¡Alegrémonos, amigos, no puede haber tristeza cuando nace la vida!
Queridos amigos/as, seguidores de mi blog. ¡Muy Feliz Navidad!
Ya nos encontramos inmersos en plenas fiestas navideñas.
El día 24 Nochebuena -como todos los cristianos sabemos- hemos celebrado en familia la conmemoración del nacimiento del Hijo de Dios.
En unión de todos los creyentes en Cristo, hoy día 25 todos los países del orbe, celebran con nosotros la Natividad del Señor.
A todos nos ha convocado el mensaje del Ángel a los pastores de Belén:
"Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor".
El amor de Dios nuestro Padre se ha manifestado en Cristo, nacido para salvarnos. ¡Aleluya. Alegría!
Millones y millones de años después de la Creación, cuando la tierra era materia incandescente rotando sobre su eje.
Millones de años después de brotar la vida sobre la faz de la tierra.
Y miles y miles, cientos de miles de años, después de que aparecieran los primeros humanos capaces de recibir el Espíritu de Dios.
Unos mil novecientos años, después de que Abraham nuestro Padre en la fe, obediente a la llamada de Dios, partiera de Ur de Caldea, su patria, sin saber adónde iba.
Unos mil doscientos años después de que Moises condujera por el desierto hacia la Tierra Prometida al pueblo hebreo, que había sido esclavo de Egipto, y que descubría la alianza.
Unos mil años después de que David fuera ungido rey de Israel.
Unos quinientos años después de que los judíos cautivos en Babilonia retornaran a la patria por decreto de Ciro rey de los persas.
En el año noventa y cuatro de la olimpiada de los griegos.
El año setecientos cincuenta y dos de la fundación de la urbe romana.
El año cuarenta y dos del reinado del emperador Octavio César Augusto, estando en paz el universo, el Hijo de Dios Padre habiendo decidido salvar al mundo con su venida y consagrarlo, concebido por obra del Espíritu Santo, transcurridos los nueve meses de su gestación en el seno materno, en Belén de Judá hecho Hombre nació de la Virgen María como Cristo y Señor.
Esta es la Navidad de Jesucristo según la carne.
Esta solemnidad, la más importante del año después de la Resurrección, nos invita a celebrar con gozo, con todos los hombres y mujeres del mundo, que Cristo es el Señor de la historia aunque aparece en la humildad de un niño, en la humildad de nuestra carne.
A Él le invocamos como Kirios, a Él le invocamos como Señor.
En la mañana de Navidad, todavía con la resaca -espiritual se entiende- por la celebración no sólo de las cenas de Navidad familiares, sino también de las misas de media noche, llamadas "del gallo", hemos sido testigos del cumplimiento de una promesa, ¡Dios se ha hecho presente en medio de nosotros!
Las cuatro semanas de Adviento llegaron a su desembocadura natural: El Profeta Isaías, Juan el Bautista, José, María, nos han ido enseñando a prepararnos para este acontecimiento de gracia, el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo según la carne.
Nuestro grito incesante "Maranhatá" ha sido escuchado. El Señor ha respondido: "Vengo mañana". Y ya está aquí en medio de nosotros.
El diccionario define la palabra naif como ingenuo,inocente, sencillo, y así es como muchas veces presentamos la Navidad.
Eso tiene una parte muy positiva pero tiene también un pequeño problema, y es que a veces podamos presentar la Navidad como algo ñoño; y todo esto, esta sencillez, esta humanidad que la religiosidad popular se ha encargado de destacar en las representaciones, por ejemplo de los belenes: con los pastores, el pesebre, la mula, el buey, pues están muy bien, y no viene a decirnos otra cosa, sino que Dios se ha hecho verdadero Hombre, que tenía padre, que tenía madre, que estaba necesitado, que pasó frío, que tenía hambre, que necesitaba los cuidados de sus padres... y eso es lo que se esconde detrás de esta aparente ingenuidad, que Dios es verdadero Hombre, que ha asumido verdaderamente en todo , menos en el pecado, nuestra humanidad.
La forma más adecuada de acercarse a este misterio, no es desde la mente, sino desde el corazón.
Hay que eliminar los prejuicios.
Hay que dejar de pensar que esta Navidad va a ser una más...
"Que ya nos la sabemos".
"Que es lo de siempre, no hay más lectura".
"Yo al fin y al cabo estoy igual, nada cambia en mi vida..."
No, es un desafío a nuestra libertad fundamentalmente.
Es un misterio que se nos propone al centro de nuestra vida, al centro de nuestro corazón,
porque se nos da como Luz para transformar nuestras vidas.
Hay cosas que no se pueden imponer: no se puede imponer el amor, no se puede imponer la amistad...
Por eso, el misterio que estamos celebrando hay que acogerlo contemplándolo desde la adoración, hincando las rodillas, dejando por un momento la cabeza -aunque el misterio es razonable, por supuesto- pero hay que abrir el corazón e hincar las rodillas, y sólo desde ahí, desde la contemplación, seremos capaces de profundizar en este misterio del Dios hecho Hombre por nosotros.
