"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO DEL T.O. (A)
“Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo
debido.”
La lectura evangélica que nos ofrece la
liturgia para hoy (Mt 20,1-16) pone de manifiesto la misericordia divina, y
cómo esa misericordia se manifiesta en los que ponen su confianza en Él. Se
trata de la “parábola de los obreros de la viña”. Para entender la enseñanza
detrás de esta parábola tenemos que analizar detenidamente la conversación
entre el dueño de la viña y cada grupo de jornaleros, y el salario que “ajusta”
con cada uno. Veamos.
La parábola nos narra la historia del dueño de
una viña que salió a contratar jornaleros para su viña. Fue a la plaza pública
donde usualmente se congregaban los que buscaban trabajo. Nos dice la parábola
que con los que contrató al amanecer, ajustó el salario en un denario por día.
Salió por segunda vez a media mañana y contrató a otros que encontró sin
trabajo diciéndoles: “os pagaré lo debido”. Lo mismo hizo al mediodía y a media
tarde. Finalmente salió al caer la tarde y encontró a otros que habían estado
todo el día y nadie los había contratado. A estos se limitó a decirles: “Id
también vosotros a mi viña”.
Podemos ver tres tipos de jornaleros. Con los
primeros el dueño se ajusta en un salario fijo. Ha acordado un contrato de
empleo: un denario por día. Van a trabajar a cambio de una compensación
específica. Los que contrató a media mañana, a mediodía y a media tarde,
acordaron trabajar por una justa compensación, es decir, el dueño de la viña
ofreció pagarles “lo debido” y ellos fueron a trabajar. Finalmente, los que
contrató al atardecer, ni tan siquiera hablaron de compensación. Simplemente
aceptaron el llamado del dueño: “Id también vosotros a mi viña”.
Los primeros recibieron el salario que habían
acordado a cambio de su trabajo. Ni un céntimo más ni un céntimo menos. Estos
nos recuerdan a los fariseos, quienes observaban el fiel “cumplimiento” de la
Ley, y a cambio Dios les “debía” la recompensa del cielo. Tal parecería que
pretendían “comprar” la salvación. El cumplimiento interesado de la Ley (me
recuerda al “joven rico”). Esos son los que no comprenden cómo es posible que
los demás reciban el mismo salario. Sienten que Dios es “injusto” si les da la
misma recompensa a otros que ellos consideran pecadores. Nos recuerdan también
la actitud del fariseo en la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14).
El segundo grupo de jornaleros, los que fueron
a trabajar bajo la promesa de que recibirían “lo debido”, confiaron en que el
dueño de la viña habría de ser justo con ellos. Estos representan a aquellos
que se acercan a servir al Señor cuando son llamados. Confían en la justicia
divina, que tiene su raíz en la misericordia divina, y su confianza es
recompensada.
Pero los que más se asemejan al publicano de la
parábola de Lucas son los que fueron contratados ya al final del día. Estos ni
tan siquiera hablaron de salario. Se contentaron con trabajar. Y probablemente
se sintieron bien por el mero hecho de poder trabajar en lugar de estar
ociosos. Estos se dieron de corazón, y su esfuerzo y desinterés resultaron
agradables al dueño de la viña. Asimismo, si te acercas a servir al Señor por
amor, sin interés, aunque sea al final de tu vida, recibirás tu justa
recompensa: la Vida eterna.
Por eso Jesús termina refiriendo la enseñanza a
la vida eterna: “Así, los últimos serán los primeros y los primeros los
últimos”. Todavía estamos a tiempo.
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