"Ventana abierta"
La Buena Semilla
En tu mano están mis tiempos; líbrame de la
mano de mis enemigos y de mis perseguidores.
Salmo 31: 15
¿Por qué no pagaste el rescate?
En marzo de 1987, Marco, un niño de ocho años
de edad, fue secuestrado y separado violentamente de su familia. Durante
diecisiete meses lo mantuvieron escondido en una montaña en Italia, mientras
sus secuestradores exigían un rescate de dos millones de dólares. Cuando
finalmente la policía lo localizó y se acercaba a la cabaña donde lo tenían
prisionero, sus secuestradores lo sacaron de su escondite, lo abandonaron en un
sendero de la montaña y le ordenaron que caminara.
La policía lo encontró en ese lugar. El pelo le
había crecido hasta los hombros. Alrededor de su muñeca izquierda tenía marcas
de la cadena que lo sujetaba a la pared, y llevaba puesta la misma camiseta que
tenía el día del secuestro.
Los medios de comunicación informaron sobre la
liberación del niño; muchas personas lloraron de la emoción al enterarse de que
el pequeño estaba a salvo. Sin embargo, la alegría de la madre se disipó cuando
su hijo la miró sin ninguna emoción en sus ojos marrones, y fríamente le
preguntó: “¿Por qué no pagaste el rescate? No querías que volviera, ¿verdad?”.
Probablemente los secuestradores le habían
dicho que sus padres no lo amaban porque no estaban dispuestos a pagar el
rescate. La suma exigida estaba muy por encima de lo que la familia podía
pagar, pero los secuestradores habían repetido su mentira tantas veces al chico
que este había terminado creyéndoles.
A Dios nunca se le puede hacer la pregunta:
“¿Por qué no pagaste el rescate?”, pues él pagó el rescate supremo por nosotros.
Nadie puede dudar de Su amor, debido al costo de ese rescate.
No hay comentarios:
Publicar un comentario