"Ventana abierta"
La misión de los angelitos
Ese día en el cielo, un grupo de ángeles estaban pintando el arco iris.
Uno de ellos, Valentín, colgado de una estrella, se balanceaba con el pincel en la mano.
Otro, Santiago, para hacerlo más rápido, se colgó de la cola de un cometa y en un santiamén aplicó el color amarillo.
Sobre una nube, otro angelito llamado Antoñín, un poco regordete, repasaba los bordes para que el trabajo quedara perfecto.
De repente oyeron el tañir de una campana.
Era una llamada urgente de Dios.
Los tres se deslizaron a través del arco iris para llegar rápidamente ante la presencia del Señor.
Dios, se puso de pie frente a su trono celestial y les dijo:-Voy a necesitaros.
Los angelitos estaban locos de contento. Por fin tendrían una misión importante.
El Señor, que podía leer sus pensamientos les dijo:
- Una tarea trascendente, de vital importancia, es la que os encomiendo, pues se ha perdido un perrito llamado Romeo.
Los angelitos se miraron asombrados. ¿Un perrito? ¿Tarea trascendente?
Ese día en el cielo, un grupo de ángeles estaban pintando el arco iris.
Uno de ellos, Valentín, colgado de una estrella, se balanceaba con el pincel en la mano.
Otro, Santiago, para hacerlo más rápido, se colgó de la cola de un cometa y en un santiamén aplicó el color amarillo.
Sobre una nube, otro angelito llamado Antoñín, un poco regordete, repasaba los bordes para que el trabajo quedara perfecto.
De repente oyeron el tañir de una campana.
Era una llamada urgente de Dios.
Los tres se deslizaron a través del arco iris para llegar rápidamente ante la presencia del Señor.
Dios, se puso de pie frente a su trono celestial y les dijo:-Voy a necesitaros.
Los angelitos estaban locos de contento. Por fin tendrían una misión importante.
El Señor, que podía leer sus pensamientos les dijo:
- Una tarea trascendente, de vital importancia, es la que os encomiendo, pues se ha perdido un perrito llamado Romeo.
Los angelitos se miraron asombrados. ¿Un perrito? ¿Tarea trascendente?
Dios insistió:- Hay un niño, llamado Lalo que está muy triste porque ha perdido su perrito y ustedes van a ayudarme a devolverle la alegría a ese pequeño.
- Lalo es un niño muy solitario. Le cuesta hacerse de amigos y su perrito lo esperaba cuando llegaba de la escuela y lo acompañaba mientras estudiaba. Él lo alimentaba y lo cuidaba. Le hacía pelotitas para jugar y así se entretenía cuando estaba solo.
Pero un día, cuando el perrito se encontraba solo, salió a pasear y se alejó tanto de su casa que ya no pudo encontrar el camino de regreso.
Lalo llora porque lo extraña mucho y el perrito tampoco la está pasando muy bien.-explicó Dios a sus ángeles-Y, como en secreto, les sopló palabras en los oídos de cada uno.
Cuando terminaron de escuchar las indicaciones corrieron alegres, agitando sus alas a cumplir su importante misión.
Valentín encontró a Romeo temblando de frío, asustado y con hambre, en el umbral de una vieja casa abandonada y lo acurrucó con sus alas para darle calor.
A poca distancia de allí, Susanita, caminaba apresuradamente de la mano de su madre.
Santiago, uno de los angelitos, vio que Susanita era una niña buena y cariñosa y le susurró palabras al oído.
Susanita entonces se dirigió a su madre y le pidió: - ¿Mami, podemos pasar a ver la vieja calesita?
-Pero Susanita, si hace años que está cerrada.
Tenemos que desviarnos a una distancia considerable y sabes que tengo prisa.
La niña, obediente, comprendió que su madre tenía razón, pero Santiago, volvió a inspirarle palabras al oído con insistencia.
Susanita, entonces dijo:- Por favor mami. Es un minuto nada más. Tengo tantas ganas de volver a verla.
La madre, que no podía negarle nada a su hija y menos si se lo pedía con tanta ternura, accedió finalmente a darle el gusto.
-Está bien. Pero rápido porque tengo que preparar la comida y tu padre debe estar por llegar a casa.
Y así madre e hija desviaron su recorrido hasta llegar a la vieja calesita.
