Una comunidad desilusionada. Una comunidad que aún no siente ni vive al resucitado.
Una comunidad llena de miedo y encerrada sobre sí misma.
Una comunidad que a pesar de todo, todavía sigue reunida.
¿Será el miedo lo que la reúne? ¿Será que todavía no ha perdido toda su esperanza?
De todos modos, dos de sus miembros, ya han decidido abandonarla. Se regresan a sus casas decepcionados.
Y resulta curioso:
Aguantaron la desilusión de la muerte del amigo crucificado.
Fueron testigos de su entierro.
Lo que les decepciona es que ya no ven futuro.
Las promesas se les van disipando.
Tampoco aceptan el mensaje de las mujeres de que lo hayan visto.
“Según nuestra experiencia pastoral, muchas veces, la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos “no católicos” creen, sino, fundamentalmente, por lo que ellos viven; no por razones doctrinales, sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino metodológicos de nuestra Iglesia. Esperan encontrar respuestas a sus inquietudes. Buscan, no sin serios peligros, responder a algunas aspiraciones que quizás no han encontrado, como debería ser, en la Iglesia”. (DA n.225)
No son gente mala, al menos no son peores que los que nos quedamos, y hasta es posible que tengan el coraje de ser más sinceros y con más valentía para ser coherentes con ellos mismos. “Muchas veces la gente sincera que se sale de nuestra Iglesia”. ¿A caso eran peores los dos que se marcharon que los que se quedaron encerrados?
No se van por problemas doctrinales ni dogmáticos. Su problema es doble o triple:
a.- Problemas “vivenciales”. Problemas de vida, de testimonio, de vivencia. Lo mismo que aquella primera comunidad. Aún no era testigo ni testimonio del Jesús resucitado. ¿Lo seremos nosotros hoy? Ellos eran conscientes de que Jesús sí había anunciado que resucitaría. Pero esto no se ve en la comunidad.
b.- Problemas “pastorales”, problemas “metodológicos” de nuestra Iglesia. Una pastoral que no llega a la gente. Una metodología más de “espera” y de “despacho” parroquial, que la metodología del Buen Pastor: conocer a las suyas, ir delante de ellas, estar con ellas. Una Pastoral más aferrada a lo que “siempre se hizo” que a lo que se debe hacer “hoy”. Seguridades del pasado, miedo y cobardía para abrir nuevos caminos de acercamiento al hombre.
c.- Problemas de “falta de respuestas a sus inquietudes”. Necesitamos de una Iglesia y de una Pastoral que ofrezca respuestas para hoy. Las de ayer es posible que ya no sirvan. Los problemas son nuevos. Y necesita respuestas nuevas. La sensibilidad es nueva. Y necesita respuestas nuevas. Lo que fue válido ayer puede que no sirva para hoy. Pero es una pastoral tímida que sigue repitiéndose como si todo siguiese igual. Hoy la gente necesita de otras respuestas. Ya no nos sirve aquello del antigua Catecismo: “Doctores tiene la santa Iglesia que le sabrán responder”. Quieren que les respondas tú.
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