Palabra
del Señor.
Escrito por Plata Pura
DOMINGO II DE ADVIENTO
6 de diciembre de
2009
COMENTARIO
Todos verán la salvación de Dios
El Adviento
nos invita a dirigir la mirada a la "Jerusalén celestial", que es el
fin último de nuestra peregrinación terrena. Al mismo tiempo, nos exhorta a
comprometernos, mediante la oración, la conversión y las buenas obras, a acoger
a Jesús en nuestra vida, para construir junto con él este edificio espiritual,
del que cada uno de nosotros —nuestras familias y nuestras comunidades— es
piedra preciosa (cf. Benedicto XVI, Angelus 10-XII-2006)
La Buena
Noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios, comienza con esta llamada excelente de
san Juan Bautista: ¡PREPARAD EL CAMINO AL SEÑOR, ALLANAD SUS SENDEROS! La
Palabra de Dios que proclamamos este segundo Domingo de Adviento es una
invitación seria y profunda a la conversión.
Una
tentación en la que puedes caer es pensar que ya estás convertido, que no
necesitas la conversión, que ya eres bastante “bueno” y que, por tanto, no hay
nada que cambiar en tu vida; o, por el contrario, pensar que tu vida no tiene
remedio, que no merece la pena luchar.
Estar
preparado significa estar siempre en actitud de conversión. Significa superar
la soberbia de aquellos que creen que todo lo hacen bien y la hipocresía de
aquellos que se dedican únicamente a criticar los fallos de los demás sin
fijarse en los suyos.
Por ello,
el Evangelio que proclamamos hoy te advierte con seriedad que ha llegado la
hora de la conversión, que para poder estar preparado para la venida del Señor
hay que estar siempre en actitud de conversión, porque siempre hay en tu
corazón algo que mejorar.
Convertirse
significa: volver a pensar - poner en discusión el propio y el común modo de
vivir; dejar entrar a Dios en los criterios de la propia vida; no juzgar más
simplemente según las opiniones corrientes.
Convertirse
significa, por lo tanto, no vivir como viven todos; no hacer como hacen todos;
no sentirse justificados en acciones dudosas, ambiguas, malvadas por el hecho
que otros hacen lo mismo; comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios;
buscar, por lo tanto, el bien, aún cuando es incómodo; no hacerlo pensando en
el juicio de la mayoría, de los hombres, sino en el juicio de Dios - con otras
palabras: buscar un nuevo estilo de vida, una vida nueva.
Todo esto
no implica un moralismo, la reducción del cristianismo a la moralidad pierde de
vista la esencia del mensaje de Cristo: el don de una nueva amistad, el don de
la comunión con Jesús y, por lo tanto, con Dios. Quien se convierte a Cristo no
entiende crearse una autarquía moral suya, no pretende reconstruir con sus
propias fuerzas su propia bondad. "Conversión" significa justamente
lo contrario: salir de la propia suficiencia, descubrir y aceptar la propia
indigencia - indigencia de los otros y del Otro, de su perdón, de su amistad.
La vida no convertida es autojustificación (yo no soy peor de los demás); la
conversión es la humildad de confiarse al amor del Otro, amor que se vuelve
medida y criterio de mi propia vida (cf. J. Ratzinger, La nueva evangelización).
Convertirse
significa que el Evangelio ha de transformar toda tu vida, que has de ser
cristiano en todo, que no puede haber ningún rincón de tu vida cerrado a la
Palabra de Dios.
Convertirse significa que has de aceptar que Jesucristo es el
único Maestro y el único Señor, el único modelo de vida para ti, y que tratas
de hacer que tu corazón sea semejante al suyo.
Convertirse
significa que has de tomar en serio la vida cristiana. No confiarte en que
estás bautizado o en que vas a Misa todos los domingos. ¡Es necesario, pero no
es suficiente!
Hay que vivir conforme a la Palabra de Dios, tratar de ser
fieles a Jesucristo y a la Iglesia, y realizar obras de misericordia y caridad,
porque el que no dé buen fruto será cortado.
Convertirse
y preparar el camino al Señor significa que has de esforzarte, de luchar por
ser cristiano, que, al igual que el atleta tiene que entrenarse, esforzarse y
luchar para conquistar la medalla, tú también has de esforzarte y
trabajar en serio si quieres alcanzar la vida eterna.
Convertirse
significa que has de vivir en la paciencia y el amor, es decir: vivir la cruz
de cada día con fortaleza y amor, apoyados en la Palabra de Dios que renueva
nuestro mundo y transforma tu corazón si te dejas llenar de ella.
Compromiso semanal
Revisa tu
vida para tratar de descubrir cuáles son tus necesidades más urgentes en la
conversión. Haz un propósito firme para este tiempo de Adviento.
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