera más perfecta y radical de nuestra redención”.
Quedan por especificar los aspectos positivo y negativo incluidos necesariamente en la redención.
CREACIÓN EN LA GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO
Aun dentro de la diversidad de descripción del hecho salvífico, el NT entiende fundamentalmente la salvación como “participación que Dios hace de sí en Cristo y en el Espíritu”.
En particular, el Espíritu es la suma de todos los efectos de la redención, porque en él se realiza la comunión con el Padre y la nueva vida en Cristo
(Jn 6,63 7,39; 16,7; 2Cor 5,15. 19).
Él es el don más importante otorgado por el Padre y por el Hijo para hacer desaparecer la vida según la carne, y es el principio dinámico de la nueva vida en la gracia, en el amor y la libertad filial
(Rm 8,1-17).
Esta óptica positiva de la salvación ha de tener la precedencia también cuando se trata de la inmaculada concepción.
La bula Ineffabilis Deus, aunque define el dogma mariano en términos negativos, no ignora, sino que valoriza el aspecto positivo que supone: la plenitud de inocencia y de santidad que se deriva de la singular predilección divina hace de María una criatura “adornada de los resplandores de la perfectísima santidad”.
Si es fácil comprender, observa L. Galot, el intento de la bula pontificia de definir de modo decisivo el objeto de la histórica controversia, esta presentación negativa del dogma adolece de la tendencia latina a caracterizar a María en relación al pecado y debe completarse con la perspectiva de los padres griegos, más favorable a poner de relieve la perfección de la Toda santa.
Precisamente en esta linea se ha colocado el Vat II, que apela a los santos padres para presentar a María “inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura, enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular…” (LC 56).
Los padres citados, todos orientales, son Germán de Constantinopla, Anastasio de Antioquía, Andrés de Creta y Sofronio, que ensalzan la santidad de la llena de gracia, en esta misma linea se ha colocado, entre otros, el teólogo bizantino Nicolás Cabasilas, el cual llama a María “nueva tierra y nuevo cielo… que no ha heredado nada del antiguo fermento…, nueva pasta e inicio de una nueva estirpe”.
Por motivos ecuménicos de encuentro con los cristianos ortodoxos y por razones de fidelidad al concepto bíblico de salvación “debemos ver el misterio de María en su verdadera dimensión teológica: como un misterio de elección divina, de santidad, de plenitud de gracia y de fidelidad al plan de Dios”.
Los mismos motivos empujan a estudiar a la Inmaculada en su relación con el Espíritu Santo, el cual se comunicó a María desde el comienzo de su existencia.
En esta perspectiva se situó la cotidiana reflexión de san Maximiliano Kolbe (+ 1941), que afrontó el significado de la inmaculada concepción en un clima de oración y de consciencia del misterio.
A la pregunta:
“¿Quién eres, Inmaculada Concepción?”, responde refiriéndose al Espíritu Santo, que es “una concepción increada, eterna, prototipo de cualquier concepción de vida en el universo…, una concepción santísima, infinitamente santa, inmaculada”.
Puesto que María “está unida de modo inefable con el Espíritu Santo, por el hecho de ser su esposa, se sigue que la Inmaculada Concepción es el nombre de aquella en la cual él vive con un amor fecundo en toda la economía sobrenatural”.
El Espíritu Santo, por consiguiente, “mora en ella, vive en ella, y esto desde el primer instante de su “existencia”; pero esto ocurre de modo tan íntimo e inefable, que lleva al p. Kolbe a hablar de “casi encarnación” del Espíritu Santo en la Inmaculada.
Esta audacia teológica -a diferencia de la hipótesis de L. Boff acerca de la unión hipostática del Espíritu Santo en María- se mantiene en la ortodoxia, ya que el p. Kolbe tiene cuidado de precisar:
“En Jesús hay dos naturalezas (la divina y la humana) y una única persona (la divina), mientras que aquí hay dos naturalezas, y dos son también las personas, el Espíritu Santo y la Inmaculada, sin embargo, la unión de la divinidad con la humanidad supera cualquier comprensión”.
La Inmaculada, en cuanto reflejo del Espíritu Santo, constituye una dimensión rica en desarrollo teológico: enlaza con el tema bíblico del corazón nuevo, con la catarsis de María tal como es presentada por la tradición oriental y occidental, con la respuesta de la Virgen en su vida moral y con la redención escatológica de María actuada por el Espíritu Santo.
INMUNIDAD DEL PECADO ORIGINAL
Lutero, en un sermón de 1527, afirmó que “ante todo debemos ver qué es el pecado original para comprender cómo la santa Virgen estuvo exenta de él”.
Hoy, en cambio, no solamente se propone justamente partir de Jesucristo para comprender a la Inmaculada, sino que se llega a negar la relación intrínseca que tiene con el pecado original y a exigir que tal prerrogativa mariana sea liberada de la ganga maculinista.
Semejante propuesta nos parece inaceptable porque desquicia el sentido obvio del dogma definido, reduce la historia plurisecular del mismo a una estéril o insignificante polémica y contrasta con la concepción bíblico-tradicional de la salvación, que implica reconciliación, justificación y liberación de la condición de pecado.
No se puede, por tanto, vaciar los dos dogmas del pecado original (definido por el concilio de Trento) y de la inmaculada concepción (definido por Pio IX), ni considerarlos en una perspectiva de autonomía y separación.
Basándose en la analogía de le fe y en la unidad fundamental de los datos revelados los dos dogmas están directamente enlazados y deben ejercer su función de una recíproca verificación.
Toda interpretación que anule o falsee uno u otro ha de considerarse a priori errada.
DIVERSAS TEORIAS
Sin lugar a dudas, las modernas teorías sobre el pecado original, surgidas bajo el impulso de los progresos científicos, exegéticos y teológicos, son generalmente reductivas.
Sin embargo, contienen elementos válidos y estimulantes, que enriquecen y dan un carácter de actualidad al contenido de la inmaculada concepción.
Las expondremos brevemente, catalogándolas en una triple corriente y poniendo de manifiesto sus directas consecuencias con el dogma mariano.
a) Corriente evolucionista.
La visión evolutiva del universo impuesta por las ciencias repercute en la teología del pecado original, que está inserto en el movimiento del mundo hacia la perfección y la unificación.
Puesto que el desorden físico y moral pertenece necesariamente al sistema evolutivo, “el pecado original, considerado en su fundamento cósmico (si no en su actualidad histórica en los primeros hombres), tiende a confundirse con el propio mecanismo de la creación, donde representa la acción de las fuerzas negativas de contraevolución (Theilhard de Chardin). Cristo, por el contrario, es el fin, el motor y el ambiente vital del universo: no sólo expía el pecado del mundo, sino que supera la resistencia a la ascensión espiritual inherente a la materia.
Es el unificador y catalizador del máximo grado de ser.
Acerca de la presencia de la Inmaculada en este universo evolutivo, ni Teilhard de Chardin ni sus epígonos, como Huisboch y Lengsfeld, han avanzado una teoría sistemáticamente elaborada.
Se encuentra en ellos algún punto significativo derivado de su visión teológica, p. ej., de Teilhard de Chardin, el cual saluda a María como “perla del cosmos” y habla de la Inmaculada en estos términos: “La inmaculada concepción para mí, es la fiesta de la acción inmóvil, quiero decir, la que se ejercita con la simple transmisión de la energía divina a través de nosotros…
En nuestro Señor todos los modos de actividad inferior y agitada desaparecen en esta sola y luminosa función de atraer, recibir y dejar pasar a Dios.
Para ser activa de este modo y en este grado, la Virgen santa hubo de recibir su ser en el seno mismo de la gracia, puesto que ninguna justificación secundaria, por muy acelerada que fuera, hubiera podido sustituir a esta perfección constitutiva y nativa de una pureza que presidió la aparición misma del alma”. La Inmaculada es considerada aquí en una óptica positiva, que no menciona siquiera el pecado; en compensación aparece ella como el antipecado, como la criatura incapaz de oponer resistencia o de ser una rémora a la acción divina. En virtud de su función de llevar a Dios a las esferas humanas, María es toda pureza y transparencia activa.
