"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL CUARTO DOMINGO DE PASCUA
(B) - DOMINGO DEL BUEN PASTOR
Cuando la oveja nace, el pastor la lleva sobre
sus hombros un rato para que esta escuche su voz y se acostumbre a ella.
Hoy celebramos el cuarto domingo de
Pascua, domingo del Buen Pastor.
En este día también celebramos la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones
sacerdotales; aquellos que continúan en el tiempo la misión del único Buen
Pastor que le encomendó su rebaño a la Iglesia en la persona de Pedro (Jn 21,15-17).
La alegoría del Buen Pastor aparece
originalmente en la Biblia en referencia al cuidado y protección de Yahvé hacia
su pueblo (ej. Salmo 23, Ez 34, e Is 40,11). En el Nuevo Testamento Jesús se
“apropia” de esa alegoría y se la aplica a sí mismo como el Hijo de Dios que
cuida y salva a su rebaño. Ejemplo de ello es el capítulo 10 de Juan, de donde
está tomada la lectura evangélica de hoy (Jn 10,27-30).
La figura del pastor para simbolizar la
protección al pueblo es antiquísima. Así, por ejemplo, en el antiguo Egipto se
presentaba a los faraones con dos símbolos: un matamoscas y un cayado, y en la
mitología griega se representaba al dios Hermes con un carnero sobre los
hombros.
Con esta figura se quiere representar lo
incapaces que somos de alcanzar la salvación sin la ayuda de Dios-Buen Pastor.
Las ovejas son unos animales que tienen un cerebro bien pequeño, no aprenden.
También tienen una visión pobre. Por eso se vuelven a caer por el mismo
barranco una y otra vez y, peor aún, pelean cuando el pastor trata de ayudarlas.
Es la viva imagen de nosotros en este difícil camino a la santidad al que somos
llamados.
Pero Jesús está empeñado en que ninguna de sus
ovejas se pierda: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me
siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las
arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie
puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno”.
Esa imagen del Buen Pastor con la oveja sobre
los hombros que los cristianos adoptamos se deriva de un hecho real. Cuando la
oveja nace, el pastor la lleva sobre sus hombros un rato para que esta escuche
su voz y se acostumbre a ella. Así le seguirá y no se perderá. De ahí la
alegoría: “Mis ovejas escuchan mi voz… y ellas me siguen”. Por eso cuando nos
alejamos de Jesús, nos encontramos desamparados y dispersos, “como ovejas si
pastor” (Mt 9,36).
La segunda lectura de hoy (Ap 7,9.14b-17) nos
presenta nuevamente la figura del Pastor, representada en el Cordero que está
delante del trono, que será nuestro pastor y nos “conducirá hacia fuentes de
aguas vivas”.
La promesa de Jesús es clara: Si escuchamos su
voz y le seguimos, nadie nos arrebatará de su mano, y Él nos dará la vida
eterna.
Señor, quiero escuchar tu voz; no permitas que
los ruidos de las cosas del mundo me distraigan y pierda mi camino, pues sin Ti
estaré desorientado y volveré a caer en los mismos barrancos que la vida me
presenta. Jesús, Buen Pastor, no me apartes de Tu vista, y si me pierdo, deja
las otras noventa y nueve para ir tras de mí hasta que me encuentres (Lc 15,4),
de manera que pueda seguirte hacia la vida eterna que me has prometido.
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