"Ventana abierta"
La Buena Semilla
De modo que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
2 Corintios 5: 17
Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu
ley.
Salmo 119: 18
La vida cristiana ¿es una vida
triste, de renunciamiento?
Esta idea bastante extendida tiene su
explicación. Muchas personas buscan acomodar su cristianismo a la vida del
mundo, para no privarse de nada. En consecuencia, su vida cristiana se ve
insípida y sin gozo. Otros, que realmente no han comprendido el Evangelio,
viven asustados, con miedo a un Dios que ellos consideran vengativo. Pero en
realidad no lo conocen, y quieren apaciguarlo mediante una devoción unida a
toda clase de privaciones. ¿Quién quisiera vivir un cristianismo así, que no es
más que una triste parodia?
Es cierto que el cristiano, el que aceptó a
Jesucristo en su corazón, renuncia a lo malo, a lo que solo es “vanidad y
aflicción de espíritu”, a las cosas atractivas que el mundo presenta bajo un
aspecto agradable, pero que destruyen el cuerpo, el alma y la familia… Pero,
¿por eso estará triste el cristiano? ¡Todo lo contrario! Un verdadero cristiano
confía en Dios, pues conoce su amor. Lo que Dios le enseña en la Biblia siempre
es para su bien. ¡Qué bueno tener esos puntos de referencia frente a lo que ofrece
un mundo desorientado!
Escuche este testimonio: “Sí, cuando me
convertí abandoné muchas cosas… pero recibí otras: Cargado por una conciencia
que me atormentaba y un corazón sin paz, recibí el perdón de Dios. Él me dio su
paz. Me liberó de la esclavitud al alcohol y del miedo al futuro. Lo que perdí
se convirtió en una ganancia inestimable.
¡Conviértase, acepte a Jesús como su Salvador
personal!”.
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