Valorando críticamente esta corriente evolucionista, hay que observar que no salva suficientemente ni el carácter libre del pecado ni la gratuidad de la salvación.
Pecado y Cristo entran necesariamente en la evolución natural del fenómeno humano, en contra de la Escritura, que presenta el pecado como una anomalía que no hubiera debido existir, y la venida de Cristo redentor como un don gratuito de la iniciativa divina.
No obstante, es válido cuanto afirma acerca del movimiento de crecimiento y unificación traído por Cristo; por lo cual también María inmaculada aparece como elemento no de freno, sino catalizador de la dirección positiva de la historia.
Ella no se introduce en los callejones ciegos y abortivos de la involución, porque representa un impulso o un empuje que orienta el movimiento histórico hacia la justa dirección, que es Cristo.
b) Corriente sociológica.
Otros autores, como H. Rondel y sobre todo P. Schoonenberg, parten de la situación histórica marcada y gravada por los pecados desde los tiempos del homicidio de Abel hasta el rechazo de Jesús, con el cual se colma la medida de los padres
(Mt 23 29-36; Lc 11,47-51).
El pecado original es el estar situado en el “pecado del mundo” (Jn 1,29), es decir, una situación de perdición que hace imposible el amor de Dios sobre todas las cosas y la exención de los pecados personales.
Es el influjo de los pecados históricos añadido al desorden de nuestra naturaleza.
La admisión de este estar situados en el pecado va unida a la confesión de nuestra salvación en Jesucristo, en el cual “estamos redimidos de nuestras acciones pecaminosas y de nuestra actitud básica pecadora.
Pero también lo estamos de un pecaminoso estar situados, de una sumisión al poder del pecado, aunque éste llegue a nosotros desde fuera… Desde nuestro origen estamos situados por la caída y la redención”.
Schoonenberg no ofrece un tratado especifico sobre María, sino únicamente alguna alusión.
Admite con el concilio tridentino que la universalidad del pecado original “deja espacio para la inmaculada concepción de María”, que es una excepción a él.
Presenta a la inmaculada concepción como no inserción en el pecado del mundo; pero inspirándose en el simul iustus et peccator, añade que “la idea de que uno puede venir ya al mundo en la salvación de Cristo puede aclarar al protestantismo el hecho de que aceptar la concepción inmaculada de María no significa necesariamente desconocer que María fue también redimida”.
El influjo de la teoría de Schoonenberg se revela en el párrafo del catecismo holandés acerca de la inmaculada concepción:
“María no conoció la culpa.
Fue concebida inmaculada.
Viviendo en un mundo de pecado, la tocó ciertamente el dolor, pero no su maldad.
Es hermana nuestra en el dolor, pero no en la culpa.
Ella venció enteramente al mal por el bien; victoria que debe naturalmente a la redención de Cristo”.
La teoría de Schoonenberg es utilizable “no como alternativa de !a teología clásica, sino como una valorización de aspectos del misterio de la perdición y de la salvación, hasta ahora demasiado descuidados”; p. ej., el influjo ejercido por el mal ejemplo y por las estructuras cerradas a Dios, es decir, bíblicamente por el “pecado del mundo”
(1Jn 2,15s, 5,19…).
Ver en la Inmaculada la impermeabilidad al mal estructural es acertado, al menos si se lo considera como efecto de una gracia que la santifica desde el principio de su existencia.
La teoría de Schoonenberg aplicada a la Inmaculada no convence a causa de la ambigüedad con que se afirma el privilegio de María.
Mientras que en el contexto de la universalidad del pecado la inmaculada concepción de María aparece como una excepción, en el contexto de la salvación deja de ser tal y se convierte en el paradigma de todo redimido:
“La inmaculada concepción nos dice que la redención no es solamente una liberación del pecado, sino que es, sobre todo, una preservación del pecado, lo cual es importante para una doctrina de la gracia orientada hacia el futuro”.
Parece que Schoonenberg coloca a la inmaculada concepción en el mismo plano del bautismo, en cuanto que también éste es una curación preventiva, que se conserva en una gracia nunca perdida (además de borrar el pecado en que el hombre está inserto).
La crítica formulada por O’Connor y repetida por Alonso, que reprocha haber transformado la gracia de la inmaculada concepción de preservadora en protectora, no tiene en cuenta la interpretación articulada de Schoonenberg.
c) Corriente existencial.
Partiendo del agudo sentido de la libertad, propio de la época contemporánea, los autores contemplan el pecado original en armonía con el personalismo dialogal.
A. Vanneste, en una serie de estudios histórico-dogmáticos, llega a la conclusión de que “el pecado original es la necesidad que tiene el niño de ser liberado y salvado por Cristo, porque este niño ha rechazado ya virtualmente la gracia divina y por ello debe convertirse a Cristo”.
Dada la universalidad del pecado actual, que hace históricamente pecadores a todos los hombres, hay que decir que ello depende de una culpa virtual, que los orienta hacia el pecado personal si no interviene la gracia.
El pecado original es el pecado virtual, es decir, la condición de inevitable sujeción a la culpa en que se encuentran también los niños.
En esta óptica “el privilegio de la inmaculada concepción se identifica con el de la inmunidad de todo pecado actual”.
María ha recibido una gracia poderosa que la ha preservado de modo completo y total de los pecados personales.
Se trata de un verdadero milagro realizado por Cristo.
La posición de Vanneste es loable entre otras cosas por la conexión entre el pecado original y el actual, según las exigencias personalistas de la cultura.
Pero no es aceptable la identificación del pecado original con el personal, bien porque anula la definición tridentina, bien porque no se ve cómo basta un pecado futuro para constituir pecadores:
¿puede Dios considerar al hombre pecador sólo por lo que hará?
En cuanto a María es justo poner de relieve su falta de pecado o impecabilidad, pero esto constituye una consecuencia de la inmaculada concepción, y no se identifica con ella.
Con esta reducción, la inmaculada concepción “pierde su supuesto fundamental, y las controversias que duraron siglos aparecen como un error tragicómico”.
Teniendo en cuenta los aspectos óntico, personal e histórico-comunitario, M. Flick y Z. Alszeghy definen el pecado original “la alienación dialogal de Dios y de los hombres, determinada por la falta de participación de la vida divina, que a su vez es producida por una libre iniciativa humana, precedente a toda toma de posición de cada uno de los miembros de la humanidad actual”.
Por la valoración de los diversos elementos del pecado original, la teoría de Flick-Alszeghy se presenta como una de las más completas que se han elaborado recientemente. Se la clasifica en la perspectiva existencial porque su elemento central es el personalista, a saber:
“la incapacidad de amar a Dios sobre todas las cosas y, consiguientemente, de evitar los pecados graves personales”.
Especificando más, M. Flick describe el pecado original como “una inevitable necesidad de pecar…; una disposición psicológica del hombre, que virtualmente contiene todos los pecados personales, los cuales, a causa de esto, se hacen inevitables”…; la pérdida de una virtualidad que bajo el impulso de la gracia hubiera podido llevar al hombre al desarrollo de sus facultades, no en oposición a Dios.
Desgraciadamente, Flick y Als zeghy no se detienen en todo el volumen en el dogma de la inmaculada concepción.
Esta laguna sorprende, sobre todo si se piensa que ellos se proponían proceder adoptando “una de las principales reglas de la metodología teológica”: la analogía de la fe, que hace evitar el aislamiento del pecado original del resto del mensaje cristiano.
La falta de verificación mariana priva al pecado original de una ulterior garantía e iluminación: por otra parte, la inmaculada concepción de María no ha recibido de estos autores una actualización que hubiera podido hacer surgir nuevos aspectos del misterio.
En el ámbito de esta teoría, la inmaculada concepción se presenta en todo caso como capacidad radical de dialogar con Dios y de opción fundamental derivada de la participación de la vida divina, recibida desde el principio mediante preservación del influjo deletéreo del pecado de la humanidad.
En particular es importante subrayar la dimensión personalista, que hace ininteligible el pecado original sin relación al pecado personal; en este sentido, la inmaculada concepción es un privilegio dado por Dios con vistas a una vida santa e inmaculada, en consonancia con la misión de María en la historia de la salvación.
