El Buen Pastor
no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.
No veo fácil que el Obispo pueda conocer por su nombre a todos sus fieles. Tampoco estoy seguro haya demasiada preocupación por saber el nombre de los que le han sido encomendados.
No veo fácil que, al menos en las ciudades, los Párrocos conozcan por su nombre a sus parroquianos. De ordinario, conocemos a los de siempre. A los que están metidos en todo y que son siempre pocos y los mismos. ¿Y el resto? Siguen siendo “fieles anónimos”.
Muchos fieles se sienten, con frecuencia, más a gusto en los encuentros con los hermanos separados que con nosotros.
Es posible que a estos hermanos les falte un poco el misterio, pero sea más viva la relación humana con la gente.
Pero también es posible que a nosotros nos sobre el misterio y nos falte el trato y la relación humana con nuestros fieles. Siempre me ha llamado la atención el poco aguante que tenemos los sacerdotes cuando los padres traen los niños pequeños y chillan, corretean por la Iglesia. Aún no hace mucho escuché a uno que desde el altar mandó salir a una madre porque su hijo lloraba. ¿Y dónde queda aquello de Jesús: “Dejad que los niños vengan a mí”.
¿No habrá demasiada seriedad en nuestros encuentros, que tienen muy poco de comunitarios y sí tienen demasiado de ignorarnos los unos a los otros?
¿A caso la seriedad es un impedimento para el sentido fraterno, festivo, alegre de nuestros momentos de encuentro?
La gente, siente nuestras misas y nuestras predicaciones demasiado aburridas. Hace unos meses un padre de familia me decía: “mis hijos no quieren asistir a misa porque les aburre, sólo estarían dispuestos a ir a la Misa que celebra cierto Sacerdote porque dicen habla para la gente y habla de cosas interesantes”.
Confieso que no estoy tan seguro de que nuestros fieles hoy “huyan” de pastores extraños.
Y preferimos seguir siendo cada vez menos, y mientras tanto cerramos el paso a la participación activa de las mujeres. Y tampoco a los varones les dejamos demasiados espacios. El Documento de Aparecida comienza citando una frase del Documento de Puebla:
Los laicos “son hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”. ¿Estarán el “corazón de la Iglesia” o sentados en silencio en las bancas de la Iglesia?
Y añade con gran realismo: “Los laicos están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado, según las necesidades locales bajo la guía de los pastores. Ellos estarán dispuestos a abrirles espacios de participación y a confiarles ministerios y responsabilidades en una Iglesia donde todos vivan de manera responsable su compromiso cristiano”, (DA 211)
¿Será todo esto problema dogmático que impide todo cambio?
¿No será problema de cambio de estructuras diocesanas y parroquiales y pastorales?
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