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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

jueves, 9 de diciembre de 2010

Un cuento navideño




Antojito era un oso pequeño. Tenía las patas cortas y los sueños largos. Y, a veces, era un poquito caprichoso.
El
día de Navidad, Antojito se sentó junto al árbol para elegir su regalo.
Echó un vistazo a los lindos paquetes que había repartidos alrededor del tronco.
-No se me antoja ninguno-, dijo con desgano.
Así que miró más arriba. De las primeras ramas colgaban un montón de cajas y cajitas multicolores.
-No se me antoja ninguna-, dijo con indiferencia.
Después, levantó un poco los ojos. Vio muchas medias rellenas de sorpresas, adornos gigantes, bolsas mágicas…
-No se me antoja nada de eso-, dijo suspirando.
Siguió inspeccionando, cada vez más alto. Hasta que, al fin, en la punta del pino encontró algo que le llamó la atención.
Era algo dorado. Brillaba como cien soles. Tenía cinco puntas. Parecía la estrella más maravillosa del
mundo.
-¡Se me antoja, eso sí que se me antoja!-, dijo entusiasmado.
Antojito se puso en puntas de pie. Estiró los brazos. Dio saltos y piruetas. Pero no podía alcanzar su regalo. Y cuanto más se le antojaba este regalo,más se le antojaba. Justo en ese momento, pasó por allí el cervatillo.
-Súbeme a tus cuernos -pidió Antojito-; tengo que alcanzar mi estrella antojada. El cervatillo lo ayudó encantado. Pero la estrella aún estaba demasiado alta.  Antojito llamó al castor que estaba coleccionando palitos secos.
-Súbete a los cuernos del cervatillo y, después, sujétame sobre tu cola -pidió Antojito-. Se me antoja esa estrella preciosa.
El castor lo ayudó con mucho gusto, pero fue imposible. Faltaba tanto, tanto. De pronto, la ardilla se presentó de un brinco y saludó.
-Súbete a los cuernos del cervatillo, apóyate en la cola del castor y, luego, me sostienes sobre tus hombros -pidió Antojito- . Me muero de antojo por esa estrella fantástica.
La ardilla lo ayudó de mil amores. Pero, a pesar del esfuerzo, el anhelado regalo todavía quedaba a un ratito de distancia. Volando apareció el águila blanca. -Súbete a los cuernos del cervatillo, agárrate al castor, vuela sobre la ardilla y siéntame en tus alas -pidió Antojito-. Mi corazón explota de tanto antojamiento. El águila lo ayudó, por supuesto.
Entonces, por fin, Antojito quedó a la misma altura de su sueño. Se puso unos anteojos oscuros para que la luz de la estrella no lo encandilase. -¡Oh, estrellita antojada! -dijo, y la estrujó contra su pecho.
Sólo que así, de cerca, la estrella tenía un aspecto muy común. No brillaba tanto. No era tan dorada. Tenía una patita rota. La verdad, no parecía la estrella más maravillosa del mundo.
-Ya se me pasó el antojo -dijo Antojito con desilusión desde lo alto de la torre.
El cervatillo, el castor, la ardilla y el águila blanca, cansados como estaban, se enojaron. Y se apartaron rápidamente. Antojito cayó en picada. Y del porrazo que se dio, vio las estrellas de verdad. Exactamente cuatro estrellas. Una parecía un cervatillo, otra un castor,otra una ardilla y otra un águila.
-¡Qué cerca tenía mi regalo! -dijo sonriendo a sus amigos.
Entonces, se le antojó darles un abrazo.

Gabriela Keselman


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