SÍNTESIS FINAL
Historia, teología, espiritualidad y cultura ofrecen varias pistas para una representación actualizada de la inmaculada concepción de María.
A pesar de la tardía explicitación del dogma, la argumentación pro Inmaculata encuentra su firme certeza en la definición de Pío IX, que, sostenida por el consenso de los obispos y de los fieles, corona una batalla secular.
La inmaculada concepción es, pues, un hecho eclesial, porque ha madurado en la conciencia de los creyentes a lo largo de los siglos cristianos y se ha impuesto en la iglesia superando obstáculos de orden teológico y la oposición de los más prestigiosos teólogos medievales.
No se puede negar que la atribución de la concepción inmaculada a María armoniza con su maternidad divina y santa lo mismo que con su función de colaboradora en la obra del Hijo único redentor.
Por su intima comunión de vida y de destino con Cristo, María se ha visto rodeada desde el primer momento de su existencia por el amor del Padre, por la gracia del Hijo y por los esplendores del Espíritu. Consiguientemente, ha sido preservada de toda sumisión o connivencia con el mal, tanto interior como estructural.
La Inmaculada es un ejemplo de justificación por pura gracia, que sin embargo no permanece inerte en ella, sino que provoca una respuesta de fe total al Dios santo que la ha santificado.
Ella manifiesta la plenitud y perfección del amor redentor de Cristo, porque muestra su eficacia retroactiva y preservativa.
Precisamente por eso la Inmaculada no obstaculiza el movimiento de la historia hacia la unificación y la perfección en Cristo, sino que lo promueve, convirtiéndose a su vez en comunicadora de salvación.
La inmaculada concepción es el comienzo de un mundo nuevo animado por el Espíritu: es plenitud de amor, superávit de realidad cristiana, nostalgia del paraíso perdido y vuelto a encontrar. María “es el fruto no envenenado por la serpiente, el paraíso ya concretado en el tiempo histórico, la primavera cuyas flores no experimentarán ya el peligro de la contaminación y la putrefacción” (L. Boff).
En ella la iglesia encuentra su utopía, su imagen más santa después de Cristo, su ser y deber ser de “esposa inmaculada”.
El privilegio de María no la separa de la humanidad ni de la iglesia, porque la Inmaculada tiene una función tipológica para la comunidad cristiana y cada uno de sus miembros.
La inmaculada concepción es un privilegio no aristocrático, sino popular y, en alguna manera, participable. Ciertamente, incluso dentro del esplendor del Espíritu, María permanece anclada en la tierra, en la historia, en la concreción de la condición humana.
Si se ha visto inmune del pecado y de la concupiscencia que conduce al mal, la Inmaculada no ha estado exenta de los sentimientos humanos más intensos y vitales, de los límites y condicionamientos culturales, del sufrimiento, del camino de la maduración y de la peregrinación en la fe.
A diferencia de nosotros, pecadores, María bajo el influjo de la gracia ha puesto sus impulsos y tendencias al servicio de un proyecto santo.
S. DE FIORES NUEVO DICCIONARIO DE MARIOLOGIA Págs. 927-935
Iconografía de la Inmaculada Concepción
El dogma según el cual la Virgen María fue preservada por Dios del pecado original desde su concepción se proclamó en 1854, poniendo fin a una larga controversia que había comenzado en el siglo XII y tuvo su punto culminante en España en el siglo XVII.
En el marco de la compleja y dilatada historia de la formación iconográfica de la Purísima hay varios momentos importantes.
LA INMACULADA DEL ABRAZO DE ANA Y JOAQUÍN
La Inmaculada Concepción fue representada en primer lugar simbólica o alusivamente, mediante el abrazo de Ana y Joaquín ante la Puerta Dorada.
En la Iglesia oriental y en la primera versión del arte occidental, la Inmaculada Concepción de la Virgen está asociada con el encuentro de sus padres, Ana y Joaquín, frente a la Puerta Dorada de Jerusalén.
La Madre de Dios no habría sido concebida de manera natural, sino por medio de un beso en los labios.
Esto se debe a que, según los teólogos medievales, no era posible la relación sexual totalmente desprovista de pecado, aunque fuera leve. Por ello, para considerar a María libre de todo pecado, no podía haber sido concebida de manera natural.
LA INMACULADA DEL CANTAR DE LOS CANTARES Y EL APOCALIPSIS
Hacia finales de la Edad Media apareció una representación novedosa del tema. La Virgen Inmaculada, enviada por Dios desde el cielo, desciende a la tierra. De pie sobre la luna, coronada de estrellas, extiende los brazos o une las manos sobre el pecho.
Las fuentes de esta representación son el Cantar de los Cantares y el Apocalipsis.
En primer lugar, la Inmaculada está asimilada a la novia del Cantar de los Cantares. Las metáforas bíblicas, popularizadas por Letanías de la Virgen de Loreto, aparecen a su alrededor: el sol, la luna, la estrella del mar, el jardín cerrado, la fuente, el pozo de agua viva, el cedro del Líbano, el olivo, el lirio, la rosa, el espejo sin mancha, la Torre de David, la Ciudad de Dios, la puerta del cielo.
Los otros atributos de la Inmaculada están tomados del Apocalipsis (cap. 12). La luna, que nunca se representa llena, como en la Crucifixión, sino recortada en forma de creciente, evocaba la castidad de Diana. Después de la victoria de Lepanto, la cristiandad gustó interpretar el creciente de luna bajo los pies de la Virgen como un símbolo de la victoria de la cruz sobre la media luna turca.
Este tema apareció por primera vez en la iconografía del arte cristiano a fines del siglo XV: los emblemas de las letanías están representados en la catedral de Cahors, en la capilla de Notre Dame, que fue construida en 1484.
La leyenda Tota pulchra, que remite directamente a los versos del Cantar de los Cantares (Tota pulchra es amica mea, et macula non est in te, Toda eres hermosa, amiga mía; no hay tacha en ti), se interpreta como la firma de Dios en la creación de María: mientras que los pintores firman sus obras faciebat (usando el imperfecto, puesto que son verdaderamente obras imperfectas), Dios, por el contrario, firma con las palabras Tota pulchra, ya que lo que sale de su mano es perfecto.
LA INMACULADA DEL APOCALIPSIS
En la historia de la formación iconográfica de la Inmaculada Concepción nos encontramos con otro momento crucial cuando la imagen de devoción se presenta como la concreción plástica de una visión, la de Juan en Patmos, descrita en el capítulo 12 del Apocalipsis.
La fórmula definitiva e la Inmaculada, que va a dominar a lo largo del siglo XVII, será la resultante de la conjunción del motivo Tota pulchra con el de la mujer vestida de sol del Apocalipsis.
El arte barroco del siglo XVII, por tanto, tiene el mérito de haber creado el tipo definitivo de la Inmaculada Concepción. Libre ya de todos los símbolos de las letanías, rodeada sólo por ángeles, sus pies aplastan la serpiente tentadora, para recordar su victoria sobre el pecado original.
La España mística se apoderó de este tema y le imprimió la marca de su genio. Y consiguió hacer su propia versión. Tanto es así que no puede pensarse en la Inmaculada Concepción sin evocar las obras de Zurbarán, Ribera o Murillo.
Fuente: Iconografía del arte cristiano, de Louis Réau.
Novena de la Inmaculada Concepción
La Novena comienza el 29 de noviembre. El 8 de diciembre de 1954 el Papa Pío IX instituyó el dogma y la fiesta de la Inmaculada Concepción de María al declarar que ésta “fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios”.
Cada año la Novena es, por tanto, una nueva oportunidad que nos brinda la Iglesia para que redescubramos la belleza que se esconde en su persona; es decir, en alguien que nunca le ha negado nada a Dios, en alguien cuya unión con Dios es plenamente limpia, en alguien que posee todas las riquezas del amor y ninguna de las sombras del egoísmo o la traición…
DIA PRIMERO (29 de Noviembre)
MONICIÓN PARA ESTE DÍA
La vida de la Santísima Virgen es como un maravilloso brillante que hay que mirarlo y volverlo a mirar. Mirarlo y volverlo a mirar para nuestra alegría.
