"Ventana abierta"
Sentimientos que experimento en el transcurso de una enfermedad
No quiero que por mí sufran mis hijas,
ni tampoco a ti hacerte sufrir;
yo sé que me quieres tanto,
como yo te quiero a ti.
Siento forzar a mis hijas
en los trabajos caseros,
porque parece que abuso de ellas
aunque mi enfermedad lo requiera,
y yo no poder obligarme a hacerlo.
Tú, mi marido, siempre estás solícito,
antes que te pida algo, ya lo tengo,
me das mucho ánimo
y me sueles cubrir de besos.
No te mueves de mi vera
cuando yo me siento enferma,
procuras buscar faena
para hacerla siempre de mí, cerca.
Si te alejas por escaso tiempo,
vienes mil veces a la cama
para ver cómo me encuentro,
por si necesito algo, y no hacerme esperar
ni siquiera un momento.
Tus caricias son para mí,
lo más grande de este mundo,
junto con el cariño de mis hijas
que es por lo que yo vivo y lucho.
Puede que sea egoísmo.
Puede que sea amor.
Pero antes que morirte tú,
prefiero hacerlo yo.
Tengo rígida la columna,
en ella no tengo movimiento,
pero al menos con los calmantes,
dolor tan fuerte no siento.
Mi niña pequeña
todos los días me trae
manojitos de flores,
de flores que se caen
marchitas de los balcones.
Con cuánta ilusión viene y me dice:
¡Toma mamaíta,
mira qué flores te traigo,
son tan bonitas...!
Se va con ellas a la cocina.
En un jarrito los tallos mete dentro.
Le echa mucha agua
y me las trae al momento.
Yo la lleno de besos.
Ella jugando se escapa.
Luego vuelve, me da un abrazo,
y se sienta junto a mí, en mi cama.
Ella sabe que la adoro,
y se siente muy feliz,
será porque es más pequeña
y no se aparta de mí.
Mis niñas mayores, cuando llegan a casa,
pasan por mi habitación,
a ver en qué me pueden ayudar
para no tener que hacerlo yo.
Yo las abrazo a las tres,
pues para mí, son iguales,
me cuentan cosas que pasan,
ya que yo, poco salgo a la calle.
Siento a la vez alegría y pena,
al verlas conmigo tan atentas,
ellas se sienten contentas,
al ver que tanto me agrada
el cariño con que me tratan.
Pero yo siento condolencia
de no poderme por mí misma valer,
y tener que depender
de mis niñas todavía pequeñas.
No quiero llorar ante ellas.
Quiero ganar la batalla.
Pero no puedo contener las lágrimas
que ruedan presurosas por mi cara.
Cuando me pongo a pensar
siento escalofríos y horror;
no quiero pensar cosas malas,
pero de mi mente no puedo apartarlas yo.
Que me quedo paralítica.
Que no tengo curación.
Que no caminaré jamás.
Que no tengo solución.
Decidme si no es mejor rezar
y pedir que me lleve pronto Dios.
Si algún día desaparezco,
ya nunca volveré a ver:
ni a mis niñas, ni a mi marido,
ni a las personas que me quieren bien.
Aunque en la mente de todos
yo sé que siempre quedaré.
Me seguirán recordando y queriendo
como yo donde esté,
si allí se puede querer,
los seguiré queriendo también.
Estos malos pensamientos
se clavan en mi sien,
quiero echarlos de mi mente
pero me asaltan una y otra vez.
Luego cambio de opinión
cuando voy sintiendo alivio;
y quiero sentirme bien
para poder resarcir
todos los momentos sufridos.
Deseo que mi padecer
tenga un final feliz,
yo llegue a sanar algún día,
y todos los sinsabores olvidemos por fin
y para toda la vida.
Quiero poder satisfacer todo el bien que me hacéis,
tengo tantos deseos de estár buena,
que no veo llegar el instante
para que esto suceda.
Dispuestos tengo a mi familia:
madre, hermanos y tía
que por mí se preocupan y me visitan.
Ya es grande mi alegría
cuando me restablezco
y ellos se alegran y me felicitan.
Le doy gracias a Dios,
porque hay gente conocida de sentimientos buenos,
me visitan cada día o me llaman por teléfono
para darme ánimos y consuelo
que yo en esos momentos tanto anhelo.
La vida es un camino
que hay que saberlo andar,
porque hay zarzales de espinos
Sabemos que primero nacemos.
La vida es nuestro caminar.
Después a la tierra volvemos,
de donde resucitaremos
por voluntad de un Ser Sobrenatural.
Hay algunas alegrías,
sufrimientos además,
para unirlos a los de Cristo
y ofrecerlos al Padre Celestial.
En la tierra nos purificamos,
entre otras cosas
por medio de las enfermedades,
para presentarnos ante Dios
limpios de iniquidades.
Primero tenemos nuestro juicio particular
y a Él presentamos nuestros hechos,
después viene el juicio final
y recibiremos premio o castigo
según nuestra bondad o maldad.
Pero Dios nunca se cansa de demostrar,
que tiene misericordia de nosotros
y nos dará otra oportunidad,
para que nos dé tiempo de arrepentirnos
en nuestra última hora final,
y un lugar en su morada eterna
seguro nos guardará.
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