"Ventana abierta"
La Buena Semilla
De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a
su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna.
Juan 3: 16
¡Gracias a Dios por su don inefable!
2 Corintios 9: 15
Un tesoro en común
Poco después de la segunda guerra mundial yo
trabajaba para un comerciante de leña y carbón. Debido a la escasez general
solo se nos permitía vender pequeñas cantidades a los particulares. Yo era
responsable de vigilar la distribución. A menudo un anciano venía con una
pequeña carretilla a comprar leña. Yo lo atendía personalmente. Un día le
pregunté:
- ¿No es demasiado duro empujar esa carretilla
cargada?
- Sí, pero es un regalo para mis hijos. Me
alegra mucho poder darles esta leña.
Conmovido por su abnegación, le pregunté:
- Dígame, ¿sabe cuál es el mayor regalo que
hemos recibido? El anciano, que estaba amarrando el saco a su carretilla, se
enderezó y, con ojos radiantes, me dijo:
- ¡Dios nos dio a su Hijo muy amado!
Yo estaba maravillado. Cinco minutos antes solo
teníamos relaciones comerciales, pero de repente podíamos hablar como dos
hermanos en Cristo. La generosidad de este anciano hizo que nuestra mirada se
dirigiese hacia Aquel que ofreció el mayor tesoro que pudiésemos imaginar: ¡dio
su vida para salvar a los hombres! Luego tuvimos una hermosa conversación sobre
el Señor y su gran salvación.
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que
seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le
conoció a él” (1 Juan 3: 1).
“El
hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno… porque de la
abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6: 45).
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