«Al ver la Estrella se alegraron sobremanera».
Mirarla, porque es nuestra Estrella, que encaminará nuestros pasos hacia el Señor. Mirarla para invocarla. Mirarla para aprender, para recuperar fuerzas. Para conocerla, nos reunimos estos días.
A todos los que nos alegramos de sentirnos hijos de la Virgen Madre, nos conceda el Señor perpetuar nuestro gozo.
R. — Amén.
REFLEXIONES EVANGÉLICAS : FE VIVIENTE
Hoy irrumpe María en la historia de la salvación. Oigamos una vez más con un profundo cariño el diálogo de San Gabriel con la Señora.
LECTURA: San Lucas, 1, 26-38.
La Anunciación. 26 A1 sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llama Nazaret, 27a una virgen desposada con un varón llamado José, de la casa de David; y el nombre de virgen era María. 28Entrando junto a ella, le dijo:
“Salve, llena de gracia, el Señor es contigo”.
29A estas palabras, María se turbó, y se preguntaba qué significaría tal saludo.
30Y le dijo el ángel: “Deja de temer María, porque has encontrado gracia ante Dios.
31Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús.
32Será grande y llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, 33reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin”.
34María dijo al ángel: “¿Cómo será esto, pues no conozco varón?”
35Y el ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será santo y llamado Hijo de Dios.
36He aquí que Isabel, tu parienta, ha concebido también un hijo en su ancianidad; y la que se llamaba estéril está ya en el sexto mes. “Porque nada hay imposible para Dios”.
38Dijo entonces María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
Y el ángel la dejó.
Hay que mirar a la Virgen para afianzar nuestra fe.
Ella cree: Vida de fe. Fe con obras.
Es fiel. Responde a la llamada. Confía plenamente, con sencillez, con humildad. Hay que pedirle que aumente nuestra fe. «Beata quae credidisti»! Bienaventurada tú que has creído!
ACLAMACIONES
D. — Para que aumente nuestra fe.
R. — Intercede, Madre, ante el Señor.
D. — Para que nuestra vida responda a nuestras creencias.
R. — Intercede…
D. — Para que gocemos la alegría de la fe.
R. — Intercede…
D. — Para que superemos con espíritu de fe las dificultades de la vida.
R. — Intercede…
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
D. — Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios.
R. — Anunció la alegría a todo el mundo.
OREMOS
Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen preparaste digna morada a tu Hijo, te suplicamos, que, así como por la muerte prevista de tu Hijo la preservaste de toda mancha, por la intercesión de María nos concedas llegar a Ti enteramente limpios. Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo…
R. — Amén.
D. — Que el auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
R. — Amén.
DIA SEGUNDO
MONICIÓN PARA ESTE DÍA
El segundo recuerdo que la Virgen confió a San Lucas fue el de su visita a su prima Santa Isabel. María parte sola y de prisa con afán de servir. Va a santificar al Bautista. A cuantos servimos al Señor con alegría, nos conceda la gracia y la paz.
R. — Amén.
REFLEXIONES EVANGÉLICAS: ESPÍRITU DE SERVICIO
Contemplemos la escena del servicio de la Virgen y la santificación del Bautista.
LECTURA: San Lucas, 1, 39-56.
La Visitación. 39 María, por su parte, en aquellos días se puso en camino, y fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá. 40Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41Cuando Isabel oyó el saludo de María, el infante saltó en su seno e Isabel quedó llena del Espíritu Santo. 42Y dijo a grandes voces: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre 43 ¿Y cómo es que la madre de mi Señor viene a mi? 44Porque he aquí que tan pronto como tu saludo sonó en mis oídos, el infante saltó de alegría en mi seno 45 Bienaventurada la que ha creído que se cumplirán las cosas que se le han dicho de parte del Señor!”. El “Magníficat”. 46Y dijo María: “Mi alma glorifica al Señor, 47y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador, 48porque ha mirado la humilde condición de su sierva. Porque desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. 49Porque me ha hecho cosas grandes el Omnipotente. Es Santo su nombre. 50Su misericordia va de generación en generación para los que lo temen. 51Ha empleado la fuerza de su brazo; ha confundido a los engreídos en el pensamiento de sus corazones. 52Ha derribado a los poderosos de sus tronos, y ha levantado a los humildes. “Ha colmado de bienes a los hambrientos y ha enviado a los ricos con las manos vacías. 54Ha recibido a su siervo Israel, acordándose de si misericordia, 55“como había dicho a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia para siempre”. 56María estuvo con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
María por su «Fiat» ha quedado constituida Madre de Dios y se define Ella misma: «ancilla Dómini». Servir es entregarse. Salir de sí mismo. Desgastarse totalmente. Se sirve a Dios sirviendo a los hombres por El. ¡Qué fuerte llamada la de la Virgen a todos sus hijos: servir, ser útiles! Santificar sirviendo. Te «necesita» Cristo en su Iglesia. Ayuda y sirve «como la Iglesia quiere ser servida». No te puedes quedar esperando una llamada solemne a cosas grandes. Tienes la llamada a servir siempre en «lo pequeño».
ACLAMACIONES
D. — Para que aprendamos el valor de nuestro servicio.
R. — Intercede, Madre, ante el Señor.
D. — Para que santifiquemos siempre a través de nuestro servicio.
R. — Intercede…
D. — Para que comprendamos la necesidad y la urgencia de ser útiles a la Iglesia.
R. — Intercede…
D. — Para que nos acompañe siempre la humildad al desempeñar nuestros pequeños servicios.
R. — Intercede…
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
D. — Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios.
R. — Anunció la alegría a todo el mundo.
OREMOS
Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen preparaste digna morada a tu Hijo, te suplicamos, que, así como por la muerte prevista de tu Hijo la preservast
e de toda mancha, por la intercesión de María nos concedas llegar a Ti enteramente limpios. Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo…
R. — Amén.
D. — Que el auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
R. — Amén.
DIA TERCERO
MONICIÓN PARA ESTE DÍA
Una escena más de la vida fecunda de la Virgen, conservada por su contemplación y su entrega fidelísima al Evangelio. Una narración toda ella tensa de emociones. Muchas páginas de virtudes heroicamente vividas por la Señora. Vamos a tratar de fijarnos en alguna para aprender nosotros a vivirla cada día. A cuantos hemos visto la gloria del Señor en la mayor pobreza, nos conceda la paz y la gracia para siempre.
R. — Amén.
REFLEXIONES EVANGÉLICAS: POBREZA
La escena del nacimiento del Salvador es una exposición de abundantes ejemplos que tenemos que imitar.
LECTURA: San Lucas, 2, 1-6.
Nacimiento de Jesús y visita de los pastores. 1 Por aquellos días salió un edicto de César Augusto para que se censara todo el mundo. 2Este es el primer censo hecho siendo Cirino gobernador de Siria. 3Todos iban a inscribirse cada uno a su ciudad. 4Subió también José desde la ciudad de Nazaret de Galilea a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y patria de David, 5para inscribirse con María, su mujer, que estaba encinta. 6Mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo del parto.
Sigamos al fondo de este huerto cerrado» para recrearnos en la contemplación de una virtud: la pobreza. Suavidad y delicadeza de tonos para dar una fuerte lección. “El, que siendo rico se hizo pobre…” (San Pablo). Enseñarnos que en el apego a las cosas no está la felicidad. La Virgen vive la conjunción de la pobreza y la dicha. Desprendimiento. Austeridad. Limpieza. Atención a los pobres con nuestro desprendimiento. No crearse necesidades.
