Sal para el mundo
Somos Iglesia, sal para el mundo, en manos de Dios. No seamos unos sosos. Para darle calor y sabor a este mundo frío y desabrido, el Padre pone en manos de la comunidad eclesial el salero de la Palabra, de la celebración de los sacramentos, del servicio y del testimonio.
La sal que da más sabor es la de quienes transmiten el Evangelio de Jesús en su vida cotidiana. La de esos cristianos que, de una manera sencilla pero comprometida, saben que su existencia está conectada a que el Reinado de Dios se haga presente.
Preguntas para la semana: ¿Dónde se nota que soy sal? ¿Realmente soy sal? ¿Por qué a veces adopto una postura “sosa” o descomprometida? ¿Siento realmente que el Padre Dios me llama a anunciar la Buena Noticia?
Dedicaré un rato a la oración con este Evangelio.
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