“Es mi hijo, un trocito de mí que está con vosotros”
El Hijo, que viene del Padre, sobre el que se posó el Espíritu de Dios, nos invita a la aventura del agua viva, que calma la sed, limpia, da frescor, nos devuelve nuestro auténtico rostro y nos renueva con la belleza de la autenticidad.
Juan señala al que quita el pecado del mundo, al que libera, sobre el que están posadas todas las miradas. Él nos invita a mirar a nuestros hermanos en la órbita de ese amor que no acaba nunca porque nos viene del Padre, la fuente del agua nueva.
Que el tiempo ordinario, que iniciamos, nos adentre en el misterio del Señor Jesús, de cuyo Corazón brotó el agua y la sangre, símbolo de los sacramentos. Es el Hijo, un trocito del Padre, que acampó y vive entre nosotros, para contagiarnos el inmenso amor de Dios.
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