"Ventana abierta"
La Buena Semilla
El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por
la resurrección de Jesucristo de los muertos.
(Jesús) quien llevó él mismo nuestros pecados
en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia.
1 Pedro 1: 3; 2: 24
¿Por qué Jesucristo?
Podríamos preguntarnos en qué nos concierne la
vida de un hombre que anduvo en la tierra hace 2000 años. Sin embargo,
Jesucristo abrió la puerta a una nueva relación con Dios, a una actitud nueva
hacia la existencia, a una esperanza ante la muerte y a la liberación del
juicio.
Cuando vamos a Jesucristo no nos encontramos
frente a un simple ser humano, sino ante Dios mismo, quien nos abre el camino
de la salvación. Dios actuó de manera suprema por medio de Jesús, a través de
su muerte y su resurrección. Jesús hizo posible una nueva relación entre Dios y
nosotros. La crucifixión de Jesús no es solo un hecho histórico ocurrido hace
dos milenios; ella constituye la base sobre la cual descansa la nueva vida del
creyente (1 Pedro 2: 24). Sin la obra
cumplida en la cruz no habría ninguna salvación para nosotros. El sacrificio de
Jesucristo fue el precio inestimable que Dios pagó para redimir de la muerte
eterna a todos aquellos que pusieron su confianza en Él (1 Pedro 1:
18-19).
En Jesucristo hay algo que atrae, que atravesó
los siglos e intrigó a numerosas personas. Su enseñanza sobre el amor no puede
dejar insensible a nadie. La autoridad con la que habla de los problemas más
profundos del hombre nos interpela. ¡Su muerte nos parece tan injusta y los
testimonios de su resurrección tan asombrosos! Pero precisamente esta muerte y
esta resurrección hacen que todo lo que tiene que ver con él me concierna a mí…
¿Lo creo?
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