Mirando al crucifijo el alma mía
se queda silenciosa contemplando
a Aquel que por los hombres, perdonando,
murió de forma acerba cuanto impía.
¿No están acaso hablando sus heridas
de amores inefables que llegaron
al trono del Eterno y encontraron
las llaves de los Cielos escondidas?
No puedo, pues, quedarme indiferente
delante de una Sangre redentora
que clama por mi bien constantemente;
Señor, misericordia ruego ahora:
te ofrezco un corazón que, penitente,
milite por tu causa salvadora.
P. Jason
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