ACLAMACIONES
D. — Para que aprendamos la bienaventuranza de la pobreza.
R. — Pedimos, Madre, tu ayuda.
D. — Para que tengamos generosidad a la hora de desprendernos de las cosas.
R. — Pedimos…
D. — Para que sepamos alegrarnos cuando experimentemos las consecuencias de la pobreza.
R. — Pedimos…
D. — Para que los pobres encuentren la generosidad de los desprendidos.
R. — Pedimos…
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
D. — Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios.
R. — Anunció la alegría a todo el mundo.
OREMOS
Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen preparaste digna morada a tu Hijo, te suplicamos, que, así como por la muerte prevista de tu Hijo la preservaste de toda mancha, por la intercesión de María nos concedas llegar a Ti enteramente limpios. Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo…
R. — Amén.
D. — Que el auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
R. — Amén.
DIA CUARTO
MONICIÓN PARA ESTE DÍA
María es el gran Camino para encontrar con toda seguridad y fácilmente a Jesús. Su Santidad Pablo VI nos lo dice bellamente en la Encíclica ‘Mense maio»: Porque María es siempre camino que conduce a Cristo. Todo encuentro con Ella no puede menos de terminar en un encuentro con Cristo mismo. ¿Y qué otra cosa significa el continuo recurso a María, sino buscar entre sus brazos, en Ella, por Ella y con Ella a Cristo nuestro Salvador?» A todos los congregados junto a la Virgen Madre para encontrarnos con Cristo Jesús, la paz y el gozo para siempre.
R. — Amén.
REFLEXIONES EVANGÉLICAS: MEDIACIÓN DE MARIA
Procuremos buscar a María para acercarnos más a Jesús.
LECTURA: San Lucas, 2, 8-20. San Mateo, 2, 1-12.
8Había en la misma región unos pastores acampados al raso y cuidando sus rebaños. 9Se les presentó un ángel del Señor, y la Gloria del Señor los rodeó de luz; y ellos se llenaron de miedo. 10El ángel les dijo: “No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo. 11Les ha nacido un Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David. 12Esto les servirá de señal: Encontrarán un niño envuelto en pañales reclinado en un pesebre”. 13 En seguida se juntó al ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios, diciendo: l4 ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que El ama”. 15Cuando los ángeles les dejaron y se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vamos a Belén y Veamos ese acontecimiento que el Señor nos ha anunciado”. 16Fueron de prisa y encontraron a María, a José ya! niño reclinado en el pesebre. 17Y habiéndolo visto, manifestaron lo que se les había dicho acerca de este niño. 18Todos los que lo oían, se admiraban de lo que decían los pastores. 19Maria, por su parte, guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. 20Los pastores volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído, según se les había dicho.
María siempre muestra a Jesús. Los ángeles la felicitan hablándole de Dios nacido de sus entrañas. También los pastores. Ella les muestra al Hijo de Dios hecho hombre. El camino más fácil, seguro y corto de encontrar a Jesús, es María. Tratarla filialmente. Buscarla cada día desde el primer momento. Buscarla: ‘La encontraréis en las humildes tradiciones familiares de las familias cristianas, en particular en el Rosario. En la historia de la salvación, en el Evangelio, así como en los tesoros de la liturgia que transmiten el gran patrimonio del pensamiento y de la oración de la Iglesia». (Pablo VI).
ACLAMACIONES
D. — Para que te busquemos cada día y cada hora de nuestra vida.
R. — Llévanos, Madre, al Señor.
D. — Para que gocemos de la presencia de Jesús.
R. — Llévanos…
D. — Para que sepamos cada día tratarte mejor y quererte más.
R. — Llévanos…
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
D. — Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios.
R. — Anunció la alegría a todo el mundo.
OREMOS
Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen preparaste digna morada a tu Hijo, te suplicamos, que, así como por la muerte prevista de tu Hijo la preservaste de toda mancha, por la intercesión de María nos concedas llegar a Ti enteramente limpios. Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo…
R. — Amén.
D. — Que el auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
R. — Amén.
DIA QUINTO
MONICIÓN PARA ESTE DÍA
Hoy nos vamos a acercar a María para pedirle entender estas escenas: Circuncisión, Purificación de María, y Presentación del Niño. Santa Obediencia podríamos titular este tríptico sublime. Obediencia, pedida con urgencia por Su Santidad Pablo VI, y que supone una virtud de cimientos: HUMILDAD. Sobre los hijos de la Virgen que quieren aprender sus heroicas lecciones, descienda la gracia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Amén.
REFLEXIONES EVANGÉLICAS: HUMILDAD
Presenciemos en espíritu esta sencillez maravillosa que nos transmite San Lucas.
LECTURA: San Lucas, 2, 21-35.
Circuncisión de Jesús. 21 A los ocho días, cuando debían circuncidarlo, le pusieron el nombre de Jesús, como lo había llamado el ángel antes de ser concebido.
Presentación de Jesús en el Templo. 22 Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la Ley de Moisés, lo subieron a Jerusalén para ofrecerle al Señor, 23como está escrito en la Ley del Señor:
“Todo varón primogénito será consagrado al Señor”, 24y para ofrecer el sacrificio según lo ordenado en la Ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones. 25Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba en él. 26E1 Espíritu Santo le había revelado que no moriría sin ver al Cristo del Señor. “Fue, pues, movido por el Espíritu al Templo y al entrar los padres con el niño Jesús, para cumplir lo establecido por la Ley acerca de El, 28 los recibió en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: El “Nunc dimittis”. 29”Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo ir en paz, según tu palabra, 30porque mis ojos han visto tu salvación, 31que tú has preparado ante la faz de todos los pueblos, 32luz para iluminar a los gentiles, y gloria de tu pueblo, Israel”. Profecía de Simeón. “Su padre y su madre estaban admirados de las cosas que decían de El. 34Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “He aquí que este niño está destinado para ser caída y resurgimiento de muchos en Israel; será signo de contradicción, “y una espada atravesará tu alma, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones”.
El fondo y la raíz de todo es la virtud importantísima de la humildad. Las virtudes teologales, por su objeto, son más sublimes, pero la humildad es la causa de la gracia en nosotros y sin gracia nadie se salva. «Dios da su gracia a los humildes», «rechaza a los soberbios». «Se fijó en la humildad de su esclava». En el Evangelio constantemente se da a entender lo bien que acaban los humildes, lo mal que terminan los soberbios: «El que se humilla…. Eficaz para la vida apostólica. No se preocupa del lugar en que le sitúen Reconoce que de él no depende el fruto y entonces pide al Señor. Hace aportación de sus cualidades que son de Dios.
ACLAMACIONES
D. — Para que nos penetremos de la ejemplaridad de María en estas escenas.
R. — Intercede, Madre, ante el Señor.
D. — Para que cuidemos la virtud de la humildad como camino de nuevas gracias.
R. — Intercede…
D. — Para que vivamos la alegría de nuestro trabajo escondido.
R. — Intercede…
D. — Para que gocemos con la eficacia de nuestras humillaciones.
R. — Intercede…
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
D. — Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios.
R. — Anunció la alegría a todo el mundo.
OREMOS
Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen preparaste digna morada a tu Hijo, te suplicamos, que, así como por la muerte prevista de tu Hijo la preservaste de toda mancha, por la intercesión de María nos concedas llegar a Ti enteramente limpios. Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo…
R. — Amén.
D. — Que el auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
R. — Amén.
DIA SEXTO
MONICIÓN PARA ESTE DÍA
Hoy nos corresponde contemplar a Nuestra Señora en uno de los momentos más patéticos de su vida y una de las lecciones más urgentes de vivir: la defensa de Cristo. A todos los que aman a Cristo y por defenderle en la vida de trabajo, de diversión y en la intimidad del hogar, sufren la persecución y el desprecio del mundo, el consuelo y la gracia para siempre. R.Amén.
REFLEXIONES EVANGÉLICAS: COMPROMISO CRISTIANO
Detalles bellísimos los que nos revela San Mateo. Pongamos atentamente nuestro entendimiento para captar toda la doctrina, y nuestro corazón para sentir con Jesús, María y José.
LECTURA: San Mateo, 2, 13-15.
Huida a Egipto y muerte de los inocentes. 13 Después de que ellos se hubieron ido, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate toma al niño ya su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise; porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. 14E1 se levantó, tomó al niño y a su madre de noche, se fue a Egipto, 15y permaneció allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por medio del profeta.
¿Cómo se comporta la Virgen para defender a Jesús? No pierde el tiempo. No espera. Aquella misma noche. Con suma discreción. No se perdona ningún sacrificio. Jesús, en nuestra vida cristiana, se encuentra también perseguido. Hemos de defenderle en nosotros (vida de gracia). En la Iglesia. En los demás. La defensa de Dios nos acarreará el sacrificio y la renuncia a muchas cosas. A los mártires les costó ¡a sangre.
