"Ventana abierta"
Dominicas Lerma
Comentarios a la Palabra de Dios
DOMINGO III DE PASCUA
CICLO B
- DOMINGO DE LAS APARICIONES -
Primera Lectura:
Act. 3, 12-15.17-19
(v. 12) - Pedro habla por segunda vez al pueblo y de nuevo se acomoda a la manera de pensar de los judíos. Es un testimonio de la obra salvadora de Dios en Cristo y una llamada a la conversión y a la fe. Es deseo apremiante de la fe apostólica demostrar que el nuevo mensaje está muy relacionado con el A.T.
- Pedro rechaza (característico en Lucas) un error (14, 9ss), quiere que conozcan la actuación divina y no vean una fuerza personal (8, 9s) ni siquiera que han obrado la curación con su piedad. Con la fuerza de su fe y su oración también, pero sobre todo y casi exclusivamente por la acción de Dios. Su mediación humana se retira ante la acción del Espíritu a cuyo servicio está (Lc. 5, 8) (10, 26). Pedro sólo mira al que puede dar la salud a todos los hombres (I Pe. 1, 13).
(v. 13) - Apela aquí Pedro con gran profundidad a la manera de pensar judía, a su conciencia religiosa: “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y de Jacob”, “el Dios de nuestros Padres” (Ex. 3, 15), en Moisés estaba ya anunciada la figura salvadora de Cristo Jesús y “Dios ha glorificado a su siervo Jesús” (4, 27): “Santo siervo de Dios” (Mt. 12, 18) (Is. 42, 1ss) (Is. 52, 14s). Como Isaías, Pedro une la glorificación con el abatimiento y repudio ante Pilatos, humillación e ingratitud de su pueblo.
(V. 14) - En este contexto judío, la queja de Pedro al pueblo debió de producir un efecto impresionante:
(V. 15) Barrabás preferido al Santo y al Justo; un asesino, destructor de la vida liberado y al autor de la vida se le da muerte. “Negasteis al Santo y al Justo” y aquí Pedro se incluye con su culpa, se siente vinculado a su pueblo y ésto le da derecho a hablar abiertamente. Pero no se trata aquí de recordar el fallo sino de atestiguar la fuerza salvadora de Dios en Jesús: “Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos”: he aquí el fundamento de la fe apostólica: el haber sido testigos:
(v. 17) - (Lc. 23, 34) recuerda las palabras de Pedro llamando hermanos a los oyentes judíos e incluso a los jefes que obraron con ignorancia. También Pablo habla de este atenuante (13, 27) (I Cor. 2, 7s.). La ignorancia se refiere al “conocimiento del misterio divino de Cristo”. Esta ignorancia no quita la culpa
(V. 18) humana, pero ésta enlaza con la divina resolución que se cumplió en la Pasión de Cristo (Lc. 24, 26) (I Cor. 1, 23).
(v. 19) - Les exhorta a la conversión ante el misterio que lo ha sobrecogido. No nombra aquí el bautismo por estar incluido en esta conversión, era bien sabido de sus oyentes. Así como lo está en la promesa del “perdón de los pecados”. Todo ello vinculado al sacrificio expiatorio de Jesús, ésta es la novedad para el judío (Lc. 22, 19ss.).
Segunda Lectura: I Jn. 2, 1-5
1 Hijos míos, os escribo esto
para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el
Padre: a Jesucristo, el Justo.
2 El es víctima de propiciación
por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo
entero.
3 En esto sabemos que le
conocemos: en que guardamos sus mandamientos.
4 Quien dice: « Yo le conozco » y
no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él.
5 Pero quien guarda su Palabra,
ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos
que estamos en él.
(v. 1-2) - Los v. 1-2 son terminación de lo que antecede. Los cristianos han de entablar una lucha contra el pecado porque deben “caminar en la luz” (1, 7) y por otro lado se les ha asegurado que la sangre de Jesús le purifica (1, 7.9). Parece que una de las metas del autor es comunicar a sus lectores la alegre seguridad de la comunión con Dios. ¿Es necesaria pues esa lucha esforzada contra el pecado si Cristo ha eliminado en sí el pecado?. Sí, y por esto añade deshaciendo equívocos: “Os escribo ésto....”. Debemos reconocernos pecadores y “si alguno peca..” no significa: ¡la cosa no es tan grave!. Aquí prevalece la acción salvadora de Jesús y en segundo plano está toda exhortación pedagógica, pero el que crea que ha sido purificado con la sangre de Jesús, ¡no puede minimizar el pecado!, pero la renovada experiencia de pecar y de confesarse pecador no debe aniquilar la confianza en la fidelidad de Dios.
- “Un valedor”, PARAKLETOS, que aquí es Jesús. No es consolador, sino “auxiliar” o “abogado defensor” en un pleito (en el juicio de Dios). Es lenguaje jurídico. Que “El es expiación por nuestros pecados” (v. 2) = “la sangre de Jesús nos purifica de todo pecado“ (1, 7). No se refiere únicamente al hecho pasado sino que tiene significación actual de Jesucristo glorificado. El que sufrió esa muerte y ahora vive como “intercesor”, ése es “expiación”, no es algo que hizo sino El mismo, su persona y Jesús es “el Justo” (I Jn. 3, 7) cuya justicia fue dar su vida (3, 16) para manifestar el amor de Dios. (Leer pag. 56 de “Nuevo testamento y su mensaje”.
- Y este sacrificio es universal. Jesús quiere quitar toda tiniebla.
