"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA VIGÉSIMA CUARTA SEMANA DEL T.O. (2)
“Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que
él había curado de malos espíritus y enfermedades”.
La lectura evangélica de hoy (Lc 8,1-3) nos
muestra cómo Jesús “iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo,
predicando el Evangelio del Reino de Dios”. Esa era su única preocupación, y
toda su vida giró en torno a esa misión: “Tengo que anunciar la Buena Nueva
del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado”. (Lc 4,43).
Habiendo sido la misión de Jesús el anuncio del
Reino, no puede ser otra la misión de la Iglesia. Habiendo sido Jesús
crucificado y resucitado, “apareció constituido Señor, Cristo y Sacerdote para
siempre (Cfr. Hc 2,36; Hb 5,6;
7,17-21) y derramó en sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre (Cfr. Hc 2,33). Por eso, la Iglesia… recibe la
misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios”, de establecerlo en medio de
todas las gentes.
Es decir, con la venida del Espíritu Santo
comienza la misión evangelizadora de la Iglesia. Este mandato del Señor se
recoge en sus propias palabras cuando dice a sus discípulos después de su
resurrección: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la
creación” (Mc 16,15).
La lectura nos dice que a Jesús y a los Doce
les acompañaban un grupo de “mujeres que él había curado de malos espíritus y
enfermedades: María la Magdalena (a quien la Orden de Predicadores venera como
su protectora), de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa,
intendente de Herodes; Susana y otras muchas”.
De todos los evangelistas, Lucas es quien más
acentúa el papel de la mujer, empezando por el relato de la Anunciación
(1,26-38) en el cual María asume un rol protagónico, muy distinto al personaje
“secundario” con que nos la presenta Mateo, fiel a su cultura y tradición
judías.
Por otro lado, nos narra cómo María, la hermana
de Marta y Lázaro se sentaba a los pies de Jesús a escuchar la Palabra; la
actitud del verdadero discípulo (Lc 10,38-39). Finalmente, Lucas nos dice que
las primeras en dar testimonio de la Resurrección fueron mujeres: “María
Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas” (Lc
24,10).
Podemos apreciar cómo, contrario a los demás
“rabinos” de la época, quienes no admitían mujeres como discípulas, Jesús las
acoge y camina junto a ellas. Debemos recordar que en la cultura judía a la
mujer no se le reconocía valor alguno, que estaba totalmente sometida su marido
y dependía de este, o en el caso de una viuda, de su hijo varón, para poder
hacer valer sus derechos.
El pasaje de hoy nos dice además que las
mujeres que acompañaban a Jesús y a los Doce “le ayudaban con sus bienes”. Al
igual que aquellas mujeres, todos los cristianos tenemos la obligación de
contribuir, en la medida de nuestros medios, al sostenimiento de nuestra
Iglesia, para que nuestros pastores puedan concentrarse en su misión de
enseñar. Pero, ¡ojo!, que esa Palabra sea cónsona con el mensaje de Cristo.
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