Es un acontecimiento, además, muy relacionado con la luz, porque en los orígenes, esta festividad de la Navidad, estaba muy ligada a la fiesta pagana de la luz del solsticio de invierno, donde la luz cada vez va robándole más terreno a la noche; es una forma de manifestar que la Luz que es Jesucristo, ha vencido definitivamente a las tinieblas.
El Salmo habla de victoria: "Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios".
Es por tanto este Cristo, el que viene como Luz.
El que ilumina las tinieblas del pecado y de la muerte.
El que viene para iluminar nuestras incoherencias, nuestras incomprensiones,
sólo Él puede poner claridad en medio de nuestras oscuridades.
No se puede entender la Navidad, sin entenderla en el conjunto del misterio de la vida de Cristo.
Cristo nace para morir, no nos olvidemos.
Celebramos al Niño-Dios: como tierno, en el pesebre...
Pero ya los antiguos representaban a Cristo, fajado y envuelto como si fuese una momia,
anunciando de esta forma simbólicamente que el que nace, nace para morir.
Otra interpretación simbólica es el pesebre, poniendo como ejemplo la madera de éste
con la madera de la cruz.
Esta mañana, amigos/as, me acordaba de cuantísima gente hay que está bautizada,
pero que no está confirmada.
Cuantísimos cristianos hay -sinceramente yo por desgracia, puedo contarme entre ellos-
que vivimos el cristianismo simplemente y en el mejor de los casos, yendo a misa los domingos
-indudablemente yo, cuando mi enfermedad me lo permite-
ir a misa es fundamental, pero no sólo es ir a misa, son muchas más cosas:
es dejarse iluminar, dejarse empapar por Aquel que viene como Luz y Vida.
A partir del nacimiento del Señor, ya es posible vivir nuestra vida: en nuestros trabajos, en nuestra situación concreta, incluso en casos extremos de enfermedad, de desasosiego.
Cuántas situaciones, cuántas familias rotas
-y no conozco ni una sóla familia, ni siquiera la mía,
donde no haya algún problema-.
Pero no estamos solos, Dios está con nosotros,
Dios se ha hecho cercano a nuestra vida, a nuestros problemas, a nuestra realidad,
para poner al menos, una chispa de esperanza.
Si no, amigos, decidme,
¿ tiene sentido la vida para una persona que está postrada en la cama ?
Con este Dios cercano ¡sí!
Por ejemplo situaciones de desamor, procesos matrimoniales...,
aceptar la vida como es, con sus luces y con sus sombras, no puede ser de otra manera.
De la misma manera que no podemos quedarnos sólo con una parte del misterio de la vida de Cristo,
-como ahora está muy de moda, por cierto, en nuestra sociedad decir:
"Me quedo con esta parte alegre, pero con la parte de la cruz ¡no!, que no me gusta".
Celebro la Navidad, me reuno en familia, pero luego la Pascua ¡no!,
que ya implica dolor, muerte, sufrimiento.
No podemos vivir la vida de cristiano como si todo fuese resurrección,
sin pasar por la cruz.
Eso no es posible, porque el misterio de Cristo es unitario.
Pues, amigos/as, vivamos nuestra vida cristiana con esa unidad, con esa coherencia,
no digamos una cosa y hagamos otra,
dejémonos de idealismos y aceptemos nuestra vida como es,
con sus luces y con sus sombras.
Hay que aceptar que somos pecadores, que somos limitados...,
pero que el Señor ha venido para dejarnos el fruto de su Paz.
Ese es el fruto que tenemos que pedir,
que venga a darnos la vida en plenitud,
una vida no limitada o acotada,
sino la Luz que deja como fruto la Paz.
Que este "Dios con nosotros", lo llevemos a la vida,
y que nos convirtamos en testigos de la Luz;
no de la luz que viene de nosotros, sino de la Luz que viene sólo de Él:
a quien los Profetas ya anunciaron como "Sol de Justicia",
"Sol que nace de lo alto, el oriente".
Es un hombre de fiar, Zacarías.
Que nosotros, queridos amigos/as,
también llevemos la presencia de Cristo a nuestro mundo,
a nuestras familias, a nuestros enfermos,
a todos aquellos que no han tenido la oportunidad de escuchar la Buena Noticia,
la Noticia del intercambio admirable que Dios hace con nosotros.
¡Dios se hace Hombre para que el hombre participe de la Vida Divina!
En estas fechas de Navidad lloramos, con más sentimiento si cabe,
la ausencia de los que desaparecieron
y que en otros años celebraron con nosotros estas entrañables fiestas,
y que han dejado este mundo
-¿quién no ha perdido a un ser querido, ¡verdad? -.
Ellos ya contemplan en el Reino eterno
la Faz amorosa y gloriosa de Cristo el Señor.
Así que no perdamos la esperanza, queridos amigos/as,
que nos reencontraremos con ellos un día en el Reino de Dios.
¡¡Besos, y Feliz Navidad!!
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