(v. 3) - Esta frase es transición para pasar al nuevo tema de “guardar los mandamientos”. Tenemos aquí varias “fórmulas de cómo conocer” en S. Juan y A.T. = es no sólo un proceso intelectual, sino también una unión de amor (Gen. 4, 1) (Mt. 1, 25). Conocer a Cristo y a Dios es una íntima unión con El, es decir, hemos sido rociados con su sangre y es nuestro intercesor ante el Padre. El cristiano conseguirá la certidumbre del perdón si “permanece en el amor”, es decir, para la “comunión” con Dios y Cristo hay una norma: “guardar sus mandamientos”.
(v. 4) - Aquí se cita a los herejes (1, 6.8.10). (2, 4 y 16) Son paralelos. “Verdad” es para S. Juan la realidad de Dios que se revela y “mentira” es revelación del maligno, antagónico de Dios.
(v. 5) - He aquí la antítesis positiva del (v. 4). Y nos dice “en el que guarda su palabra se ha perfeccionado el amor de Dios” (I Jn. 4, 12), es decir, el “amor perfecto” es el que por la unión vital con Dios adquiere una calidad que está más allá de toda posibilidad humana. Comparemos (2, 5) con (1, 7). Para Jn. “caminar en la luz” = “guardar los mandamientos” = “amar a los hermanos” y por esto conoce que está en Dios, en comunión con Él.
Lc. 24, 35-47
35 Ellos, por su parte, contaron
lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del
pan.
36 Estaban hablando de estas
cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: « La paz con
vosotros. »
37 Sobresaltados y asustados,
creían ver un espíritu.
38 Pero él les dijo: « ¿Por qué
os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?
39 Mirad mis manos y mis pies;
soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis
que yo tengo. »
40 Y, diciendo esto, los mostró
las manos y los pies.
41 Como ellos no acabasen de
creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: « ¿Tenéis aquí
algo de comer? »
42 Ellos le ofrecieron parte de
un pez asado.
43 Lo tomó y comió delante de
ellos.
44 Después les dijo: « Estas son
aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros:
"Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés,
en los Profetas y en los Salmos acerca de mí." »
45 Y, entonces, abrió sus inteligencias
para que comprendieran las Escrituras,
46 y les dijo: « Así está escrito
que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día
47 y se predicara en su nombre la
conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde
Jerusalén.
48 Vosotros sois testigos de
estas cosas.
(v. 35) - Lucas se interesa por las tradiciones particulares al margen de la tradición apostólica, así habla de los 70 (10, 1s) y de los dos discípulos de Emaús. Su testimonio queda confirmado por los 11.
- La Sagrada Escritura, la celebración de la Eucaristía y la profesión de la fe de la Iglesia son los pilares en los que se apoya la certeza (1, 4) de la fe en la Resurrección de Jesús: Así: “lo habían reconocido al partir el pan”. Al realizar esta acción Dios les comunica su don de reconocer al Resucitado.
(v. 36-40) - Aquí Lucas tiene un fin apologético contra los que no querían admitir que Jesús había resucitado con su cuerpo. Jesús aparece a los de Emaús y desaparece; ahora aparece a los 11 y a los demás. Ya no está sometido a las leyes del espacio y del movimiento en él. Su aparición inesperada les causa miedo. Su aparición corporal sobrepasa la comprensión y expectativa humana. Ni siquiera oyendo su voz: “la paz esté con vosotros” se convencen de que es él y eso que ya habían llegado a la fe en la Resurrección. Los discípulos interpretan que es un fantasma, un espíritu sin cuerpo, pero lo que ven es Jesús mismo. Sus manos y sus pies con las marcan dan testimonio de ello (Jn. 20, 25.27). Ellos pueden tocar su cuerpo, tiene carne y hueso, su tacto no les engaña, no así su vista.
(v. 41-43) - Al miedo y terror sigue la alegría, la admiración, no acaban de creer: la Resurrección es demasiado bella para ser verdadera ¿no colma todas las ansias y esperanzas de los discípulos?. Otra nueva prueba de la corporeidad del Resucitado se la da en el comer un trozo de pescado asado. Así la Iglesia primitiva para prevenir la volatilización del cuerpo del Resucitado se reúne a comer (Act. 10, 40s) (24, 26) (I Cor. 15, 35-49). Jesús tiene un modo característico de existir ahora. Para reconocerlo se requieren ojos abiertos por Dios, apenas se puede describir si no en fórmulas contradictorias esta existencia de Jesús.
(v. 44-45) - En las últimas palabras de Jesús 1º) les da nueva inteligencia de la Escritura (v. 44s). 2º) los instruye sobre el universalismo de la voluntad salvífica de Dios (v. 46s) y 3º) les promete el Espíritu Santo (v. 48s). El Señor les deja sus palabras que pronunció durante su vida y sus hechos, éstos influyen en la fe de los creyentes. Toda su vida fue cumplimiento exacto de la Ley, de los Profetas y de los Salmos (ketubim) (16, 17s) (4, 21) (18, 31-34). Y esta Escritura anuncia la salvación a todos los
(V. 46-47) los pueblos y la salud viene por la pasión, muerte y resurrección de Jesús y se proclama en nombre de Jesús (Act. 4, 12) (Is. 40, 5) (3, 6) (Is. 42, 6) (2, 32) (Jn. 4, 22) (Act. 3, 25; Gen. 12, 3). Se anuncia conversión y perdón de los pecados (Act. 5, 31) (28, 19) (Act. 1, 8) (Mt. 8, 18-20). Después de la Ascensión viene el tiempo de la Iglesia, tiempo de testimonio y misión.
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