Es un camino largo, muy largo. Y muy corto a la vez.
Es el camino que hay de Dios al hombre.
Y el camino del hombre a Dios.
Es el camino que hay de Nazaret a Belén.
Es el camino de Belén a Nazaret.
Es el camino que hay de cada uno de nosotros a los demás hombres.
Es el camino que hay de mí a mi hermano.
Y el camino de mi hermano a mí.
Es el camino que hay de mí a mi esposa.
Y el camino de mi esposa a mí.
Es el camino que hay de mí a mis hijos.
Y el camino de mis hijos a mí.
Es el camino que hay de mí a mi hermano necesitado.
Es el camino de mi hermano necesitado a mí.
¿Cuál es la distancia de tu corazón al corazón del hermano?
¿Cuál es la distancia del corazón de tu hermano al tuyo?
¿Cuál es la distancia del corazón del esposo y la esposa?
¿Cuál es la distancia del corazón de los padres y los hijos?
¿Cuál es la distancia del corazón Dios al corazón humano?
¿Cuál es la distancia del corazón del hombre al corazón de Dios?
¿Cuál es la distancia de un corazón al otro?
Belén puede quedar muy lejos para quienes los divide y separa el desamor.
Belén puede quedar muy cerca para quienes se aman.
El camino de Belén fue blando para Dios que ansiaba llegar.
El camino de Belén es blando para cuantos buscan a Dios.
El camino de Belén es blando para quienes llevan el corazón en sus pies.
Para María y José, el camino de Belén fue largo y se les hizo corto.
Tan largo como los caprichos humanos que organizaron el Censo.
Tan corto como el amor que vive de la espera.
Tan largo como el cansancio de los pies.
Tan corto como el amor que espera al Dios en la cuna.
Tan largo como el que no sabe a donde va.
Tan corto como el que ha visto la estrella.
Hemos visto a un niño que reía.
Hemos visto a un niño que tenía la cara de todos los niños.
Hemos visto a un niño con su madre, Maria.
Lo hemos visto como niño. Y nos contaron que era Dios.
Lo hemos visto como niño pequeño. Y nos dijeron que era Dios.
Y nos postramos delante del niño y adoramos a Dios.
Y nos quedamos mirando al niño. Y contemplamos a Dios.
Y acariciamos al niño. Y nos dijeron que habíamos acariciado a Dios.
Y le regalamos nuestras sonrisas. Y nos dijeron que se sonrió Dios.
Escuché llorar a Dios, en lloro de los niños de mi pueblo.
Escuché que Dios reía, como ríen los niños de mi pueblo.
Escuché una canción de cuna, que los hombres le cantaban a Dios.
Escuché el latido del corazón de Dios, latir en el corazón de un niño.
Escuché el corazón de una Madre, admirada por las maravillas de Dios.
Escuché el corazón de José, emocionado ante el misterio.
Escuché mi propio corazón, emocionado por el amor de mi Dios.
Escuché el corazón de todos los hombres, conmovidos por tanto amor.
Le llevaron sus corazones sencillos llenos de canciones.
Le llevaron sus sorpresas al verle como a uno de ellos.
Le llevaron sus alegrías por haber nacido en uno de sus corrales.
Le llevaron sus gozos por utilizar uno de sus pesebres.
Yo le llevé mis preguntas, pues no entendía nada.
Le llevé mi corazón vacío, para que él me lo llenase.
Le llevé mi alma fría, para que él me la calentase.
Le llevé mi poca fe, para que él me la hiciese grande.
Le llevé mis esperanzas, para que él las hiciese realidad.
A Belén no se lleva nada, cuando se lleva todo.
A Belén se va vacío, porque allí te llenan alma entera.
A Belén se va vacío y se vuelve cargado de Dios.
Buscaba la vida y me encontré con un recién nacido.
Buscaba lo divino y me encontré con lo humano.
Buscaba a Dios y me encontré conmigo mismo.
Buscaba a Dios y me encontré con mis hermanos.
Buscaba los caminos de Dios y me encontré con los hombres.
Quería ver a Dios, logré ver a mis hermanos.
Quería ver a Dios, y me enseñó a ver a los hombres.
Dios me parecía tan chiquito, y los hombres se me habían agrandado.
Dios se me había escondido en lo humano. Y lo humano se me revelaba divino.
Dios se me hacía hombre, y el hombre se me hacía más Dios.
A Belén se va y de Belén se viene.
Pero uno es el que va a Belén y otro distinto el que regresa de Belén.
A Belén fui porque quería tocar a Dios. ¡Y era tan tierna su carne?
Era Dios con carne de niño.
A Belén fui a acariciar a Dios. Y sentí el calor de su mano que me acariciaba a mí.
A Belén fui a ofrecerle mis pañales a Dios. Y regresé con la cesta de mi alma llena.
A Belén fui a adorar a mi Dios. Y estampé el calor de mis besos en la tierna piel de un niño.
A Belén fui a ver lo que me habían dicho del niño y sentí que Dios me hablaba.
A Belén fui a cantar las maravillas de Dios, y escuché que los ángeles cataban por mi.
A Belén fui de visita, y sentí ganas de quedarme con él.
A Belén fui, pensando si estaría muy solo, y me encontré con los pobres todos del mundo.
A Belén fui, pensando si podría entrar, y encontré que su casa no tenía puertas.
A Belén se va y de Belén se viene.
Y no es lo que se hace en Belén. Sino lo que Belén ha hecho en mi.
Belén, casa del pan que comemos ricos y pobres.
Belén, casa donde el trigo se hace pan de todos.
Belén, casa donde Dios se hace pan para todos.
Belén, casa donde todos estamos llamados a hacernos pan.
Belén, casa donde Dios se hizo trigo humano.
Belén, casa donde Dios comenzó comiendo de nuestro pan humano.
Belén, casa donde Dios comenzó su historia de pan para la mesa de todos los hombres.
Belén, casa donde Dios se hace pan y el pan se hace sacramento de Dios.
Belén, casa donde el pan se hace comida de todos.
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