ACLAMACIONES
D. — Para que siempre estemos dispuestos a defender a Jesucristo.
R. — Madre, danos fortaleza.
D. — Para que sepamos defender ¡a gracia en nosotros.
R. — Madre…
D. — Para que seamos generosos y heroicos a la hora de defender a nuestros hermanos.
R. — Madre…
D. — Para que siempre sepamos defender a Nuestra Madre la Iglesia con obras y de verdad.
R. — Madre…
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
D. — Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios.
R. — Anunció la alegría a todo el mundo.
OREMOS
Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen preparaste digna morada a tu Hijo, te suplicamos, que, así como por la muerte prevista de tu Hijo la preservaste de toda mancha, por la intercesión de María nos concedas llegar a Ti enteramente limpios. Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo…
R. — Amén.
D. — Que el auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
R. — Amén.
DÍA SÉPTIMO
MONICIÓN PARA ESTE DÍA
Vamos a escuchar las primeras palabras de Jesús conservadas en el Evangelio. Son un diálogo con María y José para darles una doctrina recia. A los hijos de Dios reunidos para ocuparse en el templo de las cosas que son del Padre Celestial, la paz y el gozo del Señor.
R. — Amén.
REFLEXIONES EVANGÉLICAS: UNIDAD DE VIDA
Muy importantes lecciones para nuestra vida práctica, para formar nuestro criterio cristiano y deslindar los terrenos entre Dios y nuestras obligaciones humanas.
LECTURA: San Lucas, 2, 40-52.
40El niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en El. Jesús entre los doctores. 41Sus padres iban cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. 42Cuando tuvo doce años subieron, como era su costumbre, para la fiesta; 43y pasados los días, al regresar ellos, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres se dieran cuenta. 44Creyendo que iba en la comitiva, anduvieron una jornada, y lo buscaron entre los parientes y conocidos; 45a1 no encontrarlo, volvieron a Jerusalén en busca suya. 46A los tres días lo encontraron en el Templo sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles. 47Todos los que le oían estaban admirados de su inteligencia y de sus respuestas. 48A1 verlo se quedaron maravillados, y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué has hecho esto? He aquí que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. 49Les contestó: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?” 50Y ellos no comprendieron lo que les decía. Más sobre la vida oculta. 51Descendió Jesús con ellos, fue a Nazaret, y les estaba sumiso. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. 52Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres.
Iban sus padres cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Piedad: Deberes con Dios «antes la obligación que la devoción», pero la primera obligación es el trato con Dios. Unidad de vida. Hay que revisar las leyes de Dios que regulan nuestra pie
dad (tres primeros Mandamientos de la Ley de Dios). Buscan a Jesús sin descanso y con sacrificio. No desmayan buscándole. Al tercer día lo encuentran en el TEMPLO. Así hemos de buscar siempre al Señor, aunque se esconda, aunque tengamos que buscarle con lágrimas. ¿Cómo se ocupan los padres de los hijos? ¿Rezan y se sacrifican por el bien espiritual? «Descendió con ellos a Nazaret»: vida escondida, laboriosa, obediente, contemplativa: «Su Madre conservaba todas estas cosas en su corazón».
ACLAMACIONES
D. — Para que busquemos siempre a Jesucristo sin descanso por la gracia.
R. — Madre, danos fortaleza.
D. — Para que le busquemos en el recogimiento y en la oración.
R. — Madre…
D. — Para que nos ocupemos primero de las cosas que son del Padre celestial.
R. — Madre…
D. — Para que amemos la vida escondida con Jesucristo en Dios.
R. — Madre…
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
D. — Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios.
R. — Anunció la alegría a todo el mundo.
OREMOS
Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen preparaste digna morada a tu Hijo, te suplicamos, que, así como por la muerte prevista de tu Hijo la preservaste de toda mancha, por la intercesión de María nos concedas llegar a Ti enteramente limpios. Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo…
R. — Amén.
D. — Que el auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
R. — Amén.
DÍA OCTAVO
MONICIÓN PARA ESTE DÍA
Es el Evangelista San Juan quien hoy nos va a llevar de la mano para asistir con Jesús, María y los Apóstoles a una escena familiar, entrañable. Pongamos atención al valor de la oración de María: OMNIPOTENCIA SUPLICANTE. – A todos los invitados por Dios al banquete de su misericordia y su Eucaristía, la paz y el gozo en el Señor.
R. — Amén.
REFLEXIONES EVANGÉLICAS: PRESENCIA EN EL MUNDO
Aprendamos siempre a saber «estar» en todo lugar. El cristiano tiene que estar presente en todas las actividades humanas.
LECTURA: San Juan, 2, 1-11.
La boda de Caná. 1Tres días después hubo una boda en Caná de Galilea, en la que se hallaba la madre de Jesús. 2Jesús, con sus discípulos, fue invitado también a la boda. 3Y faltando vino, dijo a Jesús su madre: “No tienen vino”. 4Jesús contestó: “¿A ti y a mí qué, mujer? Mi hora aún no ha llegado”. 5La madre dijo a los sirvientes: “Hagan lo que El les diga”. 6Había allí seis tinajas de piedra para las abluciones de los judíos, de dos o tres metretas cada una. 7Jesús les dijo: “Llenen de agua las tinajas”. Y las llenaron hasta los bordes. 8Añadió: “Saquen ahora y lleven al maestresala”. Y lo llevaron. 9Apenas el maestresala probó el agua cambiada en vino (sin saber de dónde era, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), llamó al novio y le dijo: 10“Todos sirven primero el mejor vino y, cuando han bebido bastante, el peor. Tú has guardado el buen vino hasta ahora”. 11Así y en Caná de Galilea, dio Jesús principio a sus milagros, manifestó su gloria, y creyeron en El sus discípulos.
¿Qué hace María en Caná de Galilea? Participa en una fiesta social. El cristiano es un hombre que vive en el mundo. El hombre es social por naturaleza. El hecho de ser cristiano no lo aísla de la sociedad; vive en ella; tiene que relacionarse con los demás hombres. Cristo en la gran oración sacerdotal no pide al Padre que saque a los suyos del mundo, sino que se santifiquen en el mundo. María nos lo enseña a vivir en esta escena evangélica con discreción, naturalidad, sencillez. Una invitada más, sin insignia especial. Sin ser notada, pero actuando sin ruido. No hay que apoyarse en nuestra condición de católicos para influir; hay que vivir discretamente nuestra vida sobrenatural para ser eficaces. María hace oración en medio del banquete: “No tienen vino”. Una oración de ocasión, sin alardes, sin gestos llamativos.
ACLAMACIONES
D. — Para que aprendamos a participar con fruto en todas las actividades humanas.
R. — Imploramos, Madre, tu ayuda.
D. — Para que sepamos hacer mucho, sin ruido, pero con eficacia.
R. — Imploramos…
D. — Para que vivamos la confianza absoluta en tu OMNIPOTENCIA SUPLICANTE.
R. — Imploramos…
D. — Para que sepamos santificar nuestra profesión, negocios, diversión y vida de familia.
R. — Imploramos…
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
D. — Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios.
R. — Anunció la alegría a todo el mundo.
OREMOS
Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen preparaste digna morada a tu Hijo, te suplicamos, que, así como por la muerte prevista de tu Hijo la preservaste de toda mancha, por la intercesión de María nos concedas llegar a Ti enteramente limpios. Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo…
R. — Amén.
D. — Que el auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
R. — Amén.
DÍA NOVENO
MONICIÓN PARA ESTE DÍA
Es muy fácil centrar toda nuestra atención en la escena del Calvario. De pie, María, junto a la Cruz de Cristo, en compañía de otras personas: un hombre joven, Juan. Unas mujeres piadosas. Una pecadora penitente. Dos ladrones crucificados. Dos conversos de última hora: Dimas y Longinos. A todos los corredimidos por los Dolores de la Virgen, la misericordia de Dios Padre y de nuestro Redentor Jesucristo.
R. — Amén.
REFLEXIONES EVANGÉLICAS: AMOR A LA CRUZ
Proclamación solemne de la Maternidad de la Virgen sobre nosotros. Es un marco de universalidad, de apertura. «Mujer, he ahí a tu hijo». «Hijo, he ahí a tu Madre».
