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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

martes, 5 de abril de 2011

El Ángelus del Papa

15 de febrero 2009

A propósito del Evangelio de la Misa de ayer, que comenté en mi entrada anterior, el Santo Padre pronunció estas palabras antes del rezo del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas:

En estos domingos, el evangelista san Marcos ha presentado a nuestra reflexión una secuencia de varias curaciones milagrosas. Hoy nos presenta una sumamente particular: la de un leproso sanado, quien se acercó a Jesús y, de rodillas, le suplicó: "Si quieres, puedes limpiarme" (Cf. Marcos 1,40-45). Él, conmovido, le tendió la mano, le tocó y le dijo: "Quiero; queda limpio". Instantáneamente se verificó la curación de ese hombre, a quien Jesús le pidió que no revelara lo sucedido, y que se presentara a los sacerdotes para ofrecer el sacrificio prescrito por la ley de Moisés.

Aquel leproso curado, por lo contrario, no logró guardar silencio, es más, proclamó a todos lo que le había sucedido, de manera que, según refiere el evangelista, acudían a Jesús aún más enfermos de todas las partes, hasta obligarle a quedarse fuera de las ciudades para no ser asediado por la gente.

Jesús le dijo al leproso: "queda limpio". Según la antigua ley judía (Cf. Levítico 13-14), la lepra no era considerada sólo como una enfermedad, sino como la forma más grave de "impuridad". Les correspondía a los sacerdotes diagnosticarla y declarar inmundo al enfermo, quien tenía que ser alejado de la comunidad y quedarse fuera de los poblados, hasta que tuviera lugar una eventual y certificada curación. Por este motivo, la lepra constituía una especie de muerte religiosa y civil, y su curación una especie de resurrección. En la lepra es posible entrever el símbolo del pecado, que es la verdadera impureza del corazón, capaz de alejarnos de Dios. La enfermedad física de la lepra no nos separa de Él, como preveían las antiguas normas, sino la culpa, el mal espiritual y moral. Por este motivo, el salmista exclama: "Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado". Y luego dirigiéndose a Dios, añade: "Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: 'confesaré al Señor mi culpa', y tú perdonaste mi culpa y mi pecado" (Salmo 31/32,1.5).

Los pecados que cometemos nos alejan de Dios y, si no se confiesan humildemente confiando en la misericordia divina, llegan a producir la muerte del alma. Este milagro reviste, por tanto, un intenso significado simbólico. Jesús, como había profetizado Isaías, es el Siervo del Señor, quien "cargó con nuestras dolencias y soportó nuestros dolores" (Isaías 53,4). Con su pasión, se convertirá como en un leproso, impuro por nuestros pecados, separado de Dios: todo esto lo hará por amor, con el objetivo de alcanzarnos la reconciliación, el perdón y la salvación. En el Sacramento de la Penitencia Cristo crucificado y resucitado, a través de sus ministros, nos purifica con su misericordia infinita, nos restituye la comunión con el Padre celestial y, con los hermanos, nos ofrece el don de su amor, de su alegría y de su paz.

Queridos hermanos y hermanas: invoquemos a la Virgen María, a quien Dios preservó de toda mancha de pecado, para que nos ayude a evitar el pecado y a recurrir frecuentemente a su sacramento de la confesión, el sacramento del perdón, que hoy debe ser descubierto aún más en su valor y en su importancia para nuestra vida cristiana.




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