"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA VIGÉSIMA QUINTA SEMANA DEL T.O. (2)
“Aprendamos a dirigirnos al Él en oración
fervorosa y confiada antes de tomar cualquier decisión importante en nuestras
vidas”.
El Evangelio que nos presenta la liturgia de
hoy (Lc 9,18-22), es secuela del que leíamos ayer (Lc 9,7-9), cuando Herodes
trató de averiguar quién era ese Jesús de quien tanto había oído hablar, y unos
le dijeron que era Juan Bautista resucitado, otros que Elías u otro de los
grandes profetas. Pero hoy es Jesús quien pregunta a sus discípulos: “¿Quién
dice la gente que soy yo?”. La respuesta de los discípulos es la misma.
Entonces les pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Esa pregunta
suscita la “profesión de fe” de Pedro (“El Mesías de Dios”), y el primer
anuncio de la pasión por parte de Jesús (“El Hijo del hombre tiene que padecer
mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser
ejecutado y resucitar al tercer día”).
Pero lo que quisiéramos resaltar de esta
lectura es que al comienzo de esta se dice que Jesús “estaba orando solo”; y
luego de orar, de tener ese diálogo amoroso con el Padre, es que interroga a
sus discípulos para determinar si estaban conscientes de su mesianismo y, de
paso, les anuncia su pasión para borrar cualquier vestigio de mesianismo
triunfal en el orden político o militar que estos pudieran albergar. Me imagino
que en esa oración también pidió al Padre que iluminara a sus discípulos para
que aceptaran lo que él les iba a comunicar.
Cabe señalar que de todos los evangelistas
Lucas es quien tal vez más resalta la dimensión orante de Jesús. De hecho,
Lucas es el único que enmarca este pasaje en un ambiente de oración (comparar
con Mc 8,27-33 y Mt 16,13-20). Así, Lucas nos presenta a Jesús en oración
siempre que va a suceder algo crucial para su misión, o antes de tomar
cualquier decisión importante (Cfr.
Lc 3,21; 4,1-13; 6,12; 9,29; 11,1; 22,31-39; 23,34; 23,46).
Esta oración de Jesús en los momentos cruciales
o difíciles nos muestra la realidad de su naturaleza humana, en ese misterio
insondable de su doble naturaleza: “verdadero Dios y verdadero hombre”. Vemos
como Jesús se alimentaba de la oración con el Padre para obtener la fuerza, la
voluntad y el valor necesario para que su humanidad pudiera llevar a cabo su
misión redentora. Tan solo tenemos que recordar el drama humano de la oración
en el huerto. Aquella agonía, aquel miedo, no formaban parte de una farsa, de
una representación teatral. Fueron tan reales e intensos como su oración. Jesús
verdaderamente estaba buscando valor, ayuda de lo alto. Y a través de esa
oración, y el amor que se derramó sobre Él a través de ella, su naturaleza
humana encontró el valor para enfrentar su máxima prueba.
Hoy, pidamos al Padre que, siguiendo el ejemplo
de su Hijo, aprendamos a dirigirnos al Él en oración fervorosa y confiada antes
de tomar cualquier decisión importante en nuestras vidas, y cada vez que
enfrentemos esas pruebas que encontramos en nuestro peregrinar hacia la Meta,
con la certeza que en Él encontraremos la luz que guíe nuestros pasos y el
valor y la aceptación necesarios para enfrentar la adversidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario