Enséñanos a orar para poder encontrarte
Delante de Dios no se pueden hacer teatros, porque Él es el único que conoce cómo somos. Sabe de nuestra autenticidad o de nuestro fariseísmo, de la generosidad que hay en nuestro interior o de la vaciedad… Fingir, alardear es tiempo perdido e inútil. No porque podamos “robarle” tiempo a Dios –Él es eterno-, sino porque nos privamos de una vida plena. El egoísmo, el alarde, el querer quedar bien no nos hacen ser nosotros mismos. Y si nuestro yo está tan henchido, mejor que descubramos la técnica más natural para “pincharlo” y que se vacíe como un globo en manos de un niño.
El corazón roto, frágil, “remendado”, que tanto le gusta dibujar a nuestro querido Patxi, nos habla de la actitud con la que podemos ir a la oración, al encuentro con el Señor. Allí estará Él acogiendo, perdonando, abrazando nuestra pequeñez.
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