"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
LUNES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA
Hoy damos un paso atrás en la liturgia para leer el pasaje que antecede al Evangelio que leyéramos ayer, domingo del Buen Pastor
La lectura evangélica
de hoy es el comienzo del capítulo 10 (1-10) del evangelio según san Juan. En
este capítulo Juan desarrolla la alegoría del Pastor y las ovejas para
referirse a la relación entre Jesús y nosotros. Hoy le añade un nuevo elemento
a la alegoría: Nos presenta a Jesús, no solo como el pastor, sino como la
“puerta” del aprisco de las ovejas. El aprisco es el lugar donde los pastores
recogen sus rebaños para resguardarlos del frío o de la intemperie, mientras
uno de ellos vigila toda la noche. Al amanecer, cuando van a llevar las ovejas
a pastar, cada cual llama a las suyas y estas responden a su voz, o a su
silbido particular.
Por eso Jesús comienza reiterando que las ovejas conocen su voz, que Él
llama a cada una por su nombre y, una vez afuera, las ovejas le siguen “porque
conocen su voz”. Como los que le escuchaban (que eran fariseos) parecieron no
comprenderle, Jesús les propuso otra alegoría: “Os aseguro que yo soy la puerta
de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos:
pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entra por mí, se
salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino
para robar y matar y hacer estrago: yo he venido para que tengan vida y la
tengan abundante”. Otro de los siete “Yo soy” que Juan pone en boca de Jesús y
nos apuntan a la divinidad de Jesús (Cfr.
Ex 3,14).
Vemos cómo en este pasaje la alegoría de la “Puerta” adquiere mayor
relieve que la del “Pastor”. Jesús se nos presenta hoy como la “puerta de las
ovejas”, el único Mediador que puede alcanzarnos la salvación que Él ha
obtenido para nosotros en virtud de su Misterio Pascual
(pasión-muerte-resurrección). El mismo Pastor que nos conduce a verdes praderas
y aguas tranquilas (Sal 23,2), se convierte en la Puerta que nos da acceso a
esas praderas y aguas a través de la “cortina”, es decir, a través de su carne.
“Tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de
Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que Él nos abrió a través del velo
del Templo, que es su carne” (Hb 10,19; Cfr.
Mt 27,51).
Jesús nos está pidiendo que le sigamos, y ese seguimiento incluye seguirlo
hasta el Calvario, en donde la sangre derramada del Cordero se convierte en la
Puerta que ha de conducirnos a la vida eterna: “Yo he venido para que tengan
vida y la tengan abundante”.
Esa es la misión de Jesús, dar vida a nosotros, sus ovejas, inclusive
ofreciendo su propia vida para que podamos obtenerla. Jesús-Puerta nos abre a
un nuevo espacio infinito y eterno, en donde todo el que le siga tiene cabida,
como nos muestra la primera lectura de hoy, con la predicación del Evangelio de
Jesús por parte de Pedro a los paganos (Hc 11,1-18).
El Buen Pastor te ha llamado por tu nombre. ¿Lo vas a seguir?
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