Qué tristeza le produjo a Susanita verla en ese estado de abandono. Los vibrantes colores que ella recordaba ya no existían y tampoco los animales de madera donde ella se subía para girar y girar mientras sonaba una música de organito.
Susanita se quedó pensativa y triste, ya que esa imagen era tan distinta a la de sus recuerdos felices...
De pronto escuchó un largo llanto de lamento, viniendo de una casa vecina y corrió a ver de qué se trataba.
-Mirá mami. Qué hermoso perrito.
-Sí, es un perrito muy hermoso. Debe tener dueño.
Fíjate que tiene un collarcito con una medalla que dice Romeo.
-Y si está perdido…¿Puedo llevarlo a casa?
-Susanita- respondió la madre-
¿Cómo se te ocurre llevar un animal a casa?
Valentin, el otro angelito, viendo que la situación se ponía difícil, abandonó a Romeo que inmediatamente comenzó a temblar de frío sin el abrigo de sus alas y Santiago intentó inspirarle deseos de ternura y protección a la madre de Susanita.
-Pobrecito, está temblando- dijo susanita-
Debe tener frío y hambre.
-Está bien. Lo llevamos a casa, pero tienes que prometerme que vas a tratar de encontrar a su dueño.
-La cara de Susanita se transformó en una sonrisa y tomando a Romeo en sus brazos lo abrigó con el calor de su cuerpo.
Llevaron a Romeo a su casa, lo alimentaron y le prepararon una camita para que estuviera cómodo.
La mamá le hizo fotos al perrito, hicieron muchas fotocopias con la cara del perrito y con el único dato de que disponían: el nombre.
Luego recorrieron el barrio pegando las fotocopias en la calle y en los comercios con la esperanza de hallar a su legítimo dueño.
Valentín y Santiago, habían cumplido su cometido, pero el dueño no aparecía porque el perrito se había alejado mucho de su casa.
Antoñín, el ángel regordete, sabía que la abuela de Lalo, a quién él llamaba cariñosamente Coco, acostumbraba a ir a una peluquería muy cerca de la casa de Susanita, pero no acudía muy a menudo, porque no disponía de muchos ingresos y la peluquería era para ella un gasto superfluo.
Esa semana, Coco, había invitado a Lalo a almorzar, porque sabía que estaba triste y quería distraerlo preparándole su comida favorita.
Antoñín llevó a Coco frente al espejo y la hizo verse fea y desgreñada. Pensó que su nieto no se sentiría feliz al verla con ese aspecto y decidió hacer una visita a la peluquería.
Coco pidió que le cortaran y le tiñeran el cabello, y le arreglaran también las uñas de las manos. Se sentía mucho mejor.
Cuando se disponía a pagar, vio la fotocopia sobre el cristal de la ventana con la foto de Romeo.
¡No podía creerlo!
Ahora su alegría era completa.
Cuando llegó a su casa, llamó a Susanita para concertar el encuentro.
Cuando Lalo y sus padres llegaron a la casa de Coco, la mesa estaba preparada para almorzar.
-Tengo una sorpresa. Te hice empanaditas de atún, pastel de papas y postre de chocolate. Tu comida preferida- Dijo Coco con una sonrisa más grande que su propia boca.
Lalo sonrió y la abrazó agradecido.
Estaba contento con su abuela, pero su compañero de juegos no estaba a su lado y lo extrañaba mucho.
Cuando estaban a punto de disfrutar el postre, sonó el timbre.
-¿Quién será a esta hora?- Preguntó Lalo.
¡Tengo otra sorpresa para ti!-respondió Coco- Acompáñame a la puerta.
Espero que no haya comprado juguetes, pensó Lalo.
Los tres angelitos: Valentín, Antoñín y Santiago ya se habían acomodado junto a la puerta. No se querían perder por nada del cielo la cara de sorpresa y alegría de Lalo.
Cuando abrieron la puerta, allí estaban: Susanita con Romeo en brazos y sus padres acompañándola.
Lalo estalló en un grito de alegría.
Romeo lo reconoció al instante, y de un salto se acomodó en sus brazos lamiéndole la cara.
Las dos familias festejaron el encuentro saboreando el postre de la abuela.
Lalo y Susanita se hicieron amigos y desde ese mismo momento, cuando Lalo visitaba a su abuela, Susanita estaba invitada a jugar.
Los ángeles regresaron al cielo con la satisfacción de haber cumplido su misión, y felices se dispusieron a pintar unas nubes de color caramelo para celebrar el reencuentro.
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