"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la
luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz
de la vida.
Juan 8: 12
Yo soy la luz del mundo (2)
Ese segundo “yo soy”, pronunciado por Jesús,
alude a la profecía de Isaías con respecto al Mesías, quien debía traer la luz
no solo a Israel, sino a todo el mundo. “Que tú seas… por luz de las
naciones” (Isaías 49: 6).
La luz dada por Dios “resplandece” en las
tinieblas: nos muestra el verdadero rostro del mundo que nos rodea, descubre lo
que queremos esconder en nuestro corazón. Ella “alumbra a todo hombre” (Juan
1: 5, 9), pero su efecto siempre depende de la manera en que es recibida.
Podemos escondernos o huir de ella, tal como hacen los insectos que corren a
esconderse en otro lugar cuando levantamos la piedra que los cubría. Entonces
no tiene efecto. “Los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus
obras eran malas” (Juan 3: 19). Pero si el corazón está realmente
comprometido, como lo subraya la expresión “el que me sigue”, esa luz es una
guía y una fuente de bendición. Para el corazón, es “la luz de la vida”.
Seguir a Jesús es confiar en él en todos los
aspectos de mi vida, pues me ama y es más sabio que yo; es obedecerle en todo
lo que me dice. “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree
en mí no permanezca en tinieblas”(Juan 12: 46).
Antiguamente, el pueblo de Dios avanzaba hacia
la tierra prometida siguiendo la nube que lo iluminaba y lo conducía. Así Jesús
camina hoy con nosotros, y su Palabra es una luz a nuestro camino.
“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a
mi camino” (Salmo 119: 105).
(continuará el próximo martes)
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