“Ventana abierta”
¿Dónde está Dios?
¡Hola amig@s, siempre sois bien recibid@s en esta “Ventana abierta” y también la vuestra si así lo deseáis. A veces nos preguntamos, ¿dónde está Dios?, cuando nos asaltan tantos males y adversidades en nuestra vida. Esto mismo le ocurrió a Mª Carmen:
“Mª Carmen saltó de su asiento cuando vio salir al cirujano. Le preguntó:
¿Cómo está mi pequeño? ¿Va a ponerse bien? ¿Cuándo lo podré ver…?
El cirujano dijo:
“Lo siento. Hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance”.
Mª Carmen dijo consternada:
“¿Por qué los niños padecen cáncer? ¿Es que acaso Dios ya no se preocupa por ellos?
¡Dios! ¿Dónde estabas cuando mi hijo te necesitaba?”
El cirujano dijo:
“Una de las enfermeras saldrá en un momento para dejarte pasar unos minutos con los restos de tu hijo antes de que sean llevados a la Universidad”.
Mª Carmen pidió a la enfermera que la acompañara mientras se despedía de su hijo.
Recorrió con su mano su cabello rojizo.
La enfermera le preguntó si quería conservar uno de los rizos.
Mª Carmen asintió.
La enfermera cortó el rizo, lo colocó en una bolsita de plástico y se la dio a Mª Carmen.
Mª Carmen dijo:
“Fue idea de Carlos donar su cuerpo a la Universidad para ser estudiado.
Dijo que podría ayudar a alguien más.
Eso es lo que deseaba.
Yo al principio me negué, pero él me dijo:
“Mami no lo usaré después de que muera, y tal vez ayudará a que un niñito disfrute de un día más junto a su mamá.
Mi Carlos tenía un corazón de oro, siempre pensaba en los demás y deseaba ayudarles como pudiera”.
Mª Carmen salió del Hospital Infantil por última vez, después de haber permanecido ahí la mayor parte de los últimos seis meses.
Colocó la maleta con las pertenencias de Carlos en el asiento del auto, junto a ella.
Fue difícil conducir de regreso a casa, y más difícil aún entrar en una casa vacía.
Llevó la maleta a la habitación de Carlos y colocó los autos miniatura y todas sus demás cosas justo como él siempre las tenía.
Se acostó en la cama y lloró hasta quedarse dormida, abrazando la pequeña almohada de Carlos.
Despertó cerca de la medianoche y junto a ella había una hoja de papel doblada.
Abrió la carta que decía: “Querida mamí: Sé que vas a echarme de menos, pero no pienses que te he olvidado o he dejado de amarte sólo porque ya no estoy ahí para decirte “te amo”.
Pensaré en ti cada día, mamita, y cada día te amaré aún más.
Algún día nos volveremos a ver.
Si deseas adoptar a un niño para que no estés tan solita, podrá estar en mi habitación y podrá jugar con todas mis cosas.
Si decides que sea una niña, probablemente no le gustarán las mismas cosas que a los niños, y tendrás que comprarle muñecas y cosas de esas.
No te pongas triste cuando pienses en mí; este lugar es grandioso.
Los abuelos vinieron a recibirme cuando llegué y me han mostrado algo de aquí, pero me llevará algún tiempo verlo todo.
Los ángeles son muy amistosos y me encanta verlos volar.
Jesús no se parece a ninguna de todas las imágenes que vi de Él, pero supe que era Él tan pronto lo vi.
Jesús me llevó a ver a Dios, ¿y qué crees mami?, me senté en su regazo y le hablé como si yo fuera alguien importante.
Le dije a Dios que quería escribirte una carta para despedirme y todo eso, aunque sabía que no estaba permitido.
Dios me dio papel y su pluma personal para escribirte esta carta.
Creo que se llama Gabriel el ángel que te la dejará caer.
Dios me dijo que te respondiera a lo que le preguntaste:
¿Dónde estaba Él cuando yo lo necesitaba?
Dios dijo:
“En el mismo sitio que cuando Jesús estaba en la Cruz”.
Estaba justo ahí, como lo está con todos sus hijos.
Esta noche estaré a la mesa con Jesús para la cena. Sé que la comida será fabulosa.
Casi olvido decirte:
Ya no tengo ningún dolor; el cáncer se ha ido.
Me alegra, pues ya no podía resistir tanto dolor y Dios no podía resistir verme sufrir de ese modo. Así que envió al ángel de la Misericordia para llevarme.
El ángel me dijo que yo era una “Entrega especial”.
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