No somos huérfanos
Estoy seguro de que muchos de nosotros nos sentimos un tanto huérfanos. Un poco parecido a cuando muere alguno de nuestros padres. Nos consuela pensar que él se ha ido al cielo y está con el Señor. Pero nosotros nos quedamos sin él. Sólo nos quedan su recuerdos. ¿No nos sucederá algo parecido como cristianos? Desde que Jesús se nos fue de nuevo al Padre, sentimos que hemos quedado huérfanos de él. ¿No fue esa la primera experiencia de los discípulos? Los discípulos de Emaús dan la impresión de sentirse unos huérfanos que ahora van a refugiarse a la casa de los abuelos.
Estoy seguro de que muchos de nosotros nos sentimos un tanto huérfanos. Un poco parecido a cuando muere alguno de nuestros padres. Nos consuela pensar que él se ha ido al cielo y está con el Señor. Pero nosotros nos quedamos sin él. Sólo nos quedan su recuerdos. ¿No nos sucederá algo parecido como cristianos? Desde que Jesús se nos fue de nuevo al Padre, sentimos que hemos quedado huérfanos de él. ¿No fue esa la primera experiencia de los discípulos? Los discípulos de Emaús dan la impresión de sentirse unos huérfanos que ahora van a refugiarse a la casa de los abuelos.
Y sin embargo Jesús nos dice claramente: “No os dejaré huérfanos, volveré”.
No os dejaré huérfanos porque estaré con el Padre, pero también seguiré con vosotros.
Estaré con vosotros, no como hasta ahora, sino mucho más presente, porque estaré en medio de vosotros y estaré con vosotros.
No os dejaré huérfanos porque “pediré al Padre os dé otro defensor que esté siempre con vosotros”.
No estamos huérfanos, porque no solo él seguirá con nosotros sino que nos regalará al Espíritu Santo que vive en nosotros, está en nosotros y nos guiará hasta la verdad plena.
No solo no seremos unos huérfanos de Dios sino que seremos “hombres y mujeres nuevos, reanimados y habitados por el Espíritu de Dios”. Y como hombres y mujeres nuevos, nuestra vida será distinta como es distinta la de Jesús junto al Padre.
Ya no seremos los hombres y mujeres que viven siempre bajo el miedo y la cobardía, sino que una nueva savia correrá por dentro de nosotros que nos hará florecer en una primavera de coraje, de valentía, de ánimo y de esperanza.
Ya no seremos hombres y mujeres esclavizados por la ley, sino animados por el Espíritu.
Ya no seremos hombres y mujeres que tengamos que vivir siempre pendientes de la autoridad de los hombres. Ni serán ellos quienes nos marquen cada día el camino. Ni serán ellos quienes nos tengan que decir cada día lo que tenemos que hacer.
Será el Espíritu el que nos haga sentir la experiencia de Dios, la experiencia del Resucitado en nuestros corazones como los verdaderos animadores de nuestro espíritu.
Será el Espíritu el que nos haga madurar de nuestra condición de niños y nos haga adultos en la fe y maduros en la verdad.
“No seremos huérfanos” sino que sentiremos más hondamente la paternidad de Dios y nuestra condición de hijos. Experimentaremos mucho más profundamente que Dios no es alguien lejano al que es preciso tenerle miedo, sino que es Padre. Y experimentaremos nuestra libertad de hijos. Y sentiremos que nuestras vidas no están:
Dirigidas desde fuera por otros.
Dirigidas desde fuera por los mandatos de los hombres.
Dirigidas desde fuera por la obediencia a la ley.
Sino que están dirigidas por el Espíritu de la verdad. “Que nuestras vidas no están programadas por las prohibiciones” sino por las mociones del Espíritu dentro de nosotros.
“Cuando el creyente vive esta experiencia del Espíritu, el creyente descubre que ser cristiano no es un peso que oprime y atormenta la conciencia, sino que es dejarse guiar por el amor creador del Espíritu que vive en nosotros y nos hace vivir con una espontaneidad que nace no de nuestro egoísmo sino del amor”. (Pagola)
“No quedaremos huérfanos” porque recibiremos el “Espíritu de la verdad” que nos hará libres frente a la mentira del mundo.
Que nos hará fuertes para resistir a la mentira.
Que nos hará valientes para confesar la verdad.
Que nos hará testigos de la verdad en un mundo de engaño y mentira.
Que nos hará sentir que no solo los que mandan tienen la verdad sino que también Dios habla a través de nosotros y de nuestra verdad. Porque el mismo Espíritu que ilumina a los de arriba también ilumina a los de abajo. Es el Espíritu que habita en toda la Iglesia, en todo el Pueblo de Dios.
Que nos haré fuertes para saber discernir la verdad y la mentira venga de arriba o venga de abajo.
Que nos hará capaces de decir la verdad aunque luego tengamos que pagar las consecuencias. Porque es entonces que más nos asemejaremos a Jesús que murió precisamente por decir la verdad.
Que nos hará capaces y nos dará derecho a ser también nosotros escuchados.
Es este “Espíritu de la verdad” el que todos seremos “oídos”, pero también todos seremos “lengua”. Donde todos escuchemos a todos, porque nadie tiene la “exclusiva del Espíritu”.
Cito aquí unas frases del Cardenal Newman, hace poco beatificado por Benedicto XVI: “Ha vuelto, pero en su Espíritu, es decir, el Espíritu ha venido en su lugar….. Pero ¿para qué ha venido? ¿Para suplir la ausencia de Cristo, o para perfeccionar su presencia. Incontestable para hacerlo presente”.
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