"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
INSTRUCCIONES PARA EVANGELIZAR
1 Convocando a los Doce, les dio autoridad y
poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades;
2 y los envió a proclamar
el Reino de Dios y a curar.
3 Y les dijo: « No toméis
nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos
túnicas cada uno.
4 Cuando entréis en una
casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí.
5 En cuanto a los que no os
reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en
testimonio contra ellos. »
6 Saliendo, pues, recorrían
los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes. (Lc.
9, 1-6)
Muchedumbres rodean a Jesús. Están hambrientas de oír su
Palabra que les sabe más dulce que la miel, porque lleva en sí algo delicioso,
que ellas no saben formular: son Palabras de Vida Eterna… Entonces Jesús
prorrumpe en un desahogo: “¡La mies es abundante y los obreros son pocos, rogad
pues al dueño de la mies que mande obreros a su mies!”... Los oídos están muy
abiertos y los cuerpos gritando por la salud de sus enfermedades y de verse
libres de “sus demonios” que les atormentan…
Y tomando aparte a los doce “les da poder y autoridad
sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades”… Ya así, revestidos de
la fuerza del Espíritu Santo, que es la misma fuerza de Jesús, “les envía a
proclamar la llegada del Reino de Dios”… No son, en verdad, promesas lo que
ofrecen los Apóstoles, sino realidades: muchos se ven libres del poder de
Satanás y otros son curados de sus dolencias… ¡Así, libres y con el poder y
gracia de Jesús, estos hombres, están dispuestos a convertirse de corazón a
Dios y proclamar, a veces “a grandes gritos”, sus alabanzas!: “¡Porque es
eterna su misericordia!”…
Pero para esta encomienda les ordena a los Apóstoles una
condición: “No llevéis nada para el camino: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni
dinero en la faja, ni dos túnicas”… ¡Qué duro mandato a unos hombres que vivían
con poca cosa; pero para un viaje, llevaban siempre consigo estos objetos, que
creían les eran imprescindibles: No, a un bastón para apoyarse o defenderse de
los peligros; No, a una alforja con el mínimo alimento, pan y poco más; No, al
dinero, que se guardaba, lo suelto en la faja y las monedas de oro o plata, si
las había, escondidas en el turbante o en otro lugar no visible; y No, a dos
túnicas de repuesto, para protegerse del frío de la noche… Un Apóstol como
Tomás le habría añadido: “¡Jesús, así es como ir desnudo!”… Pero el Señor
conoce, como Dios que es, que “vuestro Padre celestial sabe bien lo que os hace
falta y Él proveerá”… “Vosotros anunciad el Reino de Dios. Esto lo habéis
recibido gratis, ¡es un tesoro y tenéis que darlo gratis!”. ¡Urge el anuncio y
todo lo demás os entretiene en lo que no es urgente ni os hace falta!… El
abandono total en la Providencia de Dios sólo lo comprende el que ha sido
llamado por Jesús, y su corazón ha quedado prendido en “las cosas del Reino”:
“Buscad lo primero el Reino de Dios y Su Santidad y lo demás, se os dará por
añadidura”… ¡Y así es!…
Y por último, les manda no hospedarse en los albergues
comunes, donde hombres y bestias pasan la noche y se entretienen en
conversaciones profanas, cuando no dañinas… Ellos, buscarán una casa de gente
sencilla, pero buena, y allí estarán con lo que les den, hasta que salgan de
ese pueblo… ¡Ellos mismos serán testigos de las maravillas que se obran a su
alrededor: conversiones, curaciones, demonios que huyen!… ¡Y vivirán en un
continuo pasmo de Gracias y “alabanza a Dios, por las maravillas que hace con
los hombres!”…
¡Qué Dios nos conceda ser uno de estos “pobrecillos”, tan rico en sus Dones y Carismas!…
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