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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

lunes, 30 de mayo de 2011


“Ventana abierta”
El amigo del hijo (1)


Como siempre, bienvenid@s a nuestra “Ventana abierta”.
Era la reunión del domingo por la noche, de un grupo cristiano, en una iglesia de la comunidad. Después que cantaron los himnos, el pastor de la iglesia se dirigió al grupo y presentó a un orador invitado; se trataba de uno de sus amigos de la infancia, ya entrado en años.
Mientras todos lo seguían con la mirada, el anciano ocupó el púlpito y comenzó a contar esta historia:
“Un hombre junto con su hijo y un amigo de su hijo estaban navegando en un velero a lo largo de la costa del Pacífico, cuando una tormenta les impidió volver a tierra firme. Las olas se encresparon a tal grado, que el padre, a pesar de ser un marinero de experiencia, no pudo mantener a flote la embarcación, y las aguas del Océano arrastraron a los tres”.
Al decir esto, el anciano se detuvo un momento y miró a dos adolescentes que por primera vez desde que comenzó la conversación, estaban mostrando interés, y siguió narrando.
“El padre logró agarrar una soga, pero luego tuvo, pero luego tuvo que tomar la decisión más terrible de su vida; escoger a cuál de los dos muchachos tirarle el otro extremo de la soga. Tuvo sólo escasos segundos para decidirse.
El padre sabía que su hijo era un buen cristiano, y también sabía que el amigo de su hijo no lo era.
La agonía de la decisión era mucho mayor que los embates de las olas.
Miró en dirección a su hijo y le gritó:
“¡Te quiero, hijo mío!”, y le tiró la soga al amigo de su hijo.

En el tiempo que le tomó al amigo llegar hasta el velero volcado en campana, su hijo desapareció bajo los fuertes oleajes en la oscuridad de la noche.
Jamás lograron encontrar su cuerpo”.

Los dos adolescentes estaban escuchando con suma atención, atentos a las próximas palabras que pronunciara el orador invitado.

“El padre –continuó el anciano- sabía que su hijo pasaría la eternidad con Cristo, y no podía soportar el hecho de que el amigo de su hijo no estuviera preparado para encontrarse con Dios. Por eso sacrificó a su hijo.
¡Cuán grande es el Amor de Dios que lo impulsó a hacer lo mismo por nosotros!”

Dicho esto, el anciano volvió a sentarse, y hubo un tenso silencio.
Pocos minutos después de concluida la reunión, los dos adolescentes se encontraron con el anciano. Uno de ellos le dijo cortésmente:
“Esa fue una historia muy bonita, pero a mí me cuesta trabajo creer que ese padre hubiera sacrificado la vida de su hijo con la ilusión de que el otro muchacho algún día decidiera seguir a Cristo”.

“Tienes toda la razón” –le contestó el anciano mientras miraba su Biblia gastada por el uso.
Y mientras sonreía, miró fijamente a los dos jóvenes, y les dijo:
“Pero esa historia me ayuda a comprender lo difícil que debió haber sido para Dios entregar a su Hijo por mí.
A mí también me costaría trabajo creerlo si no fuera porque el
amigo de ese hijo era yo”.



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