El objetivo quizá sea destruir la familia tradicional
El segundo paso fue la equiparación del matrimonio convencional con el nuevo "virinomio" de hombres casándose entre sí y el "uxorinomio" de mujeres haciéndolo entre ellas. La tercera vía de agua fue el "divorcio exprés", ultrarrápido, megabarato y a la carta. Entretanto, convenía ir exaltando la figura del hogar monoparental hasta el punto de acabar reconociendo que en más del 90% de los casos sería más justo llamarlo "monomarental", porque se trata casi siempre de una madre cuidando a sus retoños. A la vez, era conveniente ir culpando a los demonios domésticos de toda clase de odios, perversiones, abusos sexuales, acosos y violencia de género en el seno familiar. Sin embargo, incurrían en la leve contradicción de tildar de anacrónica a la familia y al mismo tiempo desear formar una con el mismo nombre de "matrimonio" los colectivos de gays, transexuales y lesbianas.
Conseguido el objetivo punto por punto, lo que faltaba saber era la finalidad. Pues muy simple: la meta es la explotación servil de las personas. Al anular los lazos tribales de sangre, el individuo queda a expensas de la empresa para la que trabaja y de un hipotético Estado protector. Ambos estamentos se encargarán de exprimirlo y manipularlo a conveniencia. La conexión mediante la informática y la telefonía móvil logrará que el sujeto esté localizable las veinticuatro horas del día para lo que el jefe demande y la autoridad requiera. Ahora bien, la pregunta que deberíamos hacernos es si quienes diseñaron este plan anticatólico para las masas representan a la mayoría de la población, o si la estrategia proviene de élites, países o culturas para quienes lo que nos predican (la desunión familiar) es lo que practican, dícese de influyentes grupos de presión, organismos financieros, cúpulas de partidos políticos y mafias criminales en las que paradójicamente priman valores tan familiares como la jerarquía, la fidelidad, la obediencia, el silencio con los trapos sucios y el respeto al superior.
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