LECTURA: San Juan, 19, 25-27.
Jesús y su Madre. 25Estaban en pie junto a la cruz de Jesús su madre, María de Cleofás, hermana de su madre, y María Magdalena. 26Jesús, viendo a su madre y junto a Ella al discípulo que El amaba, dijo a su madre: “Mujer, he ahí a tu hijo”. 27Luego dijo al discípulo: “He ahí a tu madre”. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.
Todos cobijados por la Cruz que tiene un signo de apertura infinita y eterna. Todos unidos en Cristo bajo su mirada. No hay almas de segunda clase. A todos busca y llama la Iglesia, porque todos son hijos de Dios. No puede haber en la Iglesia monopolios, ni sociedades limitadas, ni exclusivas. Los brazos de Cristo abiertos lo indican y la compañía que tiene la Virgen lo define solemnemente. La Virgen goza de la maravillosa variedad de los Hijos de Dios. La Iglesia es bendita por esa maravilla de la variedad en la unidad: No es cristiano rechazar lo que no nos va o no hemos tenido la humildad de conocer. Si la Iglesia, que es Cristo, aprueba, nosotros con los brazos abiertos. La Madre Iglesia es fecunda como la Sangre de Cristo. Amplitud y reciedumbre. Corredención. María no habla, no se le oye ni un gemido y corredime.
ACLAMACIONES
D. — Para que la salvación que nos conseguiste asociando tus dolores a los del Señor llegue a todas las almas.
R. — Intercede, Madre, por nosotros.
D. — Para que comprendamos y vivamos la apertura de la Cruz.
R. — Intercede…
D. — Para que busquemos nuestro puesto al lado de Cristo Crucificado.
R. — Intercede…
D. — Para que vivamos la audacia y la reciedumbre de la Cruz.
R. — Intercede…
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
D. — Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios.
R. — Anunció la alegría a todo el mundo.
OREMOS
Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen preparaste digna morada a tu Hijo, te suplicamos, que, así como por la muerte prevista de tu Hijo la preservaste de toda mancha, por la intercesión de María nos concedas llegar a Ti enteramente limpios. Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo…
R. — Amén.
D. — Que el auxilio divino permanezca siempre con nosotros.
R. — Amén.
Oraciones a la Inmaculada Concepción
A LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Ninguno del ser humano como vos se pudo ver;
que a otros los dejan caer y después les dan la mano.
Mas vos, Virgen, no caíste como los otros cayeron,
que siempre la mano os dieron con que preservada fuiste.
Yo, cien mil veces caído, os suplico que me deis la vuestra
y me levantéis por que no quede perdido.
Y por vuestra concepción, que fue de tan gran pureza,
conserva en mí la limpieza del alma y del corazón,
para que de esta manera suba con vos a gozar
del que sólo puede dar vida y gloria verdadera. Amén.
VENID Y VAMOS TODOS
Venid y vamos todos, en flores a porfía,
en flores a María, que Madre nuestra es.
De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella,
más que la luna bella, postrada a tus pies.
Veníamos a ofrecerte las flores de este suelo;
con cuánto amor y anhelo, Señora, tú lo ves.
Tu poderosa mano defiéndanos, Señora,
y siempre, desde ahora, a nuestro lado estés.
ORACIÓN A LA INMACULADA CONCEPCIÓN
de San Vicente Pallotti
Inmaculada Madre de Dios, Reina de los cielos, Madre de misericordia, abogada y refugio de los pecadores: he aquí que yo, iluminado y movido por las gracias que vuestra maternal benevolencia abundantemente me ha obtenido del Tesoro Divino, propongo poner mi corazón ahora y siempre en vuestras manos para que sea consagrado a Jesús.
A Vos, oh Virgen santísima, lo entrego, en presencia de los nueve coros de los ángeles y de todos los santos; Vos, en mi nombre, consagradlo a Jesús; y por la filial confianza que os tengo, estoy seguro de que haréis ahora y siempre que mi corazón sea enteramente de Jesús, imitando perfectamente a los santos, especialmente a San José, vuestro purísimo esposo. Amén.
ORACIÓN
¡Virgen Santísima, que agradaste al Señor y fuiste su Madre; inmaculada en el cuerpo, en el alma, en la fe y en el amor! Por piedad, vuelve benigna los ojos a los fieles que imploran tu poderoso patrocinio. La maligna serpiente, contra quien fue lanzada la primera maldición, sigue combatiendo con furor y tentando a los miserables hijos de Eva. ¡Ea, bendita Madre, nuestra Reina y Abogada, que desde el primer instante de tu concepción quebrantaste la cabeza del enemigo! Acoge las súplicas de los que, unidos a ti en un solo corazón, te pedimos las presentes ante el trono del Altísimo para que no caigamos nunca en las emboscadas que se nos preparan; para que todos lleguemos al puerto de salvación, y, entre tantos peligros, la Iglesia y la sociedad canten de nuevo el himno del rescate, de la victoria y de la paz. Amén.
JACULATORIA
Bendita sea la santa e Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, Madre de Dios. Avemaría.
EJERCICIO PIADOSO A LA INMACULADA VIRGEN
Oh Dios, que por la Inmaculada Virgen, preparasteis digna morada a vuestro Hijo; os suplicamos que, así como a ella la preservasteis de toda mancha en previsión de la muerte del mismo Hijo, nos concedáis también que, por medio de su intercesión, lleguemos a vuestra presencia puros de todo pecado. Por el mismo Jesucristo, nuestro señor. Amén.
1. Bendita sea la santa e inmaculada Concepción de la gloriosa Virgen María, Madre de Dios. Avemaría.
2. Oh María, que entrasteis en el mundo sin mancha de culpa, obtenedme de Dios que pueda yo salir de él sin pecado. Avemaría.
3. Oh Virgen María, que nunca estuvisteis afeada con la mancha del pecado original, ni de ningún pecado actual, os encomiendo y confío la pureza de mi corazón. Avemaría.
4. Por vuestra Inmaculada Concepción, oh María, haced puro mi cuerpo y santa el alma mía. Avemaría.
5. Oh María, concebida sin pecado, rogad por nosotros, que recurrimos a Vos. Avemaría.
Triduo a la Inmaculada Concepción
Por la señal…
Señor mío Jesucristo… o Pésame Dios mío…
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Virgen purísima, concebida sin pecado y desde aquel primer instante toda hermosa y sin mancha, gloriosa María, llena de gracia y Madre de mi Dios, Reina de los Angeles y de los hombres: Sois el asilo seguro de los pecadores penitentes: con razón, pues, a Vos acudo; sois Madre de misericordia; no podréis, por lo tanto; dejar de enterneceros a la vista de mis miserias; sois, después de Jesucristo, toda mi esperanza: no dejaréis de aceptar con agrado la tierna confianza que tengo en Vos. Alcanzadme que sea digno de ser llamado hijo vuestro y que pueda deciros con entera confianza: “Monstra te esse matrem”, demuestra que eres mi Madre.
DÍA PRIMERO
Vedme a vuestros santísimos pies, oh Virgen Inmaculada; me alegro grandemente con Vos, que desde la eternidad hayáis sido elegida Madre del Verbo eterno y preservada de la culpa original. Doy gracias y bendigo a la Santísima Trinidad, que os enriqueció con tales privilegios en vuestra Concepción; y os suplico humildemente que me alcancéis la gracia de vencer los tristes efectos que el pecado original causó en mí y que nunca deje de amar a mi Dios.
Rezar doce Avemarías y luego la Letanía Lauretana.
DÍA SEGUNDO
¡Oh, María, Lirio inmaculado de pureza! Me congratulo con Vos, porque desde el primer instante de vuestra Concepción fuisteis colmada de gracia, y porque, además, os haya sido concedido el uso perfecto de la razón. Doy gracias y adoro a la Santísima Trinidad por haberos adornado con dones tan sublimes, y me confundo todo delante de Vos, al verme tan pobre de gracias. Haced a mi alma participe de ella y de los tesoros de vuestra Inmaculada Concepción.
