"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
JUEVES, 24 - DICIEMBRE - 2020 - FERIA PRIVILEGIADA DE ADVIENTO
“Y a ti, niño, te llamarán profeta del
Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos”…
La liturgia propia de hoy, 24 de diciembre,
casi siempre pasa inadvertida, diluyéndose en el barullo de la celebración de
la Vigilia la Natividad del Señor. No obstante, resulta conveniente que
contemplemos las lecturas, pues completan una historia que culmina el tiempo de
Adviento y nos coloca en el umbral de la Navidad propiamente.
La primera lectura (2 Sam 7,1-5.8b-12.14a.16)
nos presenta al rey David, que ha logrado unificar las tribus, trayendo paz y
estabilidad al pueblo, convirtiéndose en el primer rey que efectivamente reina
sobre los reinos del Norte y del Sur. Habiendo terminado la etapa de las
peregrinaciones, quiere construirle un templo a Dios: “Mira, yo estoy viviendo
en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda”. Pero Dios le
deja saber por medio del profeta Natán que no será él quien le construya el
templo (eso le tocará a su hijo Salomón). En cambio, le promete una
descendencia, que siempre ha sido interpretada como un anuncio del rey
mesiánico: “el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y cuando tus días se
hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la
descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para
él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi
presencia; tu trono permanecerá por siempre” (Cfr. Lc 1,32).
El Salmo (88) exalta la misericordia de Dios
que se refleja en su fidelidad, y afianza la promesa hecha a David de un linaje
perpetuo: “Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: ‘Te
fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades’”.
La lectura evangélica (Lc 1,67-69) nos presenta
el cántico de Zacarías. Zacarías había quedado mudo por dudar de la palabra del
ángel que le anunció que su esposa Isabel iba a concebir y tener un hijo. El
pasaje de hoy se da dentro del contexto de la presentación de su hijo en el
Templo según mandaba la Ley. Cuando fueron a ponerle nombre al niño, Zacarías
confirmó la petición de Isabel, escribiendo en una tabilla: “Juan es su nombre”
(Lc 1,63). Ante el asombro de todos los presentes, a Zacarías “se le soltó la
lengua” y comenzó a alabar a Dios.
Ayer escuchábamos de boca de María el canto del Magníficat. Hoy escuchamos el Benedictus, que es un canto de alabanza a Dios que nos
anuncia el cumplimiento de todas las profecías del Antiguo Testamento en la
persona de Jesús que va a nacer en “la Casa de David, su siervo”. Esto porque
Dios ha sido fiel a su Alianza, visitando y redimiendo a su pueblo.
Lleno del Espíritu Santo, Zacarías anuncia que
su hijo irá “delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo
la salvación, el perdón de sus pecados”.
Hoy es víspera de Navidad, y este cántico nos
llena de alegría, y sirve de culminación al tiempo de Adviento, en el cual
hemos estado esperando, anticipando, preparándonos para el nacimiento, ya
inminente, del Niño Dios.
Ya en unas horas habrá nacido la salvación del mundo. Entonces podremos exclamar: ¡Feliz Navidad!
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