¿Nos dicen algo esas vidas que sí sabemos que existen a nuestro lado y de las que apenas nos preocupamos?
¿Nos dicen algo esos niños que se están muriendo hoy mismo de hambre en el mundo?
¿Nos dice algo esos ancianos que viven cada día rumiando su soledad porque nadie tiempo para ellos?
Nos dicen algo esos hombres y mujeres que viven con la angustia de no encontrar trabajo y se ahogan en su impotencia y frustración diaria?
El cristiano es el que mira al cielo, pero sin olvidarse de mirar a la tierra.
El cristiano podrá descubrir a Dios en esas maravillas del Universo, pero ¿no se estará olvidando de descubrir y encontrarse con Dios aquí abajo, no en las estrellas del firmamento, sino en esas otras estrellas tan misteriosas y tan reales con somos cada uno de los hombres y mujeres que caminamos por los caminos del mundo?
¿Será que también yo veo bien a una distancia prudente, pero no puedo leer la vida, las alegrías y las penas de mi hermano que está junto a mí?
Para caminar necesito ver el horizonte que está lejos, pero si no veo el camino donde voy a poner mis pies, estoy seguro que me voy a tropezar.
Y no nos pide que nos quedemos “plantados mirando al cielo”, a las nubes.
Nos pide que bajemos los ojos y veamos los caminos de la vida, los caminos de los hombres.
Nos pide que bajemos del monte a los caminos que él mismo anduvo, saliendo al encuentro de los hombres.
Que miremos, sí a Dios, pero mirando a los hombres.
Que contemplemos, sí a Dios, pero contemplando a los hombres.
Que contemplemos, sí el Cielo, pero contemplando también la tierra.
Que estamos llamados también nosotros a subir a los cielos. Pero que los caminos del cielo pasan por los caminos del encuentro con los hombres a los que tenemos que anunciarles el Evangelio, amarles, solidarizarnos con ellos y comprometernos con ellos.
Es una invitación a mirar a Dios. Pero también a mirar a los hombres.
Es una invitación a mirar al que regresa a su condición divina. Pero sin olvidarnos de su condición humana de un Dios encarnado.
Señor: Te nos vas. Pero te nos quedas.
Regresas a tu condición divina y nos pides que no olvidemos
nuestra condición humana.
Que tú no dejas aquí tu encarnación, sino que la llevas contigo
trasformada por tu Resurrección.
Tampoco nosotros cuando volvamos a Ti,
no dejaremos nuestra condición de hombres y mujeres,
pero transformados por nuestra resurrección.
Y mientras tanto, Ti sigues invisible en medio de nosotros.
Que nosotros nos hagamos visibles en medio de los hombres.
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