Rezar doce Avemarías y luego la Letanía Lauretana.
DÍA TERCERO
¡Oh, espejo de pureza, Inmaculada Virgen María! Me complazco sumamente al considerar que desde vuestra Concepción os fueron infundidas las virtudes más sublimes y perfectas, junto con todos los dones del Espíritu Santo. Doy gracias y alabo a la Santísima Trinidad por haberos favorecido con estos privilegios, y os suplico, oh Madre benigna, me alcancéis la práctica de las virtudes para hacerme así digno de recibir los dones y la gracia del Espíritu Santo.
Rezar doce Avemarías y luego la Letanía Lauretana.
Oración del Papa Juan Pablo II a María Inmaculada
SANTA MISA CON OCASIÓN DEL 150° ANIVERSARIO DE LA PROCLAMACIÓN DEL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
HOMILÍA DE JUAN PABLO II
Miércoles 8 de diciembre de 2004
1. “Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo”
(Lc 1, 28).
Con estas palabras del arcángel Gabriel, nos dirigimos a la Virgen María muchas veces al día. Las repetimos hoy con ferviente alegría, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, recordando el 8 de diciembre de 1854, cuando el beato Pío IX proclamó este admirable dogma de la fe católica precisamente en esta basílica vaticana.
Saludo cordialmente a cuantos han venido hoy aquí, en particular a los representantes de las Sociedades mariológicas nacionales, que han participado en el Congreso mariológico y mariano internacional, organizado por la Academia mariana pontificia.
Amadísimos hermanos y hermanas, os saludo también a todos vosotros aquí presentes, que habéis venido a rendir homenaje filial a la Virgen Inmaculada. De modo especial, saludo al señor cardenal Camillo Ruini, al que renuevo mi más cordial felicitación por su jubileo sacerdotal, expresándole toda mi gratitud por el servicio que, con generosa entrega, ha prestado y sigue prestando a la Iglesia como mi vicario general para la diócesis de Roma y como presidente de la Conferencia episcopal italiana.
2. ¡Cuán grande es el misterio de la Inmaculada Concepción, que nos presenta la liturgia de hoy!
Un misterio que no cesa de atraer la contemplación de los creyentes e inspira la reflexión de los teólogos. El tema del Congreso que acabo de recordar -”María de Nazaret acoge al Hijo de Dios en la historia”- ha favorecido una profundización de la doctrina de la concepción inmaculada de María como presupuesto para la acogida en su seno virginal del Verbo de Dios encarnado, Salvador del género humano.
“Llena de gracia”, : con este apelativo, según el original griego del evangelio de san Lucas, el ángel se dirige a María. Este es el nombre con el que Dios, a través de su mensajero, quiso calificar a la Virgen. De este modo la pensó y vio desde siempre, ab aeterno.
3. En el himno de la carta a los Efesios, que se acaba de proclamar, el Apóstol alaba a Dios Padre porque “nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales”
(Ef 1, 3).
¡Con qué especialísima bendición Dios se ha dirigido a María desde el inicio de los tiempos! ¡Verdaderamente bendita, María, entre todas las mujeres!
(cf. Lc, 1, 42).
El Padre la eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que fuera santa e inmaculada ante él por el amor, predestinándola como primicia a la adopción filial por obra de Jesucristo
(cf. Ef 1, 4-5).
4. La predestinación de María, como la de cada uno de nosotros, está relacionada con la predestinación del Hijo. Cristo es la “estirpe” que “pisaría la cabeza” de la antigua serpiente, según el libro del Génesis (cf. Gn 3, 15); es el Cordero “sin mancha” (cf. Ex 12, 5; 1 P 1, 19), inmolado para redimir a la humanidad del pecado.
En previsión de la muerte salvífica de él, María, su Madre, fue preservada del pecado original y de todo otro pecado. En la victoria del nuevo Adán está también la de la nueva Eva, madre de los redimidos. Así, la Inmaculada es signo de esperanza para todos los vivientes, que han vencido a Satanás en virtud de la sangre del Cordero
(cf. Ap 12, 11).
5. Contemplamos hoy a la humilde joven de Nazaret, santa e inmaculada ante Dios por el amor (cf. Ef 1, 4), el “amor” que, en su fuente originaria, es Dios mismo, uno y trino.
¡La Inmaculada Concepción de la Madre del Redentor es obra sublime de la santísima Trinidad! Pío IX, en la bula Ineffabilis Deus, recuerda que el Omnipotente estableció “con el mismo decreto el origen de María y la encarnación de la divina Sabiduría” (Pii IX Pontificis Maximi Acta, Pars prima, p. 559).
El “sí” de la Virgen al anuncio del ángel se sitúa en lo concreto de nuestra condición terrena, como humilde obsequio a la voluntad divina de salvar a la humanidad, no de la historia, sino en la historia. En efecto, preservada inmune de toda mancha de pecado original, la “nueva Eva” se benefició de modo singular de la obra de Cristo como perfectísimo Mediador y Redentor. Ella, la primera redimida por su Hijo, partícipe en plenitud de su santidad, ya es lo que toda la Iglesia desea y espera ser.
Es el icono escatológico de la Iglesia.
6. Por eso la Inmaculada, que es “comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura” (Prefacio), precede siempre al pueblo de Dios en la peregrinación de la fe hacia el reino de los cielos
(cf. Lumen gentium, 58; Redemptoris Mater, 2).
En la concepción inmaculada de María la Iglesia ve proyectarse, anticipada en su miembro más noble, la gracia salvadora de la Pascua.
En el acontecimiento de la Encarnación encuentra indisolublemente unidos al Hijo y a la Madre: “Al que es su Señor y su Cabeza y a la que, pronunciando el primer “fiat” de la nueva alianza, prefigura su condición de esposa y madre”
(Redemptoris Mater, 1).
7. A ti, Virgen inmaculada, predestinada por Dios sobre toda otra criatura como abogada de gracia y modelo de santidad para su pueblo, te renuevo hoy, de modo especial, la consagración de toda la Iglesia.
Guía tú a sus hijos en la peregrinación de la fe, haciéndolos cada vez más obedientes y fieles a la palabra de Dios.
Acompaña tú a todos los cristianos por el camino de la conversión y de la santidad, en la lucha contra el pecado y en la búsqueda de la verdadera belleza, que es siempre huella y reflejo de la Belleza divina.
Obtén tú, una vez más, paz y salvación para todas las gentes. El Padre eterno, que te escogió para ser la Madre inmaculada del Redentor, renueve también en nuestro tiempo, por medio de ti, las maravillas de su amor misericordioso. Amén.
MARÍA INMACULADA, MUJER EUCARÍSTICA
Oración de Juan Pablo II ante la Imagen de la Inmaculada en la Plaza de España de Roma (8-12-2004)
1 ¡Virgen Inmaculada!
Una vez más estamos aquí para rendirte homenaje
a los pies de esta columna,
desde la cual velas con amor
sobre Roma y sobre el mundo entero
desde cuando, hace ciento cincuenta años,
el beato Pío IX proclamó,
como verdad de la fe católica,
tu preservación de toda mancha de pecado
en previsión de la muerte y resurrección
de tu Hijo Jesucristo.
2 ¡Virgen Inmaculada!
Tu intacta belleza espiritual
es para nosotros fuente viva de confianza y de esperanza.
Tenerte como Madre, Virgen Santa,
nos afianza en el camino de la vida
como prenda de eterna salvación.
Por ello a ti, oh María,
recurrimos confiados.
Ayúdanos a construir un mundo
en el que la vida del hombre se vea siempre amada y defendida;
toda forma de violencia, desterrada;
la paz, por todos tenazmente buscada.
3 ¡Virgen Inmaculada!
En este Año de la Eucaristía,
concédenos celebrar y adorar
con renovada fe y ardiente amor
el santo misterio del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Bajo tu magisterio, oh Mujer eucarística,
enséñanos a conmemorar las maravillosas obras
que Dios no deja de realizar en el corazón de los hombres.
Con materno desvelo, Virgen María,
guía siempre nuestros pasos por los caminos del bien.
Amén.
(Original italiano procedente del archivo informático
de la Santa Sede; traducción de ECCLESIA.)
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