"Ventana abierta"
UNA CARTA AL CIELO PARA MI PADRE...
Querido padre, por tu difícil enfermedad, pocas fueron las veces que nos viste correr por los charcos que formaba la lluvia al discurrir sobre los adoquines o entre las piedras de la plazoleta del barrio donde mis hermanos y yo solíamos jugar.
Te contábamos todo cuando volvíamos a casa, aunque te podías imaginar cada sonrisa afable que dibujaba nuestra boca por cada acontecimiento que nos maravillaba, nos emocionaba o nos hacía reír.
Solíamos correr tras el viento con la intención de atrapar cada silbido de vida entre nuestras manos, y jugar con ellos formando un torbellino de alegría que arrasara con todo aquello que dolía y formaba gotas de agua triste dentro de nuestros ojos de niños.
Cuando caíamos y sentíamos un profundo malestar en nuestro cuerpo, acompañado por la sensación de un mal gesto en nuestra cara y la fuerza descomunal de romper en llanto, sabíamos de inmediato que nos habíamos hecho daño; pero sin querer volver a casa a pesar del dolor por el rasguño, porque allí estabas tú, con el algodón sumergido en alcohol para desinfectarnos la herida, que tanto nos escocía y que tú soplabas sobre ella para que pasara pronto, y así aliviarnos, y secar con tus suaves manos, las gotas que emergían no sólo por el dolor, sino también por la emoción de sentir cercano tu corazón.
Qué emoción tan hermosa, cuando sentíamos nacer dentro de nosotros, huellas de verdadero cariño y afecto humano, por todo aquello que nos hacía sentir queridos.
Solíamos encontrar en ti, las regañinas propias y naturales que tenías que ejercer sobre nosotros como padre y educador cuando obrábamos mal, y que nos alentaba con tan sólo un abrazo y un beso tuyo; pero también al encontrar tu sonrisa, el claro brillo de tus ojos, sintiendo la vibración de tu corazón que penetraba en el nuestro y se fundían en amor de padre a hijos.
Recordamos con cuánto amor nos esperabas en casa junto a mamá, a que llegáramos del colegio encontrándonos con rebanadas de pan, ya preparadas, con aceite y azúcar, diciéndonos tu palabra favorita para inducirnos a comerlas:
"Esto es lo mejor que entra en barriga".
Y nosotros las comíamos, pero con el pensamiento puesto en el chocolate que habíamos visto merendando a los amiguitos, y que nosotros no podíamos comprar excepto en contadas ocasiones.
El ver y comprobar en todos los momentos y circunstancias de nuestra vida tu cariño desmesurado hacia tus hijos, tus manos y tus pies cansados de tanto haber trabajado aspirando ese metal dañino para tus pulmones que hicieron que enfermaras, nos hicieron comprender que existía algo en la vida, que movido por ese misterio amoroso que es Dios mismo, era algo que iluminaba nuestros sueños y esperanzas junto con el anhelo de ser mejores cada día, en la gracia de elevar hasta la máxima expresión de victoria, la dignidad que hoy engrandece nuestros pasos; y la formación en valores de vida cristiana, nuestros corazones.
Ese fue el ejemplo que tú nos dejaste antes de irte a la Casa del Padre y que hoy damos gracias a Dios por ser lo que somos y como somos, engrandeciendo tu nombre y bendiciéndote cada día de nuestra vida.
Llegó el momento en que ya supimos lo que era criar y educar a nuestros hijos, con el ejemplo que nos diste en tus actos, en tus palabras y en tu vida, que tú tan magistralmente nos inculcaste y que nosotros a través de ti y en tu memoria, quisimos transmitir a toda nuestra familia: a los que ya ahora están en ella, como son tus nietos, a los cuales, por desgracia, no llegaste a conocer aquí en la tierra, ni tampoco, por supuesto, a tus biznietos...
Y ya que el Señor quiso llevarte consigo a los 57 años, cuando aún eras relativamente joven, seguramente te habrá otorgado un lugar muy particular junto a Él, y desde el balcón del Cielo, tal vez nos verás, pudiendo gozar con Él e interceder por nosotros hasta que nos volvamos a reencontrar en el seno de Nuestro Señor.
Infinitas gracias Señor por mi familia, y por todos los beneficios que nos vas concediendo día a día con nuestros hijos y nietos, quienes queremos que se eduquen en armonía, cariño, solidaridad, amistad... valorando el amor, por encima de todo, en el cual nos educaron a nosotros.
Y también renovados y continuos agradecimientos por todas las personas queridas que vas poniendo en el caminar de nuestra vida.
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